LA TENTACION (parte I)

Hno: Victor M Cuevas Soto
II Iglesia Bautista ´El Calvario´ Moa-Cuba
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Desde que el hombre en el jardín del Edén fue incitado a desobedecer (Génesis 3:1-7), el ser humano es atraído y seducido continuamente al mal por los deseos (concupiscencias) que alberga en el corazón. Aún es posible seguir observando las tragedias que nos alcanzan cuando dejándonos llevar por las tentaciones, el pecado nace y engendra la muerte (Santiago 1:15), siendo esto para el creyente la separación de la comunión con Dios Padre y a lo sumo, un estado de conciencia cauterizada incapaz de discernir lo que es bueno o es malo.


Es prácticamente imposible dejar de movernos en medio de una generación perversa como la nuestra, sin tener unos cuantos intercambios directos o indirectos con manifestaciones de la carne. El bombardeo es constante desde el punto de vista que usted lo mire. Somos atraídos a varias cosas desde aceptar nuevos puntos de vista disfrazados por el humanismo secularista de hoy, hasta tolerar ciertas prácticas aparentemente no dañinas.
Frente a las tentaciones hoy dos palabras fundamentales: aptitud y actitud. La primera tiene que ver con lo que contamos para hacerle frente, si estamos preparados o no, y la segunda es nuestra posición o nuestro actuar cuando estas aparecen. A diferencia de los no redimidos, tenemos herramientas para combatirlas (aptitud) y el Espíritu Santo nos orienta y crea las actitudes correctas para soportarlas. 
                                                                                                                     ¿Qué actitud tomar frente a una realidad que es posible palparla en nuestra sala de televisión, dormitorios, supermercados, escuelas, centros de trabajos y aún en el recinto más íntimo de nuestras vidas? La pasividad terminaría haciéndonos parte del mundo y sus pasiones. Vidas estériles e incapaces de soportar la tentación no son las que califican en la descripción de aquellos que entrarían el Reino de los cielos, dijo Jesús: ‘’El Reino de los Cielos sufre violencia y sólo los valientes lo arrebatan’’ (Mt 11:12); pero aún cuando podríamos tener actitudes correctas, ¿no nos sucede que una vez de haber luchado cierto tiempo cedemos? Pareciera que luchamos dependiendo nada más de nuestra capacidad psíquica y emocional, ya sea para alejarnos de aquello que nos atrae al pecado o suprimir a fuerzas incalculables lo que nos seduce a pecar.

El apóstol Santiago dentro de las muchas consideraciones prácticas que hizo en su carta, dedicó unas líneas a las pruebas haciendo un énfasis esencial en las tentaciones. Define de una forma clara la naturaleza de la tentación y su dinámica (Stgo1:12-15) asegurándonos bienaventuranzas en dependencia de las actitudes que tomemos frente a ellas (Sgto. 1:12).
Sondeemos un poco más en esta declaración apostólica. Cito la Biblia en Sgto. 1:12: ‘’Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque cuando fuere aprobado recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman’’.

Al leer este trozo bíblico, notamos dos principios importantes:
1- Una vida de gozo pese a las tentaciones requieren de una actitud correcta frente a ellas: ‘’…que soporta la tentación’’. Soportar las tentaciones no presuponen una actitud pasiva frente a estas sino una actividad muy consciente de lo que se enfrenta.
2- El amor a Dios define en última instancia que haremos frente a una invitación al mal: ‘’…Dios ha prometido a los que le aman’’. La actitud que tenemos frente a la tentación guarda una relación muy directa con la profundidad de nuestro afecto a Dios.

Desglosemos un poco más el primer aspecto. Soportar las tentaciones es: resistir, padecer los estremecimientos que produce en nosotros la invitación a lo que consideramos malo, es lidiar con la carga emocional que nos produce una tentación, es aceptar con humildad la posibilidad de que seamos probados aún por Dios, es demostrar cuanto tomamos en cuenta Al que al final juzgará nuestras actos. Es interesante destacar como Santiago nos da el orden que posee esta dinámica: para poder recibir el halago (bienaventuranza) de Dios debemos de haber sido aprobado, pero esto no es solo hasta que seamos de los que soportan la tentación; es decir, los que lo hacen con actitudes correctas.
Como se ha visto hasta aquí la palabra clave ha sido actitud, es decir: soportar las tentaciones. Ahora, ¿por qué se nos hace tan difícil resistir las tentaciones?, ¿por qué no podemos soportar las continuas invitaciones al mal?, ¿por qué son muchas veces nuestras emociones las que en un final tienen la última palabra, ceder o no ceder?

Evaluemos algunos puntos fundamentales en los cuales descansan nuestra incapacidad de soportar las diversas pruebas.

– ¿Qué papel jugamos dentro del Ejército de Dios?
El Apóstol Pablo en sus cartas a su Hijo amado Timoteo le hace reflexionar acerca de la necesidad de considerarse un soldado de Jesucristo, uno de sus concejos se basa en la fidelidad del soldado a su único jefe directo, Jesús: ‘’Tú pues sufre trabajos como buen soldado de Jesucristo’ II Timoteo 2:3. La visión del Apóstol acerca de nuestro oficio aquí en la tierra mientras la Iglesia no haya sido levantada es como soldado. Un soldado cuando es llamado está consciente de las privaciones y limitaciones propias de una guerra. Una de las últimas palabras de Jesús a sus discípulos ponían bien en claro que el camino del evangelio no era de rosas, magistralmente lo definió como una vida de aflicciones: ‘’en el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo’ (Jn 16:33). El apóstol Pedro ministrando a los cristianos que habían sido esparcidos por la persecución que se experimentaba en esos días decía: ’’ no os maravilléis cuando sois examinados por fuego lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa extraña les aconteciese’’ I Pedro 4:12. El viejo adagio: ’’guerra avisada no mata soldado’’ sigue en pie aún para los cristianos; por tanto nuestra actitud positiva para vencer la tentación ha de ser: sufrirlas, soportarlas, dedicarnos responsablemente a ellas como un asunto a resolver en nuestras vidas y no algo pasajero u ocasional que es posible disolver. El consejo de Pablo a su hijo espiritual tocante a esto fue:’Nadie que milita se enreda en los negocios de este mundo’’.
Podemos asegurar que una tentación no afrontada como se debe, se repetirá solo hasta que se haya enfrentado con las herramientas espirituales adecuadas, perder de vista que ‘nuestras armas no son carnales sino espirituales, poderosas en Dios’’ es condenarnos a vivir una vida de fracasos.
Definitivamente no soportamos la tentación por no tener una perspectiva adecuada del lugar que ocupamos en esta tierra como siervos de Jesús, de esta forma no podemos evaluar conscientemente nuestro papel. Perdemos de vista que la clave para vencer al maligno es perseverar, la Biblia es clara al respecto: ‘’resistid al diablo y el huirá de vosotros’ (Sgto. 4:7).

– ¿Cuáles son nuestras orientaciones como soldados?
Cada soldado para ser miembro activo de la tropa ha de pasar una preparación inicial o instrucción inicial para poder participar en una guerra. De ello, depende no solo la victoria de la tropa sino también la seguridad del propio soldado. Sabemos de combates en los que mueren soldados no por balas enemigas, sino por mal uso de sus armas de fuego e insuficiente orientación en el terreno lo cual le a puesto en manos del enemigo. Muchas veces somos sorprendidos precisamente por ello. Oigamos a Pablo hablar por el Espíritu Santo otra vez: ’’Pelea la buena batalla de la fé’’ (I Ti 6:12). Una buena batalla es aquella que ya ha sido evaluada por un estratega, una batalla es posible considerarla como buena cuando ya se han considerado las estrategias para ganarlas y a priori es posible predecir el resultado. Ya Jesús ha evaluado nuestra batalla, esta es buena pues porque somos más que vencedores y la fé como principal arma nos permite predecir los resultados. Ya las estrategias han sido evaluadas: ‘’pero fiel es Dios que no os dejará ser tentados mas de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida’ (I Co 10:13b); dijo Jesús a sus discípulos dentro del marco de la oración: ’’orad para que no entréis en tentación’’ (Mt 26:41).
Un buen estratega define el tipo de armamento a usarse en dependencia del riesgo que corren sus tropas, la importancia de tal batalla o las posibilidades de ataque del ofensor. Pablo le mostraba a Timoteo que la batalla es de la fé, no se aprobaba el uso de armamentos tales como: habilidad personal, dotes de inteligencia, carisma, etc. El escritor de los Efesios hace una lista detallada del armamento individual del soldado para pelear la batalla de la fé. De ello podemos citar nuestra principal arma defensiva frente a las tentaciones, el escudo de la fé. Según Efesios 6:16 es el que nos ayuda a soportar las tentaciones, es el que apaga el fuego de malos deseos que aparecen en nuestros corazones cuando somos invitados al mal (I P 2:11).
Seremos hallados faltos de fé cuando:
* no consideramos la promesa de que Dios nos dará la salida para cada una de nuestras tentaciones (I Co 10:13b)
* no consideramos que la palabra de Dios tiene poder para vencer las tentaciones. Ha quedado (digo esto para los que lo hayan olvidado) el ejemplo del Maestro en el desierto cuando para cada tentación de Satanás hubo un escrito está (Mt 4:1-11).
* cuando olvidamos la sencilla y poderosa declaración del ángel que puso al corriente a Maria acerca del nacimiento virginal del Mesías: ’’ No hay nada imposible para Dios’’ (Lc 1:37). Véase que la actitud de esta israelita fue digna de imitar, no dio cabida a la incredulidad cuando muy bien pudo haberse sentido tentada a no creer, y proclamó: ’’ He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a su palabra’’ (Lc 1:38). Esta actitud frente a las tentaciones nos librará de pensar que nos somos dignos de ser tentados o probados, la palabra del Señor dice que ‘’es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos al reino de Dios’’ (Hch 14:22b).

No es muy raro vernos consciente de nuestro papel como soldados, haber recibidos las estrategias preliminares para lograra la victoria, estar equipados con todo lo necesario y vernos falto de optimismo y valentía; esto es a lo que se refería Asaf cuando versa así su oración: ’’Mi carne y mi corazón desfallecen’’, pero consciente de lo que significa Dios frente a esa realidad, culminada diciendo ‘’…Más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre ’’. A la luz de esta idea examinemos esta declaración: ’’No es con ejército ni con fuerzas, es con mi Espíritu dice Jehová’’ (Zac 4:6). Esto no solo es aplicable a que El Espíritu Santo que mora en nuestras vidas es quien acudirá en nuestra ayuda (literalmente hablando) cuando las fuerzas del mal aventajan las nuestras, o simplemente que es vasto para suplir nuestras necesidades sin nuestra intervención humana (‘’No es con ejército ni con fuerzas’’), sino en entender que Él está morando en nuestras vidas y tiene acceso a las áreas mas íntimas, conoce nuestros anhelos, aspiraciones y sus motivos verdaderos, sabe cuando descendemos al área de la carnalidad en nuestros pensamientos y cuando nos predisponemos a responder a la concupiscencia:’’yo soy el que escudriña la mente y el corazón’’ (Ap 2:23). No vivir conscientes de la presencia de la tercera persona de la trinidad en nuestras vida, contrasta con el porque nos permitimos asimilar todo cuanto viene del mundo y es pecado, perder de vista que es esa Persona la que pone las condiciones para movernos en el mundo de pecado sin relacionarnos con el, nos convierte en cristianos trabajados y cansados. David cantó su experiencia personal de esta forma: ‘’bendito sea Jehová mi roca quien adiestra mis manos para la batalla y mis dedos para la guerra’’ Salmo 144:1, el apóstol Pablo estimulaba a los cristianos del primer siglo vivir un estilo de vida sobrenatural: ‘’Andad pues en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne’’ (Gal 5:16).
Hemos visto que una de las claves importantes parta soportar las tentaciones es hacerlo desde la perspectiva de las escrituras. No soportarlas equivale a enfrentarlas desde una óptica no espiritual la cual nos limita el uso de las armas (escudo de la fe y espada del espíritu) para poder vencer al maligno.

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