La justicia y misericordia son dos valores muy diferentes aunque se relacionan. Es necesario hacer obras de justicia para quien tuvo misericordia con nosotros. Si tu esposa te perdonó la infidelidad, además de no volver a engañarla, debes compensarla con mucho amor y detalles. No se trata de empatar la situación, sino de superarla con lo bueno. Ofrece actos de justicia a quienes te han mostrado misericordia, especialmente a Dios que te perdona constantemente.
Recordemos la parábola que nos habla del dueño de una viña que contrató obreros (Mateo 20: 1-15). A los primeros que envió a trabajar desde el inicio de la jornada, les pagó según lo pactado y a quienes contrató cuando ya solamente quedaba una hora de trabajo, les dijo que recibirían lo justo, aunque no sabían cuánto. Estos últimos confiaron en él y no exigieron ningún contrato, como los primeros. Muchas veces queremos hacer negociaciones con Dios y lo condicionamos, diciéndole que le serviremos pero pedimos algo a cambio. Esa actitud no es la correcta ya que debemos servirle sin esperar nada porque estamos seguro que Él nos dará lo justo.
Dios siempre prueba las intenciones de nuestro corazón. En esta historia, el señor de la viña probó a los últimos trabajadores cuando los contrató diciendo que pagaría lo justo y ellos aceptaron, confiando en él, agradecidos por la oportunidad de trabajar. Seguramente fue a ellos a quienes contrató para el siguiente día y si les pagó un denario por hora de trabajo, les pagaría doce denarios por doce horas. ¡Así es la justicia del Señor que nos da más de lo que imaginamos! Aprendamos de ellos y aprovechemos las oportunidades, por pequeñas que parezcan porque seguramente son las correctas en ese momento de tu vida. A veces actuamos con arrogancia, esperando solamente grandes oportunidades, pero sólo quien demuestra valor en lo poco será puesto en mucho. Lo pequeño abre las puertas a lo grande. ¡Aprovecha todo lo que venga!
Entonces, a quienes contrató de primero, los probó de último, en el momento de la paga y no superaron la prueba porque actuaron con rebeldía, criticando sin agradecimiento. Somos hijos de Dios, más que pertenecer a una religión, somos Sus herederos por eso debemos acercarnos a Él confiando en Su amor y ofreciéndole actos de justicia.
Si has servido desinteresadamente al Señor y has confiado plenamente en Su justicia, te aseguro que está por venir el segundo día de trabajo, ese cuando te pagará más de lo que imaginas. Te dará doce veces más, te bendecirá en abundancia, no lo dudes. No le pongas condiciones a Dios para servirle. ¡Debes romper los contratos espirituales! Dile: “Señor, te firmo un documento en blanco, te serviré sin condiciones y sé que me darás lo que es justo”. No lo limites, déjale hacer conforme a Su justicia.
Todos, justos e injustos reciben fruto de su trabajo. Le irá bien a quien hace lo correcto porque trabaja y se esfuerza. De igual forma, le irá mal a quien no obra con justicia y desperdicia las oportunidades (Isaías 3:10-11). Esfuérzate haciendo el trabajo que te corresponde y Dios te bendecirá.
Además, Dios llena hasta rebalsar los graneros de los justos que le honran con las primicias de sus cosechas (Proverbios 3:9-10). La economía bíblica no está ligada a la misericordia sino a la justicia. Al hacer lo correcto, Dios, justamente, nos da lo que merecemos.
Otra evidencia de la justicia de Dios son Sus mandamientos. Si los cumples, recibes bendición, fruto de tus buenas obras. Por eso, nos pide que obedezcamos a nuestros padres ya que la desobediencia es un acto de injusticia. Obediencia y honra son dos cosas diferentes. Puedes obedecer sin honrar, pero jamás honrar sin obedecer. Obedecer a los padres es justo y muy importante porque está ligado a una gran promesa de bendición y de larga vida sobre la tierra (Efesios 6:1-3).
El Señor es bueno y con Sus mandamientos nos recuerda que obrando con justicia recibiremos bendición. Dale gracias y entrégale tu corazón para que Sus leyes justas y llenas de misericordia gobiernen tu vida.
Por: Pastor Cash Luna – www.ministros.org