Una de las cosas que he aprendido a través de los años es que la intimidad con Dios trae poder. Entre más cercanos estemos con él, más poderosas serán nuestras vidas. Eso se debe a que comenzamos a parecernos y a actuar como aquellos con los que pasamos tiempo. Así que si “pasamos tiempo” con Jesucristo, nos volveremos más como él. El problema es que muchos de nosotros no pasamos mucho tiempo con él.
¿Por qué es que la palabra intimidad parece asustar a muchas personas? Parece como si temiéramos hacer tiempo para conocerlo y estudiar su carácter. Tememos buscar su sabiduría y dirección, quizás porque tememos lo que él nos dirá. Tal parece como si temiéramos sencillamente estar con él. Así que el poder, ese tipo de poder que pone nervioso al diablo, a menudo no se desarrolla mucho en nuestras vidas.
Estoy segura que hay muchas razones por esto, pero me voy a enfocar en un par en particular: la verdad y tiempo. La Palabra de Dios nos dice que la verdad nos hará libres (lea Juan 8:31-32). David pidió una cosa al Señor y sencillamente era tiempo con él (lea Salmos 27:4).
Para desarrollar la cercanía que cultiva poder de Dios, tenemos que tomar la rienda de nuestros pensamientos-pensamientos acerca de nosotros mismos, nuestro pasado o futuro, aún hasta pensamientos acerca de Dios. Pero para tomar la rienda verdaderamente de nuestros pensamientos, tenemos que enfrentar la verdad que se nos es revelada. A menudo es verdad acerca de nosotros mismos que él nos revela. Dios nos ama demasiado y no está dispuesto a dejarnos en nuestro caos. El siempre está listo y en espera para traer cambio a nuestro interior.
Esto toma tiempo para que se lleve a cabo porque primero necesitamos enfrentar la verdad acerca de nosotros mismos y muchas veces, esa es la parte más difícil del crecimiento porque no nos gusta lo que vemos. Podemos orar para que Dios cambie nuestras circunstancias, pero necesitamos estar dispuestos a enfrentar el hecho que él nos quiere cambiar- a pesar de nuestras circunstancias. Muchas veces el Espíritu Santo nos revelará cosas que sencillamente no queremos saber acerca de nosotros mismos. Pero recuerde, ¡la verdad nos hará libres! ¡Así que no tema cambiar, tema permanecer igual!
Muchas veces, un gran obstáculo a nuestro crecimiento es nuestra culpa. Sencillamente no podemos olvidar las cosas que hemos hecho. Nuestros pensamientos son poderosos y si creemos que Dios está enojado con nosotros porque hemos pecado, la culpa nos puede consumir. ¡Al enemigo le fascina eso!
Pero Dios no está enojado con nosotros. Si usted es padre de familia piense acerca de esto: ¿Puede amar a alguno de sus hijos más de lo que ya lo ama ahora mismo? ¿Aun quiere ver cambios en su comportamiento? Bien, es lo mismo con nuestro Padre celestial. El nos ama-punto final. El nos ama mucho, eso no va a cambiar. Pero él quiere vernos crecer, madurar y experimentar lo mejor que tiene planeado para nosotros.
La clave para nosotros es confianza…confiar en que él nos ama…y se interesa por nuestro bienestar. La confianza toma tiempo. El tiempo y la experiencia con Dios nos van a enseñar a confiar en él. Entre más confiemos en él, vamos a querer pasar más tiempo con él. Entre más tiempo pasemos con él, vamos a cambiar más y su poder se desarrollará más en nuestra vida. ¡Entre más poderosas sean nuestras vidas, más nervioso estará el diablo de nosotros cada día!
Sin embargo, lo mejor acerca de pasar tiempo con Dios es desarrollar esa relación íntima y cercana con él. Haga tiempo en su día para pasarlo con Dios. Hable con él acerca de sus problemas. Enfrente la verdad que él le revela acerca de usted. Confíe que él siempre…siempre está obrando a su favor. ¡Él quiere que usted tenga una vida abundante, fructífera y poderosa!
Por Joyce Meyer.
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