“Abrí la capsula y podía ver toda la tierra. Allí arriba te sientes humilde, no piensas en batir un récord, sólo en volver vivo”
Estas palabras fueron pronunciadas por Felix Baumgartner , el “primer hombre supersónico” que saltó desde la estratosfera a más de 39.000 metros.
Una hazaña que ha dado la vuelta al mundo y con la que pone punto y final este paracaidista austríaco dedicado a los deportes extremos.
“Allí arriba te sientes humilde”.
¡Qué bueno no tener que subir a tanta altura para ser conscientes de nuestra pequeñez!
Sentirnos humildes con los pies en la tierra sin necesidad de alzarnos sobre los hombros del mundo.
La humildad es un valor en desuso, se ha quedado un poco anticuada porque con nuestra ajetreada vida hemos ido descatalogando un término de tan alto nivel moral para atribuirle un sentido muy diferente.
La humildad está pereciendo a causa del hedonismo, y cual hierba frágil es pisoteada por la autosuficiencia y la altivez.
Ser humilde hoy es sinónimo de persona débil y la debilidad es algo que en este nuevo y ególatra siglo no tiene cabida.
Es nuestro deber considerar que no todos están capacitados para comprender las máximas de un don tan preciado.
Que quienes lo desconocen lo tratan con groseros modales, sin atribuirle más que conjunciones desentonadas y despectivas.
Ser humilde, es ser manso, benigno. Es mirar al prójimo sin desdén, sin sentimientos de prepotencia. Es ser simplemente un imitador de Jesús , quien en su andadura por la tierra, podría haber sometido a muchos bajo el poder de su fuerza y sin embargo, se hizo pobre junto al pobre para regalarnos una generosa valija de dones admirables.
Siendo Él el mayor, se hizo uno más para así prepararnos el camino hacia una vida más excelente.
Autores: Yolanda Tamayo
ProtestanteDigital.com