Aprende a mirar la belleza en medio de la fealdad

Aprende a mirar lo bello. También entre los pobres de la tierra hay mucha belleza. No te enganches solamente a lo feo. No te quedes preso de lo negativo. La belleza y la bondad existen. La luz puede resplandecer sobre las tinieblas. Levanta tu vista.

Cuando comparamos la línea de Juan el bautista con Jesús, vemos contrastes no solamente en el ascetismo que practicaba Juan, o en hecho de que el Bautista estaba anclado en el estilo y el tono del pasado profético, sino que Juan se fijaba mucho en lo negativo o feo del mundo y Jesús, sin dejar de mirar toda esa negrura, se fijaba también en cierto esplendor que se puede ver en la vida del hombre y de la naturaleza. Contemplaba también la belleza del mundo.

Así, mientras que Juan el bautista podía decir: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles” … (Mt. 3:10), Jesús afirmaba: “Vosotros sois la luz del mundo” . (Mt. 5:14). Jesús podía ver lo feo, pero también lo bello. Juan estaba anclado en lo feo. Los que trabajamos en la acción social de ayuda a los pobres, debemos también saber mirar lo bello que hay entre ellos.

Juan era un “puro”, un separado del mundo. Como tal purista, era un tanto gris, asceta, estricto y predecía un futuro lleno de infortunios. Era apocalíptico. Lo que pasa es que para reconducir el mundo en nuevos valores, no basta con ver sólo lo feo, lo gris, lo negro, las penumbras. Hay que fijarse también en la luz, en lo bello. Quien no sabe contemplar lo bello, tampoco puede juzgar con equilibrio lo que es feo, tenebroso. Los cristianos no pueden considerarse “puros”, separados del mundo en el cual todo les parece feo.

Cuando uno no puede contrastar, sino que se queda preso de lo feo y de predicciones de catástrofes, se suele separar de las entrañas de la vida social, de sus problemáticas. Juan se separaba del mundo, quizás le atemorizaban las mujeres y los aspectos bellos de la vida. No podía contemplar ningún horizonte positivo y esperanzador. No trasmitía valores liberadores.

Jesús era diferente. Sabía sacar aspectos buenos y enriquecedores, aún allí donde parecía que todo era oscuridad. Por tanto, tiene relaciones sociales que podían causar espanto en los “puros” como Juan el Bautista. Jesús tenía amigos, muchos de ellos oscuros y grises para los religiosos, personas indeseables, como podrían ser los pecadores y las prostitutas. Podía comer con ellos. También allí podía encontrar atisbos de belleza, de esperanza, de luz. Podía tratar con los marginados y rechazados por los “puros”. Se goza con la alegría de las bodas y de los banquetes. Come y bebe disfrutando de los frutos de la tierra.

A veces, no se lavaba las manos porque constataba que las tradiciones y los ritos, los mandamientos de hombres, impedían la alegría de la vida en plenitud. Eso le daba a Jesús la posibilidad de ver belleza en la ruptura de las normas religiosas humanas que ponen barreras entre los hombres y podía comer, incluso, con aquellos con los que jamás comerían los “puros”. Podía comer con los proscritos. En estas relaciones podía ver belleza, porque había liberación y poder restaurador.

Algunos puristas y apocalípticos en el mundo hoy, ven lo que hay fuera de los muros del templo como algo feo y malo. No pueden captar ninguna belleza en medio de las dinámicas de un mundo caído y sufriente… pero la hay. Para muchos religiosos y “puros” de hoy, el mundo es un foco de maldad. Hay que resguardarse en la soledad del templo, en el retiro del claustro eclesial. Hay que retirarse de aquello que se percibe como un foco de maldad.

Jesús también ve la maldad del mundo, las injusticias en las que muchos están presos y en la infravida, ve los desequilibrios que afectan a la vida de más de media humanidad… ve la tristeza del mundo marginado y empobrecido. Ve la penumbra en que muchos andan… pero ve más allá de todo esto. En todo hombre hay algún retal de luz, algún color bello, alguna posibilidad de que resplandezca la vida. Jesús se acerca al mundo, le ama e intenta recuperar tanto al hombre como al mundo.

Esta filosofía de vida de Jesús es la que puede habilitar a los cristianos a ser sal y luz en medio de un mundo de dolor. Los que viven esta línea de valores son los que no dan nada por perdido, los que trabajan para que brille la luz en medio de un mundo a oscuras, para que resplandezca la justicia, para que los pobres puedan ser liberados, para que podamos convertirnos todos los seguidores de Jesús, en agentes de luz y de liberación.

Jesús al fijarse en los colores, la belleza, en los lirios del campo, ve el mundo lleno de posibilidades de brillo y de fulgor. Merece la pena la lucha, la denuncia, el trabajo liberador, el compromiso de acción liberadora de los pobres, la renuncia a la acumulación de bienes y la necesidad de compartir con el mundo el pan y la Palabra. El hombre, todo hombre, tiene su belleza a pesar de la caída. Lo feo, lo horrible, lo injusto e inhumano, nos sirve para vislumbrar lo bonito, lo justo y lo de humano que puede haber detrás de tanto sufrimiento. Merece la pena involucrarse en medio de lo feo, para que resplandezca lo bello.

El que vive en esa línea, tiene un mensaje nuevo, renovador, vital. Será el vocero de la renovación y de la vida nueva. Comunicará valores de justicia, de solidaridad, amor, fraternidad y paz… involucrándose en una acción liberadora que haga resplandecer lo bello y que lo rescate de entre la fealdad de las tinieblas. Sólo el que se une a la búsqueda de la belleza y de lo positivo, podrá ser un agente de liberación de los pobres y marginados… buscando el resplandor y la belleza de lo justo y de lo bueno. Es aquel que puede reconducir su fe a través de actos de amor.

La presencia de Jesús en nuestras vidas debe ser una fiesta que nos llene de valores que quieran lanzar la alegría al mundo, lanzamiento que nos va a hacer enfrentarnos en una lucha sin cuartel contra la injusticia, la opresión y contra todas aquellas sombras que sumen al mundo en el dolor. Los cristianos somos rescatadores de lo bello que hay entre tanto feo, rescatadores de luz en medio de tinieblas… no personas que huyen de lo feo del mundo, dejando insolidariamente a más de medio mundo en la estacada.

Si aprendes a rastrear lo bello, lo justo, te convertirás en un pescador de hombres en medio de los mares con olas amenazantes. Podrás aprender lo que representa el tesoro y la luz que es el ver a un hombre liberado no solamente para el más allá, sino para que experimente la belleza y el amor en el aquí y el ahora que le ha tocado vivir, aquí y ahora en donde hay también mucha fealdad, valles de sombras y penumbras de muerte… pero la luz y la belleza puede resplandecer. Inténtalo siguiendo al Maestro. También entre los pobres de la tierra hay mucha belleza.

Autores: Juan Simarro Fernández
Protestante Digital