El maestro que está comenzando su ministerio con niños o el más experimentado y oye hablar de consejería por primera vez se hace muchas preguntas. El siguiente artículo es el primero de una serie que nos ayuda a responder a dichas preguntas y a aprender varios principios que deben estar presentes en nuestro ministerio a la niñez.
Había concluido la reunión de niños. Iban saliendo de la habitación en su habitual manera ruidosa. La maestra dio un suspiro de alivio. Otra reunión del Club de Buenas Nuevas que terminaba, y todo había marchado bastante bien. Estaba cansada y con deseos de volver rápidamente a casa, cenar y tener su merecido descanso.
Casi todos los niños se habían ido ya. Ella había terminado de recoger todos los materiales utilizados para la clase y se disponía a marchar cuando vio a Terry, un niño de ocho años que venía todas las semanas al Club de Buenas Nuevas y que siempre parecía escuchar bien todo lo que ella enseñaba. Había notado que aquella tarde él prestaba mucha atención a todo lo que ella decía en el Club de Buenas Nuevas.
Estaba cerca de la puerta, parándose nerviosamente primero en un pie y después en el otro y mirándola.
«¿Querías algo, Terry?», le preguntó cariñosamente. «¿Puedo ayudarte?»
Terry tragó saliva varias veces y dijo abruptamente: «Sí, señorita. Quisiera ser salvo. ¿Podría mostrarme cómo puedo hacerlo, por favor?» Se calló y la miró.
La cabeza de la maestra empezó a dar vueltas. Pensó: «¿Cómo puedo guiarlo a Cristo? Nunca lo he hecho».
Cinco preguntas que debemos hacernos
El maestro que está comenzando su ministerio con niños y oye hablar de consejería por primera vez se hace muchas preguntas. Pero también el maestro más experimentado tiene preguntas similares. A veces, incluso, puede encontrarse en la situación de la maestra citada arriba. Ha enseñado a niños durante muchos años pero quizá nunca se haya sentado con un niño para guiarlo a Cristo. Por tanto, el concepto de consejería también es nuevo para él. Como la maestra en el párrafo inicial, quizás llegado el momento no sabría qué hacer.
¿Qué significa aconsejar a un niño?
La primera pregunta, y la más básica, se dirige al corazón del asunto y es la siguiente: «¿De qué estamos hablando? ¿Qué significa aconsejar a un niño y guiarlo a Cristo?»
Aconsejar a un niño para alcanzar la salvación significa sencillamente sentarse con un niño (o quizás con varios) y hablar en forma personal, y a petición suya, mostrándole cómo puede poner su fe en Jesucristo como su Señor y Salvador. Si quiere creer en Cristo, se le debe ayudar a hacerlo. Eso es aconsejar. Eso es lo que significa llevarlo a Cristo.
Es interesante ver que el diccionario define «aconsejar» como «advertir», «recomendar», «informar o guiar hacia la perfección moral».
Los niños que ya son salvos también a menudo necesitan ser aconsejados en forma personal. Pero ese tema será tratado en un libro posterior. En este nos concentraremos en la consejería dirigida a niños que no son salvos y cómo guiarlos a Jesucristo.
¿Por qué la consejería es una parte importante de tu ministerio?
Dios te ha dado un ministerio dirigido al grupo de niños a los que enseñas de manera regular. Cuando te reúnes con ellos cada semana aprovecha tu lección bíblica (y por supuesto todo el programa) para evangelizarlos. Esto quiere decir que les enseñas:
· Que deben ser salvos a causa de su pecado y porque Dios es santo.
· Que pueden ser salvos por medio de lo que Jesucristo ha hecho por ellos en la cruz.
· Que serán salvos si se arrepienten de sus pecados y confían en Jesucristo como su Salvador.
De este modo les explicas a tus niños el camino de salvación y los animas y desafías a confiar en Jesucristo como su Salvador.
Eres un evangelista y la evangelización es tu ministerio. Ora para que haya niños de tu clase que lleguen a confiar en Jesucristo como su Salvador y para que el Espíritu Santo convenza a los niños de su pecado y los guíe a Jesucristo. Puede que algún niño de tu grupo llegue a creer en Cristo como su Salvador mientras estés hablando, o que lo haga posteriormente, en su casa.
Pero también es posible que otros niños en la reunión necesiten ayuda personal, o que tengan preguntas o problemas específicos relativos a la salvación que requieren una respuesta o solución personal. Aún no están seguros de lo que deben hacer para ser salvos y necesitan que alguien hable con ellos personalmente. Es debido a que existen niños así que la consejería debe ocupar un lugar importante en tu ministerio. Muchos niños vienen a Jesucristo «por su cuenta» para encontrar la salvación, y estamos agradecidos por ello. Pero hay otros niños que necesitan tu ayuda a nivel personal para hacerlo; y tienes que estar preparado para proporcionarles esa ayuda.
Por tanto, debes estar preparado y dispuesto, incluso buscando oportunidades, para aconsejar a niños así. Tienes que verlo como una parte de vital importancia dentro de tu ministerio y deberías separar tiempo para esto en tu programa de actividades.
¿Quién está capacitado para aconsejar a un niño?
Estar preparados para aconsejar a los niños de una manera personal y conducirlos a Cristo es en verdad una responsabilidad de todo maestro de niños y de todo obrero que trabaja con niños. El ministerio de consejería es, en muchos sentidos, tan importante como la enseñanza de una lección de la Biblia.
Es obvio que el maestro que guía a un niño a Cristo debe, en primer lugar, haber acudido él mismo a Cristo para salvación. También tiene que tener claras las doctrinas bíblicas básicas y su propia seguridad de salvación. Por supuesto, tiene que estar convencido de que Dios puede salvar a los niños y que en verdad lo hace. Además, la Biblia enseña que Dios sólo te usará y bendecirá en tu ministerio si buscas caminar con él.
Pero, dicho esto, hay otros pasos que se deben dar para estar capacitado para guiar a los niños a Cristo:
1. Debes aprender tanto como te sea posible acerca de cómo conducir a los niños a Cristo. Confío en que este libro te sea de ayuda.
2. Debes estar dispuesto a involucrarte en el ministerio de consejería de la manera y en el momento en que Dios, el Espíritu Santo abra la puerta. Aprenderás más a través de la experiencia que de cualquier otra manera. También aprenderás de tus errores (después de orar y evaluarte) y podrás intentar no volver a cometerlos en el futuro.
3. Debes depender del Espíritu Santo para que pueda usarte como consejero. Ora para que Dios te ayude y te guíe. Él está más preocupado por el niño de lo que tú puedas estarlo.
¿Cuándo y dónde habrá oportunidades para aconsejar?
La mayoría de las oportunidades para aconsejar y conducir a los niños a Cristo se dan después de una reunión de niños o de una clase de la escuela dominical. Durante esa reunión o clase has presentado el evangelio de manera clara (normalmente a través de la lección bíblica). Les has mostrado a los niños cómo confiar en Cristo y los has desafiado o invitado a hacerlo. Has enfatizado que pueden poner su fe en Cristo en cualquier lugar y en cualquier momento; pero también has subrayado la importancia de hacerlo hoy mismo y no aplazarlo para otro día. Por supuesto, no has presionado a los niños a creer en Cristo. Sabes que esa es obra del Espíritu Santo y que no debes intentar hacer su trabajo.
También eres consciente de que podría haber un niño en la reunión que quiere creer en Cristo, pero que aún no está muy seguro de cómo hacerlo. Te das cuenta de que este niño necesita ayuda personal y consejo de tu parte. Algunas veces estos niños son tímidos y nunca se acercarían a hablarte si no te haces accesible a ellos. Por tanto, en algún momento de la reunión debes haberles dicho a los niños algo parecido a esto:
Si alguno de ustedes no es salvo y desearía serlo pero no sabe cómo, me gustaría hablar con él después de la reunión para ayudarle. Cuando termine la reunión que se quede sentado así sabré que quiere hablar conmigo.
O bien:
Quizás haya entre nosotros algún niño o niña que aún no es salvo y le gustaría serlo. Pero a lo mejor todavía no sabe lo que tiene que hacer para ser salvo. Me gustaría hablar con ellos para ayudarlos. Si alguno lo desea, por favor, venga y siéntese en una de estas sillas de la primera fila cuando la reunión haya terminado y los otros niños se hayan ido. Con gusto me sentaré y hablaremos.
De esta manera te habrás hecho accesible a los niños que te necesiten y que quieran recibir ayuda y consejo personal. Pero lo has hecho de una manera que no implica una presión. Has dado a conocer a los niños que estás dispuesto a ayudarles a creer en Jesucristo y deseoso de hacerlo, y les has dejado en claro lo que tienen que hacer para conseguir esta ayuda. No les has pedido a los niños que quieran ayuda que levanten sus manos, se pongan de pié o pasen al frente sino les has informado que, si quieren que les ayudes a acudir a Cristo para salvación, pueden quedarse. Esto deja la decisión claramente en las manos del niño sin ningún tipo de presión.
Por lo tanto, el momento normal y la mejor oportunidad para aconsejar a un niño y guiarle a Cristo es después de la reunión o de la clase de escuela dominical.
Pero, además de lo dicho hasta ahora, puede haber otras ocasiones en que podemos aconsejar a un niño que no es salvo y guiarlo a Cristo que no sea en la reunión formal. Puede que conozcas un niño que obviamente no es salvo y sientas que el Señor te guía a acercarte y hablar con él personalmente acerca de su necesidad de salvación. Quizá entonces esperes una oportunidad dada por Dios para iniciar una conversación o una serie de conversaciones con el niño con la esperanza de que en su momento eso le lleve a expresar un deseo de ser aconsejado. La conversación misma no es consejería, pero podría desembocar en ella. Esta clase de situación debe ser manejada con mucha prudencia. Es fácil tratar de presionar al niño, especialmente si eres tú quien toma la iniciativa. Siempre has de tener cuidado de no impulsarle a un compromiso que no entiende o para el cual no está preparado.
También están las oportunidades que le pueden surgir a un padre que hace saber a sus propios hijos su disponibilidad para hablar con ellos y para ayudarles en el caso de que quieran creer en el Señor Jesús.
Pero, en todas estas situaciones personales, el padre o maestro debe ser muy sabio, muy sensible y muy cuidadoso. Nunca debe ejercer ningún tipo de presión sobre el niño, sino que debe, en todo momento, estar abierto a la dirección del Espíritu Santo.
Por Sam Doherty. Autor "Ganemos a los niños para Cristo"