CREYENTES CINCO ESTRELLAS

Rev. Julio Ruiz, pastor
Mensajes acerca de los hombres y mujeres que Dios usa. (Filipenses 2:25) (El caso de Epafrodito)
INTRODUCCIÓN: Cinco Estrellas es la máxima calificación que se otorga a ciertas entidades con el fin de destacar la calidad de sus ofrecimientos. Los hoteles son conocidos mayormente con estos estándares. Se espera que quienes reúnan esta alta distinción ofrezcan lo mejor en comodidad para dormir, para comer y para los negocios.

La gente con facilidades económicas y amantes de las cosas finas optan por buscar tales lugares. Me gusta pensar que así como se califica a un lugar por su excelencia, podamos calificar a los creyentes por sus cualidades. El persojane de Epafrodito en la Biblia ha sido para mi vida una referencia continua a considerar a la hora de hacer el trabajo para el Señor. Pablo, el maestro y hacedor de discípulos, destaca en él altísimas cualidades que van en un orden ascendente, todas con el propósito de dar a conocer lo que puede llegar a ser un creyente cuando se entrega de corazón al Señor y a su obra. Bien podemos encontrar en Epafrodito a un Creyente de Cinco Estrellas. Entre los hombres y mujeres que Dios usa en la Biblia, este discípulo se destaca por su gran servicio al apóstol Pablo y a la iglesia. Tan altas eran sus calificaciones que algunos autores han llegado a pensar que el personaje al que Pablo hace mención en 2 Corintios 8:25, tenía que ver con él. Pablo no menciona su nombre, pero habla de un hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias. Qué clase de testimonio ha de haber tenido ese hermano que llegó a ser objeto de un reconocimiento colectivo! Que bendición es un hermano de buen testimonio. Cuánto gozo trae a la iglesia las alabanzas que se levantan por esos hermanos tipo Epafrodito. Este personaje nos muestra que un creyente puede llegar a tener una alta distinción en la obra a través de su lealtad y fidelidad a su amado Señor.

ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Conozcamos cuáles son esas Cinco Estrellas con las que se califican a un creyente.

I. LA ESTRELLA DE LAHERMANDAD

Lo primero que Pablo hace cuando menciona a Epafrodito es llamarlo mi hermano. Era el título que predomina en la iglesia del primer siglo. Sin duda esta distinción representaba la unidad de la iglesia, así como la naturaleza de quienes la componían. Un hermano era alguien que provenía de una misma sangre, no en el contexto del nacimiento biológico, pero sí por la obra finalizada del calvario. Se llamaban hermanos a todos aquellos que habían tenido una relación íntima y personal con Jesucristo. Fue el mismo Cristo quien definió a los auténticos hermanos. En una ocasión, mientras hacia su trabajo, María y sus hermanos querían hablar con él; no sabemos si le traían algún caso particular, dada su condición de hermano mayor. La respuesta que dio a los que le informaban de la presencia de su familia, pudiera verse como desconsiderada, especialmente porque allí estaba su mamá. Pero la verdad es otra. Jesús dejó claro que los auténticos hermanos son aquellos que están ligados porque hacen la voluntad divina, y no tanto por una relación filial; así respondió: Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre (Mt. 12:50) Este concepto pudiera golpear nuestras fibras sentimentales, sobre todo, porque tenemos tanta gente a quienes llamamos hermanos, sea en el campo familiar, amistad o por la pertenencia a alguna ideología con la que se identifica o se comulga. De modo, entonces, que cuando llamamos a alguien mi hermano queremos expresar con ello nuestro amor y nuestra identificación con quien ha abrazado mi misma fe, y está siguiendo al mismo Señor y salvador Jesucristo. Pablo sabía que Epafrodito era su hermano porque había visto su conversión a Jesucristo, su crecimiento como un auténtico discípulo y su obra como un ministro del Señor (Col. 1:7) Así tenemos, que un creyente debiera ser un hermano lavado con la misma sangre de nuestro común salvador.

II. LA ESTRELLA DE LA COLABORACIÓN
La otra estrella con la que Pablo califica a su discípulo es como su colaborador. Este fue el mismo concepto que Pablo usó cuando habló de la labor de Aquila y Priscila, a la que hicimos referencia en un mensaje anterior. Es muy probable que Epafrodito trabajó con Pablo en Filipo, y por seguro lo hizo con los colosenses. En ambas iglesias Pablo destaca la forma cómo éste colaboraba hasta enfermarse para ayudarlo en su ministerio. Dónde se veía su colaboración? Lo hacía a través de la oración por los hermanos. El testimonio que Pablo hace de él al dirigirse a los hermanos de Colosas, sobre este particular, es elocuente: Os saluda Epafras (al parecer este es el otro nombre con el que se conoce Epafrodito), el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere (Col. 4:12) Él colaboraba orando a Dios para que en la vida de la iglesia se *****pliera este triple propósito. Pero también Epafrodito era un gran colaborador trayendo a otros a los pies de Cristo. La solidez de esa iglesia tenía mucho que ver con el trabajo hecho por este hermano. Cuando Pablo habla a la iglesia presenta los grandes efectos que produce el evangelio al ser predicado. El dice, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio… como lo habéis aprendido de Epafras… (Col. 1:6, 7) La colaboración de los creyentes en el campo de la oración y en la obra evangelística, para hacer crecer la iglesia, llegan a ser determinante. Colaborar en este sentido, es sostener los pilares donde descansa la mayor parte del trabajo de la iglesia. Los hermanos colaboradores son siempre una bendición para la salud espiritual de la iglesia. Si Epafrodito era un colaborador con Pablo en su trabajo, Pablo estaba persuadido que lo era de Dios, por eso escribió: Porque nosotros somos colaboradores de Dios… (1 Cor. 3:9a) Qué privilegio llegar a ser esto en el reino de Dios!

III. LA ESTRELLA DE LA COMPAÑÍA
Por la carta de Pablo a Filemón sabemos que Epafrodito era su compañero de prisiones, Flm. 23. Pablo era un preso acompañado. La lealtad de sus discípulos era tal que compartían con gozo la habitación de una cárcel. En sus frecuentes saludos dirigidos a las iglesias, menciona la gente que le acompaña desde la cárcel. Algunos de sus discípulos fungían como sus secretarios, quienes escribieron sus cartas desde alguna lúgubre prisión. Es por eso que también llama a Epafrodito su compañero de milicia. Este término nos viene del campo militar, y pone de relieve la lucha osada y el sufrimiento que es propio de los que en esto participan. Una de las características de la milicia es aquella obediencia incondicional hacia sus superiores. Se destaca también la disciplina como parte necesaria para *****plir la tarea. En un ejército no pueden haber soldados haraganes e indisciplinados. Pablo habla juntamente con Epafrodito como si fueran dos soldados que habían prestado juramento de lealtad, obediencia y disciplina, considerando a Jesucristo como su General en Jefe a quien debían absoluta sujeción, amor y entrega. El cristiano debiera ser siempre un compañero en el trabajo. Un compañero es alguien que comparte una misma carga, una misma visión, y hasta una misma angustia por ver lograda la tarea. Un compañero es un amigo de confianza. Un compañero al estilo Epafrodito, es alguien que despierta todo tipo de sentimiento, especialmente cuando el mismo ha arriesgado su propia vida por causa del evangelio. Vea lo que Pablo dice de él en los versículos 26 y 27. Los pastores anhelamos que cada creyente llegue a ser un compañero en la dura tarea de llevar el evangelio. Sabemos de hermanos que comparten muy bien esa carga, y todos los días se hace presente en ellos el deseo de servir a otros. Somos compañeros de milicia o somos indiferentes a la batalla?

IV. LA ESTRELLA POR SER UN MENSAJERO
Pablo comenzó llamando a Epafrodito su hermano, y manteniendo como un orden ascendente, ahora lo llama vuestro mensajero. Esta es la cuarta estrella con la que calificamos a los hermanos tipo Epafrodito. Literalmente esta palabra significa un apóstol. Y eso era este discípulo para los hermanos de filipos. Epafrodito llegó a tener una enfermedad donde casi murió. Los hermanos filipenses estuvieron muy angustiados por la noticia, pues este hermano era alguien extremadamente querido por ellos. Pablo también estuvo muy preocupado por su condición física, y una vez que supo de su mejoría, dijo: Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza v. 28. Él fue enviado a ellos como el mensajero que portaba una noticia de consuelo, de esperanza, de amor y de edificación. El creyente debe llegar a ser un mensajero. Un pequeño apóstol para aquello que se le envía a hacer. No siempre encontramos tal disposición en cada hermano. A veces los hermanos llegan ser mensajeros de males noticias. Algunos por no entender bien su naturaleza cristiana, con sus demandas particulares, se dedican a llevar mensajes que se tornan en chismes, en malos entendidos, y algunas veces hasta causan división en las iglesias. Muy distinto es el hermano que se propone llevar un mensaje de gozo, de paz, de esperanza, de buenas nuevas, de reconciliación y sobre todo, aquel que siempre se propone llevar un mensaje de salvación para los perdidos. Sí, usted y yo somos mensajeros. Solo nos resta saber qué tipo de mensajeros somos, y qué clase de mensaje llevamos.

V. LA ESTRELLA DE LA MINISTRACIÓN

Llegamos a considerar la última estrella en la vida de aquel creyente llamado Epafrodito. Pablo dijo que él era mi ministrador de mis necesidades. Pablo fue un hombre que entendió las palabras de su Maestro y Señor Jesucristo cuando dijo, no he venido para ser servido sino para servir… , de allí que invertía su vida y su vocación (su trabajo como hacedor de tiendas) para servir a sus hermanos. Pero llegó el tiempo cuando él necesitó de la ministración de otros para llevar adelante su tarea. Por cierto, es en esta carta donde él hace referencia al cuidado que los hermanos de filipos habían tenido de él. En su gratitud por esto, él dice: Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios (Fil. 4:18) Uno puede imaginarse que para Pablo era un tanto difícil hacer tiendas en la misma cárcel para auto sostenerse. Si añadimos a esto su salud, su edad y su dedicación en escribir sus cartas a las iglesias, la situación sería más difícil. Pero su discípulo Epafrodito recogió de los hermanos de filipenses todas las cosas necesarias para que Pablo viviera con abundancia, y estuviera lleno de las cosas necesarias. Era un hombre preocupado por el sostenimiento de un ministerio tan importante como el que había sido llamado el apóstol Pablo. Los hermanos ministradores en la iglesia son tan necesarios, pues de alguna manera u otra ellos sostienen la obra del Señor. Cuando usted y yo ofrendamos y diezmamos, estamos diciendo con esto que nos importa mucho la obra del Señor. Cada vez que traemos el dinero al altar, estamos creyendo que la iglesia del Señor y su misión de extender el reino de los cielos, es la causa mayor y más digna que merece ser sostenida. Aquí se prueba mi fidelidad. Se mide mi preocupación. Pero sobre, se prueba mi amor por Aquel que ofrendó todo su cuerpo para que nosotros fuéramos salvos.

CONCLUSIÓN: El nombre «Epafrodito» significa «atrayente». Y la verdad es que por sus altísimas calificaciones, este hermano despertaba, no-solo los elogios de quieres le conocían tan cerca, sino un gran amor y una gran consideración por su estilo de vida cristiana. Se cuenta de un turista que decidió conocer a un pueblo famoso donde existía un museo de antigüedades. Para llegar hasta el lugar todas las personas deberían comprar su ticket y abordar la única unidad que les llevaba hasta el lugar, hablamos de un bus antiguo. El turista notó, al momento de comprar su ticket, que se vendían tres categorías: Primera, segunda y tercera clase. Por supuesto que él compró el de primera clase. Al principio cuando se sentó no vio cuál era la diferencia entre los ticket, pues todos iban en el mismo bus. Pero cuando llegaron a cierta cima allí se percató de la diferencia. El conductor con voz fuerte, dijo: «Los pasajeros de primera clase que permanezcan sentados. Los de segunda clase que se vayan caminando, y los de tercera clase que ayuden a empujar el bus». Seguro que el turista quedó asombrado de semejante clasificación. ¿En qué posición nos colocaríamos nosotros? Por seguro que Epafrodito fue un creyente de «tercera clase»; de allí la distinción que el apóstol hace de él.

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