Cruz o Estrella

San Mateo 2:1-12
II Corintios 12:1-9
Hay un cuento de un autor inglés titulado: «El cuarto mago». Comienza narrando por separado los incidentes de viaje de cada uno de los cuatro magos. Uno de ellos sale de Nubia, atraviesa Egipto y el desierto de Arabia. Otro viene de Asiria, el tercero de Grecia y el cuarto de la India. Todos van en pos de una estrella que han visto y que creen señala el lugar donde ha nacido el Salvador del mundo.



Toda la primera parte de la obra está dedicada a estas narraciones. Si no fuera por la estrella, serían historias completamente independientes entre si. Pero es la estrella la que le da su unidad. Todos están unidos en un mismo anhelo, encontrar lo que el astro les ha señalado.

Tres de los magos se encuentran en Jerusalén y juntos van a ver al rey Herodes, después continúan su viaje a Belén, según el relato de Navidad según San Mateo. A partir de ese momento, el autor del cuento hace desaparecer los tres primeros magos del relato bíblico navideño, todo su interés se concentra en el cuarto mago. Asaltado por ladrones, se demora unos días pero al fin llega a Belén. Pero José y María ya habían partido con el niño hacia Egipto. El Cuarto Mago no se desalienta, continúa la búsqueda del Señor de señores y Rey de reyes. No se desalienta en su búsqueda y pasan treinta y tres años. Una tarde, subiendo una de las colinas cercanas a Jerusalén, cree ver de nuevo la estrella. Pero al acercarse más, se da cuenta que no se trataba de una estrella sino de una cruz. Su corazón le dice que ese es el hombre que busca. No es raro que se haya confundido, porque una cruz no es más que una estrella de cuatro puntas.

Cruz y estrella en la vida de San Pablo

En la vida de San Pablo, como en la de nuestro Señor Jesucristo, se conjugan una cruz y una estrella. Ciertamente Pablo tuvo su estrella y también su cruz. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas nos relata la experiencia de Pablo con la estrella. Lo dice así:

«Vi una luz en el cielo que sobrepasa el resplandor del sol, la cual me rodeó a mi y a los que estaban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba y me decía en lengua hebrea: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el Aguijón’. Yo entonces dije: ¿Quien eres Señor? Y el dijo: Yo soy Jesús a quien tu persigues, pero levántate y ponte sobre tus pies; porque para eso te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que apareceré a ti, librándote del pueblo y de los gentiles a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mi, perdón de pecados y herencia entre los santificados» (Hechos 26:13-18).

De este texto bíblico habría que subrayar: «Vi una luz que sobrepasa al sol». Esto quiere decir que Pablo vio una estrella. Se trata de una estrella que le da un mensaje y le encarga una tarea específica: Que sea testigo de lo que ha visto y de las revelaciones que ha de recibir en el futuro.

Este relato de San Lucas, que es de difícil interpretación, es confirmado por el testimonio de San Pablo en sus epístolas, aunque éste no menciona la estrella, se refiere a los resultados de su encuentro con el Cristo resucitado, que narra de la siguiente manera:

«Mas os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mi no es según hombre; porque yo no lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo» (Gálatas 1:11-12).

Después de referirse a la etapa de su vida en que él persiguió a la Iglesia de Jesucristo, alude a su conversión en los siguientes términos:

» Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mi, para que yo le predicase entre los gentiles» (Gálatas 1:15-16).

Cruz y estrella se conjugan en la vida de Pablo, un hombre que ha tenido experiencias sublimes y revelaciones especiales de parte de Dios. Pero también ha tenido que soportar una cruz, una espina en su carne, un mensajero de Satanás para que le abofetée, para que no se enaltezca sobremanera (II Cor. 17:7).

La palabra griega para «espina» es skolops que significa: «Porción de madera puntiaguda, una estaca clavada, o sencillamente, espina». Es la imagen de un objeto que nos es ajeno, pero que está plantado en nosotros para causarnos dolor, dificultades y preocupaciones. Esta palabra también nos recuerda el aguijón (kentra) contra el cual Saulo de Tarso estaba dando coces, como si fuera un buey. Saulo vivió la experiencia dolorosa de dar coces contra el aguijón al perseguir a la Iglesia de Jesucristo. Pero al convertirse no comienza a vivir en el Paraíso, sigue teniendo dificultades. En algunas campañas de evangelización se ofrece prácticamente el Paraíso, la liberación del aguijón del pecado. Todo es presentado de una manera muy sencilla: «Acepta a Cristo y todo será color de rosa». Esta invitación ingenua es antibíblica y también insincera. No podemos escapar de la cruz, pero podemos convertir la cruz en estrella.

El Señor nos dice que las tempestades de la vida vienen sobre todos por igual, la diferencia está en que algunos pueden convertir la cruz en estrella, como el Cuarto Mago y entonces su casa no cae, porque estaba fundada sobre la roca, que es Cristo, que es también la Estrella. (Mateo 7:24-27).

El significado de la espina

A través de los siglos se han intentado encontrar respuesta a la pregunta sobre el significado de la espina. Hoy existe cierto consenso según el cual la espina, o la cruz, que Pablo tenía que soportar era una enfermedad. Se ha hablado de Malaria, Epilepsia, etc. No obstante, la hipótesis con mayores probabilidades de certeza es la que se refiere a algún tipo de enfermedad de la vista. Esta explicación se sostiene sobre todo en las siguientes palabras que Pablo dirigió a las iglesias de Galacia:

«Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el Evangelio al principio; y no me despreciasteis, ni me desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como aun ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde, pues está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros ojos para dármelos» (Gálatas 4:13-15)

Esto quiere decir que, si en la época de Pablo hubieran sido posibles los trasplantes de órganos, San Pablo habría estado seguro de contar con muchos donantes entre los creyentes de Galacia. La espina de Pablo es semejante a la cruz de Cristo. Son muchos los puntos de contacto entre ambas forma de padecer, de interpretar y de encarar el sufrimiento. Veamos algunos:

a) En primer lugar encontramos el testimonio de los Evangelios de que Jesús, en Getsemaní, pidió tres veces al Padre sobre la posibilidad de ser liberado de la cruz. También San Pablo ruega tres veces ser liberado de la espina que lo atormentaba.

b) Veamos una segunda semejanza. Durante su pasión el Señor recibió puñetazos y bofetadas (Mateo 26:67). La humillación de Pablo es similar a la de Cristo: «Un mensajero de Satanás que me abofetée», dice. El verbo griego que en este pasaje paulino se traduce por «abofetear» es kolafidso que significa literalmente: «Dar golpes de puño». Luego la enfermedad le daba puñetazos, en forma semejante a como golpearon a Jesús durante su pasión. Este verbo griego nos muestra la intensidad de la enfermedad y el dolor. No se trata de la bofetada que puede sacar los colores a la cara. Se trata de puñetazos que pueden hacer brotar sangre en nuestro rostro.

c) En su interpretación del sufrimiento, nuestro Señor está convencido de que siempre hay algo positivo en el negativo del sufrimiento: «Consumado es», nos dice. También San Pablo ve algo positivo en su cruz. Ve un antídoto contra el orgullo. En el versículo siete, en el texto de referencia de hoy, expresa el mismo pensamiento en dos formas diferentes: «No me exaltase desmedidamente» y «Para que no me enaltezca sobremanera».


Es necesario tener bien claro que la cruz de Jesús y la espina de San Pablo no son una invitación al conformismo o al masoquismo. Si así fuere, muchos preferirían no ser cristianos. El problema es que nadie puede escaparse de la cruz. Creyente o incrédulo, todo hombre tiene que enfrentarse con los problemas que la vida le plantea. Recordemos que antes de sufrir la espina, Pablo se hería -en su ignorancia de la revelación divina- con un aguijón. «Saulo, Saulo, dura cosa te es dar coces contra el aguijón…» Pero este hombre actuaba de buena fe, aunque equivocado.


Frente al sufrimiento humano hay una gran diferencia entre el creyente auténtico y quien no lo es: La posibilidad de transformar una cruz en una estrella. Al respecto San Pablo nos dice:

«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28).


Pero atención. Pablo no dice que la cruz no es cruz. NOS MUESTRA QUE LO MALO ES MALO, pero aún de lo malo Dios puede mostrarnos algo bueno, de manera que podamos tener una experiencia positiva. Tanto Jesús como Pablo no buscan el sufrimiento, por el contrario, procuran huir de él, lo cual pone de manifiesto, en los dos, una actitud muy humana. Ellos entienden que aún en lo malo Dios nos puede mostrar algo bueno. Ciertamente, la cruz puede y debe ser convertida en estrella.

En la experiencia de San Pablo la estrella sigue brillando, a pesar de la cruz. El lo expresa así:

«Y me ha dicho: Bástate mi gracia: porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré mas bien en mis debilidades, para que repose sobre mi el poder de Cristo» (II Cor. 12:9).


Pablo no pone el acento sobre la cruz sino sobre la estrella. No está amargado, no vive en constante lamentación, lo cual estamos acostumbrado a ver en personas que no tienen fe o que no la han profundizado lo suficiente. Algunos no tienen ojos para ver la estrella porque su atención se concentra solo en la cruz. Como consecuencia de esa actitud de vida, surgen lamentaciones y amarguras las cuales no logran otra cosa que aumentar el peso de la cruz. Siempre que la gracia esté ausente, la cruz resultará más pesada. Sólo por la gracia de Dios la cruz puede ser transformada en estrella.


El versículo nueve de II Corintios 12 es muy rico en contenido. Las palabras de San Pablo: «Dios ha dicho», parecen indicar el carácter definitivo de la respuesta. Uno no puede entender el por qué de todas las cosas. La cruz siempre resulta pesada y desagradable, pero hay un propósito en cada cruz y la estrella está siempre disponible. «Bástate mi gracia». Me gustaría más la siguiente traducción del texto griego: «Mi gracia te es suficiente» se entiende que para desarrollar el ministerio al cual el Apóstol ha sido llamado. Pablo está convencido de que el poder de Dios se *****ple o se completa en la debilidad. El poder de Cristo aparece aquí personificado.


Conclusiones

Hoy, dia de Navidad, nuestro punto de partida ha sido la historia del Cuarto Mago que, aunque es un cuento, encierra una gran verdad; la estrella de Belén se puede transformar en cruz y viceversa. Esa verdad la encontramos revelada en las Sagradas Escrituras.

La vida de San Pablo nos muestra cuál debe ser la actitud del cristiano hacia la estrella y hacia la cruz. Pablo se nos presenta como un modelo a seguir por cada cristiano, ya que todos tenemos una estrella y una cruz. El Señor nos dice: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:14), es decir, «Vosotros sois como estrellas». El propio Pablo, al señalar que los creyentes viven en medio de una generación maligna y perversa, afirma que éstos son como estrellas. Nos dice: «En medio de la cual resplandeceis como luminares en el mundo» (Filip. 2:15). Realmente somos estrellas, sólo si nos damos cuenta de que nuestra luz no es propia, sino que reflejamos la de Cristo, quien es la ESTRELLA por excelencia.

Además de la estrella que es Cristo, también tenemos una cruz. El Señor nos dice: «Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16:24 = Marcos 8:34). También dice: «Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mi, no es digno de mi» (Mateo 8:34). En el Evangelio según San Lucas se añade: «Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mi, no puede ser mi discípulo» (Lucas 14:27).

En este día de Navidad cada uno de nosotros debe pensar: ¿Cual es mi estrella? ¿Cual mi cruz? Hermano, ¿si hay algo en tu vida que te golpea como con golpes de puño? ésta es la ocasión propicia para abrir tu corazón al Señor para que hoy, DIA DE NAVIDAD, renazca Cristo en tu vida. Hagamos que esta sea la oportunidad para reconsagrar nuestras vidas a El.

Nos acercamos hacia un nuevo año lleno de posibilidades y desafíos. Quiera el Señor permitir que todos los hermanos que componemos esta comunidad de creyentes, además de crecer en nuestra fe personal, podamos dar un testimonio cristiano eficaz, teniendo en cuenta que la Estrella y la Cruz se conjugan en la vida de todas los seres humanos, creyentes o no. En fin de cuentas, la cruz no es mas que una estrella de cuatro puntas. El cristiano tiene sobre el incrédulo, entre otras, dos ventajas: 1.- Tiene suficiente fe y recibe de Dios suficiente poder como para poder transformar su cruz en estrella. 2.- Disfruta de la luz que le brinda Su Estrella para poder ver con claridad y escoger el camino correcto que debe recorrer. Que el Señor nos ayude para que en 1995 todos podamos *****plir el ministerio que el Señor nos pongo por delante. AMEN.

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