Dos elementos esenciales para la devoción
Estaba planeada como una reunión de oracion por la Ventana 10/40. Pero lo que experimentamos fue algo más que un diálogo con Dios. Olas de su presencia nos empaparon mientras exaltábamos a Dios y Él nos invitaba. Por Ross Parsley
Nada es más importante en nuestra relación con Dios que la adoración y la oración. Son la vida de la comunion y comunicacion con nuestro Padre celestial. Pero, muchos en el cuerpo de Cristo ven la adoración y la oración como funciones separadas: una para cantar, la otra para hablar; una con música, la otra con peticiones. Después de todo, no podemos cantar y orar al mismo tiempo, ¿no es cierto?
¡Por supuesto que podemos! Podemos tener una poderosa experiencia de Dios cuando combinamos estos dos elementos esenciales de la devoción, porque su agrado y propósitos se unen. La adoración y la oración ciertamente le agradan a Dios, y muchas veces experimentamos su agrado cuando nos unimos a Él. En medio de ese agrado, sin embargo, Él también *****ple sus propósitos para nosotros al transformar nuestras mentes y darnos su corazón sensible a las necesidades de otros; porque eso es lo que realmente sucede cuando estamos verdaderamente en su presencia.
La adoración y la oración son dos lados de una misma moneda. ¿Cómo podemos pedir a Dios algo cuando no llegamos a ver en toda su dimensión? ¿Y cómo podemos adorar genuinamente, sin escuchar sus respuestas a nuestras peticiones más Íntimas? La adoración y la oración son el matrimonio de la pasión y la presencia; de conocer a Dios íntimamente y luego conversar con Él sobre nuestras necesidades y deseos más profundos. Son la convergencia del corazón de Dios y su agenda. Simplemente de su agrado y su propósito.
¿JUNTOS O SEPARADOS?
Los adoradores parecen aferrarse a disfrutar de la presencia de Dios. Entienden la intimidad y el amor que Dios tiene por su esposa. Se deleitan conociendo el poder y fortaleza de su presencia y la asombrosa naturaleza de su carácter. Se toman tiempo para gozar del Señor y abrazan el romance de conocerlo Íntimamente. Cantan canciones de amor y pasión que únicamente corazones consumidos por Él pueden llegar a expresar.
La gente de oración, por otro lado, tiene una revelación de los deseos y propósitos de Dios sobre la Tierra. Son sensibles al llamado de Dios para ser colaboradores con Él, ayudando con Él en oración para ver sus planes *****plidos. Son llevados por la pasión de rescatar a los perdidos de las garras del enemigo. Entienden que se está llevando a cabo una guerra por los corazones de los hombres y las mujeres de este mundo, y están deseosos de sacrificar el tiempo y la energía que se requiere para interceder a su favor. Conocen el latido del corazón de Dios por las almas de las personas, y desean que su corazón lata dentro de ellos también.
¿Puedo sugerir que ambas visiones son correctas? Ha llegado el tiempo de poner juntos a intercesores y adoradores para lograr lo que está en el corazón de Dios en estos últimos días. Estas dos poderosas corrientes dentro del cuerpo de Cristo proveerán la sabidurÌa y la fortaleza necesarias para desatar el agrado de Dios y su propósito sobre la Tierra.
LA ORACIÓN DEL SEÑOR
En Mateo 6, los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar. La respuesta de Jesús fue lo que llamamos la «Oración del Señor». Esta oración está esencialmente dividida en seis peticiones: tres sobre Dios y tres sobre nuestras necesidades. Jesús comienza con «Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (v. 9). Jesús estaba diciendo que debemos comenzar a orar santificando el nombre del Señor. “Santificar” es reverenciar, separar como santo, o mostrar profundo respeto. Es una descripción de la adoración.
Jesús continúa con, «Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad» (v.10). Esta es una continuación de la adoración que exalta el gobierno monárquico de Dios. Jesús nos está instruyendo para que el gobierno y la autoridad de Dios puedan venir sobre la Tierra, en nuestras vidas y en nuestro mundo. Es como si dijéramos: «Dios deseamos aquello que tú quieres que sea la norma. Deseamos que todo lo que tú eres venga y nos consuma. Amamos tú gobierno y autoridad tanto que queremos que eso domine nuestras vidas».
Entonces, Jesús hace la transición hacia nuestras necesidades personales. «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (v.11). En otras palabras, «Provee para nosotros». Continúa: «Perdona nuestras deudas, como perdonamos a nuestros deudores» (v.12), lo que apunta a nuestra necesidad de ser limpiados y perdonados y la declaración condicional de que debemos perdonar a otros. Jesús termina con: «Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal» (v.13). Este es un ruego para que nos mantenga alejados de la tentación del enemigo y nos proteja de sus garras.
Jesús no nos enseñó una oración para recitar. Nos estaba enseñando temas comunes de nuestra comunión con Él. Comenzar con una actitud de adoración y permitir que eso nos lleve a dejar que Él se haga cargo de nuestras preocupaciones. Es una progresión muy natural, que con frecuencia experimentamos en un servicio de adoración o en nuestro tiempo devocional personal. Comenzamos agradeciendo a Dios y exaltándolo por quién es Él y por lo que ha hecho. Luego, casi sin alteraciones, nos movemos hacia el deseo de agradarle y vivir una vida digna de lo que Él ha hecho por nosotros. Esta es la base de nuestras peticiones.
Es tan natural que algunas veces ni siquiera reconocemos que está sucediendo. Cuando proclamamos el poder de Dios, naturalmente deseamos que Él ejerza ese poder en nuestras vidas o en las vidas de otros.
Llenos de poder en lo práctico
Consideremos los beneficios prácticos de unir la adoración y la oración en nuestras iglesias y vidas diarias:
1. Cuando adoramos, oramos al corazón de Dios. Al adorar a Dios en su belleza y santidad, somos cambiados a su imagen. Comenzamos a sentir sus deseos. En medio de la adoración comenzamos a escucharlo comunicándose con nosotros, y luego podemos responder en oración ¡Sí, Señor! Somos llevados en una progresión natural de alabanza, adoración, intercesión y guerra espiritual para el avance del reino de Dios.
2. Aumentamos la intimidad con Dios. Cuando entendemos el corazón de Dios, podemos comenzar a interactuar con Él en un nivel mucho más Íntimo. Somos sensibles a lo que Él ama y queremos amar eso también. Nos damos cuenta lo que Él desea hacer y nosotros también queremos hacerlo.
3. Escuchamos su voz. Cuando vemos la adoración como un diálogo y la oración como la continuación de la conversación sobre lo que Dios desea, estamos más inclinados a escuchar lo que Él está diciendo y menos a llenar nuestra adoración con nuestras palabras, oraciones y necesidades.
4. Nos sentimos cómodos y permanecemos en la devoción. La música es la mejor herramienta de adoración. Aunque la adoración no es solamente música, cuando utilizamos nuestras voces e instrumentos para adorar a Dios y exaltarlo, esto nos permite continuar durante extensos períodos de tiempo. Los períodos largos de oración por sí solos pueden transformarse en una conversación densa; pero, con música y un elemento de genuina adoración, podemos movernos en oración, intercesión, alabanza y adoración.
Entramos en guerra espiritual desde su presencia. Mientras adoramos y luego oramos, la intercesión es la consecuencia natural. Podemos luego ser llevados hacia el ámbito de la lucha y confrontación de los esquemas del enemigo en oración. No hacemos esto desde un punto de vista humano o en la esfera carnal, sino desde el contexto de 2 Corintios 10:3-5: «Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo».
Dios se está moviendo en maneras apasionantes en estos días, y no queremos perder lo que está diciendo y haciendo. Así que adórele en intimidad mientras ora con pasión. !Y Dios lo guiará hacia lo que a Él le agrada y al propósito para su vida!
Ross Parsley es el pastor de adoración de la Iglesia Nueva Vida de Colorado Springs, Colorado, EE.UU.