En Isaías 51, el Señor da un poderoso mensaje a todo aquel que persigue la justicia (o rectitud). Él declara: “Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová.” (Isaías 51:1). Unos cuantos versículos mas tarde, el nuevamente llama a aquellos que “Escúchenme, ustedes que conocen lo que es recto; pueblo que lleva mi ley en su corazón:” (51:7).
Cuando Isaías dio este mensaje, su público inmediato fue Israel. Pero Dios también dirige hoy llamado a cada creyente consagrado. Es una palabra no solamente para el Israel natural, sino para todos los que componen al Israel de la fe. Él esta hablándole a todo aquel que persigue a Jesús con mayor pasión. Y estos dos breves versículos, él nos dice: “Tengo un mensaje aquí para ti en particular.”
El Señor comienza dirigiéndose a los oyentes como “afligida, ebria, pero no de vino” (51:21). En el tiempo que Isaías profetizo, Israel estaba esclavizado por Babilonia. Dios quería que su precioso pueblo supiera que él reconocía su aprieto. De igual manera, hoy, él esta dirigiéndose a cada cristiano que es cautivo por alguna forma de esclavitud. No importa si la esclavitud es mental, física o espiritual. El ojo de Dios esta sobre cada santo que se tambalea bajo el peso de una horrible carga. Y él les da esta palabra:
“No pienses por un momento que este peso ha venido sobre ti como resultado del pecado. Estas bajo un ataque directo de Satanás. El enemigo de tu alma te ha acusado y atormentado. Así que ahora, como una persona que esta ebria con vivo, estas atontado por el efecto. Has sido ofuscado por el diablo, y tu crees que lo causaste. Pero tienes que escucharme a mí ahora. Quiero tu oído, porque tengo una palabra que darte.”
Tal vez ahora mismo estas soportando una noche oscura del alma. Quizás estas sentado en las cenizas de un fracaso percibido. O, estas cargado por unas cadenas de pecado que cuelga de tu garganta. La has llevado por tanto tiempo ahora, que estas hundido en desesperación. Has puesto a un lado el manto de justicia que Jesús te dio porque no te sientes digno de llevarlo. Simplemente, estas demasiado deprimido para moverte en fe.
Te digo, Dios tiene un mensaje solo para ti. Y él esta pidiendo que escuches con toda atención: “Ahora, pues, oye esto,… Así dijo Jehová, tu Señor y tu Dios, el cual aboga por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano la copa de aturdimiento,… Yo la pondré en manos de tus angustiadores,” (51:21-23).
El Señor esta diciendo, en otras palabras: “Estoy aquí para abogar tu caso, para intervenir por ti. Y te hago esta promesa: Quitaré de ti la copa de temor que esta azotando tu vida. Y la pondré en las manos de aquellos que te oprimen. Estoy harto con cada demonio o persona que ha causado tu aflicción. No permitiré que su acoso contra ti siga. Te digo ahora mismo, llego el fin para tu opresor.” Él ha dirigido su furia contra aquellos “que dijeron a tu alma: "Inclínate, y pasaremos por encima de ti." (51:23).
Pero el Señor continua diciendo: “Y tú pusiste tu espalda como suelo, como camino, para que pasaran,” (51:23). ¿Ves la imagen que él esta describiendo? Él esta diciendo: “Si, he venido a liberarte. Pero también tengo que señalar tu parte en esto. La verdad es que tú le has permitido al diablo que haga lo que quiera contigo.
“Al principio, Satanás te abrumo con sus tácticas. Pero en vez de resistirlo con mis promesas, te has inclinado y te has arrastrado hacia él. De buena gana has inclinado tu cuerpo en las calles de la desesperación. Y te has sometido a sus diabólicos ultrajes. Tú le permites que restriegue tu cara en el polvo. Tú le dejas que camine sobre ti. Estas totalmente intimidado por sus principados y potestades.”
pisoteados por Satanás.
Hoy muchos siervos dedicados están llevando cargos que no deben llevar. Son azotados por temor y desanimo. ¿Cómo reacciona el Señor a esto? Él pregunta: “… ¿Qué hago aquí, ya que mi pueblo es llevado injustamente? ¡Los que de él se enseñorean lo hacen aullar, y continuamente blasfeman contra mi nombre todo el día!, dice Jehová. (Isaías 52:5).
Dios esta indignado con lo que esta pasando. Él esta diciendo, “¿Qué estoy viendo aquí? ¿Por qué mi pueblo es ultrajado y humillado tan fácilmente? Satanás los esta derribando a su voluntad, reinando sobre ellos, acosándolos, haciéndolos llorar y aullar. Y ellos no lo están resistiendo. Esto blasfema mi nombre, mi majestad y mi poder.”
En su asombro, Dios le recuerda a su pueblo inclinado, “Muy cerca está mi justicia, ya ha salido mi salvación” (51:5). Él esta diciendo: “Ya yo he pronunciado la palabra de tu liberación. Yo la decrete en mis promesas de pacto. Extendí mi mano poderosa para sacarte tu experiencia desértica. Así que, ¿Por qué no reclamas lo que yo decrete? ¿Por qué no caminas en la luz de mi libertad, gozo, y paz?”
Dios entonces promete: “Ciertamente consolará Jehová a Sión; consolará todas sus ruinas. Cambiará su desierto en un edén y su tierra estéril en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanzas y cánticos.” (51:3). Él declara: “Te voy a traer consuelo. Ahora mismo, todo lo que puedes ver es fracaso en cada área de tu vida. Pero eso esta a punto de cambiar. Voy a volver tu desierto en un jardín similar al Edén. Estas a punto de entrar a mi claro refrescante de gozo y alegría.”
Estas no son promesas necias ni vacías. Son pronunciadas por el Dios Todopoderoso para nosotros, quien reina sobre todo. Sus pensamientos hacia su pueblo son buenos, no son acerca de ruina y fracaso. Él nos ama y él esta dispuesto a liberarnos de todo temor y depresión. Pero el Señor también quiere mostrarnos como llegamos a tan bajo condición. Él señala, “Te has inclinado al diablo. Y estas dispuesto a recostar tu cuerpo sobre la tierra ante él. Y le has permitido que camine por encima de ti.”
Y Dios no puede creerlo. Él dice: “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor de los mortales y de los hijos de los hombres, que son como el heno?” (51:12). Él dice: “¿Por qué temes lo que la gente te pueda hacer? Sus chismes y amenazas no te pueden hacer daño. Satanás esta usando tu temor para ponerte en esclavitud. Sin embargo, yo te he prometido liberación. ¿A quien debes escuchar: sus mentiras y no a mi Palabra?”
Entonces el Señor añade: “No temáis afrenta de hombres ni desmayéis por sus ultrajes.” (51:7). En otras palabras: ¿Por qué te mides por el concepto de éxito o fracaso de los demás? Yo te he dado promesas desde la eternidad. Pero tu has echado reproche sobre ti mismo. Te has recostado en tierra como un escalón para el enemigo.”
Finalmente, Dios dice: “…Todo el día, sin cesar, has temido…” (51:13). Él esta describiendo a creyentes que caen presa de mórbidas introspección. David admitió: “Estoy debilitado y molido en gran manera; ¡gimo a causa de la conmoción de mi corazón!” (Salmo 38:8). David sabía que el solo añadía tormento a sus pensamientos temerosos.
Así que, ¿de donde viene tu temor? ¿Por qué estas tan profundamente desanimado? ¿Estas pensando interminablemente en tu baja condición?
pastores lastimados y quebrantados.
Un sin numero de pastores que una vez fueron celosos han dejado el ministerio. Y muchos otros están a punto de dejarlo. Ellos no han visto un día bueno en meses. Sus esposas observan mientras ellos se retuercen en tumulto y fatiga, y ellas también se sienten cargadas. Ellas temen que sus esposos perderán sus trabajos, sus hogares, su estabilidad. Algunas hasta temen que sus cónyuges se darán por vencidos de la vida misma. Así que pelean sus propias batallas de desanimo, solas y en desesperación.
Muchos pastores están desanimados porque ven tan poco fruto de sus labores. No hace mucho, un querido pastor me llamo desanimado. Él me preguntó: ¿Qué haces cuando has hecho todo lo que sabes hacer como pastor, pero ves tan poco respuesta? Oras diligentemente, ayunas, y caminas en la rectitud de Cristo. Eres obediente y confías, y predicas una palabra ungida. Pero la gente se va de la iglesia sin explicación o peor se vuelven contra ti.
“Dime, ¿qué haces cuando la promesa que Dios te dio no se cumple? ¿Qué sucede después de años de ministrarle a un cuerpo de gente, y algunas comienzan a caer de la fe? Tu haces todo lo que aprendiste de años de servirle a Dios; pero nada sale bien.”
Hable con un predicador luterano quien se reúne regularmente con otros pastores de su ciudad. Estos son hombres piadosos de varias denominaciones quienes se animan mutuamente en sus ministerios. Durante los primeros años, su numero aumento. Pero en estos últimos años, el grupo comenzó a menguar. Ahora, el desanimo ha entrado mientras menos y menos ministros asisten. Pronto los pastores confesaron: “Estoy trabajando mas arduamente que antes, pero veo poco crecimiento. La gente hasta se esta volviendo atrás. ¿Qué puedo hacer?”
Ahora el pastor Luterano también esta desanimado. Las ultimas palabras que me dirigió fueron: “Por, ora por mí, David. Y ora por los pastores heridos en mi ciudad.”
La revista Newsweek reporta que el 65 por ciento de los americanos tienen problemas para dormir. Se levantan con una nube negra de desesperación colgando sobre ellos. Millones ahora se están medicando solo para encontrar un poco de alivio. Aquí en la ciudad de Nueva York, la gente esta especialmente ansiosa y tensa. Existe un temor prevaleciente de terrorismo biológico, de ataque nuclear, de túneles y puentes explotando. La gente que vive en Long Island temen que las plantas nucleares allí sean bombardeadas.
Ahora más que nunca, el pueblo de Dios necesita escuchar una palabra de él. Y en este tiempo de aflicción, nuestro Señor nos ha dado una palabra estricta: “Todo el día, sin cesar, has temido el furor del que aflige, cuando se dispone a destruir. ¿Pero dónde está el furor del que aflige?” (Isaías 51:13).
Dios esta demandando de nosotros, ¿Por qué temes al enemigo? ¿Qué puede hacerte, cuando yo te he prometido un futuro? Amados, no hay escenario, ninguna situación posible, por la cual el diablo pueda destruirnos. Ves, Jesucristo le ha prometido el cielo a aquellos caminando en fe. Cuando morimos, nosotros instantáneamente vamos a su lado directamente. Por lo tanto, no podemos ser destruidos por el diablo; simplemente pasamos de muerte a vida. Nos entrega un cuerpo nuevo; y pasamos la eternidad en gloria con nuestro Señor.
Entre toda la gente, los santos de Dios deben ser un ejemplo brillante de lo que significa vivir en paz en estos días atemorizantes. Debes estar en reposo a pesar de nuestras circunstancias, ofreciéndole este testimonio al mundo: “La paz que vez en mi esta mas allá de la comprensión del mundo. Todo es porque he puesto mi vida en las manos de Jesús. No importa lo que me pase; muera o viva, soy del Señor por toda la eternidad.”
Dios también nos ha dado una promesa acorazada para la vida en esta tierra. Él dice que cuando nuestro enemigo trata de caminar encima de nosotros, “Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día, porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente.” (52:6). En otras palabras, Dios dice, “Cuando estas en tu prueba más oscura, vendré y pronunciaré una palabra para ti. Me escucharas decir: ‘Soy yo, Jesús, tu Salvador. No temas.’”
Cristo cumplió esta promesa a la letra en Mateo 14. Los discípulos estaban en un barco en una tormenta horrible, sacudidos de un lado a otro por torrentes de viento y olas. De repente, los hombres vieron a Jesús caminando hacia ellos sobre el agua. La escritura dice, “Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: –¡Un fantasma! Y gritaron de miedo.” (Mateo 14:26). ¿Qué hizo Jesús en ese momento de temor? “Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: –¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.” (14:27).
Me pregunto por que Jesús uso estas palabras en particular, “¡Tened ánimo!” ¿Por qué les diría esto a hombres que pensaban que iban a morir? La palabra ‘ánimo’ aquí significa estar aliviado, contento, liberado del temor. Y aquí, en el tiempo de necesidad de los discípulos, Jesús unió esta palabra a su identidad. Recuerda, estos hombres le conocían personalmente; y él esperaba que ellos actuaran en fe en su Palabra. Él les estaba diciendo: “El Padre ha prometido que yo vendré a ustedes en su tormenta.” Escrito esta: “Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día, porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente.” (52:6). Ahora he venido a ti en tu tormenta. Soy yo, Jesús, aquí contigo en medio de todo. Así que, anímate.” De igual manera, nuestro Salvador espera la misma reacción de fe de nosotros, en nuestros tiempos de necesidad.
Luego, Dios pone su dedo en la verdadera causa del temor y descontento de su pueblo: “¿Ya te has olvidado de Jehová, tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra? (Isaías 51:13). Él dice: “Te has olvidado de mí en tu crisis. Has dejado que tus circunstancias te roben de toda memoria de quien yo soy. Yo soy el Creador del universo, poseyendo todo poder y majestad. Soy capaz de librarte en cualquier momento. Sin embargo, tú has olvidado esto por completo.”
El Señor entonces señala, “Te has convertido en cautivo de tu propio temor, atado por dudas innecesarias. En vez de correr a mi Palabra, has luchado contra tus ataduras.” “El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra ni le faltará su pan.” (51:14). Sencillamente, estamos preocupados con nuestras circunstancias. Y hemos fallado en recordar su Palabra a nosotros: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: «Tu Dios reina!» (52:7).
El mensaje del Señor aquí no puede ser mas claro: “Tu no me ves como un Dios que puede solucionar tus circunstancias. Estas tan ansioso por ser librado de tus problemas, que te has alejado de mi gloria y poder. En cambio, sigues luchando, clamando: ‘Dios, sácame de esto.’ Pero todo lo que necesitas es una vislumbre de mi majestad.”
Piénsalo: nuestro Señor no le ha fallado a su pueblo ni una vez. Él nos insta: “Mira la historia de mis hijos, en ambos Testamentos. Los he librado una y otra vez, en cada instancia. Nunca permití que el enemigo destruya a aquellos que confían en mí.
“Ahora mira tu propia historia conmigo. ¿Te he fallado alguna vez? ¿Alguna vez has estado sin mi provisión? Mi siervo David testifico: ‘Estoy viejo y gris, y todavía no he visto al pueblo de Dios mendigando pan.’ Yo soy un Padre amante. Y yo siempre cuidare de tus necesidades.”
Dios manda a su pueblo a despertar y ver su humillante condición.
” ¡Despierta, despierta, vístete de poder, Sión! Vístete tu ropa hermosa,… Sacúdete el polvo;” (Isaías 52:1-2). Dios llama a sus siervos humillados, “Levántate y sacúdete el polvo. Yo soy tu Señor; y ustedes todavía son mis justos.
“Has permitido que el enemigo te convenza que estas sucio e inmundo. Él te dice que no tienes derecho a ponerte las vestiduras de rectitud de Cristo. Pero yo te mando que te levantes, vuelvas a ponerte la vestidura, y tomes el asiento que te pertenece para reinar con él. Tu no tienes que dejar que Satanás camino mas sobre ti. Mi Palabra te ha hecho justo.”
¿Cómo pueden los creyentes de hoy despertar y ver nuestra condición y sacudir el polvo? ¿Qué se requiere para que nosotros no nos inclinemos ante el enemigo? David contesta: “Todas mis fuentes están en ti.” (Salmo 87:7). Él esta diciendo: “Toda mi satisfacción se encuentra en ti, Señor. Solamente tú eres la fuente de mi satisfacción. Tú eres todo lo que necesito para estar completo, gozoso, contento y en paz.”
Yo llegue a la misma conclusión hace mucho tiempo. Nada satisface las ansias de mi alma fuera de Jesús. Nada en esta tierra puede tocar lo que tengo en él: ni mi familia, ni mis amigos, ni éxitos en ministerio. Puedes tomar todos los libros que he escrito, todas las obras que he establecido, todos los millones que han sido tocados a través de nuestras campañas, aun mi amor por la predica. Puedes quitarme todas esas cosas, porque nada se compara con el gozo de la intimidad con Cristo.
Solo dame una mayor revelación de Cristo. Déjame acercarme aun más a él. Déjame entender mejor sus caminos. Eso es lo que hace que mi alma clame, “¡Aleluya!” y que mi corazón salte de gozo. Mi sed es saciada solo cuando bebo de su fuente.
Jesús es también la razón por la cual ya no me importa si mis circunstancias cambian. Estoy satisfecho que mi Señor me ha revelado algo de sí mismo. Y la gracia que él da es igual a cualquier circunstancia que pueda soportar
Cristo mismo experimento tal poderosa gracia en su caminar en la tierra. Mientras él enfrentó la cruz, él oró en agonía tres veces, “Padre, permite que esta copa pase de mí.” La tercera vez que él oró, un ángel vino y le ministró. En ese momento, Jesús recibió la fortaleza para enfrentar los eventos por venir. Y según la Escritura, él oró aun más fervientemente. Sin embargo, la Biblia dice que la agonía de Jesús permaneció.
Encuentro esto sorprendente. Aun después de ser fortalecido por el Padre mismo, Jesús aun llevo su agonía. Aparentemente, esto solo lo puso mas resuelto a orar. Tu dirás, “El Padre no liberó a Jesús después de todo.” Si, lo hizo. La fortaleza que Cristo recibió del cielo lo liberó a través de su prueba. Ciertamente, lo llevo todo el camino hasta la cruz, y más allá de ella a la gloria
Todos sabemos que Jesús es nuestro ejemplo. Y aquí él provee una ilustración clara para nosotros, mientras él ora en esencia, “Padre, admito que quiero liberación. Pero no me apresuro a ser liberado de esta prueba. No lucho con mis circunstancias. Solo quiero conocerte en mi crisis. No sea mi voluntad, sino la tuya.”
Doy gracias a Dios por tantas victorias y éxitos que he disfrutado en mis cincuenta años de ministerio. Pero tengo que confesar como Jacob, “Pocos y malos han sido los años de mi vida,” (Génesis 47:9). La palabra hebrea para malos aquí significa adversidad, aflicción, calamidad, problema, tristeza, pesar. En resumen, yo se como se siente estar cautivo por el temor y la desesperación. A veces, cuando fui un joven pastor, sentí deseos de dejar el ministerio. Estuve tan deprimido que el diablo me piso como escalón. Y muchas noches le grite a Dios, “¿Dónde estas?”
Pero también me identifico con Jeremías. Él declaró, “¡No me acordaré más de él ni hablaré más en su nombre! No obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos. Traté de resistirlo, pero no pude.” (Jeremías 20:9). Solo cuando llegue al final de mí mismo dejo de importarme si Dios cambiaba mis circunstancias. Entonces fue cuando él me llevo a su reposo, sin inclinarme más.
Para la mayoría de los cristianos, las condiciones no van a cambiar de un día a otro.
Puede que recibas un toque de Dios en la iglesia y vayas a casa animado. Pero una vez que el sentir se vaya, te das cuenta que tus circunstancias siguen igual. ¿Cuál es la solución, preguntas? Cualquier cambio que venga tiene que suceder en nosotros, no en nuestra situación. Tenemos que estar tan entregados a Jesús que el se convierte nuestro todo, nuestra única fuente de satisfacción.
Un pastor me contó una bella historia acerca de esto. Una joven en su iglesia había nacido con un desfiguramiento facial extremo. A través de su adolescencia, ella soñaba con conocer a hombre que la amara a pesar de su incapacidad. Su deseo siguió en sus veintes, y también ansiaba tener un bebe. A través de esos años, con toda fidelidad llevo su petición al Señor, esperando que él contestara.
No mucho tiempo después, esa joven se acercó al pastor. Ella le entregó una barra de jabón y una maraca de bebe. Ella dijo, “Pastor, necesito que usted quite estas cosas de mis manos. Tienen que ver con un sueño que he llevado desde niña.
“Cada vez que mi padre se aseaba, me pedía, ‘Cariño, búscame el jabón.’ Me encantaba buscárselo. Me hacia sentir necesitada y querida por él. Mientras crecí, siempre espere que un esposo me diría eso también. Entonces, yo respondería con amor, como lo hice para mi padre. En cuanto a la maraca de bebe, me recuerda mi deseo de tener un bebe.
“Quiero que sepa que no los necesito más. He entregado esos sueños; y los he intercambiado por uno mejor. Usted ve, estoy en paz con mi condición. Yo sé que nunca va a cambiar; así que se la entregue al Señor. Ahora Jesús llena mi vida por completo. El se ha convertido en mi fuente de gozo. Yo encontré en él lo que ningún esposo me puede dar. El tomo mis viejos sueños y me dio a sí mismo.
“El Señor es mi esposo. Y los niños que usted ve a mi alrededor en la iglesia son los hijos que el me dio. He sido bendecida sin medida; así que por favor, tome estos símbolos de mí. Finalmente, he sido libertada de su peso.”
El pastor dice que todo el desanimo de esta mujer se ha esfumado. Ella no puede estar más feliz; y se ha convertido en la persona más amorosa en su iglesia.
Entonces, con palabras tiernas, el pastor también confeso que estaba cambiando. “He entregado mi sueno de tener una iglesia grande,” me dijo. “Mi congregación no estaba creciendo como yo pensaba que debía. Yo quería ver fruto de mi ministerio. Ese deseo me obligaba a luchar por tener éxito a los ojos de los demás.
“Pero solo quiero una cosa ahora. Y eso es, una iglesia que ame. Yo quiero pastorear a gente que se interesan los unos por los otros, una amante familia de creyentes. No importa cuan grande o pequeños seamos. Cuando este ante el Señor, quiero saber que enseñe a mi gente a amar como Jesús ama.” Este hombre ha entrado al reposo de Dios.
Aun nuestros sueños más santos pueden ser necios si no los intercambiamos por Cristo. Si nuestro Señor quiere tales cosas para nosotros, él las cumplirá. Mientras tanto, debemos vivir en su paz. El te esta recordando, ahora mismo: “He mandado tu liberación. Ahora levántate del polvo. El enemigo no puede caminar más sobre ti. Te he dado poder.”
Por David Wilkerson.
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