El bosquejo es el mapa del predicador

Por Kittim Silva. El predicador que usa bosquejos obtiene muchas ventajas. Su comunicación será clara, directa, concisa, organizada y al grano. Lo invitamos a descubrir el arte de los bosquejos para que lo ayude a presentar los mensajes de Dios en una forma más eficaz.  Soy consciente de que no todos los predicadores poseen la habilidad de escribir y preparar buenos bosquejos. El bosquejo se desarrolla con la práctica.

Nadie aprende a escribir sin escribir, a mecanografiar sin tocar las teclas, y a cantar sin usar la voz. Muchos quieren aprender a hacer bosquejos sin intentar hacerlos.

El predicador que usa bosquejos obtiene muchas ventajas. Su comunicación será clara, directa, concisa, organizada y al grano. No tendrá que cazar mariposas sin nada en las manos o pescar en aguas turbulentas. El predicador que sabe usar bosquejos es bienaventurado. Nuestra mente es finita y somos muy olvidadizos. Las ideas que dejamos escapar son como las hojas que se lleva el viento durante la época otoñal, después entre tantas hojas no reconoceremos las que habíamos visto. O como las olas del mar que se pierden en la infinidad del mismo.

 

 

Una consulta a nuestra concordancia bajo el verbo «escribir» y sus variaciones nos dejará ver la importancia que este acto ocupa en las Sagradas Escrituras. En el libro de Apocalipsis leemos la famosa palabra «escribe» dirigida a Juan (Ap 1.11,19; 2.1,8,12,18; 3.1,7,14; 19.9; 21.5). Al apóstol de Patmos se le estaban revelando cosas únicas y especiales. Él no podía depender de su memoria o de su experiencia como apóstol. Tenía que estar seguro de preservar lo que recibía. Su deber era escribir.

 

 

Muchos predicadores pierden buenos mensajes porque no han tomado el tiempo para escribir un bosquejo sobre las ideas principales. Aún más, han predicado buenos sermones que quizá Dios quería que ellos los compartieran con otras congregaciones o que los predicaran en otra ocasión o tiempo. Pero se les olvidó porque no lo escribieron.

 

 

Nosotros somos seres emocionales. Nuestras emociones se regulan muchas veces por factores circunstanciales. Cualquier problema, argumento, coraje, discusión, mal rato, fácilmente pueden producir bloqueos mentales, que distorsionarán la transmisión de pensamientos, y hasta nos hará olvidar lo que queremos comunicar.

 

 

El bosquejo es el mapa del predicador. La mayoría de los que predican sin bosquejos casi siempre se pierden en la ruta del mensaje que deben comunicar. Repiten mucho las mismas ideas y conceptos. Se ahogan en las mismas Escrituras. (Desde luego hay mentes prodigiosas que aunque no escriben el bosquejo, mentalmente lo tienen, piensan analítica y organizadamente y hacen muy buenas aplicaciones espirituales.)

 

 

El bosquejo es como los huesos secos vistos por Ezequiel. Estaban secos, sin vida, sin movimiento, pero después que él profetizó sobre ellos, cobraron vida y se convirtieron en un gran ejército puesto de pie. Los huesos representan las divisiones del bosquejo, el profetizar sobre esos huesos (divisiones) habla de la dependencia de Dios. Ese ejército puesto de pie son las ideas presentadas en el sermón en una manera clara, sistemática y organizada.

 

 

«La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos… y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera… Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu… Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo» (Ez 37.1–10).

 

 

Existen aquellos que no gozan de tiempo suficiente (aunque para mí esto es una falacia), o les es muy difícil hacer bosquejos. Yo les aconsejaría que usaran aquellos recursos homiléticos que tengan a su alcance. Los libros de bosquejos, hoy día, abundan en las librerías cristianas. No hay excusas para predicar sin bosquejos.

 

 

Para usar bosquejos de otros debemos aprender a superar el complejo de la dependencia. Esto tiene a muchos predicadores incapacitados, no pueden hacer sus bosquejos, pero tampoco se atreven a emplear los de otros.

 

 

A través de mi ministerio me he encontrado con un incalculable número de predicadores que desaprueban el empleo de bosquejos. Las razones para dicha actitud son numerosas:

  •  «Me siento como si no dependiera enteramente de Dios.»
  •  «Los bosquejos me confunden.»
  •  «No uso bosquejos porque quitan la unción en la predicación.»
  •  «No me gusta que la gente me vea leyendo.»
  •  «Ni Jesús ni los apóstoles predicaron con bosquejos.»
  •  «El bosquejo priva de la libertad de la inspiración de Dios.»
  •  «La última vez que quise usar un bosquejo se me perdió.»

     

 

Es tiempo de decirle adiós a las excusas y de usar bosquejos. No excusemos algo que será para nuestro beneficio y será de bendición a los oyentes. El bosquejo se domina con la práctica y el uso.

 

 

Al usar bosquejos ajenos no podemos ser negligentes en cuanto a la preparación correspondiente que demanda. Todo buen predicador antes de usar un bosquejo, ajeno o propio, realiza una diligente investigación, en la cual le hace recortes por aquí y le añade por allá si es necesario.

 

 

No pasemos por alto que aparte del que hizo el bosquejo, hay un trasfondo imaginativo y reflexivo que debe ser descubierto por el predicador. Hay que tener la receta, los ingredientes y los medios. La receta es el bosquejo, los ingredientes son las reflexiones y aplicaciones, y los medios son los recursos (habilidades, capacidades, dones) que posee el predicador.

 

 

 

Ejemplos:

 

Cómo Evangelizar – Colosenses 4.2–6

 

Introducción: El evangelismo es más que predicar el evangelio. Pablo indica en Colosenses 4.2–6 que tanta importancia tiene el mensaje como lo tiene el mensajero. Según el apóstol para que nuestro evangelismo tenga impacto es necesario:

 

 

I. Perseverar en la oración (4.2–6)

 

 

A. La actitud de la oración evangelística (2).

 

1. Mantenerse alerta.

 

2. Dar gracias a Dios.

 

 

B. El objeto de la oración evangelística: los mensajeros (3–4).

 

1. Ore para que tengan oportunidades para compartir el mensaje (3).

 

2. Ore para que hablen con claridad (4).

 

 

II. Proteger nuestro testimonio (5)

 

 

A. Ante los no cristianos

 

1.  Mostrar un nuevo estilo de vida.

 

2.  A fin de ganarlos para Cristo.

 

 

B. En toda ocasión.

 

 

III. Poseer un vocabulario edificante (6)

 

 

A. Con gracia, con cuidado.

 

B. Ameno, con buen gusto.

 

C. Respuestas adecuadas.

 

 

Conclusión: Si perseveramos en la oración, si tenemos un testimonio impactante y con un vocabulario digno del Señor; Dios nos va a usar para ganar a muchos para Cristo.

 

 

Domingo Chavarría

 

 

 

El Cristiano y la Sociedad – Mateo 5.13–16

 

 

Introducción: Cómo respondería Jesús a la pregunta, ¿Qué relación tiene el cristiano con la sociedad? Estoy seguro que la respuesta que daría ya la tenemos registrada en Mateo 5.13–16: «Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo.» A los soldados romanos les pagaron con sal. De ahí proviene la palabra salario. En la cultura del medio oriente «comer sal con una persona» significaba gozar de su hospitalidad. «Comer la sal de una persona» quería decir estar bajo su protección. Hasta ofrecieron sal a sus dioses.

 

 

Entonces para entender su relación con la sociedad es imprescindible entender las características de la sal.

 

 

I. La sal es esencialmente diferente del medio en el cual tiene que estar y trabajar.

 

 

A. Se ejercitan todas sus cualidades por medio de su diferencia.

 

B. La esfera donde trabaja el cristiano es el mundo pagano.

 

C. El error histórico es pensar que el impacto radica en diferencias externas. Son más bien internos.

 

 

II. Poca sal rinde mucho. No es necesario tener mucha sal para hacer una diferencia.

 

 

III. La sal tiene que infiltrar para ser eficaz. Es necesario penetrar todos los niveles de la sociedad.

 

 

IV. La sal es símbolo de pureza. Vino del proceso de emplear agua salada y el sol para obtener sal. Bañaron los recién nacidos en sal para purificarlos. Somos la pureza del mundo, es decir auténticos, transparentes, honestos, íntegros (Lea 2 Re 2.19–22).

 

 

V. La sal es un preservador. La bacteria vive en la superficie de la carne, pero cuando se aplica la sal, conserva la carne contra los elementos que la pueden pudrir. El mundo tiende a echarse a perder, a pudrirse, ponerse ofensivo. El mundo está corriendo a toda máquina, a destruirse a sí mismo si alguien no lo detiene.

 

 

VI. La sal es antiséptica.  Es un elemento que trae sanidad. Somos un desinfectante moral (Col 4.6).

 

VII. La sal provoca sed. El cristiano como sal y luz engendrará una de dos reacciones:

 

 

A. Sed (Jn 4.14). La sal da oportunidad para mostrar la luz.

 

B. Persecución (Jn 3.19–20).

 

 

VIII. La sal da sabor. Sin sal cierta comida estará insípida, sin sabor (Job 6.6). Los cristianos proveemos sabor al mundo (Gá 5.22).

 

 

IX. La sal representa un compromiso continuo (Nm 18.19). El pacto con Dios de ser sal y luz no termina.

 

 

X. La sal que desvanece (se vuelve insípida o deja de ser eficaz). El cristiano deja de ser sal cuando:

 

 

A. Se retira de su esfera de influencia (Jn 17.15–18).

 

B. Se amontona en un solo lugar (1 Co 5.9–11).

 

C. Es contaminado. En vez de influenciar el mundo, el mundo influencia al cristiano.

 

 

Conclusión: Debido al pecado que domina el mundo, existe una tendencia de muchos creyentes por aislarse de todo contacto del mundo. Esta no es la voluntad de Dios. El cristiano ha de penetrar la sociedad para que los no creyentes en Cristo puedan recibir la luz del evangelio. No olvidemos, es un pacto perpetuo.

 

 

Jaime Mirón

 

 

Dios amó al mundo – Juan 3.16

 

 

Introducción: Este versículo es el corazón mismo del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. El mundo, todo el mundo, debe oírlo, proclamarlo y explicarlo.

 

 

A. El dador más grande

 

 

«De tal manera amó Dios…» Vemos a Dios como el más grande dador: (Ver también 6.32, 51; 10.28; Mt 20.28; Lc 11.13; 12.32; Ro 8.32; Ef 3.16; 1 Ti 6.17).

 

 

B. El amor más grande

 

 

«De tal manera amó Dios al mundo…» ¿Acaso hay amor más grande que el de Dios? (Os 14.4; Ap 1.5). A pesar de nuestra rebelión contra él, Dios nos ama. Nos ama con amor eterno (Jer 31.3; Jn 13.1).

 

 

C. El alcance más grande

 

 

Se nos dice que Dios amó al mundo. Nadie queda excluido (Is 45.22). No hay persona que esté fuera del alcance del amor de Dios, por más bajo que haya caído, por más lejos que se haya ido o se haya apartado de él (2 Co 5.19).

 

 

D. El regalo más grande

 

 

«Ha dado a su hijo unigénito». Dios nos dio todo, ni siquiera nos escatimó a su propio Hijo (Ro 8.32) y lo regaló al mundo, lo hizo hombre, lo mandó a la cruz y lo resucitó. Dios no vende a su Hijo, no lo intercambia por buenas obras (Ef 2.9). Dios regala la salvación, por eso dice que nos ha dado a su Hijo (1 Jn 3.1).

 

 

E. El personaje más grande

 

 

Dios envió a su Hijo único, Jesucristo. Nunca ha habido en la historia del mundo personaje más grande. Hasta ha llegado a dividir la historia en dos grandes eras. (Ver Fil 2.10–11; Col 1.15–20; He 1.2.)

 

 

F. La oferta más grande

 

 

«Para que todo aquel que en él cree». Ninguno está excluido de la oferta divina, de su regalo. Es para todos, por más lejos que algunos se sientan de Dios, por mucho que se hayan rebelado, por mucho tiempo que hayan sido indiferentes a él (2 Pe 3.9).

 

 

G. La sencillez más grande

 

 

La única condición es creer. La salvación que Dios ofrece se recibe como un regalo y por una sencilla decisión de fe Jn 20.31; Ef 2.8).

 

 

H. La salvación más grande

 

 

El propósito de Dios es que todo aquel que cree no se pierda. Es una verdad cuyo complemento está en la declaración paulina de que «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Ro 8.1).

 

 

I. La posesión más grande

 

 

La vida eterna es la posesión más grande que podamos tener. La máxima posesión del ser humano (Jn 10.28; Ef 2.5). Tener a Cristo en el corazón es tener la vida eterna (1 Jn 5.20).

 

 

J. La decisión más grande

 

 

Hay una crucial decisión que debe tomar el ser humano. Es lo único que no puede hacer Dios por el hombre. Todo lo demás lo hizo; la decisión es de cada uno. (Ver Jos 24.15–16; Jer 21.8).

 

 

¡Gloria a nuestro Dios y Padre celestial por esta salvación tan grande y tan sencilla!

 

 

Luis Palau

 

 

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