Asistimos a una crisis de autoridad, esto es casi autoevidente. Los grandes relatos, como diría Lyotard, a los cuales se recurre para legitimar pensamiento y acción resultan insuficientes para los postmodernos. Aún la iglesia no está ajena a este descreimiento. Quizá esta situación está llevando a algunos en la iglesia evangélica hacia una ponderación desproporcionada de algunos ministerios como el de pastor, misionero o evangelista. En algunos casos, algunos usan otros títulos para darse un mayor rango o jerarquía dentro de su escalafón eclesiástico y apelan a los nombres de apóstol o profeta. Hasta se usan explicaciones pomposas, pues no basta ser pastor, sino «pastor de pastores», «capacitador de siervos», «entrenador de líderes», «ungido». La tendencia es una, los pastores, misioneros, evangelístas, profetas, apóstoles y demás, se están colocando por encima de cualquier otro ministerio o don en la iglesia, hasta considerarse como los ministerios «más importantes». Esto en franca oposición a la exhortación petrina a los ancianos:
1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: 2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 3 no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. (1P. 5:1-3)
Aún el apóstol Pablo afirma:
Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. (1Co. 12:21)
Con esto, los evangélicos están abriendo cada vez más una brecha que ya existe en el seno de la iglesia: entre clérigos y laicos. La palabra clérigo no se usa con frecuencia, por lo menos en el ámbito con el cual tengo contacto. Pero, el adjetivo «laico» está muy difundido. Por ejemplo, he escuchado y se usa como categoría la expresión «pastores laicos». La explicación para esta expresión es que designa a líderes de iglesias que no han estudiado en un seminario. El paso por un seminario determina si un hermano líder en una iglesia es laico o no. Algunos apelan a que se trata de una expresión prestada del mundo evangélico anglosajón. Pero, el que se use la palabra «layman» («a person who is not a member of the clergy // a person who does not belong to a particular profession or who is not expert in some field» Merriam-Webster, 2003) en el mundo anglosajón no convierte este uso en legítimo y bíblico. El DRAE dice del adjetivo «laico»: «Que no tiene órdenes clericales // Independiente de cualquier organización o confesión religiosa». Resulta significativo que al líder de una iglesia con estudios en un seminario no se le añada ningún adjetivo, sólo se refieren a él como «pastor» a secas. Curiosamente la palabra λαϊκός significa «perteneciente al pueblo, común» (BDAG, 581), deriva de λαός «pueblo» y de acuerdo a 1P. 2:9 todos los creyentes somos λαὸς εἰς περιποίησιν «pueblo de Su posesión». La palabra λαός adquiere un significado muy importante en el NT porque se refiere a la comunidad cristiana (cf. Hch. 15:14; 18:10; Ro. 9:25-26; 2 Co. 6:16; Tit. 2:14; 1 P. 2:9-10; He. 4:9; 8:10; 10:30; 13:12; Ap. 18:4; 21:3). Es en este sentido muy bíblico, todos los pastores somos laicos porque todos pertenecemos al pueblo. El problema es que la palabra «laico» se usa para distinguir y hasta subestimar a quienes no pisaron un seminario. Esto no es neotestamentario, quien hizo esta distinción fue Clemente romano en un texto donde usa el adjetivo λαϊκός en plural: