¿Cómo concibe usted a Dios? Algunos lo ven como un bebé en un pesebre, alguien a quien recordamos sólo durante la Navidad. Algunos lo imaginan como una fuerza impersonal rondando en un lugar de la atmósfera, mientras que otros lo visualizan como un dictador cruel e injusto que maltrata a sus súbditos. Estas ideas distorsionadas sobre Dios hacen que la gente vea la vida de manera incorrecta y que actúe equivocadamente.
El problema es que, aunque sabemos algo acerca de Dios, muchos no saben en realidad quién es Dios. Sin embargo, Dios desea que le conozcamos, y por esa razón decidió revelarse a Sí mismo de cuatro maneras diferentes. Salmos 19:1, 2 nos dice la primera manera: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”. Dios no está silencioso.
Él se da a conocer en las maravillas de la Naturaleza, a través de la luz del sol, la luna y las estrellas; en la incontenible fuerza de un tornado o de un huracán, y en los radiantes colores del crepúsculo y de la frondosidad del otoño.
Nuestro Dios omnisciente hizo toda la creación de manera ordenada y perfecta. Tenemos estaciones en las que algunas cosas crecen, y otras, cuando la vegetación está dormida; la tierra gira sobre su eje a una cierta velocidad, ni muy lenta ni muy rápidamente. Desde la perfecta proporción de oxígeno e hidrógeno que hay en el aire, hasta el equilibrio y la interrelación de las sustancias químicas que hay en el cuerpo humano, son evidentes la sabiduría divina, el poder, la belleza y el sentido del orden.
La obra de las manos de Dios es tan obvia, que no verlo en la Naturaleza es inexcusable, según Romanos 1:20: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Es decir, la única explicación razonable en cuanto al universo material, es que hay un poder mayor que el universo, un Ser que pudo pensar y diseñar, con el poder para ejecutar Su plan tan perfectamente. La única respuesta es que hay una “causa no causada” en la persona de Jehová, el Dios que creó todas las maravillas de la Naturaleza.
Algunas personas, conscientes de las maravillas de la creación, adoran a la Naturaleza misma, pero eso no es correcto; el mundo natural es sólo una revelación parcial. Aunque manifiesta Su grandeza, poder, belleza, creatividad y sabiduría, en ninguna parte la Naturaleza proporciona evidencia de que Dios es santo. Tampoco indica que Él es eterno, justo o recto. Usted no encontrará nada en la creación que hable del plan redentor de Dios por medio de la persona de Jesucristo. Si bien la Naturaleza revela claramente que hay un Dios detrás de todo esto, ella no nos da una descripción completa de todo lo que Él es.
La segunda manera como Dios se revela a Sí mismo está implícita en Romanos 1:19, que dice: “Lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifesto”. Es decir, Dios ha dado a todo hombre y a toda mujer una conciencia. El segundo capítulo da más detalles: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Ro. 2:14, 15).
El escritor nos dice que observemos cuán justo es el Señor: para las personas que nunca tuvieron la Ley de Dios, algo interno les indica la diferencia entre el bien y el mal. Por ejemplo, en cualquier cultura sobre la faz de la tierra, algo dentro de cada persona le dice que es malo robar o causar un daño a alguien. Dios escribió Sus reglas en la tabla de cada corazón, lo que llamamos “conciencia”. Hay muchos ateos hoy que son muy íntegros, aunque no asisten a la iglesia; tratan de decir siempre la verdad y de vivir correctamente, y nunca robarían ni matarían. ¿De dónde les vino su altos principios morales? Dios grabó en la conciencia de cada hombre y de cada mujer que algunas cosas son correctas, y algunas son incorrectas; que algunas cosas son buenas, y algunas son malas.
Una tercera manera para llegar a conocer a nuestro amoroso Padre celestial, es a través de Su Palabra. Hebreos 1:1 nos dice que Dios se reveló a Sí mismo no sólo por medio del universo material y de la conciencia de hombre, sino también a través de la Biblia. Dios dio origen a las Escrituras facultando e inspirando a hombres para dejar constancia de Sus divinos pensamientos. Al escribirlos ellos con su propio estilo personal, pero guiados por el Espíritu Santo, produjeron las Escrituras que tenemos ahora. Segunda de Pedro 1:20, 21 enseña claramente que la Palabra de Dios no es “de interpretación privada… sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
La cuarta manera como Dios se dio a conocer a la humanidad, es por su mayor revelación: el Verbo Divino de Dios. Según Hebreos 1:1-3 NVI, “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo [Cristo]. A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es…” Colosenses 1:15 revela, además, que Cristo es “la imagen del Dios invisible”.
¡Piense en lo mucho que Dios se interesa por usted y por mí! No sólo se reveló a Si mismo en la Naturaleza, en nuestra conciencia y por medio de Su Palabra escrita, sino que también nos ha dado a Su Hijo; Jesucristo vino a la tierra para vivir entre los hombres, de manera que pudiéramos saber realmente cómo es Dios.
El Evangelio de Juan dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Es decir, Jesucristo, la Palabra viva que estaba con el Padre antes de la Creación y quien, según Colosenses 1:16 creó todas las cosas, se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1:14). Concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, Dios se hizo humano y vivió entre los hombres. Jesucristo vino al mundo para revelar el Amor y la Gracia del Padre, y también Su plan para redimir a la humanidad. Es por esto que celebramos la Navidad: Jesús vino a darnos la revelación total y final de quién es Dios, y de cómo es Él.
Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. El único Dios unigénito es Cristo; la venida de Jesucristo dio a conocer la verdadera naturaleza de Dios. Así como Cristo es el único camino para venir al Padre (Jn. 14:6), Él es también la única manera como una persona puede conocer realmente a Dios: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto” (Jn. 14:7). Es decir, Jesús está diciendo: “Si queréis ver al Padre, vedme a Mí”. Jesús lo resume con una afirmación sencilla pero muy profunda: “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30).
Alguien podría decirle a usted: “Yo creo en Dios, pero no en Jesús. Él fue un buen hombre, un sabio maestro, e incluso tal vez un gran profeta, pero no era Dios”. Sin embargo, éstas no son alternativas lógicas. Es imposible creer que Cristo fue algo grande y no creer que Él es Dios. ¿Por qué razón? Porque Jesús mismo dijo: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre… Yo y el Padre uno somos”.
Si Jesucristo no es Dios, toda la fe cristiana es un fraude porque está basada en una persona, Jesús, que dice: “Yo soy Dios”. O Jesucristo es Dios, o es el mentiroso, el engaño más grande del mundo; o Él es la verdad y la esperanza de salvación, o la Biblia no tiene valor en absoluto. Pero Jesús no nos dejó esa alternativa; Él dio sólidas evidencias de que es Dios. Su vida y Su resurrección confirmaron que Él es Dios. Mas aún, nosotros que hemos sido salvos por Su gracia y que hemos experimentado Su bondad, amor y misericordia, jamás hemos visto ni una sola indicación de que Jesús no sea Dios.
Aparte de Jesucristo, no hay redención a los ojos de Dios. La única manera de tener la aprobación de Dios sería por nuestra conducta, lo cual es una imposibilidad porque el pecado nos separa de Dios. Usted tendría entonces que preguntar: “¿Puedo hacer suficientes cosas buenas para volver a tener la buena voluntad del Señor?” La respuesta es no, porque Dios es Santo y no puede mezclarse con el pecado; la única forma de ser aceptables a Dios, es a la manera de Dios.
¿Sabe usted qué es a la manera de Dios? El pecado nos separó a todos de Dios, pero Jesús vino a la tierra y dio Su vida en el Calvario como pago sustitutivo por la deuda de pecado que nosotros debíamos (Ro. 6:23). Dígale a Dios: “Padre, confío en Jesús como mi Salvador personal. Acepto que he pecado, y reconozco que Él es el Hijo de Dios y mi única esperanza”. En ese momento, usted se hace aceptable a los ojos de Dios y puede saber con certeza que pertenece a Él. ¡Ése es el mejor regalo de Navidad!
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