El Dolor de Dios!

Segn las Escrituras, nunca debemos pensar en Dios como un Padre fro y sin sentimientos. Nuestro Dios tiene sentimientos muy profundos! l se conmueve. Su corazn se puede estremecer. De hecho, l se compadece de nuestras debilidades y flaquezas (ver Hebreos 4:15).

Dios no slo siente dolor, tambin se lamenta. Recuerde que Jess llor en la tumba de Lzaro. Esto es un retrato de Dios en lloro humano! Nos muestra que el Seor siente con nosotros y llora con nosotros. Despus de todo , Jess dijo, «…El que me ha visto a m, ha visto al Padre… » (Juan 14:9).

Podemos ver claramente el dolor de Dios en el Jardn de Getseman. Apenas horas antes de que los guardias vinieran a tomar a Jess y llevarlo al sumo acerdote, l llor tan profsamente y con tanto sentimiento que sangre se mezcl con Sus lgrimas. Dios senta dolor a causa de los pecados de la humanidad!

Se ha preguntado usted alguna vez por qu llor Jess en el jardn – por qu senta tanto dolor en su corazn? No era por el dolor que l enfrentara en la Cruz. No, Jess no deseaba rechazar la copa.

En cambio, yo creo que Jess miraba hacia el futuro de la humanidad, hacia su segunda venida. Y mientras miraba a travs de los aos, vi lo inconcebible. l vi a multitudes rechazar Su oferta de salvacin completa y sin costo. Y l vi el dolor y el sufrimiento que ellos enfrentaron como resultado de ese rechazo.

Jess no gimi diciendo «estoy a punto de vertir mi sangre y sufrir tremendo dolor – pero ustedes me rechazarn. En el Da del Juicio yo har justicia. Vendr un da en el cual tendrn que pagar!»

No! Jess lloraba sobre los millones por venir – los que sabran de Su oferta gratis de salvacin, favor, bendicin, uncin – sin embargo, no aprovecharan nada de sto. Cristo lloraba porque muchos se perderan, a pesar de tener un remedio a su disposicin.

Este es el dolor de Dios! Es el dolor que la humanidad trae sobre s misma. Jess no slo llev nuestros pecados a la cruz. Tambin llev el dolor del mundo entero!

Aqu en la ciudad de Nueva York, encontramos personas por todas partes que estn nerviosas, deprimidas. Encontramos drogadictos, alcohlicos y vagabundos que se sientan a las puertas de nuestra iglesia. A todas estas personas se les ha predicado el evangelio libremente – sin embargo, muchos lo rechazan!

En el jardn, Jess poda ver atravs de sus ojos divinos las grandes masas de humanidad y todo su dolor. Y en ese momento, todo se acumul sobre l – su dolor, mi dolor, el dolor de cada persona que Lo rechaza en cualquier momento.

Yo tambin creo que Jess tuvo pena en su corazn por otra razn. l saba que la gente se burlara de l, lo ridiculizara, lo convertira en cancin de borrachos. Y l fue puesto en dolor a causa de la justicia que tendra que ser impartida a todo aqul que negase su sacrificio!

Cuando Cristo dijo a sus discpulos, «…As que no habis podido velar conmigo una hora?» (Mateo 26:40), creo que lo dijo a causa del dolor. l no los estaba reprendiendo. En cambio, l senta dolor porque saba que la carne de stos era dbil. l saba lo que esta debilidad les causara a ellos.

En el prximo verso Jess dice, «…el espritu a la verdad est dispuesto, pero la carne es dbil» (verso 41). En sus ojos omnicientes, Jess vi a sus discpulos abandonndolo y huyendo. l vi el vaco y dolor de ellos despus de haberlo rechazado, y el regreso a su vida anterior como pescadores.

l saba que en los acontecimientos futuros Pedro lo negara. Jess vi a este audaz discpulo correr hacia las montaas, gritando, «Cmo pude haber negado a Jess? Cmo pude haber hecho una cosa tan horrible?»

Entonces, cuando Jess dijo a estos hombres, «…no habis podido velar conmigo? El no estaba diciendo «necesito un amigo en mis tiempos de pruebas.» No – El era Dios! l no nececitaba a alguien que estuviera con l y lo confortara.

En cambio, Jess senta dolor por sus discpulos. l deca, en concreto, «Si no vigilan conmigo, no estarn preparados. No sern capaces de sobrellevar lo que viene!» l saba acerca de la apostasa que florecera en sus corazones porque eran demasiado perezosos para prepararse. Y el pensar en el sufrimiento consecuente trajo gran dolor a su corazn.

No piense ni por un momento que Jess no se lament por Judas. Nada en su corazn pudo simplemente rechazar a ese hombre, diciendo, «Oh, diablo, ve y haz tu trabajo.» En cambio, yo creo que Jess llor dentro de s cuando Judas sali del aposento alto para traicionarlo.

Los ojos omnicientes de Cristo vieron a este discpulo tirando treinta piezas de plata al suelo, mientras gritaba, «he traicionado al Dios vivo!» Y seguramente Jess sinti el dolor de Judas cuando este hombre atormentado se colg.

Quiero compartir con usted algo que el Seor revel recientemente a mi corazn:

Dios no se Place en Impartir Justicia!

Cada vez que pecamos contra Dios, su justicia demanda que castigue a sus hijos. Sin embargo, ste es su trabajo ms doloroso – traer juicio sobre aqullos que violan su ley!

«Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehov el Seor, convertos, pues, y viviris.» (Ezequiel 18:32). Dios dice, Piensa usted que siento placer cuando la gente muere – an los malvados? Nunca! No obtengo placer en la cada de ningn pecador.»

Jess no obtuvo placer en la muerte de Judas. l no se deleit, diciendo, «Vean lo que le acontece a los traidores!» Tampoco el Seor obtiene placer alguno en la muerte o la destruccin de vendedores de drogas, mdicos que hacen abortos, an asesinos. l no es feliz cuando alguien muere en pecado.

Pero cun diferente somos del Seor en este aspecto! Aplaudimos y decimos, «gracias, Seor – te encargaste de esta maldad.» No sentimos nada del dolor de Dios cuando un pecador cae!

Usted se preguntar, «Pero no dice Dios en Proverbios 1:26, Tambin yo me reir en vuestra calamidad»

No! El contexto de este pasaje comienza en el verso 20. El cul lee, «La sabidura clama en las calles, alza su voz en las plazas… Hasta cundo, oh simples, amaris la simpleza?…» (Versos 20-22). La sabidura sigue hablando en el verso 26, el cual lee, «Tambin yo me reir en vuestra calamidad…»

Es la sabidura – no Dios – la que se burla del pecador. Este pasaje se refiere a los que rechazan toda sabidura y ridiculizan su consejo. Observe, aqu hay implicada una ley – un principio fijo de Dios – el cual llamamos sabidura. Si usted cruza la calle cuando la luz est roja y es golpeado por un automvil, la sabidura presente en esta luz de trnsito ridiculiza su calamidad.

Dios nunca podra rerse de la calamidad de an la persona ms malvada. l no puede burlarse de los que son destrudos por sus pecados. Por el contrario, l nos dice que no recibe placer en la muerte de ningn pecador.

Mas Su sabidura grita a todos. Est gritando ahora mismo en las calles cerca de Times Square Church. Aquellos que deben estar oyendo la voz de Dios – quienes en cambio se burlan de esa sabidura – sern ridiculizados por la sabidura en el Da del Juicio. En aquel momento, la sabidura gritar, «cun necio ha sido usted! «Entonces me llamarn, y no responder; me buscarn han de maana, y no me hallarn:» (verso 28).

Sin embargo este mismo captulo en Proverbios tambin ofrece esperanza. Revela el corazn de Dios en el verso final: «Mas el que me oyere, habitar confiadamente, Y vivir tranquilo, sin temor de mal.» (verso 33).

Vemos Otro Retrato del Dolor de Dios
Cuando Jess Llor Sobre la Ciudad de Jerusalem!

«Y cuando lleg cerca de la ciudad, al verla, llor sobre ella, diciendo: Oh si tambin t conocieses, a lo menos en este tu da, lo que es para tu paz! mas ahora est encubierto de tus ojos. Porque vendrn das sobre ti, cuando tus enemigos te rodearn con baluarte, y te pondrn cerco, y de todas partes te pondrn en estrecho, Y te derribarn a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarn sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitacin.» (Lucas 19:41-44)

Quin llora aqu? Jess – Dios hecho carne!

l no estaba parado en alguna plataforma, sealando y gritando, «Un da de stos, un ejrcito vendr y matar a sus esposas e hijos!»

No – Jess lloraba mientras profetizaba. l miraba cuarenta aos hacia el futuro, al tiempo cuando el ejrcito de Tito invadira Jerusalem, violara la ciudad y destruira el templo. Sera un holocausto peor que ninguno otro. Y mientras Jess prevea este acontecer, lloraba sobre la ciudad.

Los habitantes de Jerusalem lo iban a rechazar dentro de poco – lo escupiran, se burlaran de l, protestaran en contra de l, maldeciran su nombre, lo crucificaran. Sin embargo all estaba, llorando de dolor sobre ellos – porque la justicia de Dios demandaba juicio! La justicia traera un ejrcito pagano a sus calles – y hombres, mujeres, y nios seran sacrificados sin misericordia.

Sin embargo yo creo que Jess lloraba tambin sobre lo que Jerusalem pudo haber experimentado: una visitacin de Dios. Ellos pudieron haber obtenido bendiciones, perdn, un corazn nuevo. Pero lo rechazaron todo! El prximo verso nos explica por qu el dolor de Jess era tan grande:

«Y entrando en el templo, comenz a echar fuera a todos los que vendan y compraban en l, dicindoles: Escrito est: Mi casa es casa de oracin; mas vosotros la habis hecho cueva de ladrones.» (versos 45-46).

Jess entr en el templo con un ltigo y expuls a todos los que vendan y compraban. Por qu este azote tan serio? El lo hizo porque saba que stos eran los pecados que apresuraran el juicio venidero!

Jess senta el dolor de esa escena futura tan horrible. Oa todos los gritos de las mujeres que sentiran un cuchillo enterrado en sus vientres. Oa todos los gritos de los nios que seran atrapados bajo los pies del ejrcito de Tito. Y se apenaba al ver como piedra tras piedra el templo era destrudo.

Jess previ todo sto y preguntaba, «ustedes los que compran y venden, no entienden? lo que ustedes hacen traer el juicio de Dios!» Dios senta dolor por su pueblo escogido – porque su pecado los destruira!

Tuvo que haber lgrimas en los ojos de Jess mientras usaba el azote. No creo que los azotes tocaran a persona alguna. En lugar, golpe mesas y carretas, azotando al viento. El us el ltigo como vara de amor. Era Su manera de decir, «Despierten! Estn forzando a Dios a traerles lo que ms le duele!»

Permtame mostrarle otra imagen del dolor de Dios:

«Entonces Jehov dijo a Moiss: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de tierra de Egipto se ha corrompido; Pronto se han apartado del camino que yo les mand; se han hecho un becerro de fundicin, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. Dijo ms Jehov a Moiss: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz: Ahora pues, djame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma: y de ti yo har una nacin grande.

Entonces Moiss or en presencia de Jehov su Dios, y dijo: Oh Jehov, por qu se encender tu furor contra tu pueblo, que t sacaste de la tierra de Egipto con gran fortaleza, y con mano fuerte?

Por qu han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sac, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vulvete del ardor de tu ira, y arrepintete del mal de tu pueblo. Acurdate de Abraham, de Isaac, y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicar vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y dar a vuestra descendencia toda esta tierra que he hablado, y la tomarn por heredad para siempre. Entonces Jehov se arrepinti del mal que dijo que haba de hacer a su pueblo.» (xodo 32:7-14).

Al leer este pasaje, muchos cristianos atribuyen errneamente ms gracia y misericordia a Moiss que a Dios. stos piensan que, «Moiss implora por misericordia sobre Israel, mientras Dios est listo para destruirlos.»

Nada podra estar ms distante de la verdad! Haba slo una razn por la cual Moiss pudo orar de esta manera: l conoca el corazn misericordioso de Dios!

Fjese, Dios hablaba aqu con la autoridad de su justicia – y la justicia demandaba que el pueblo fuera consumido. Pero Moiss saba que Dios sentira mucho dolor al destruir a sus hijos. l saba que Dios amaba a su pueblo. As que l implor, «Seor, yo s que tu justicia grita, y tienes que proclamarla. Este pueblo endurecido debe ser eliminado.»

«Pero tambin s algo ms, Seor. Qu no podras soportar el dolor si lo hicieras! T podras destruir 10,000 12,000 – pero mientras ms destruyas, ms dolor sentirs. Conozco tu corazn, Dios – y s que no puedes destruir a Israel, porque le amas!»

La Biblia dice que Dios «se arrepinti » – sto significa que l cambi de opinin acerca de cmo juzgara a Israel. l no los destruira. En cambio, los hizo deambular en el desierto. Mas Dios nunca les quit su misericordia. Aunque la incredulidad del pueblo continu causndole dolor en su corazn por otros treinta y ocho aos, el Seor los protegi, los dirigi, los aliment, y los visti hasta el da de sus muertes.

Cuando Pienso en la Experiencia de Job,
Veo Cmo el Corazn de Dios fue Herido!

Yo me pregunto cuntas veces el Seor mir a Job y dese decir, «Suficiente! No puedo permitir que Mi siervo experimente ms de este dolor tan horrible. Tengo que detenerlo!»

Si usted piensa que Job sufri, usted debe saber cunto ms Dios sufri con l. Yo me imagino a Dios diciendo, «Resiste hasta el final, Job, y yo te restaurar todo lo que has perdido. Resiste, y yo te aumentar todo una vez y media.» Finalmente, cuando el sufrimiento de Job haba terminado, Dios dijo, «duplicar todo para ti, Job. Te dar dos veces lo que tenas antes!»

Tambin vemos el dolor de Dios cuando tuvo que ejercer justicia sobre David por el censo en Israel. Dios haba ordenado a David no contar el pueblo, de manera que nunca fuese tentado a confiar en la fuerza de la carne.

Mas David hizo exctamente lo que el Seor le haba prohibido. sto hiri el corazn de Dios :

«Asimismo esto desagrad a Dios, e hiri a Israel. » (1 Crnicas 21:7)

Dios tuvo que juzgar a David. El rey se haba enorgullesido al poseer abundancia de hombres de guerra muy poderosos. Por lo tanto, el Seor envi un ngel para impartir su justicia, castigando a Israel con pestilencias. Poco despus, este pueblo orgulloso mora como moscas.

David escuchaba mientras los mensajeros le traan informes atroces – 10,000 muertos en Hebrn; 5,000 muertos en Benjamn; 6,000 muertos en Jud. El nmero de muertos segua aumentando.

En poco tiempo, 70,000 israelitas haban muerto. El ngel de la muerte haba atravesado la nacin, matando al pueblo por doquier. Y ahora estaba parado sobre Jerusalm, con su espada preparada, listo para pelear. El resto de los hombres de guerra de David estaban al borde de una destruccin total!

Dios estaba golpeando a David en el mismo corazn de su orgullo. Estaba tratando de salvar a este hombre – rescatarlo del enemigo de su alma. Y las Escrituras nos dicen:

«Entonces David y los ancianos se postraron sobre sus rostros, cubiertos de cilicio.» (verso 16).

Cuando David oy acerca de todas las muertes en Israel, cay de rodillas en arrepentimiento. l gimi, «Oh Dios, es mi culpa! El pueblo es inocente. Por favor Seor, no los castigues. Pon Tu juicio sobre m!»

Dios no pudo soportar el dolor de David por ms tiempo. Finalmente, Dios grit al ngel: «Suficiente! Guarda tu espada. El dolor es demasiado para M!»

«Entonces Jehov habl al ngel, y ste volvi su espada a la vaina.» (verso 27). Era como si Dios dijera, «Si permito que la justicia contine, no ser capaz de soportar el dolor tan grande de David. l morir de un corazn roto!»

He aqu una imagen increble del corazn adolorido de Dios. David haba herido a Dios, y la justicia de Dios demandaba castigo. Sin embargo, Dios no fue contra David vociferando, «No ha aprendido su leccin todava?» No – las lgrimas de David haban alcanzado el corazn tierno de Dios! El Seor senta el dolor de David, fue tocado por el sentimiento de su arrepentimiento. Y Dios dijo, «Suficiente!»

Creo que Cuando Forzamos a Dios a Castigarnos y a Juzgarnos por
los Pecados que Cometemos, Le Causamos a Dios «Doble Dolor.»

La primera parte del terrible «doble dolor» de Dios es cuando pecamos en Su presencia, contra Su luz y amor.

Sin embargo no es slo el pecado lo que apena a Dios. Sino que l sabe que las consecuencias de nuestro pecado pronto acontecern. Dios sabe el precio que pagaremos: Nuestro pecado nos conducir a la pena y la miseria! Y sto hiere el corazn de Dios profndamente.

La segunda parte del «doble dolor» de Dios es que nuestro pecado causa que El mantenga Su Palabra al juzgarnos. El tiene que estar presente como Padre amoroso y escucha nuestros gritos de angustia mientra nos castiga – todo con el propsito de producir un carcter santo en nosotros.

No hace mucho tiempo, enfrent una crisis – al lmite de mi paciencia. Haba estado oyendo comentarios calumniadores acerca de m y de un pastor asociado que ministra con nosotros en Times Square Church. Era un chisme atroz e hiriente. Yo no poda creer que la gente estaba diciendo alguna de las cosas que decan. Todo sto me hiri mucho.

Despus que esto estaba sucediendo por algn tiempo, le comenc a recordar a Dios su Palabra:

«El testigo falso no quedar sin castigo; Y el que habla mentiras, perecer.» (Proverbios 19:9). «El malo est atento al labio inicuo; Y el mentiroso escucha a la lengua detractora.» (17:4).

«El que anda en chismes descubre el secreto; Mas el de espritu fiel lo guarda todo.» (11:13). «Aunque su odio se cubra con disimulo, Su maldad ser descubierta en la congregacin.» (26:26).

Despus de algn tiempo, grit en desesperacin: «Oh Dios, por cunto tiempo permitirs que esto siga? Las mentiras cambian tanto, que ya no s lo que son de da a da. No puedo luchar en contra de sto. T eres mi defensor, Seor – y t dices que vengars a Tu pueblo. Pero no veo que Tu justicia sea manifestada. Por favor, Seor – cunto ms tengo que soportar antes de que te muevas?»

Mientras pensaba en toda la calumnia que vena contra m, comenc a pensar en otros sirvientes y pastores que tambin son atormentados. Hay tantos santos hoy – gente santa y justa – que tiene que atravesar pruebas atroces porque palabras malvadas son habladas en contra de ellos por sus compaeros de trabajo, familia, an amigos.

«Por qu, Seor?» Or. «Dnde estn tus juicios justos? Por qu sigues permitiendo que Tu pueblo sea lastimado? Por qu esperas tanto para manifestar justicia?»

El Seor contest, «David, yo soy misericordioso, paciente y lento para la ira porque me causa dolor el impartir Mi justicia. Si pudieras sentir Mi dolor, nunca jams desearas ver la cada de mi juicio. Entenderas por qu espero por tanto tiempo antes de impartirlo!»

Luego Dios me mostr una imagen espantosa de los juicios que l tiene que enviar sobre los que pecan en contra de Su Palabra. Verdaderamente, cosas atroces acontecern a quellos que continen en su pecado del chisme y calumnia.

Mas la imagen del castigo divino – del juicio cayendo sobre cualquiera – me sobrecogi. Grit, «Oh, Seor, no juzgues por m! Por favor, no hagas sto, an a los que me han lastimado. No lo hagas para justificarme!»

Estaba sintiendo el dolor de Dios – Su renuencia para juzgar! Y ese dolor continu en mi corazn por quizs quince minutos.

Entonces el Seor me habl: «David, t sabes cun doloroso es el disciplinar a tus hijos, porque los amas. Es lo mismo para M. Me hiere el tener que impartir Mi juicio y castigo sobre los que amo!»

Finalmente, Dios me Permiti Ver el
Dolor que Tuvo que Soportar cada
vez que ha tenido que castigarme!

Puedo recordar vvidamente cuatro o cinco ocasiones de castigo muy severo de parte del Seor. En quellos tiempo yo deca, «Oh, Dios, esto es doloroso! No quiero atravesar jams nada como sto otra vez.»

Y ahora Dios me deca, «David, yo no quera atravesarlo otra vez tampoco. Me hiri el observar y permitir tu dolor. Yo lo hice todo no desendolo. No sent placer en sto. Caus una gran pena en mi corazn. Sin embargo, tuve que hacerlo – porque te amo!»

Dios me ha demostrado, de una manera firme, que nunca debo regocijarme sobre el castigo de nadie. Sino, que el Seor tenga misericordia de esos cristianos que se regocijan en el castigo de otro: «Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes; Y cuando tropezare, no se alegre tu corazn.» (Proverbios 24:17).

No slo usted nunca debe alegrarse cuando ve a Dios impartiendo sus juicios. Usted debe sentir el dolor de Dios mientras lo imparte! Simplemente no puede regocijarse en la presencia de un Seor que llora mientras azota, en la presencia de un Cristo con el corazn destrudo.

Los juicios de Dios sobre otros deben romper su corazn. Lo deben hacer gritar, «Oh Dios, suficiente! Por favor – haz que Tu ngel guarde su espada.»

«Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero despus da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.» (Hebreos 12:11). Dios habla en este pasaje tanto de su propio corazn como del nuestro. Sus castigos no son un gozo para l, sino tristes y dolorosos!

Mas cundo Dios se mueve para juzgar, l se cierne sobre sus hijos mientras los castiga. Mientras l imparte latigazo tras latigazo, l espera para ver si el ltimo latigazo trajo alguna lgrima. l observa an la seal ms leve de pena o arrepentimiento. Y se detiene ante la primera seal vista! l desea decir, «Suficiente – no ms! Me hiere demasiado.»

Amado, usted debe entender este tema del dolor de Dios. Usted tiene que humillarse – poner sus pensamientos en cautividad, y decir,» Oh, Seor, permita que ore por mis enemigos – por quellos que tratan de lastimarme!»

Dios ama al pecador ms malvado y vil en la calle. Y si l ama a esa persona, cunto ms l ama al cristiano que lo lastima a usted y se ha hecho su enemigo?

Quizs ahora usted tiene una idea de cun lejos estamos del corazn de Dios. Hay tanto ms que aprender de su corazn. No, l no se deleita en el juicio. l no disfruta la destruccin del malvado, ni en el castigo de sus hijos. Por el contrario, sto lo lastima terriblemente.

Permtame decirle en lo que el Seor se deleita:

«Qu Dios como t, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. l volver a tener misericordia de nosotros; sepultar nuestras iniquidades, y echar en lo profundo del mar todos nuestros pecados.» (Miqueas 7:18-19).

Gracias a Dios por Su gran compasin, disponible para todos. l se deleita en la misericordia. Aleluya!


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