EL FINAL DEL MISTERIO

Por Ray C. Stedman.
En el capítulo 10 de Apocalipsis nos encontramos cara a cara con varios misterios que han confundido a muchos de vez en cuando. Me imagino que debe de haber millones de personas en la tierra en esta mañana se exclamen ante el misterio del silencio que guarda el cielo. ¿Por qué no explica Dios lo que está pasando? A muchos les puede causar la impresión de que no le preocupan y hasta que es incapaz de hacer nada con respecto a los asuntos humanos.

El mal parece hallarse por todas partes. Las equivocaciones cometidas por la justicia, la crueldad, la perversidad y el aumento de los crímenes está por doquier. No hay mas que escuchar a la retransmisión de las noticias para enterarse de lo mal que van las cosas en muchos lugares del mundo hoy. Las personas se preguntan: «¿por qué vivimos en un mundo como este? ¿Por qué no hace Dios nada al respecto? ¿Qué es lo que le está pasando a Dios como para que no pueda dirigir mejor las cosas del mundo? Esos son los interrogantes con los que nos enfrentamos en este capítulo.

Cuando estudiamos los capítulos 8 y 9 nos encontramos con unos espantosos desastres que todavía han de acontecer en el mundo y tal vez al llegar a este punto necesitamos cierto estimulo. El Espíritu de Dios siempre se anticipa a semejante necesidad y nos ha dado en los capítulos 10 y la mayor parte del 11 otro interludio, una especie de paréntesis que se produce entre los juicios que acontecen después del sonido de la sexta y la séptima trompetas. Ya nos hemos dado cuenta de que en estas series de juicios (los sellos, las trompetas y las copas de la ira de Dios) siempre hay una interrupción entre el sexto y el séptimo juicios y eso es lo que estamos examinando en esta serie acerca de las trompetas.

El capítulo 10 presenta tres cosas misteriosas. Echaremos un vistazo al misterio del poderoso ángel al que ve Juan al comenzar el capítulo, luego nos encontramos con el misterio de Dios, que proclama el ángel y finalmente el misterio del pequeño pergamino que tiene el ángel en su mano. Prestemos atención a lo que dicen los primeros cuatro versículos del capítulo 10.

«Vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube y el arco iris envuelto en una nube, y el arco iris estaba sobre su cabeza. Su rostro era como el sol, y sus piernas como columnas de fuego, y tenía en su mano un librito abierto. Puso su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra y gritó a gran voz, como cuando ruge el león. Cuando gritó, los siete truenos emitieron sus voces. Cuando los siete truenos hablaron, yo estaba por escribir, pero oí una voz del cielo que decía: Sella las cosas que los siete truenos hablaron; no las escribas.»

En este libro simbólico existen ciertas claves que identifican al ángel como el «ángel del Señor o el «ángel de Yahve, el gran ángel que acompañó a Israel en su viaje por el desierto. Este ángel se manifiesta siempre que Israel aparece en el lugar principal del programa de Dios. Esa es una indicación, con la que nos encontramos aquí, y que nos ayuda a reconocer dónde nos encontramos y lo que está sucediendo en estos momentos.

Este gran ángel viene «envuelto en una nube. La nube es una vez más característica de la nación de Israel. Recordemos que cuando el pueblo de Israel marchaba por el desierto iba precedido por una nube de día y por una columna de fuego de noche. De hecho, la misma nube aparecía por detrás de noche y se iluminaba mediante alguna especie de fuego por dentro, de modo que parecía una columna brillante y resplandeciente. Después, cuando acabó de construirse el tabernáculo, y más tarde todavía, cuando se construyó el templo, apareció esa misma nube y llenó el lugar santísimo. Se la llamaba la Shekinah, la nube de la gloria, una indicación de la presencia de Dios. De modo que desde el principio mismo tenemos una clave que identifica al ángel como el Señor mismo, Jesús, el Hijo de Dios, que aparece como en Angel de Jehová.

Entonces nos enteramos de que tiene un arco iris sobre su cabeza. La última vez que vimos un arco iris fue en el capítulo 4 de este libro, alrededor del trono de Dios. Se nos dice que el rostro del ángel de Dios era «como el sol y «sus piernas como columnas de fuego.» Eso nos hace regresar al capítulo 1, donde Juan tuvo la visión de Jesús en pie entre las iglesias. Juan describe su rostro como el sol y sus pies como bronce resplandeciente y bruñido. Aquí, mientras Juan contemplaba, vio al ángel plantar un pie sobre la tierra y el otro sobre el mar, de manera que estaba a horcajadas sobre la tierra, como un coloso gigantesco. Como es natural, esto simboliza que es el dueño de toda la tierra, que tiene pleno derecho a ser el propietario del mundo, erguido como un gran coloso, reclamando la tierra para sí mismo.

La última clave es que «rugía como un león. Esto nos hace regresar a la escena que encontramos en el capítulo 4, donde vimos que el Cordero inmolado es además el León de la tribu de Judá, que ruge triunfante sobre la tierra. Así que otra vez se nos indica que Israel comienza a aparecer nuevamente en escena, como el pueblo de Dios al que él desea usar de un modo especial durante todo el período del juicio de los últimos días y para continuar estableciendo el reino después del regreso de Jesús.

Esta escena debió ser muy estimulante para Juan y también para nosotros porque nos ayuda a darnos cuenta de que todos los acontecimientos cósmicos de la tierra se encuentran aún bajo el firme control del ángel de Dios, que está obrando en todo lo que sucede de acuerdo con su propio horario. Este poderoso Angel debiera ser suficiente para quitarnos de la mente la idea que frecuentemente tenemos de los ángeles como seres un tanto afeminados, que no hacen otra cosa que tocar lánguidamente sus arpas todo el día, pero según las Escrituras un ángel no es eso. Me gusta cómo los describe Eugene Peterson: «son criaturas inmensas, vehementes, que pasean por los mares, con el infierno en sus narices y el cielo en sus ojos. ¡Esa descripción es más apropiada!

Al rugido del Angel siete truenos dejan oír su voz a modo de respuesta. Juan escuchó lo que dijeron y se disponía a ponerlo por escrito, nos dice, cuando se oyó otra voz que dijo: «sella las cosas que los siete truenos hablaron, no las escribas. Y por cierto que esa es la única parte de Apocalipsis que aun permanece sellada. El resto ha sido desvelado para nuestro beneficio, pero estas palabras quedan nuevamente selladas. ¿Le gustaría a usted saber lo que dijeron los siete truenos? Yo me he tirado horas y días enteros estudiándolo y he estado leyendo lo que dicen al respecto todos los comentaristas. Incluso he repasado las anotaciones hechas por Ron Ritchie (cosa que no me llevó mucho tiempo) y quiero decirles que ¡no ha sido revelado! Solamente Juan sabe lo que dijeron los siete truenos, pero el trueno es siempre un símbolo del juicio de Dios, de manera que es algo relacionado con el juicio. No sé por qué fue sellado y Juan no nos lo dice y es posible que ni siquiera él mismo lo supiese y que se limitase a obedecer lo que le dijeron.

Si quiere usted una posible clave respecto a lo que pudieron decir estos siete truenos quiero referirle al salmo 29. En ese salmo, la voz del Señor truena siete veces sobre la tierra en juicio. Compruébelo y podrá obtener alguna clave sobre lo que estos truenos pudieron decir en Apocalipsis, pero de momento es algo que está sellado para nosotros, que no va a suceder de inmediato. El Apóstol Pablo nos dice en II Corintios 12 que hubo un tiempo en que también él fue transportado al cielo y nos dice que oyó «cosas que no puede legalmente repetir. Por lo tanto, vemos que hay una parte de la verdad de Dios que él no quiere que sepamos todavía. No quiere decir que cuando llegue el momento oportuno no nos lo vaya a decir, pero aun no. Deuteronomio 29:29 nos dice: «Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre. Por eso es por lo que debemos estudiar detenidamente las cosas que ya nos han sido reveladas en la Palabra de Dios.

Con esto llegamos al misterio de Dios mismo, que encontramos entre los versículos 5 a 7:

«Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano derecha al cielo y juró por el que vive para siempre jamás, quien creó el cielo y las cosas que están en él: «‘Ya no hay más tiempo, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él esté por tocar la trompeta, también será consumado el misterio de Dios, como él lo anunció a sus siervos los profetas.'»

Eso nos permite echar un vistazo a lo que va a pasar en el libro de Apocalipsis. Este poderoso ángel comenzó levantando su mano derecha hacia el cielo. ¿Ha tenido usted que hacer eso alguna vez al juzgar en un tribunal que diría toda la verdad? De ahí parte este ritual. El levantar la mano nos hace regresar a esta escena del Apocalipsis. Es una señal que se está a punto de hacer un juramento solemne. El ángel juró por Dios, Aquel que había creado la tierra, el cielo, el mar y todo lo que hay en ellos. «Pero dirá usted, «creí que ese era Cristo, el Creador mismo; ¿cómo iba a jurar por sí mismo? Sí, es Cristo, pero le recuerdo que en el libro de Hebreos, cuando Dios quiso jurar pronunciando un juramento a Abraham, de que *****pliría las promesas que le había hecho, se nos dice que debido a que no podía jurar por ninguno mayor, juró por sí mismo. Eso es lo que está haciendo en este caso Jesús, está jurando por el Dios trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que ya no habrá más demora en explicar el misterio de Dios, que aparentemente ha demorado durante siglos en dar respuesta a estas preguntas hechas por los hombres.

Leemos en Hechos que los cristianos primitivos esperaban que Jesús regresase en sus días y lo mismo le sucedió a Pablo. Hay muchos lugares que nos indican en la Palabra que está claro que hace dos mil años que esperaban su venida. Cada una de las generaciones de cristianos han esperado que el Señor volviese en su tiempo, pero todavía no lo ha hecho. Hoy estamos esperando que regrese el Señor, posiblemente antes de que acabe este siglo, pero es muy posible que no sea así, a pesar de lo cual el séptimo ángel suena y el Angel dice: «¡no habrá más demora! Y el hecho, tan misterioso, de que Dios se haya mostrado reacio a *****plir lo que había prometido tocará a su fin cuando lo explique y eso es algo que podemos esperar con anhelo.

Y cuando suceda, Dios empezará su reinado en la tierra. Puede que a algunos de ustedes les sorprenda saber que Dios aun no ha reinado nunca en la tierra. Ha sido el Rey del cielo y de la tierra y de todo el universo, pero todavía no ha reinado nunca sobre la tierra. Ha gobernado en el mundo y ha decidido. El gobierna los acontecimiento humanos, haciendo que sucedan y cambia las cosas, pero lo hace, en un sentido, de manera remota. El no ha hecho nunca uso de su enorme poder ni ha reinado abiertamente en la tierra, pero cuando suene la trompeta del séptimo ángel, entonces comenzará a reinar.

Si quiere usted ver eso, lea más adelante en el capítulo 11, versículo 17. Allí encontramos a los veinticuatro ancianos alabando a Dios y diciendo: «Te damos gracias, Señor Dios, Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu gran poder y reinas. Ese es el día en el que la oración que llevamos haciendo durante tanto tiempo «venga tu reino, sea hecha tu voluntad en la tierra como en el cielo será contestada. Eso es lo que se encontrará en los profetas, le fue dicho a Juan «como había sido anunciado a sus siervos los profetas.

Entre otros muchos pasajes, en el capítulo 36 de Ezequiel hay una descripción muy gráfica de cómo empezará exactamente Dios su reinado en la tierra. Hará que la nación de Israel vuelva a ocupar un lugar destacado, eliminando de ellos el corazón malvado de carne y depositando en ellos su Espíritu y perdonando sus pecados. Todo ello ha sido anunciado por los profetas y son muchos los pasajes por el estilo. El apóstol Pablo nos dice en Romanos 11 que la verdad es importante. En primer lugar advierte a los creyentes gentiles que no se jacten sobre Israel. Son muchos los maestros cristianos que enseñan en la actualidad que Israel no tendrá futuro, que todas las promesas del Antiguo Testamento deben aplicarse espiritualmente a la iglesia, que no hay futuro para Israel como nación, por ser totalmente diferente a cualquier otra nación del mundo. Pero cuando dicen eso están contraviniendo aquello contra lo cual advierte Pablo en Romanos 11 «Recuerda dice «que no eres tú quien sustenta a la raíz, sino la raíz a ti. Estas promesas le pertenecen a Israel, nosotros los gentiles podemos participar de dichas promesas por la gracia de Dios, pero siguen perteneciendo principalmente a Israel. En el versículo 25 del gran capítulo Pablo dice:

«Hermanos, para que no seáis sabios en vuestro propio parecer, no quiero que ignoréis este misterio: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Y así todo Israel será salvo, como está escrito:

‘Vendrá de Sion el libertador; quitará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.'»

Eso es lo que llevan tanto tiempo anunciando anticipadamente los profetas. Hay por lo menos una veintena o más de pasajes bastante largos y claros, que describen el regreso de Israel a su tierra y su situación como pueblo de Dios, para que se *****plan las promesas de Dios. Muchos pasajes describen con una belleza descriptiva la restauración de la tierra bajo el reinado de Cristo. Escuchemos estas palabras del profeta Isaías en su capítulo 35:

«Fortaleced las manos débiles; afirmad las rodillas vacilantes. Decid a los de corazón apocado: «¡Fortaleceos, no temáis! He aquí que vuestro Dios viene con venganza y retribución divina. El mismo vendrá y os salvará.

Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán. Entonces el cojo saltará como un venado, y cantará la lengua del mudo; porque aguas irrumpirán en el desierto, y torrentes en el Araba.»

«La arena candente se convertirá en laguna; y el sequedal en manantiales de agua. En la morada de los chacales habrá pastizales y area de cañaverales de juncos.»

No es de sorprender que este anuncio tuviese un extraño efecto sobre Juan.

«Y la voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, diciendo: Ve, toma el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra. Fui al ángel diciéndole que me diera el librito y me dijo: Toma y trágalo; y hará amargar tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel., Y tomé el librito de la mano del ángel y lo tragué. Y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo comí, mi estómago se hizo amargo. Y me dijeron: Te es necesario profetizar otra vez a muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes.»

El simbolismo de comerse la palabra es una manera de indicar que la verdad escrita en el pergamino (o librito) se convierte en algo persona y que se asimila de modo individual. Es lo que pasa cuando comemos los alimentos ¿no es así? ¡Se convierten en usted! ¡Es cómo la carne de ternera y el repollo del Sábado por la noche se convierte en Patrick O,Reilly el domingo por la tarde! Los médicos lo llaman metabolismo. No saben cómo funciona exactamente, pero le dan nombre como si lo entendiesen, aunque nadie sabe cómo sucede. La comida que ingirió usted esta mañana o anoche, se está rápidamente convirtiendo en usted. Pronto la llevará usted puesta y se volverá visible sobre usted. (¡Ese es el problema con el que muchos nos estamos enfrentando!) Ese es el simbolismo que se usa aquí. Cuando el profeta se come el librito es símbolo de que se lo está metiendo en su interior y se está involucrando personalmente con él.

Este lenguaje figurado lo usó el profeta Ezequiel, al que le sucedió algo muy parecido, como leemos en el segundo y tercer capítulo de su profecía. Permítame que le lea una parte. El profeta dice:

«Entonces miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de pergamino. Lo extendió delante de mí, y he aquí que estaba escrito por el derecho y por el revés. En él estaban escritos lamentaciones, gemidos y ayes. Entonces me dijo: Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado, come este rollo y ve, habla a la casa de Israel., Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo. Luego me dijo: Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy., Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.»

Entonces Ezequiel es enviado a transmitir el mensaje a Israel y mas adelante en el capítulo dice:

«Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con un espíritu enardecido, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mi.»

Esto es muy semejante a lo que está experimentado Juan aquí. La profecía tiene un gusto dulce al principio. Estas son promesas de Dios sobre exactamente cómo va a llevar a cabo sus propósitos en la tierra, y hay un elemento en ello que es maravillosamente dulce. Pero al ir tomándolo el profeta, al comerlo y asimilarlo, se involucra personalmente y comienza a volverse amargo. Entonces se da cuenta de que también él forma parte de todo ello, no solo del resultado final, sino del juicio que habrá de llevar a él.

¿Le ha tratado a usted alguna vez la Escritura de este modo? Lee usted un pasaje que habla acerca de lo que le espera al creyente, las maravillosas promesas que serán nuestras y que nos permitirán vivir un tiempo de gloria y de gran felicidad, y se siente usted tan emocionado que no hay palabras que puedan describir lo que usted siente por lo que le espera cuando Dios *****pla lo que le ha prometido. Pero al meditar en ello y leer mas sobre el tema, se da cuenta de que El tiene planes para cambiarle a usted y prepararle para ese brillante futuro; se da usted cuenta de que participará usted personalmente en esa preparación. Pero para ello no le va a quedar mas remedio que olvidarse de ciertas actitudes que ha venido usted adoptando, ciertos prejuicios y posturas intolerantes que tendrá usted que dejar de lado. Hay malas costumbres a las que tiene usted que renunciar y eso no va a ser fácil. Para ello tendrá usted que «arrancarse los ojos y «cortarse su mano derecha a fin de poder obedecer a lo que Dios le dice. Ese es el sufrimiento que conlleva la participación personal. Habrá angustia y obedecer a la palabra del Señor duele, pero es parte de su programa. Eso es todo. Es parte del *****plimiento de la dulzura de las promesas de Dios.

Me he dado cuenta de que muchos leen los juicios del Apocalipsis y se sienten prácticamente insensibles diciendo: «Eso es algo que le pasará a las personas de los últimos tiempos, pero no tiene nada que ver conmigo. Yo formo parte de la iglesia. Nosotros seremos llevados en el rapto de la iglesia antes de esos días, por lo tanto a mi no me afecta para nada y se encogen de hombros ante el anuncio de estos juicios. Pero estamos aprendiendo, por lo que dice este libro, que sí que nos afecta el juicio, que Dios ya está juzgando sobre la tierra y esos juicios nos pillan exactamente donde vivimos e invaden nuestras vidas tanto si nos gusta como si no. Cuando la Palabra nos afecta personalmente nos acobardamos y descubrimos que somos parte del problema. Nosotros necesitamos cambiar de la misma manera que lo necesitan otros y es preciso descubrir los lugares secretos de nuestro corazón.

Recuerde la historia del Rey David después de su relación adultera con Betsabé y el asesinato de su marido, con el fin de poderse quedar con la mujer. Durante un año después de que sucediese esto siguió reinando, continuó siendo el rey y pensó que nadie sabía nada de lo ocurrido y que se había salido con la suya. Pero Dios le habló al anciano profeta Natan, y le envió al rey con una historia sobre una grave injusticia que se había cometido en el reino de David. Le dijo que se había enterado de que un hombre muy rico era dueño de un enorme ganado. Este hombre quiso un día agasajar a algunos amigos y miró en el patio de su vecino y vio un pequeño corderito, al que el vecino había querido como un animalito doméstico. En lugar de coger uno de su propio rebaño, le robó el corderillo al vecino y lo sirvió en su mesa. Cuando David lo escuchó se sintió muy justamente indignado. Y dijo muy enfurecido: «dime quién es, que me voy a ocupar de él. El anciano profeta le miró y le dijo: «¡Tú eres ese hombre! Eso es lo que tú has hecho. Podrías haber tenido todas las esposas que hubieras querido (y David tenía ya varias esposas), pero le robaste la esposa a otro hombre. Eres el hombre al que me refiero. De repente David se enfrentó con el hecho de que también sobre él había caído el juicio de Dios. De vez en cuando las Escrituras nos hacen esto. Cuando le sucedió a Juan en este caso, fue dulce en su boca, pero se volvió amargo en su estómago. ¡Pero solo entonces le fue encomendada una nueva tarea! El versículo 11 dice: «Y me dijeron: te es necesario profetizar otra vez a muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes. (Por ciento que, en griego la palabra es literalmente: «Me dijeron: ¿quiénes son «ellos? No el gran ángel. No se nos dice quién fue, pero es posible que se tratase de las cuatro criaturas vivientes del capítulo 4 porque son las que parecen iniciar la acción en este libro.)

El principio que se usa como ejemplo es muy instructivo. Significa que una vez que usted ha participado personalmente en el significado del juicio, Dios le ha juzgado a usted además de juzgar a otros y ha sentido usted la mano de Dios sobre su vida y solo entonces estará usted preparado para hablar a otros acerca del programa de Dios. A Juan se le concede aquí el privilegio de realizar de nuevo su ministerio entre las naciones y las gentes y las diversas lenguas y reyes. Ese nuevo ministerio es el que abarcan los capítulo 11 a 14. Al llegar a ese punto vamos a encontrar un destacado cambio de escena en Apocalipsis. Juan, por así decirlo, es enviado de vuelta a las terribles escenas de juicio para destacar y concentrarse, por explicarlo de algún modo, en ciertos personajes y personalidades y contarnos más detalles acerca de ellas, que incluyen, como dice: «a pueblos, naciones, lenguas y reyes. Ese va a ser el tema de los próximos capítulos de Apocalipsis. Son cosas que aun tienen que suceder, pero solo cuando participa personalmente en lo que Dios escudriña está preparado para hablar a otros con impacto.

La última estrofa del gran himno: «que la mente de Cristo mi Salvador es sin duda el mensaje para esta hora:

Que su belleza repose en mi,
al intentar ganarme a los perdidos
y que olviden el canal, viéndole solo a El.



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Nº de Catálogo 4202

Apocalipsis 10:1-11

Decimocuarto Mensaje

18 de Febrero, 1990



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