Un día un joven ejecutivo viajaba por una calle medio peligrosa en la
ciudad. Manejaba rápido en su flamante auto de lujo, y solamente
disminuy
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Un día un joven ejecutivo viajaba por una calle medio peligrosa en la
ciudad. Manejaba rápido en su flamante auto de lujo, y solamente
disminuyó la velocidad al ver alguien en la vereda, posibleme
e un niño que parecía correr detrás de una pelota.
De repente le tiraron un ladrillo, que se estrelló contra su auto
dejando una rayón grande en la puerta. Freno rápidamente, puso el
auto en marcha atrás, y las llantas chillaron mientras retrocedía
Furioso, el joven bajo del auto y agarro al niño que le tirara el
ladrillo, sacudiéndole fuertemente. ¡Delincuente maldito!, estaba
pensando mientras lo samarreaba . ¡Mira lo que hiciste a mi auto
nuevo. Te va a costar mucho. Porque tiraste el ladrillo?!
¡Por favor, señor, no sabia que más hacer! Nadie para. ¡Todos nos
pasan!
Lágrimas grandes le cayeron de los ojos, mientras señalaba que
alguien estaba en la cuneta al otro lado del auto.
«Es mi hermano. Cuando trató de bajar de la vereda para cruzar la
calle, se cayó boca abajo de su silla de ruedas. ¡Pesa mucho y yo no
puedo levantarle solito!. Por favor, ayúdeme a colocarle de nuevo en
su silla».
El joven ejecutivo quedó conmovido a tal punto que no pudo hablar.
Levantó al hermano del suelo, el niño enderezó la silla de ruedas, y
con mucha ternura el joven ejecutivo depositó al hermano en su silla
de nuevo. Lo revisó bien para asegurarse que todo estaba en orden
de uevo. Mientras el niño empujaba a su hermano a casa, el joven
ejecutivo hizo uso del pañuelo para secar sus propias lágrimas.
Lentamente regresó a su auto, que hasta el día de hoy tiene una
ranura en la puerta. Se hizo la promesa de que jamás alguien tenga
que tirarle un ladrillo para llamar su atención.