Hagamos Fiesta

(El siguiente artículo está basado en un mensaje que John Arnott compartió en un Encuentro Pastoral en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, en mayo , 1996). Desde que ha comenzado esta Visitación, he estado encantado con los cambios que Dios ha traído a los corazones de la gente, y por supuesto, he estado encantado con las conversiones que han habido.

Pero confieso que al principio, batallaba con el asunto de tanto gozo. Estábamos acostumbrados a ver a la gente llorar cuando orábamos por ellos, pero… ¡¿reírse?!

Estábamos bastante seguros que era de Dios por el fruto, puesto que ni la carne ni el diablo transforman vidas. Así que ¿qué otra opción había? Entonces le preguntamos a Dios, ¿por qué algunas personas, al recibir oración, experimentan esta «risa santa»? A continuación, ¡comparto lo que El me ha enseñado a mí!

I. Tres motivos por los cuales gozarnos

1. ¡Porque es el tiempo de la restauración!
«Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sión, seremos como los que sueñan. Entonces nuestras bocas se llenarán de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.

Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres. Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, como los arroyos de Neguev. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas» (Salmo 126).

¿Por qué se llenaron sus bocas de risa? ¡Por la victoria que el Señor les estaba trayendo! Después de muchos años de esclavitud en país extraño… ¡eran libres! El gozo es una señal de ¡victoria! de ¡libertad! de ¡restauración increíble! Fue aquí cuando comenzamos a reconocer que Dios estaba haciendo algo importante.
¿No le parece a usted?

2. ¡Porque el hijo esperado ha nacido!
«Porque la palabra de la promesa es ésta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo » Romanos 9:9.
Todos conocemos bien el contexto de esta Escritura. Abraham y Sara deseaban un hijo, el cual les fue prometido por el Señor.

¡Pero pasaron 25 años y aún no lo habían tenido! Entonces Dios les confirmó «por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo». Y ese hijo sí nació… y el nombre que le dieron, Isaac, significa «risa». Porque, según las palabras de Sara, «Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo», porque ella, una mujer de noventa años, ¡había dado a luz un hijo!

Tenemos un paralelo espiritual: La iglesia ha pasado mucho tiempo sin una gran cosecha, especialmente en Europa, los Estados Unidos y Canadá y la iglesia se ha quedado anciana y estéril. Hemos orado y ayunado, clamando: Dios, ¡danos avivamiento! ¡Danos almas! Y ahora algo asombroso está ocurriendo: Hoy, cuando el mundo está diciendo «ya estamos en la edad después del cristianismo; el cristianismo está muerto»; ¡de pronto brota gozo en la iglesia! ¡Sara la anciana ha dado a luz a un hijo; al hijo esperado llamado Avivamiento, y está trayendo gran gozo a la iglesia!

3. Porque es una señal de la gran cosecha
La Fiesta de los Tabernáculos, o Yom Kippur, era la fiesta de la cosecha para los israelitas. Era cuando recogían las uvas y había gran gozo al recogerlas y tomar el vino nuevo, porque simbolizaba que estaba por llegar la gran cosecha del fin de año.

Por tal motivo no nos debe sorprender que Dios ya está desatando gozo sobre la iglesia, porque El sabe que es tiempo de cosecha. La cosecha está por llegar, y ¡el vino nuevo está siendo puesto en la copa de los cristianos!

II. El Anuncio de Jesús: ¡Fiesta de bodas en lugar de funeral!

1. La lección de las Bodas de Caná

¿No le parece asombroso el hecho que el ministerio de Jesús empieza con una boda… «Las bodas de Caná», y termina con una boda, «Las Bodas del Cordero»?
Meditemos por un momento sobre lo ocurrido en las bodas de Caná. (Juan 2:1-10) . Se les había acabado el vino. Contaban con seis tinajas y Jesús les dice: «Llénenlos de agua». Y obedeciendo, los llenan hasta el tope.
Entonces, siguiendo las instrucciones de Jesús, los sirvientes sirven un vaso de lo que creen es agua y se lo llevan al maestresala, quien después de probarlo le dice al esposo: «tú has guardado el mejor vino hasta ahora».
Seguramente Jesús había ordenado que llenaran las tinajas para que tuvieran suficiente vino y así la boda continuara por más tiempo.
Este primer milagro de Jesús nos muestra que el celebrar es muy importante para nuestro Señor. El gozo es nuestra fuerza y parte del cimiento de nuestro servicio al igual que los otros frutos del Espíritu.

2. El mensaje de Juan y el anuncio de Jesús: Dos extremos opuestos
«Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.» (Lucas 7:31 – 35).
¿Te has dado cuenta que el ministerio de Juan, quien preparó el camino, fue totalmente diferente al ministerio de Jesús?
Los discípulos notaron esta diferencia, y preguntaron a Jesús, «¿por qué nosotros no ayunamos y oramos como los discípulos de Juan?» A lo cual El les respondió: «No se puede ayunar cuando el novio está presente; porque ¡entonces es tiempo de fiesta!»

Es evidente, entonces, que Juan era muy serio mientras que Jesús era muy alegre. Y Jesús dice: ¡Ustedes han rechazado los dos ministerios!
¡Bien dijo Jesús que fueron como niños en el mercado: «les tocamos la flauta y no danzaron, tocamos música de funeral, y no quisieron llorar!»
Juan el Bautista vino con austeridad; Jesús vino con gozo, diciendo, «entren», pero la gente, en ambos casos, dijo «No. Juan tiene un demonio. Jesús es un borracho, un comilón».
¿No te parecen interesantes sus reacciones? Tal parece que le están diciendo al Señor: «¿Por qué no viniste y trajiste algo en medio? ¿Algo que a todos nos guste?»
Cuando yo era niño, mi mamá me decía: «come lo que se te pone enfrente». ¿A tí te dijo lo mismo tu mamá? Pues, ¿qué es lo que el Señor ha puesto ahora en la mesa? EL GOZO DEL SEÑOR. ¡Tómalo! ¡Es de Dios!

III. Parábolas que llaman ¡al regocijo!

1. Motivos de regocijo en el cielo
En Lucas 15, encontramos tres parábolas… y en cada una, hay un elemento común. ¡Veamos las primeras dos!
En la Parábola de la Oveja Perdida: «Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente…»

En la Parábola de la moneda perdida: «Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente».
¡Imagínense el gozo que hay en el cielo en espera de la cosecha más grande que hemos tenido en la historia! Y sin embargo, aquí en la tierra, ¡algunos cristianos están enojados porque hay gozo en la iglesia!
¿De dónde sacamos la idea de que está bien llorar pero no gozarnos en la iglesia? Es evidente que algunos de nosotros hemos estado en un funeral demasiado tiempo…¡es hora de entrar a la fiesta!

2. La fiesta que ofreció el Padre
A partir de Lucas 15:11 se encuentra la tercera parábola de ese capítulo: El Hijo Pródigo. La mayoría de nosotros conocemos bien la historia: un hijo a quien sí le gusta hacer fiesta, y a otro no. Así que el primero pide su herencia, se va de la casa, y la despilfarra.
El padre de la parábola representa a Dios, nuestro Padre. y El está viendo por el horizonte, clamando: «¡Oh! ¡Que mi hijo regresara a casa!» Y por fin, un día lo ve venir desde lejos… ¡El no quiere castigarlo! ¡Está tan contento de verlo volver a casa!
El corre y lo abraza, lo besa y en un corto tiempo le ha puesto un anillo en su dedo, zapatos en los pies, el mejor vestido y ha ordenado: «¡Vamos a celebrar! ¡Maten al becerro gordo!»

Tomen nota: ¿de quién salió la idea de tener una fiesta? ¡Del padre! ¡Sí, ¡al Padre le gustan las fiestas! Esto sorprende a muchos cristianos, quienes siempre han pensado en Dios como el gran policía en el cielo que siempre está enojado. Porque aquí vemos al Padre recibiendo al hijo perdido .. ¡y le ofrece una fiesta!
Y sin embargo, había alguien quien no estaba nada conforme: el hijo mayor. ¿Por qué? Porque no le gustaban las fiestas. Dijo: «A mí ni siquiera me diste un cabrito para disfrutar con mis amigos.» ¿Qué había de mal en esta reacción? El padre se lo hizo notar:
«Todo lo mío es tuyo. Recuerda, dividimos la herencia; él recibió su mitad y tú recibiste tu mitad. Tú hubieras podido tener una fiesta en cualquier momento».
Muchos cristianos creen que Dios sólo se agrada haciendo arduo trabajo para El. Lo que tenemos que aprender es que Dios no quiere lo que podemos hacer para El, sino lo que hacemos con El; lo que El quiere es nuestro corazón. El quiere que tengas una relación personal con El. El quiere que estés enamorado de El. El quiere que ames al Señor con todo tu corazón y con todo tu ser. El resultado será que le sirves con amor y agradecimiento y no como una manera de lograr su aceptación.
El hermano mayor decía: «Si yo le sirvo fielmente, ¡eso es lo que le agrada! ¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si el hijo menor se hubiera topado primero con su hermano, en vez de con su padre? ¡Hubiera sido una historia totalmente diferente! «Vete. No eres bienvenido aquí. Ya malgastaste tu dinero, y lo siento mucho, pero ¡así es la vida!» ¡Nada de fiesta!
P>ero el padre era diferente. El estaba ligado a su hijo corazón a corazón. ¿Y saben lo que encontró ese hijo menor? El que se había ido y malgastado su herencia, malgastado todo en mujeres, bebidas y fiestas, se dio cuenta que la mejor fiesta de todos era aquí en la casa del padre. ¿Por qué? Porque no hay culpabilidad; no hay pecado; no hay degradación; ¡sino vida, y gozo y la presencia del Padre!

IV. La fiesta que el Señor nos prepara

Es una fiesta para celebrar el final de una larga espera
«Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados… Destruirá a la muerte para siempre, y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros, y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación. » Isaías 25:6-9
¡El Señor nos está preparando una gran fiesta… un gran banquete! Muchos de nosotros hemos sentido el desprecio que el mundo tiene hacia los cristianos hoy en día. ¡Pero Dios está cambiando esto! ¡La iglesia está siendo animada! Un banquete se ha preparado, ¡y la celebración ha comenzado!
¡Y así es con nuestro Señor! Este es el Dios que nos ha salvado, éste es el Dios en quien hemos esperado. ¡Nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación!

V. El Precio de la Fiesta
Cuando a mí me invitan a una fiesta o a una boda, siempre me pregunto: ¿quién va a pagar por esta fiesta?
La fiesta que el Señor nos está brindando tuvo un muy alto precio: El precio de su Hijo Unigénito y perfecto, Jesucristo. Su crucifixión fue la muerte más cruel y dolorosa que pudiera salir de las mentes de hombres crueles.
Por muchos años le pregunté a Dios: ¿Por qué tanto sufrimiento? Entiendo el mensaje del Evangelio y entiendo que el inocente tuvo que morir por el culpable, pero, ¿por qué no simplemente degollarlo rápidamente como a Juan el Bautista o a Pablo?
Finalmente me di cuenta que en una crucifixión uno se moría desangrado. Por seis horas en la cruz, en gran dolor, la sangre de Jesús se vertió de sus manos, de su espalda, de su cabeza y de sus pies. No coagulaba porque en su lucha para respirar, se movía constantemente. Y cuando casi toda su preciosa sangre había sido derramada, y ya estaba por desmayarse y morir por falta de sangre, clama: «¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?»

Y es que el Padre había tomado el pecado del mundo, el tuyo y el mío, y lo había puesto sobre ese cuerpo quebrantado. Pero entonces el Padre tuvo que voltear la cara, porque El no podía ver el pecado que ahora estaba sobre su Hijo. Por eso Jesús clamó en agonía: «¿Por qué me has abandonado?» Y luego dijo, «En tus manos encomiendo mi espíritu», y dio su último suspiro, y murió.
¡Qué precio tan alto se pagó por esta fiesta! ¡No la desprecies!

Conclusión
Hace algunos años, estaba orando y dije: «Oh, Señor, ¿cómo es que tú quieres venir ahora y estar aquí conmigo? ¿Cómo puedes hacer tu habitación en mí? Yo conozco mis fallas. Yo sé que no soy perfecto. ¿Cómo puedo pedirte venir y habitar en mí?»
¿Saben lo que me contestó? Me dijo: «Juan, cuando yo veo la sangre del pacto eterno sobre la puerta de tu corazón, yo veo que Jesús ha muerto por tí, y si eres aceptado por Jesús, yo también te acepto y entro a ti.
Eso me liberó, y le dije: «Ven, Espíritu Santo. Yo quiero ser lleno de tí.» ¡Yo quiero entrar en la bendición del Padre! ¡Yo quiero tener fiesta en el reino de Dios! ¡Yo quiero que el gozo del Señor sea mi fortaleza! El reino de Dios no es comida ni bebida, sino paz, justicia y gozo en el Espíritu Santo…
Así que, ¡no te detengas de entrar en la fiesta y gozarte! Es un fruto del Espíritu Santo…

¡Aprende a gozarte en el Reino de Dios!

Deja un comentario