Hijos de Dios

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Romanos 8:16.  Tus padres estarían dispuestos  a darlo todo por ti. Tus hermanos te protegerían.

Antes de que tu nacieras Él ya había dado todo por ti, para que cuando nacieras no te faltara nada, absolutamente nada.

Es algo hermosos cuando nuestro corazón nos recuerda quienes somos y no quienes fuimos.

No merecíamos tanto amor. No merecíamos que el Hijo de Dios muriera en la cruz. No era nuestra decisión. Fue su decisión. No había otra forma, no había elección, desde el momento en que llegó y habitó entre nosotros, conocía el destino. Sabía el final. Llegar a la cruz, ser colgado de un madero, golpes, sangre, muerte. No es un cuadro muy bello o algo que se desee, mas así dice la Biblia “desechado entre los hombres, escondimos de el nuestros rostro, pues es sin atractivo para que no lo deseemos.”

Marchó hasta el final, logró el objetivo, salvarnos. Y hoy que estamos a dos mil años del suceso que partió la historia nos descuidamos del eje de la vida. Del principio de nuestra bendición, del inicio de nuestra salvación.

El mundo te exige que te veas a ti. Tú eres lo principal. No hay nadie mejor que tú. Lo que deseas lo tienes. Puedes lograrlo todo con el poder de tu mente. Vas a llegar a donde tu quieras sin ayudad de nadie. Independízate de toda fuerza externa. No vivas con paradigmas antiguos. Libérate de los moldes tradicionales. Disfruta la vida sin complejos. Tú puedes hacerlo.

En fin estamos tan llenos de las ideas que nos rodean que hemos dejado de ver a Aquel que es la luz en la cual esta la vida de los hombres. Quiere decir entonces que si no conozco esta luz, no tengo vida, y de que me sirve andar, caminar y deambular en este bello planeta llamado tierra. Solo porque respiro, siento, pienso y actuó. Pero por dentro me muero no puedo llegar, siento que muero. Cuando conoces a Jesús empiezas a vivir.

No se puede vivir fuera de Jesús lejos de Él nada podemos hacer. Mientras que el mundo gira en torno al hombre. Los hijos de Dios vivimos en torno a Dios. Él es el centro de todas las cosas.  Por Él y para Él existen todas las cosas.

Éxito ¿para que? Si Dios no está presente soy un fracasado. Riquezas ¿para que? Sin Dios soy un pobre. Salud ¿para que? Sin Dios estoy enfermo por dentro. Iglesia ¿para que? Sin Dios lejos de Él solo soy un religioso.

Jesús es muy radical y afirma claramente “sin mi, nada puedes hacer”, el centro de la historia es Jesús, el centro en el hogar no eres tú, es Jesús, el centro de la iglesia no eres tú, es Jesús, el centro del universo es Jesús, quien fue, quien es, quien es y quien vendrá.

No puedes vivir sin Él. Estar en la iglesia no quiere decir estar con Jesús, ser importante en las áreas de tu profesión no es estar con Jesús, ser buen padre, buena madre, buen hijo, buen hermano, no es estar con Jesús, estar con Jesús es dejar toda tu vida en sus manos, reconocerle como Señor en todos los aspectos de tu ser y vivir bajo su autoridad.

Nada nos sirve venir a la iglesia cantar, predicar, enseñar, levantar nuestras manos, recibir la bendición de nuestro Dios, si en nuestra intimidad nos olvidamos de Jesús. Si en mi diario vivir, no esta presente en mi agenda, si no tengo tiempo para estar con Él, cuando me invita a conversar.

Lo que necesitas cuidar no es tu reputación con las personas,  es como te esta viendo Él. No necesitas cuidarte de agradar a nadie, a quien debes de agradar es a Él. Los fariseos amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.  De que te sirve ganarte el mundo y perder a Cristo.

Nuestro corazón debe de arder por la llama del espíritu y eso no se consigue en la iglesia, en la escuela, esta se consigue en tu lugar secreto, en tu intimidad con Dios, en tu recamara, en ese momento de comunión, solos tu y Dios. No hay otra forma, no hay otro puente, no hay otro medio.

Quieres vivir, platica con Jesús, quieres cambiar, vive con Jesús, que tu corazón desee ardientemente pasar tiempo con Él.

Escúchalo, fuerte y claro lo sigue diciendo: “separados de mi nada podrán hacer, separados de mi nada puedes hacer, nada puedes hacer, nada puedes hacer.”

Es tan sencillo cuando se nos descompone un aparato eléctrico, por mas indispensable que sea, poderlo reparar. No importa el costo lo que deseamos es que funcione. No nos interesa la inversión cuando sabemos que el beneficio será mayor que el gasto.

El pasado lunes recibí el correo que me envió un primo, nunca me escribe y deduje lo toco el Señor para que se comunicara conmigo. Abrí el correo y sorpresa me habían enviado no un virus, sino un gusano electrónico, que estaba controlando mi computadora. El técnico me dijo que estos no entran hasta que uno les da permiso, por lo menos son educados. Pero te piden permiso disfrazados de otra cosa, como si fueran algo bueno.

Tienen la misma estrategia que su padre, se visten de ángel de luz para engañar. Pues desde el principio ha sido mentiroso y ha tratado de ganar un lugar en el corazón del hombre. Pues sabe que esta destronado.

Satanás no puede hacer nada en tu vida si tú no se lo permites, no puede entrar a tu vida si no se lo permites, no puede controlar tu vida si  no se lo permites. Puede llegar a ti disfrazado de lo más bello que exista en la tierra, pero sabes como se distingue y lo puedes conocer, cuando conoces el otro lado, el otro extremo, cuando conoces la verdad y puedes identificar entre la voz de tu Amado y no la del disfrazado.

Hay un lugar en el cual la voz de Jesús retumba y el Espíritu Santo te recuerda quien eres, no hay nada más bello que el corazón nos recuerde quienes somos y no quienes éramos, esa es la obra del Espíritu Santo, afirmara la obra de Jesús en tu vida.

El enemigo lo que hace es recordarte lo que eras antes, el no puede crear, pero nuestro Dios y Señor puede crear aun de la nada, no importa que tan grande sea a tu corazón tu pecado, Dios lo ha borrado. No importa que tan pequeño te sientes el Espíritu Santo te recuerda que lugar ocupas aquí en la tierra y en el cielo.

El rey de Asiria quería desanimar al pueblo de Dios pero no pudo el rey de Judá se refugio en Dios y la respuesta siempre es la misma: “No temas por las palabras que has oído”. (2 Reyes 19:6)

Lo que importa no es lo que digan nuestros enemigos, lo que realmente cuenta es lo que el espíritu Santo dice, afirma, confirma y testifica: “somos hijos de Dios”. Aunque nuestra mente no lo entienda, nuestro corazón no lo sienta, pero nuestro espíritu lo sabe y eso es lo que nos da vida.

Dios no se lo dice a nuestra mente pues se nos podría olvidar, tampoco se lo dice a nuestro corazón, pues podríamos dejar de sentirlo, se lo dice a nuestro espíritu porque en el radica la vida y si nuestro espíritu es guiado por el Espíritu Santo toda nuestra vida lo reflejara.

El enemigo de nuestras almas nos atacará por nuestro ser, para después controlar nuestro hacer. Más bendito sea nuestro Dios que para esto apareció el Hijo de Dios, Jesús, para deshacer todas las obras del diablo.

Así que ya no pienses en lo que el diablo hizo contigo, sino vive confiado en la seguridad de lo que Cristo ha hecho, está haciendo y seguirá haciendo en ti.

Deja de pensar en lo que eras y agradece por lo que hoy eres.

Esa es la obra de Dios. El mismo Espíritu testifica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios por medio de la sangre del Cordero que sigue quitado el pecado del mundo.

Por Pastor Benjamín Esquer Cruz

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