LA HISTORIA MÁS HERMOSA QUE JAMAS SE HAYA ESCRITO

(Lucas 1:1-4)
INTRODUCCION: Si el libro de Juan nos muestra todo el lado divino de nuestro Señor Jesucristo, bien pudiéramos decir que Lucas nos muestra su parte humana. Con razón se ha dicho que este pudiera ser “el libro más hermoso que jamás se haya escrito”. Alguien dijo que un pastor tiene su vista acostumbrada para ver bondades en todos los hombres; un abogado, por razón de su negocio, para ver sus defectos.

Pero que un médico -y si es un cirujano más todavía- los ve exactamente como son, eso es, por dentro y por fuera. Lucas, quien fue el “médico amado” nos ofrece su visión acerca del hombre más ideal y universal que se conozca. Sobre la vida que después de 2000 años de historia sigue siendo tan real, tan viva y tan influyente. Acerca del hombre que más vida ha tocado y ha salvado después que murió y se levantó de la tumba. La maestría con la que describe al Señor, ahondando en detalles, le hace ser único en su narración. Su estilo es reconocido como la mejor literatura griega que se haya escrito, especialmente en sus primeros versículos. El trabajo que presenta en esta obra no es producto de segunda mano. Más bien es el resultado de una investigación diligente, de lo cual se deduce que la presente obra no carece de superficialidad ni es solamente una inspiración que vino en algún rato de meditación. Bien puede pensarse que Lucas fue una especie de periodista analítico, quien buscó toda las fuentes, todas las historias y sobre todo, los más cercanos testigos a la vida de Jesús para que le contaran los detalles que eran necesarios recopilar para producir una obra, propia para un “bestseller” de todos los tiempos. Por seguro que Lucas, entre las tantas personas que entrevistó, María tuvo que ser la principal, pues quién mejor que la madre para dar a conocer todo lo que rodeó a la vida de su hijo, incluyendo su nacimiento milagroso y toda su vida con su gracia y su poder, únicos del gran Hijo de Dios. Fue Lucas no solo un médico, capaz de describir tan vívidamente las enfermedades que poseía la gente, sino que llego a ser un excelente historiador y escritor, un evangelista itinerante, un genio en la descripción (léase el libro de los Hechos) Él fue un hombre absolutamente apasionado por su Señor. Aunque no tuvo el gozo de verlo, su libro pareciera venir de un testigo ocular. Vale, pues, la pena que nos introduzcamos en esta obra para tocar especialmente aquellas cosas que los demás evangelistas no tocaron sobre Jesús.

ORACION DE TRANSICION: ¿Por qué esta historia ha llegado a ser la más hermosa?

I. POR TODAS LAS PERSONAS QUE DESDE EL PRINCIPIO HAN ESCRITO SOBRE ELLA v.1
Lucas conocía una multitud de escritores que ya, o habían escrito, o estaban escribiendo sus propias memorias y versiones acerca de aquel “ tal Jesús” como lo describieron sus enemigos. Bien pudiera uno imaginarse que algunos se dedicaron a escribir en lo atinente a las profecías *****plidas; algunos otros hablarían de su espectacular nacimiento, junto con su modelo de vida; otros hablarían de sus enseñanzas y milagros; mientras que otros hablarían de su muerte, resurrección y ascensión. Pero también otros, como en el caso de los apóstoles, comenzaron a escribir una versión completa sobre la vida de Jesús. Y es que aquella vida, tan sorprendentemente vivida y tan impactantemente usada para cambiar a los hombres, invitaba a los más principiantes escritores a decir algo que testificara del hombre llamado Jesús, el hijo de David. Los pergaminos y la tinta, seguramente eran materiales que se agotaban rápidamente por todos aquellos que querían decir algo, de acuerdo a su propia experiencia o de acuerdo a la información recibida. Si cada persona que fue alcanzada por Jesús -nos referimos a todos aquellos que recibieron sanidades espectaculares, los que fueron liberados de demonios o aquellos a los que “se les había perdonado mucho”- tuvieron que escribir su propio evangelio, lo que Lucas nos dice en esta introducción no sería ninguna exageración literaria que fue añadida para darle más énfasis al texto, sino que es el reflejo de una abundancia de historiadores cristianos que ya habían salido. Ya era, pues, notorio la abundancia de los “evangelios” de manera que se planteaba la necesidad de ir definiendo no-solo el elemento de lo narrativo sino de la parte inspirada del texto. Todo esto porque la vida de Jesús ha sido el tema que mayor inspiración ha dado para ser escrita desde hace 2000 años. De él escribieron los hombres «divinamente inspirados» a través del Espíritu Santo. De él han escrito los poetas, los filósofos, los científicos, los periodistas, los teólogos, sus enemigos y hasta los propios ateos. Él es el tema para los millones de sermones, estudios, conferencias y películas que se presentan todos los días. Lo que dijo Juan acerca de lo que él hizo confirma lo antes expuesto: “Y hay también muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabría los libros que se habrían de escribir. Amén.” (Jn. 21:25)

II. POR LAS COSAS QUE FUERON CIERTISIMAS
El gran debate de las mentes incrédulas es, si todo lo que se ha dicho acerca de Jesús es materia creíble. En el razonamiento lógico de los que sostienen la tesis antigua de “ver para creer”, lo que pasó con Jesús de Nazaret es un cuento fantástico que rompe con el orden natural de las cosas, demandando una fe real y auténtica para lo cual muchas mentes críticas sencillamente se cierran. En la historia encontramos a un hombre llamado Voltarie, conocido como el más grande de los ateos. Se nos dice que a los 5 años aprendió un poema donde un poeta infiel se burlaba de la Biblia y por seguro esto fue envenenando su mente infantil hasta convertirse en el ateo más talentoso, capaz de escribir unas 250 publicaciones, la mayor de ellas en contra del cristianismo. Cuando ese hombre estaba muriendo, los médicos que le atendían tuvieron que salir de la habitación porque no podían ver una muerte tan espantosa. Ellos decían que sus palabras finales eran: “¡Oh, Cristo! ¡Oh, Jesucristo!”. Se ha sabido que antes de morir dejó una declaración firmada donde le pedía perdón a Dios. Este hombre no pudo acabar con Jesucristo, sino que terminó reconociendo que lo que de él se dijo era todo cierto. Es así como Lucas habla de una historia ciertísima. Todo lo que se propone contarle al “excelentísimo Teófilo” no es un cuento que alguien inventó. La expresión “cosas… ciertísimas” se interpretan como “cosas que se dan por sentadas como verdaderas”; lo cual indica que no hay posibilidad que no hayan sido ciertas. En un contexto jurídico sería como “los recocidos hechos del caso”. Es pues esta, no solo una historia maravillosa, sino que las cosas ciertísimas que ella tiene son pruebas tan contundentes que han llegado a ser evidencias para las que se plantea un veredicto. Tan cierto era todo lo que había pasado que Lucas, como historiador al fin, reconoce el trabajo de todos los que “han tratado de poner en orden la historia”. Esto quiere decir que hubo un trabajo previo de parte de muchos hombres quienes tenían que decir mucho acerca de Jesucristo. Hoy día la humanidad no pone en duda la historicidad de hombres tales como Alejandro el Grande, Napoleón Bonaparte, Mahoma, Gandi, Simón Bolivar, etc., por mencionar algunos; y de todos ellos hay registros, pruebas y memorias. Paradójicamente, el hombre que dividió la historia, el que más bien ha traído a la humanidad por su misión redentora, no es del aceptado ni reconocido por muchos. Pero su historia no solo es cierta sino ciertísima. La historia de Jesús no se inventó recientemente, comenzó en la eternidad.

III. POR LOS QUE FUERON PROTAGONISTAS DE TODOS LOS HECHOS
La historia de Jesús comenzó a ser enseñada por las personas que fueron testigos de aquellos inobjetables hechos. Lucas se asegura de poner estas palabras: “los que desde el principio lo vieron con sus ojos”. Y, ¿qué vieron aquellos “historiadores?» Vieron a un hombre excepcional. Su enseñanza no era como la de los fariseos. Se decía que él enseñaba con autoridad, con claridad, con una capacidad ilustrativa, capaz de dibujar en sus oyentes cuadros que jamás se borrarían de sus mentes; como la enseñanza que tuvo que ver con sus parábolas. ¿Quién puede olvidar la parábola de un “Hijo Pródigo” o del “Buen Samaritano”, por ejemplo? Como Maestro de maestros, podía enseñar sobre todas las cosas y de todas las cosas. Su poder era excepcional. Los que vieron su gran demostración, decían: “nunca se había visto tal cosa en Israel”. Ellos vieron caminar a un hombre paralítico con muchos años postrado en su lecho. Vieron a un hombre poseído por una legión de demonios, quien era el espanto de una ciudad, “sentado, vestido y en su juicio cabal”. Ellos vieron como aquel singular hombre dio de comer a una multitud de unas 15 mil o 20 mil personas con 5 panes y dos peces. Una gran multitud vio como ese hombre llamó desde la tumba a otro que tenía cuatro días de muerto y lo entregó vivo a sus tristes y afligidas hermanas. Ellos vieron como ese hombre solitario tomó un látigo y echó a todo un comercio con sus comerciantes fuera del templo. Algunos de ellos le vieron caminar sobre las aguas y reprender una gran tempestad hasta hacerse completa bonanza. Pero aun más, muchos de ellos fueron testigos del acontecimiento más extraordinarios en su vida como lo fue la resurrección de entre los muertos. Lo vieron las mujeres que le servían; lo vieron sus discípulos, junto con el incrédulo Tomás; lo vieron más de 500 personas, según la información de Pablo en 1 Corintios 15. Todos le vieron caminar después que murió en la cruz. De modo pues, que no hubo dudas de aquellas cosas fueron reales; los testigos oculares, los que tuvieron en el terreno de los acontecimientos no “podían dejar de decir lo que habían visto y oído”. Esta historia maravillosa fue enriquecida y adornada con matices extraordinarios por parte de sus testigos. Nosotros tenemos la bendición de seguir hablando de ella después de 2000 años. Hablamos de una historia “divinamente inspirada”. Jesús sabía que su historia llegaría al III Milenio, de allí que elogió a los que vivirían en este tiempo, diciendo: “Bienaventurado los que no vieron y creyeron”. Ciertamente nosotros no vimos, pero la hemos aceptado con una gran fe en nuestros corazones. Ahora creemos estos hechos no solo como reales sino que somos testigos del cambio que ha ejercido en nuestras vidas. Esta es una historia digna de consideración por todo ser humano. Ella es una historia de salvación.



IV. POR LO CUIDADOSAMENTE ELABORADA DE PARTE DE SU AUTOR
Cuando uno lee las obras de los grandes autores que han recopilado los acontecimientos de la historia se puede percibir su gran genio en la creatividad literaria, siendo esto el resultado, por seguro, de una investigación minuciosa. En el caso de la historia narrada por Lucas, el lector pronto descubre esto, pero sobre todo que este autor ha de ver poseído una belleza en su personalidad, especialmente cuando habla del inigualable e infinito amor divino. En esta obra no solo vemos la “inerrancia de las Escrituras”, en lo correspondiente a la inspiración divina, sino que la misma viene como resultado de un trabajo laborioso y de muchas horas de investigación. Cuando Lucas se refiere a él mismo escribiendo su propia historia acerca de Jesús, nos llama la atención la mención que hace de su “investigación diligente” para poner cuidadosamente en orden todas las cosas que ya habían sido “ciertísimas”. Uno puede imaginarse a Lucas, poseído de una gran pasión por Jesucristo, haciendo el gran trabajo de recopilar toda la información como si se tratara de un estudiante que está preparando su tesis de pre-grado, hasta llegar a lo último de manera que la obra que se dispone escribir sea totalmente basada en hechos fidedignos, para no dejar a las mentes críticas las posibles dudas en el producto de su investigación. Hemos dicho que Lucas no fue un testigo ocular, pero por seguro él entrevistó a los que estuvieron envueltos en la historia que pretende narrar. Por ejemplo, los otros evangelistas no hablan del nacimiento de Juan el Bautista, sin embargo Lucas nos da toda una descripción que rodeó al que vendrían a “enderezar el camino al Señor”. ¿Quién más pudo suministrarle esta información a Lucas que la propia madre de Jesús? Lucas tuvo que haber consumido muchas horas hablando con la misma María; y, ¿quién mejor que ella para describir todo lo relacionado al hijo de sus entrañas pero sobre todo al Hijo de Dios? Lucas tuvo que entrevistar a un sin fin de testigos de aquellos hechos. Por seguro que en los tantos viajes misioneros que realizó con Pablo conoció a gente que vio a Jesús, y de ellos tendría información de primera mano. El mismo Pablo, quien tampoco vio personalmente a Jesús pero que éste se le apareció trayendo su profunda conversión, seguramente fue entrevistado por Lucas tomando en cuenta que Pablo dice: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras…” (1 Cor. 15:3) De este modo el autor de esta historia maravillosa hizo su propio trabajo, uno de los evangelios más hermosos acerca de la persona más extraordinaria; el hombre que no “hizo pecado ni se halló engaño en su boca”. Una historia que nos muestra todo el plan determinado por Dios para salvar a la humanidad. Lucas, como ningún otro nos habla de Jesucristo como el Salvador; aquél a quien todos los hombres necesitan para su salvación.

CONCLUSION: ¿Cuál era el fin de esta historia más hermosa jamás escrita? El autor, quien hizo este primer tratado para un tal Teófilo, lo dice muy explícitamente: “para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” v. 4. El fin de esta historia es que se conozca “bien la verdad”. La verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre sus obras; pero sobre todo, la verdad sobre el único que puede salvar a los hombres. Aquella verdad que el mismo Lucas se aseguró de escribir en el segundo tratado al mismo Teófilo -el libro de los Hechos- cuando Pedro dijo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12)

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