Rev. Julio Ruiz, pastor
(Juan 20: 1-10)
INTRODUCCIÓN: Los judíos enterraban a sus muertos en fosas cubiertas de losa, o bien en cuevas artificiales o naturales. Cuando Sara murió fue enterrada en la cueva de Macpela, la cual compró Abraham para ese fin (Gn. 23:9) Allí se enterrarían también el resto de la familia. En tales cuevas se levantaba una grande piedra que servía de sello protector. Aquella piedra no era tan fácil para ser removida.
Fue por eso que cuando las mujeres salieron para embalsamar el cuerpo de Cristo, se hicieron la pregunta acerca de quién les ayudaría a mover la piedra (Mr.16:3) Los cuatro evangelistas nos dan varias informaciones acerca del entierro de Jesús, pero Mateo resalta el tamaño de la piedra que cubrió la entrada de la tumba de Jesús. Él dice que José de Arimatea, aquel hombre preparado para ese momento, se arriesgó a ir a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús, de modo de darle una honrada sepultura. Los que morían en una cruz eran enterrados en fosas comunes. Mateo dice que él “lo puso en un sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulto, se fue” (Mt. 27:60) Sin embargo la piedra fue removida. No fue hecho por los discípulos, como presumían los fariseos, sino por una intervención divina Es notorio ver al ángel que descendió del cielo, y produciendo un gran terremoto, removió la piedra. La historia de esa piedra quitada nos habla, no solo de un extraordinario poder, pero también de un extraordinario mensaje. No se sabía hasta ese entonces que algo parecido hubiese ocurrido en algún sepulcro en Israel. Los muertos se enterraban y la familia sabía que allí estaría su tumba; que allí estarían sus huesos; y que ese lugar sería visitado por ellos para recordar a sus seres queridos. Esa costumbre no ha cambiado. Las persona van a los cementerios porque ellos saben que allí están los restos de sus amados. Van allí a visitar su tumba, a limpiarla, a de dejar sus flores y a recordar la vida de esa persona. Pero esto no sucedió con Jesucristo. No hay huesos en la tumba de Jesús, porque la profecía decía, “no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Sal. 16:10) La piedra fue removida por un ángel y él se levantó de allí triunfante y victorioso. Ella fue quitada de la tumba, y espera un veredicto por parte de cada uno.
ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Veamos la invitación de la piedra removida.
I. ES UNA INVITACIÓN PARA DESMENTIR LA TEORIA DEL ENEMIGO
La posibilidad del robo estaba en el ambiente. Los principales sacerdotes, así como los fariseos, no terminaban su odio contra el Señor, ni siquiera después de muerto. Mateo registra la reunión que ellos tuvieron el día sábado, donde hablaron de las cosas que había dicho el «engañador», sobre la posibilidad de resucitar al tercer día. De esa reunión salió alguna comisión especial para hablar con Pilato. Él tenía que saber de los «peligros» que representaba la posibilidad de una desaparición del cuerpo de Cristo. Así, la comisión definió bien lo que iban a decirle a Pilato, y llegaron ante él con esta petición: «Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero». (Mt. 27:64) Para proteger el cuerpo de Jesús se asignó una guardia, compuesta por unos cuatro soldados que estarían vigilando durante toda esa noche, en tiempos de cada cuatro horas. De esta manera, la teoría del robo fue la primera que se puso de manifiesto. Cuando María Magdalena, aquella valiente mujer que acompañó a Jesús desde de la crucifixión, vio la piedra removida llegó a la conclusión que el cuerpo de Jesús se lo habían robado. Juan, quien fue un testigo tan cercano de estos acontecimientos, nos dice cómo fue la reacción de María. Puesto que el asunto de la resurrección no era algo esperado, ni siquiera por esas fieles y creyentes mujeres, se nos dice que ella: «Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto» v. 2. Como quiera que luego se va explicar la razón del sepulcro abierto, hay una consideración que se puso en evidencia hasta este momento: el cuerpo de Cristo no duró mucho tiempo en la tumba. A primeras horas del domingo, el cuerpo de Jesús no aparece. He aquí la primera invitación de la tumba vacía. ¿Fue robado el cuerpo de Jesús o un fenómeno sobre natural lo levantó de la tumba? Así, pues, la teoría del robo, la mayor difundida por los escépticos, queda sin una comprobación lógica. ¿Por qué? Los discípulos, los primeros señalados para hacer esto, les fue imposible hacer semejante cosa. Para robar el cuerpo de Jesús los discípulos (que huyeron despavoridos cuando Jesús aún estaba con vida) tendrían que haber sido capaces de desarmar a los soldados romanos. Luego tendrían que mover aquella piedra que podía pesar hasta dos toneladas. Esto era imposible para los acobardados discípulos. La piedra removida descarta la posibilidad de un cuerpo robado.
II. ES LA INVITACIÓN PARA QUE SE COMPRUEBEN LOS HECHOS
En los acontecimientos que rodearon la resurrección no aparece el verbo “caminar”. Era imposible que una noticia de esa magnitud se llevara caminando. Es por eso que en esta historia todo mundo está “corriendo”. María Magdalena corrió. Al momento ella no sabía que había pasado, pero corrió. Los discípulos corrieron. ¡Y que clase de carrera! No sabemos que tan en forma estaban, pero aquí están corriendo. Se nos dice que “corrían los dos juntos”. La sensación de comprobar por si mismo la noticia les mantuvo corriendo al mismo tiempo. Fue como si se tratara de una carrera de 100 metros planos donde al principio los competidores se mantenían “cabeza a cabeza”. Pero de repente uno de ellos, de seguro Juan el que está narrando esta historia, dejó solo a Pedro en la carrera. Se nos dice que “corrió más aprisa… y llegó primero al sepulcro” v. 4. No sabemos que edad tenía Pedro y Juan cuando hicieron aquella carrera. Seguramente, Juan, siendo más joven y más ágil, aventaja a su condiscípulo. Pero las condiciones físicas no fueron obstáculo para hacer todo aquello. Pedro llegó después. Seguramente muy cansado, pero fue hasta lo más profundo de la tumba para verificar qué había pasado con el cuerpo del Señor. Aquí está otra gran acción que envolvió la resurrección. Después de esto los dos discípulos volverían corriendo para comunicar al resto de sus compañeros lo que ellos vieron. María Magdalena, quien tuvo el privilegio de ser el primer ser humano a quien Jesús se le apareció, después de su muerte, salió corriendo a dar la noticia a todos los discípulos que estaban reunidos comentando lo que estaba pasando. Desde entonces los discípulos los veríamos “corriendo”. La gran noticia que él había resucitado de los muertos los convirtió en audaces y valientes. Y es que la resurrección ha movido a los hombres a través de toda la historia a “correr” para anunciarla. Los discípulos por miedo a los judíos se habían encerrado v.19, pero frente a la aparición indubitable del Señor, dejarían la “casa del miedo” para comunicar en las “casas, en la plazas y en el templo” que Jesús había resucitado. Y es que esta debiera ser la acción que más envuelve a todo discípulo del Señor. Es lamentable que hoy, cuando se habla de la resurrección, no es el verbo “correr” el que más se usa sino el de “permanecer” y el de “callar”. Sin embargo, somos llamados para volver a “correr” y decir a otros: ¡ha resucitado el Señor! ¡Ha resucitado el Señor! ¡Ha resucitado el Señor!.
III. ES LA INVITACIÓN PARA QUE SE PRESENTE UN VEREDICTO DE FE
Sin duda que una de las cosas que ha rodeado la resurrección desde que ocurrió ha sido la incredulidad. Las teorías sobre lo que pasó con Jesús en su crucifixión y su muerte han sido conocidas desde los tempranos siglos. La del robo, que ya hemos mencionado, cobró mucha fuerza, sobre todo por el pago que hicieron los jefes de los sacerdotes a los soldados que custodiaron la tumba. Para otros lo que sucedió fue una alucinación, un éxtasis, un sueño o que vieron algún fantasma. Pero el asunto fue que más de 500 personas vieron a Jesús después de muerto, y tantas personas no podían equivocarse. Algunos hablan de un síncope. Esta teoría plantea la posibilidad que Jesús no murió como se ha hecho creer, y que lo sepultaron y volvió luego a la vida. Pero es tan difícil que alguien tan agotado de la tortura de los clavos tenga la fortaleza para remover una piedra tan pesada y salir vivo. Para desmentir esto, Lucas nos dice que después que Jesús murió, «se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Diios» (Hech. 1:3). Los mismos seguidores de Jesús al principio no creían que esto hubiese sido posible a pesar de las tantas veces que Jesús les había dicho que resucitaría. La preocupación de las mujeres que fueron a la tumba no era para saber si había resucitado, sino quien les ayudaría a mover la piedra de modo que pudieran preparar el cuerpo. Entre todos los discípulos, solamente Juan creyó según el v.8b. Para el resto, el informe que daban las mujeres acerca de haber visto a Jesús les parecía una “locura” (Luc. 24:11). Los dos discípulos que caminaban rumbo a Emaús hablaban de una historia pasada, de todo lo que Jesús hizo, pero no creían lo que se decía acerca de su resurrección, de modo que el Señor tuvo que llamarles “tardos de corazón para creer” (Luc. 24:25, 26). Cuando estos dos discípulos fueron a los 11 que estaban encerrados por temor y le dijeron que Jesús había resucitado “ni aun ellos creyeron” (Mr. 16:13). Tomás al principio no creyó y hasta desafío al resto de sus condiscípulos a “ver para creer”. Ellos tenían las palabras proféticas. Los ángeles estaban anunciando. La tumba estaba vacía. El cuerpo no aparecía. María Magdalena lo había visto. Las otras mujeres también. Pero a pesar de todo esto, algunos no habían creído. De modo que tuvo que venir personalmente el Señor y presentarse antes ellos y censurarles su incredulidad. Era tal el asunto que algunos creían que era un fantasma y hasta hubo uno que tuvo que meter sus dedos en el costado para que se le quitara su incredulidad. Pero una vez despejadas todas las dudas ellos “creyeron y le adoraron”. La resurrección de Cristo dentro de los muertos es el evento más importante de cualquier otro que registre el conocimiento humano. La invitación es para que creamos en ella. El escritor De Wette, dijo: “Aun cuando un misterio que no puede disiparse descansa sobre la manera de efectuarse la resurrección, es tan imposible poner la realidad de ella en duda mediante evidencias históricas honradas, como lo sería dudar del asesinato de César”. Cristo ha resucitado, si esto no fuera cierto vana es nuestra fe. Precisamente fue Pedro, el gran testigo de este hecho quien luego escribió: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros..” (1 Pe. 1:3,4).
CONCLUSION: La muerte de Cristo pudo haber significado para sus adversarios el más rotundo fracaso. Pero aunque Jesús sufrió y murió, la muerte no pudo vencerle. Él dejó la tumba vacía frente al asombro de sus acorralados discípulos y de sus más aferrados enemigos. Jesús pasó de ser un Siervo sufriente a un Señor reinante. El cristianismo sería sólo una historia pasada, sin vida y sin esperanza si no conociéramos a un Cristo glorificado. La iglesia del primer siglo no supo de otra noticia sino de un Cristo triunfante a quienes vieron ascender a los cielos. Su gran coraje, capaces de enfrentar la muerte misma, tuvo una sola explicación: su visión de un Cristo resucitado. La resurrección es el corazón de todas nuestras creencias. Sin ella no hay historia del cristianismo. Sin ella no habría un cielo preparado. Sin ella los que mueren quedarían en el olvido. Sin ella no habría domingo para celebrar ni una Gran Comisión para *****plir. Porque él resucitó, como primicia de los que duermen, nosotros también lo haremos y se nos otorgará un cuerpo glorificado que por los siglos de los siglos, nunca más morirá. ¿Tiene usted esta esperanza? ¿Cree en la resurrección de Jesucristo y en consecuencia la de todos los muertos? Recordemos que: «Cristo en nosotros es la esperanza de gloria».