A fin de poner en marcha un movimiento de oración en la Iglesia y a fin de sostener la voluntad de orar en nuestros corazones, debemos pensar y hablar acerca de otras cosas además de la oración. Esta es la lección clave que he aprendido en años recientes.
1. Debemos hablar primero acerca de la Guerra. La vida es una guerra, y es absolutamente imposible que las personas sepan lo que es realmente la oración hasta que saben que están en una guerra, y hasta que saben que lo que está en juego en esa guerra es infinitamente mayor que los intereses en el Golfo Pérsico o en las consultas Reagan-Gorbachov.
2. Debemos hablar acerca de la Soberanía de Dios. Solamente partiendo de esta gran verdad podremos saber que ganaremos la guerra, y solo entonces tendremos la esperanza y la fuerza para insistir en una vida de oración.
3. Posteriormente, cuando ha hemos hablado primeramente acerca de la Guerra en la que nos encontramos y después de la Soberanía de Dios, entonces podemos llegar a lo que llamaré el impresionante lugar de la oración en los propósitos de Dios para el mundo.
Ahora permítame tratar de esbozar lo que creo necesita ser dicho en estas tres áreas: la guerra, la Soberanía de Dios y el impresionante lugar de la oración en los propósitos de Dios para el mundo.
1. La vida es guerra.
Cuando Pablo llegó al final de sus días, dijo en 2ª Timoteo 4:7, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. En 1ª Timoteo 6:12 dice a Timoteo, “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado…”
La vida es una guerra por que el mantener nuestra fe y la esperanza de la vida eterna son una constante lucha. Pablo deja claro en 1ª Tesalonicenses 3:5 que el principal blanco de Satanás es la fe. Si prevalecemos hasta el fin seremos salvos, Jesús dijo (Marcos 13:13), y Satanás siempre está peleando para traernos a la ruina destruyendo nuestra fe.
En lo que se refiere a su propia vida de milicia, Pablo dijo previamente: «I Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1ª Corintios 9:26-27).
En lo que se refiere a su ministerio, él dijo: “ Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2ª Corintios 10:3-5). El ministerio es guerra. (Ver también Apocalipsis 6:2, 12:17, 17:14)
Probablemente el pasaje más familiar acerca de la guerra que vivimos diariamente es Efesios 6:12-13.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios…”
En otras palabras, la vida es guerra.
Sin embargo, mucha gente no cree esto en su corazón. La mayoría de la gente manifiesta por sus prioridades y su acercamiento casual a las cosas espirituales, que creen que estamos en tiempos paz, no de guerra.
En tiempo de guerra, los periódicos muestran encabezados acerca de cómo van las tropas. En tiempo de guerra, las familias hablan acerca de los hijos y las hijas en la línea de batalla, les escriben y oran por ellos con el corazón sobrecogido por la preocupación acerca de su seguridad. En tiempo de guerra estamos en alerta. Estamos armados. Estamos vigilantes. En tiempo de guerra gastamos el dinero de forma diferente –hay austeridad, no por la propia causa, sino porque hay formas más estratégicas de gastar el dinero en casa que comprar llantas nuevas. El esfuerzo de la guerra toca a todos. Todos tenemos recortes. El trasatlántico de lujo se convierte en transportador de tropas.
Pocas personas piensan que actualmente estamos en una guerra más grande que la Segunda Guerra Mundial, y mayor que cualquier imaginable Tercer Guerra Mundial Nuclear, o que Satanás es mucho peor enemigo que el Comunismo o los militantes del Islam; o que el conflicto no está restringido a ningún escenario global, sino que está en cada pueblo y ciudad en el mundo. O bien, que las víctimas no solamente perdieron un brazo, un ojo o su vida terrenal, sino que lo perdieron todo, aún su propia almas y entran en el infierno de tormento eterno (Apocalipsis 14:9-11).
Hasta que la gente crea esto no orarán como deberían. Ni siquiera sabrán lo que es la oración. En Efesios 6:17-18 Pablo hace la conexión para nosotros:
Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. (NIV)
La oración es la comunicación a través de la cual las armas de la milicia son desplegadas de acuerdo a la voluntad de Dios. La oración es para la guerra.
Permítame mostrarle esto más específicamente en Juan 15:16-17.
No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
La lógica es crucial. ¿Por qué el Padre dará a los discípulos lo que pidan en el nombre de Jesús? Respuesta: Porque han sido enviados a dar fruto. La razón por la que el Padre da a los discípulos el don de la oración, es porque Jesús les ha encomendado una misión. De hecho, la gramática de Juan 15:16 implica que la razón por la que Jesús les da esta misión es para que ellos sean capaces de disfrutar el poder de la oración. “Los comisioné para que vayan y den fruto. Así que el padre les dará todo lo que pidan en mi nombre”.
Así que no me canso de decirle a nuestra iglesia que la razón número uno por la que la oración no funciona en manos de los creyentes, es porque ellos tratan de convertir un radio comunicador de guerra en un intercomunicador doméstico.
Hasta que creas que la vida es guerra, no puedes saber para qué es la oración. La oración es para el cumplimiento de una misión en tiempo de guerra. Es como si el comandante en el campo (Jesús) llamara a las tropas, les diera una misión crucial (“Vayan y lleven fruto”), les diera a cada uno de ellos un transmisor personal codificado con la frecuencia del cuartel general y dijera: “Camaradas, el general tiene una misión para ustedes. Él espera que sea cumplida, y para ese fin él me ha autorizado para darle a cada uno de ustedes acceso personal a él a través de estos transmisores. Si permanecen fieles a la misión de él y buscan su victoria primero, él siempre estará tan cerca como sus transmisores para darles consejos tácticos y para enviar cobertura aérea cuando ustedes o sus camaradas lo requieran”.
Pero, ¿qué han hecho millones de cristianos? Han dejado de creer que estamos en una guerra. No hay urgencia, ni vigilancia, ni planeación estratégica. Solamente un tranquilo tiempo de paz y prosperidad. Y, ¿qué hicieron con los radio transmisores? Trataron de arreglarlos como intercomunicadores en sus acogedores hogares, cabañas, barcos y autos –no para solicitar fuego por conflicto con un enemigo mortal, sino para pedir a la servidumbre que traiga otra almohada a la guarida.
Así que mi primer punto es que, si hemos de poner en marcha un poderoso movimiento de oración las misiones o aún mantener la voluntad de orar en nuestros corazones, debemos hablar de algo más primero, a saber, la guerra. Tenemos tan domesticada la oración, que ya no es, en muchos de nosotros y las iglesias, para lo que fue creada –un radio transmisor de tiempo de guerra para el cumplimiento de las órdenes de la misión.
Simplemente debemos crear en nosotros mismo y en nuestra gente una mentalidad de tiempo de guerra. De otra forma, la enseñanza bíblica acerca la urgencia de la oración, la vigilancia, la observancia y la perseverancia en oración, y el peligro de abandonar la oración, no tendrá sentido y no encontrará eco en nuestros corazones. Hasta que sintamos la desesperación de un bombardeo o la amenaza una ofensiva estratégica para el evangelio, no oraremos en el espíritu de Jesús.
2. Antes de hablar acerca de la oración debemos hablar acerca de la soberanía de Dios.
¿Por qué? ¿Por qué el abrazar la soberanía de Dios es tan crucial para un corazón de oración y un movimiento de oración en la causa de las misiones mundiales? Hay dos razones que provienen de la experiencia en mi propia vida y ministerio. La primera razón es que hasta que abracemos la soberanía de Dios, no podremos orar constantemente para que Dios realmente salve a los pecadores perdidos. La segunda razón es que hasta que abracemos la soberanía de Dios no podremos confiar en que la causa de Cristo triunfará y que toda nuestra oración no será en vano. Permítame explicar estas dos convicciones cruciales.
2.1. Hasta que abracemos la soberanía de Dios no podremos orar constantemente que Dios realmente salve a los pecadores perdidos.
No podemos hacer lo que Pablo hace tan apasionadamente en Romanos 10:1 “Hermanos, el deseo de mi corazón, y mi oración a Dios por los israelitas, es que lleguen a ser salvos”.
El deseo de Pablo en su corazón es por la salvación de sus compatriotas judíos. Cuando nuestro corazón se duele por algo, oramos por ello. Así que él dice que su oración a Dios porque ellos sean salvos. El quiere lograr algo en su misión, la salvación de los judíos a medida que él predica en las sinagogas. Así que él ora a Dios para que esto suceda. Le pide a Dios que los salve. “¡Oh Dios, que puedan ser salvos! ¡Hazlo Dios! ¡Haz lo que requieres hacer!”
Mi punto ahora es este: este tipo de oración es inconsistente si no crees en la soberanía de Dios. Lo que quiero decir con la soberanía de Dios aquí es que Él tiene el derecho y el poder para salvar a los incrédulos, a quienes no se han arrepentido, a los pecadores más duros. Hay muchas personas que no creen que Dios tenga ese derecho. Ellos no creen que Dios tenga el derecho de inmiscuirse en la rebelión de una persona, vencerla y conducir a esa persona eficazmente a la fe y la salvación. Ellos no creen que Dios se atreve a ejercerse tan poderosamente en gracia como para vencer toda la resistencia de un pecador endurecido. En lugar de eso creen que el hombre por sí mismo tiene el derecho de la determinación final en las elecciones y anhelos de su corazón hacia Dios.
Cada persona, dicen ellos, tiene la auto determinación final acerca de si vencerán la dureza de su corazón y vendrán a Cristo. Si estuviera finalmente en las manos del hombre, no en Dios, ¿quién sería salvo y cuántos habitarían el Reino?
Los efectos de la oración para ese tipo de personas son devastadores si tratan de orar de forma constante con este rechazo de la soberanía de Dios. De hecho, no pueden pedirle a Dios que salve a alguien.
No pueden orar: “Dios, toma su corazón de piedra y dales un nuevo corazón de carne” (Ezequiel 11:19).
No pueden orar: “Señor, circuncida su corazón para que te amen” (Deuteronomio 30:6)
No pueden orar: “Padre, pon tu Espíritu dentro de ellos y haz que caminen en tus estatutos” (Ezequiel 36:27).
No pueden orar: “Señor, concédeles arrepentimiento y conocimiento de la verdad” (2ª Timoteo 2:25-26).
No pueden orar: “Abre sus ojos para que crean en el evangelio” (Hechos 16:14).
La razón por la que no pueden es que todas esas oraciones le dan Dios un derecho que ellos habían reservado para el hombre, a saber, la última, decisión determinante de su destino. Si ellos piden que Dios haga cualquiera de estas cosas, El sería quien en realidad salva.
Entonces, ¿cómo orar si realmente crees que el hombre, y no Dios, debe tomar las decisiones finales acerca de la salvación en el universo?
Tomo un ejemplo de un conocido libro acerca de la oración, que rechaza la soberanía de Dios en la salvación de los pecadores. Este escritor dice que la forma de orar es “Pedir a Dios que provoque que una persona específica comience a cuestionarse en quién realmente puede confiar en la vida”. Mi pregunta entonces es esta: ¿Por qué es correcto que Dios provoque en una persona pensar una pregunta y está mal que Dios provoque que esa persona piense en la respuesta? ¿Por qué es legítimo que Dios tome control de una persona al grado de provocar en esa persona hacer una pregunta que de otra forma no hubiera formulado, pero no es legítimo que Dios ejerza esa misma influencia para provocar que la persona dé una respuesta que de otra forma no hubiera dado –a saber, que debe confiar en Jesús?
Aquí está otro ejemplo de cómo este escritor piensa debemos orar por los no creyentes: “Ore porque Dios siembre en los corazones de estas personas… una inquietud interna junto con un anhelo de conocer la ‘Verdad’”. Ahora mi pregunta es, si es legítimo para Dios “sembrar un anhelo” en el corazón de una persona, ¿Qué tan fuerte puede ser el anhelo que Dios elija sembrar?
Hay dos tipos de anhelos que Dios pudiera sembrar en el corazón de un incrédulo. Uno es tan fuerte que lleva a la persona a buscar y abrazar a Cristo. El otro no es lo suficientemente fuerte como para llevar a la persona a abrazar a Cristo. ¿Por cuál de ellos oras? Si oras por el anhelo fuerte, entonces estás orando porque el Señor obre efectivamente y salve a la persona. Si oras por el anhelo débil, entonces estás orando por un anhelo inefectivo que deja a la persona en pecado (pero preserva su auto determinación).
¿Ves hacia dónde lleva esto? La gente que realmente cree que el hombre debe tener el poder final de la auto determinación no puede orar constantemente que Dios convierta a los pecadores incrédulos. ¿Por qué? Porque si ellos oran por la influencia divina en la vida de un pecador, están orando ya sea por una influencia exitosa (que quita la auto determinación final del pecador), o están orando una influencia (que no ora por la conversión). Así o dejas de orar por la conversión, o dejas de orar por la auto determinación humana final.
Pablo no deja duda acerca de su postura en este asunto en Romanos 9:16: “Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios”. ¡Así que él ora por que Dios convierta a Israel! ¡Ora por su salvación! No ora por influencias inefectivas, sino por influencias efectivas. Así es como nosotros debemos orar también.
Debemos tomar las promesas del nuevo pacto de Dios y rogar a Dios que pasen a nuestros hijos y nuestros vecinos y a todos los campos misioneros del mundo.
“Dios, toma su corazón de piedra y dales un nuevo corazón de carne”. (Ezequiel 11:19).
“Señor, circuncida su corazón para que te amen” (Deuteronomio 30:6)
“Padre, pon tu Espíritu dentro de ellos y haz que caminen en tus estatutos” (Ezequiel 36:27).
“Señor, concédeles arrepentimiento y conocimiento de la verdad” (2ª Timoteo 2:25-26).
“Abre sus ojos para que crean en el evangelio” (Hechos 16:14).
En otras palabras, cuando crees en la soberanía de Dios –en el derecho y el poder de Dios de traer a los pecadores endurecidos a la fe y la salvación- entonces serás capaz de orar sin incoherencia y con las grandes promesas bíblicas para la conversión del perdido.
Esa es la primera razón por la que el abrazar la soberanía de Dios es crucial para mantener un corazón de oración y poner en marcha un movimiento de oración por las misiones.
2.2. Hasta que abracemos la soberanía de Dios, no podremos confiar en que nuestras oraciones tendrán éxito y en que la causa de Cristo triunfará.
El primer esfuerzo misionero de los Protestantes en Inglaterra inició a partir del terreno de la esperanza Puritana. Como recordará, los Puritanos eran aquella pastores y maestros en Inglaterra (y después en Nueva Inglaterra) aproximadamente entre los años 1560 y 1660, quienes querían purificar la Iglesia de Inglaterra y llevarla a una alianza teológica y práctica con las enseñanzas de la Reforma.
Ellos tenían una visión de la soberanía de Dios que produjo una impresionante esperanza en la victoria de Dios sobre todo el mundo. Ellos estaban profundamente emocionados por una pasión por la venida del Reino de Dios sobre todas las naciones. Sus corazones realmente creían la verdad del Salmo 86:8-9:
No hay, Señor, entre los dioses otro como tú,
ni hay obras semejantes a las tuyas.
Todas las naciones que has creado
vendrán, Señor, y ante ti se postrarán
y glorificarán tu nombre.
Y Génesis 12:3:
¡Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!
Y Salmos 2:8:
te daré por herencia las naciones,
Y Salmos 22: 27:
Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
Y Salmo 65:2:
Tú oyes la oración; A ti vendrá toda carne.
Y Salmo 66:4
Toda la tierra te adorará, y cantará a ti; cantarán a tu nombre.
Y Salmo 86:9
Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor,Y glorificarán tu nombre.
Y Salmo 102:15
Entonces las naciones temerán el nombre de Jehová,
Y todos los reyes de la tierra tu gloria;
Y Salmo 47:9-10
Los príncipes de los pueblos se reunieron
Como pueblo del Dios de Abraham;Porque de Dios son los escudos de la tierra;
El es muy exaltado.
Y a él se congregarán los pueblos. (Génesis 49:10)
Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben. (Salmo 67:3)
He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. (Isaías 55:4)
Ellos creyeron en el juramento de Dios en Números 14:21,
que la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar, (ver Habacuc 2:14).
Esta enorme confianza en que Cristo un día conquistará los corazones de todas las naciones y será glorificado por cada pueblo en la tierra, dio lugar al nacimiento del primer esfuerzo misionero Protestante en el mundo anglo parlamente, y eso sucedió 150 años antes del comienzo del movimiento misionero moderno con William Carey en 1793.
Entre 1672 y 1640, 15 mil persona emigraron de Inglaterra a América, la mayoría de ellos Puritanos, llevando esta gran confianza en el reino mundial de Cristo. De hecho, el sello de los colonizadores de la Bahía de Massachussets tenía a un indio norte americano con las siguientes palabras saliendo de su boca: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”, tomado de Hechos 16:9. Lo que esto demuestra es que, en general, los puritanos vieron su emigración hacia América como parte de la estrategia misionera de Dios para extender Su Reino entre las naciones.
Uno de esos Puritanos llenos de esperanza que cruzaron el Atlántico en 1631 fue John Eliot. Él tenía 27 años, y un año más tarde se convirtió en pastor de una nueva iglesia en Roxbury, Massachussets, aproximadamente a una milla de Boston. Sin embargo, algo sucedió que lo hizo mucho más que un pastor.
De acuerdo con Cotton Mather, había 20 tribus de indios en los alrededores. El específicamente los llama “naciones” para enfatizar la importancia misionera. Pues bien. John Eliot no pudo evitar las implicaciones prácticas de su teología: Si las infalibles Escrituras prometen que todas las naciones un día se postrarán ante Cristo, y si Cristo de soberano y puede por Su Espíritu puede someter todas oposición a su Reino prometido, entonces hay buena esperanza de que una persona que va como embajador de Cristo a una de estas naciones, será el instrumento de Dios para abrir los ojos de los ciegos y establecer un puesto de avanzada del Reino de Cristo.
Cuando Eliot tenía alrededor de 40 años de edad, se propuso estudiar la lengua Algonquin. El descifró el vocabulario, la gramática, la sintaxis y finalmente tradujo la Biblia completa, así como libros que él valoraba, como “Llamado al Inconverso” de Richard Baxter. Para el tiempo en que Eliot tenía 84 años, había numerosas iglesias Indias, algunas con sus propios pastores indios. Es una increíble historia de un hombre que una vez dijo: “Las oraciones y los dolores a través de la fe en Cristo Jesús, ¡harán cualquier cosa! (Mather, Grandes Obras I, 562).
La razón por la cuento esta historia es para resaltar la enorme importancia de la sólida esperanza bíblica para un movimiento de oración y para la empresa misionera. Dios ha prometido y Dios es soberano:
Todas las naciones… vendrán y se postrarán delante de Ti, Oh, Señor, y glorificarán tu nombre.
Esto es lo que sostenía el pensamiento Puritano y lo que finalmente dio nacimiento al movimiento misionero moderno en 1793. William Carey se nutrió de esta tradición, así como David Brainerd, Adoniram Judson, Alexander Duff, David Livingstone, John Paton y muchos más que dieron sus vidas para alcanzar a los pueblos escondidos del mundo. El movimiento misionero mundial no surgió en un vacío teológico. Creció de una gram tradición Reformada que puso la soberanía de Dios directamente al centro de la vida humana.
De esto debemos hablar primeramente. Sin esto, la confianza, la amplitud, la valentía y la perseverancia de la oración, se desvanece, y lo que deja en su lugar es algo parecido a un vestigio sin vida que la mayoría de las personas ven como “la reunión de oración” –débil, sin inspiración, de mente estrecha.
Un corazón y un movimiento de oración por las misiones es sostenido enfocándonos primero en que la vida es una guerra y que Dios es soberano.
3. El Impresionante Lugar de la Oración en los Propósitos de Dios para el Mundo.
Hemos tenido un vistazo del gran propósito de Dios para el mundo, a saber, llenar la tierra con Su gloria (Números 14:21), quitando de raíz de Su Reino todo pecado e incredulidad (Mateo 13:41), y llenándolo con verdaderos adoradores (Apocalipsis 3:15) de cada pueblo, lengua, tribu y nación (Apocalipsis 5:9; 7:9).
En la simiente de Abraham, todas las familias de la tierra serán benditas. Todas las familias de las naciones adorarán delante del Señor.
Ahora bien, ¿Cuál es el lugar de la oración en el cumplimiento del grandioso e imparable propósito de Dios?
Debemos ser cuidadosos aquí. El papel de la oración es tan inexplicablemente importante en el designio de Dios que estamos propensos exagerar su rol, especialmente en relación a la Palabra de Dios y la predicación del evangelio.
Así que permítame decir claro y fuerte, que yo creo que la proclamación del evangelio en palabras y obras es el trabajo de las misiones. La oración es el poder que blande el arma de la Palabra, y la Palabra es el arma a través de la cual las naciones serán traídas a la fe y la obediencia.
Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? …La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:13-17).
El Evangelio es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16).
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1ª Pedro 1:23).
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? (Gálatas 3:2)
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mateo 24:14).
La Palabra de Dios –el evangelio del Reino- es el arma que Dios designa usar para penetrar el Reino de las tinieblas y reunir a los hijos de luz de todas las naciones. Su plan completo de redención para el universo se sostiene en el éxito de Su Palabra. Si se detiene la predicación de la Palabra, el propósito de Dios falla.
Pero eso no puede suceder, “porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11).
Dios es soberano. Aunque El hace que sus planes se sostengan en el éxito de Su Palabra proclamada por hombres y mujeres, Su propósito no puede fallar; siempre que Él lo quiera, su Palabra prevalece y ninguno puede detener Su mano. Pero ahora estamos listos para ver el impresionante lugar de la oración.
No solamente Dios ha sostenido el cumplimiento de sus propósitos globales de salvación en la predicación de la Palabra; El también ha sostenido el éxito de la predicación de Palabra en la oración. La meta de Dios de ser glorificado en un mundo lleno de verdaderos adoradores de cada pueblo, lengua, tribu y nación, no triunfará sin la poderosa proclamación del evangelio por personas como tú y yo. El evangelio no será proclamado en poder a todas las naciones sin las perseverantes, fervientes, globales y llenas de fe oraciones del pueblo de Dios. Este es el impresionante lugar de la oración e los propósitos de Dios para el mundo. No sucederán sin la oración.
¿Cómo sabemos esto?
Los sabemos por la forma en que el apóstol Pablo y el Señor Jesús hacen de la oración el siervo y el poder del misterio de la Palabra. Efesios 6:19.
Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo. Colosenses 4:3
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada. 2ª Tesaloniceses 3:1
La oración es el transmisor en el campo de batalla del mundo. Ayuda para la acertada localización del objetivo de la Palabra. Sirve para solicitar protección aérea. Sirve para pedir que se abra fuego para abrir camino a los tanques de la Palabra de Dios. Sirve para solicitar el milagro de la sanidad de los soldados heridos. Sirve para pedir suministros para las tropas y sirve para pedir refuerzos.
Este es el significado de la impresionante Palabra de Dios en Mateo 9:38. “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Los refuerzos llegan a la empresa misionera cuando las iglesias saben que están en una guerra, y cuando se postran en sus trincheras con las balas rozando sus cabezas y toman sus transmisores y claman por más tropas.
Este es el lugar de la oración –en el campo de batalla del mundo. Es un transmisor para el tiempo de guerra, no un intercomunicador para incrementar las comodidades de los santos. No funciona bien en manos de los soldados que están Ausentes sin Permiso.
Termino con las palabras del Señor que han remordido mi conciencia de oración más que cualquier otra. En Lucas 18:7-8, Jesús dice:
¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.
Alguna vez ha clamado al Señor: “¿Hasta cuando, Oh Señor, harás justicia a tu causa en la tierra? ¿Hasta cuándo abrirás los cielos y vendrás con poder a tu Iglesia? ¿hasta cuándo traerás la victoria entre todos los pueblos del mundo? “
La respuesta que he escuchado cuando he clamado al Señor de esta forma, viene de Lucas 18:7 – cuando Su pueblo clame a Él día y noche por la vindicación de Su causa entre las naciones.
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