Recientemente, tuve una conversación con un hombre quien acababa de graduarse en la universidad. No fue a la universidad para aprender materias que le ayudaran en su carrera. Él estaba jubilado. Fue sólo a aprender.
Estudió filosofía, sociología, civilizaciones antiguas, e historia. Me pareció a mí que trataba de enfrentarse con la vida. Mientras hablaba con él, sentí que trataba de darle un significado a su vida. Cuando tratamos el tema de la religión, él vacilantemente se proclamó cristiano, pero no de aquéllos que pertenecen a una organización.
Él veía que muchas personas de religiones diferentes eran a menudo mucho más amorosas que lo cristianos. Por eso, había distintos caminos a Dios. Él apenas era un cristiano.
Por supuesto que muchas personas de pensamiento cristiano se escandalizarían por la filosofía expresada por este hombre. Ellos (y yo también), recordarían a este hombre las propias palabras de Jesús:
«– Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» Así como otros pasajes de la Sagrada Escritura que ponen a los seguidores de Cristo, a los Cristianos como una clase aparte por los mismos.
«Yo y el Padre una cosa somos.» (Juan 10:30.)
«El que me ha visto, ha visto al Padre.» (Juan 14:9.)
«Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.» (Hechos 4:12.)
«Porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él.
Él antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten.
Y además, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo mismo todas las cosas, tanto sobre la tierra como en los cielos, habiendo hecho la paz mediante la sangre de su cruz.»
(Colosenses 1:16-20.)
No, claramente la Sagrada Escritura no pone a las otras religiones en un estado de igualdad con el Cristianismo.
El Cristianismo exige una singularidad que no compartirá con cualquier otra religión, sin tener en cuenta cuan virtuosos parecen ser sus sistemas.
Lo mismo refuta las míticas enseñanzas de la ética Judeocristiana que se han arrastrado en muchas denominaciones dejando el evangelio sin ningún efecto. El libro de Hebreos deja bastante claro que el Cristianismo es un Nuevo Templo, un Nuevo Sacerdocio, un camino completamente nuevo de lo que el sistema Judaico era sólo un tipo y sombra. Mezclar Moisés con Jesús deja a la gracia sin ningún efecto. Es triste pero verdadero, casi todas las denominaciones del cristianismo han abandonado que «por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe,» o lo han mezclado con obras en tal grado que estas palabras han llegado a ser nada más que eslóganes memorizados, una muestra de religión, pero sin poder.
Yo sólo menciono la palabra cristianismo, con una «C» pequeña, he hecho esto para separar las distintas sectas quienes han usado el nombre de Jesús para crear religiones que creo no son «Cristianismo Puro.» Sólo porque usan la Biblia y el nombre de Jesús en una denominación particular, no significándose por enseñar el mensaje de Cristo. Los Judíos tenían la Biblia y a Moisés y a pesar de todo no hacían las cosas que Moisés ordenó. Ninguna de las sectas del cristianismo hace las cosas que Jesús dijo que había que hacer.
El gran apóstol de las naciones gentiles, Pablo, cuándo descubre a la iglesia de Corintio dividida en diferentes «denominaciones» dijo:
«Me refiero a que uno de vosotros está diciendo: «Yo soy de Pablo», otro «yo de Apolos», otro «yo de Pedro» y otro «yo de Cristo ¿Está dividido Cristo?»
Si, Pablo, está dividida en aproximadamente 22.000 denominaciones diferentes alrededor del mundo. Pero en años recientes, aparece un movimiento para volverlos a juntar de nuevo. Empezó con el movimiento e*****énico y ahora parece haber recibido un gran empujón a través de líderes evangélicos que comienzan a hablar sobre la unión con la iglesia católica romana y desplegar la unidad por el mundo antes del año 2.000. Pero este éxodo de la masa no trae un cristianismo no-católico en unidad con Cristo, pero lleva a los protestantes retroceder a un mensaje de «Salvación por obras.» Este movimiento está manifestando lo qué ha estado en las denominaciones protestantes por algún tiempo y eso es esto: La Salvación se ha abandonado como un regalo no merecido de Dios por un mensaje de obras. «La gracia por medio de la fe» ha llegado a ser palabras vacías. «Cristo crucificado» es nada más y nadie puede añadir a su sacrificio, «Él terminó la obra,» se ha mezclado con las obras de la carne igual que la orientación que se le da a la gracia en la mayoría de las denominaciones. Es por esto qué se ha puesto tan fácil para el sacerdocio católico romano atraer a protestantes de vuelta a ellos. El cristianismo no es nada más que una torre de la poderosa ciudad de Babilonia. No dudo en incluir a todos Protestantes, Ortodoxos, Pentecostales, denominaciones Carismáticas, y sectas tales como los Testigos de Jehová y Mormones bajo ese mismo nombre.
La religión no es nada más que los débiles esfuerzos del hombre por construir un puente a Dios a través de rituales, credos, artículos de fe, conceptos, dogmas, regulaciones y miles de otras obras de las manos del hombre y su mente. Todo esto requiere un esfuerzo del hombre que cree obtener finalmente el favor de Dios, el cielo, o lo sobrenatural. Esto es el esfuerzo del hombre y en este esfuerzo nunca hallará «descanso» hallado sólo en el Cristianismo Puro.
El Cristianismo puro es una cesación absoluta del esfuerzo del hombre para ser justificado delante de Dios. El Cristianismo puro declaró a Jesús Cristo el autor y consumador de nuestra fe.
Comenzamos con fe. Todavía no es nuestra fe. Incluso esto es obra de Jesús Cristo.
«Nadie puede venir a mí, a menos que el Padre que me envió lo traiga.» (Juan 6:44)
Una vez que el Padre trae, es la fe de Cristo que responde y responde según la voluntad de Dios, no según la voluntad del hombre. Un Cristiano Verdadero no nace de nuevo de su propia voluntad por «decidir» seguir a Jesús.
«Los cuales nacieron no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios.»
(Juan 1:13.)
Un ejemplo de la conversión de los Verdaderos Cristianos es el mismo de la conversión de Pablo. Aquí está en palabras de Pablo:
«Por esta razón recibí misericordia, para que Cristo Jesús mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habían de creer en él para vida eterna.» (1 Timoteo 1:16.)
Aquí tenemos al «primero de los pecadores,» un título que Pablo se atribuye bajo la inspiración del espíritu santo:
«Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.»
(1 Timoteo 1:15)
Es el «ejemplo de los que habían de creer en» Jesús Cristo. Quizás nos llevaría el ejemplo de las palabras de Pablo para descubrir cómo se llega a ser un Cristiano.
Estará suficientemente claro para alguien con un poco de mente abierta para ver que Pablo no «decide» seguir a Jesús, se le dio el privilegio de creer en Él. También «dijo» qué sufriría por a causa de Cristo.
«Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa.» (Filipenses 1:29.)
Pablo se convirtió en un esclavo cuyas cadenas eran el mismo amor del propio Cristo.
Una persona que cree que él ha decidido «seguir» a Jesús no reconociendo que es sólo por la gracia de Dios lo que le permite comenzar esa andadura, es una persona que se engaña a sí mismo y todavía está trabajando en las obras de religión que producen muerte.
El Cristiano verdadero reconoce que Cristo es el fin de la Ley de Moisés. El Cristianismo verdadero declara que nuestra justificación se ha imputado a nosotros, no basándose en nuestras obras, sino por la obra de Cristo en la cruz. El Cristianismo Verdadero declara que los cristianos están crucificados con Cristo, y salvados en Él.
«Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
No desecho la gracia de Dios; porque si la justicia fuese por medio de la ley, entonces por demás murió Cristo.» (Gálatas 2:20-21)
¡Aquellos que han sido crucificados están muertos! ¿Cómo puede exigir un hombre muerto «decidir» seguir algo? ¿Cómo puede jactarse un hombre muerto en las obras que hace para salvarse? ¿Cómo pueden creer que pueden perder su salvación si, de hecho, ellos no son considerados vivos por Dios? Los hombres muertos no deben tener nada de que jactarse esto es prueba que la mayoría de las personas que viven en el cristianismo no en el Verdadero Cristianismo, porque no alardearían de sus obras de rectitud. Los verdaderos Cristianos le dan toda la gloria a Jesús Cristo. Comprenden que han sido salvados a través de la gracia por la fe en Jesús Cristo y se salvan por Su fe. La obra en ellos será completada por Cristo, no por ellos. Jesús Cristo es el autor y consumador de nuestra fe. ¿Recuerda?
«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.» (Hebreos 12:2)
Los Cristianos verdaderos se dan cuenta de su destino eterno se preordenó antes de que la tierra se formase:
«Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.
Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito.
Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas?
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? El que justifica es Dios.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, es el que también resucitó; quien, además, está a la diestra de Dios, y quien también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación? ¿angustia? ¿persecución? ¿hambre? ¿desnudez? ¿peligros? ¿espada?
Como está escrito: Por tu causa somos muertos todo el tiempo; fuimos estimados como ovejas para el matadero.
Más bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo porvenir, ni poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.»
(Romanos 8:27-39)
Hay bastante en el pasaje anterior para masticar durante varios días. No elaboraré en lo que debe ser obvio a cualquiera que tiene la habilidad pensar. Él quien ha llamado, se glorificará; es la obra de Dios, no la obra del hombre y nada puede impedirle pasar, porque la intercesión de nuestro sumo sacerdote, Jesús Cristo lo llevó a cabo. Aquellos que enseñan la salvación condicional, que es la gran mayoría del cristianismo, no están enseñando la Verdadera doctrina Cristiana.
Una vez que un Cristiano Verdadero ve claramente que sus bendiciones eternas son todos regalos de amor de un Padre Que lo ama, que ellos no hicieron nada para ganar estas cosas, entonces comprenden que no son mejores que nadie sobre la tierra. Se dan cuenta de que sus buenas obras son como trapos de inmundicia.
«Todos nosotros somos como cosa impura, y todas nuestras obras justas son como trapo de inmundicia. Todos nosotros nos hemos marchitado como hojas, y nuestras iniquidades nos han llevado como el viento.»
(Isaías 64:6.)
«Fue él quien nos salvó y nos llamó con santo llamamiento, no conforme a nuestras obras, sino conforme a su propio propósito y gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo.» (2 Timoteo 1:9.)
Porque el amor de Cristo es poderoso dentro de ellos, pierden su egocentrismo y por eso desean las mismas bendiciones para toda humanidad.
Cuando esto pasa es que las balanzas religiosas se caen de sus ojos y pueden ver finalmente en casi cada página de la Biblia lo qué no podían ver mientras estaban bloqueados por el cristianismo:
«Esto es bueno y aceptable delante de Dios nuestro Salvador, quien quiere que todos los hombres sean salvos y que lleguen al conocimiento de la verdad.
Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.» (1 Timoteo 2:3-6.)
Un Verdadero Cristiano a estas alturas conformará su voluntad, deseos, o necesidades a la voluntad del Padre. Cuando oremos oraremos según Su voluntad.
¿Cuál es el deseo o la voluntad de Dios? Que todos se salven y vengan al conocimiento de la verdad. Un Cristiano Verdadero se embarcará entonces en la obra maravillosa preparada desde la fundación del mundo de poner a toda la creación en libertad, que es el trabajo de los hijos de Dios.
«Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios.
Porque la creación ha sido sujetada a la vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sujetó, en esperanza de que aun la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción, para entrar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.»
(Romanos 8:19-21.)
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