LOS CUATRO ESPANTOSOS JINETES

Por Ray C. Stedman.
El capítulo seis de Apocalipsis nos trae al principio de los juicios en los que se manifiestan la ira de Dios. No es un pasaje fácil de predicar, pero forma parte del contenido de la bendición prometida a aquellos que leen y que *****plen las profecías de este libro (1:3).
Yo me crié en las Grandes praderas de Montana y durante los meses de verano se producían con frecuencia grandes tormentas acompañadas de truenos.

Habitualmente ante de la tormenta se producía una gran calma, como si hubiera en el ambiente una especie de presagio, casi se podía sentir la violenta tormenta que estaba a punto de desencadenarse.
Esto es lo que experimentamos con frecuencia en el mundo actual. Hay un intenso sentido de que está a punto de producirse una crisis en los asuntos mundiales. Muchos escritores seculares de nuestros días lo han reflejado. Para cambiar la metáfora, es como si estuviésemos flotando por la corriente del tiempo en pendiente y tenemos la sensación de que un poco más adelante nos vamos a encontrar ante una enorme catarata con su rugido y nos vamos a hundir en el abismo.

Hace ya mucho que la Biblia ha anunciado que se va a producir una crisis de esa naturaleza. Una de las pruebas de que la Biblia procede de Dios es que en el Antiguo Testamento, el libro de Daniel corresponde muy de cerca con el libro de Apocalipsis. Daniel contempló muchas de las cosas acerca de las cuales nos habla Juan aquí, a pesar de que Daniel vivió 500 años antes de que Juan lo escribiese. En el noveno capítulo de su profecía, se le hace entrega a Daniel de un gran calendario en el cual está subrayada la historia de los días finales. En él estaba marcado un período de 70 «semanas, que significa semanas de años. Setenta «semanas multiplicadas por siete son 490 años, de modo que quedarían por *****plirse 490 años desde el principio de la construcción de la muralla de Jerusalén, en los días de Nehemías, hasta el final de los tiempos. 483 de esos años acabarían el día en que el Mesías fuese presentado a Israel como su Rey. Sir Robert Anderson, director de Scotland Yard en Gran Bretaña durante la primera parte de este siglo, ha descifrado esto para nosotros detalladamente. En el día exacto en que se *****plieron los 483 años, Jesús cabalgó ladera abajo por el Monte de los Olivos sobre un borriquillo y fue presentado a la nación como su rey.

Pocos días después fue rechazado y crucificado, porque la profecía de Daniel decía que «será quitado y no tendrá nada que es, sin duda, una referencia a la crucifixión. Después de eso hay un período de tiempo indeterminado y muy prolongado, durante el cual se le dice al profeta que «la guerra y la desolación está decretada. Es precisamente durante este período sin determinar en el cual la iglesia aparece, comenzando en el Día de Pentecostés, cuando Dios comenzó a crear un pueblo especial por causa de su nombre, compuesto tanto por judíos como por gentiles. Esa iglesia comenzó hace casi 2.000 años y tal vez ahora esté casi completada, pero todavía sigue estando en la tierra hoy.

Al profeta se le habla entonces acerca de otros acontecimientos concretos que habrían de suceder durante los siete últimos años de ese período de 490 años. Por ello son muchos los comentadores que han entendido que este período de siete años todavía no se ha *****plido y cuando comience estará relacionado, en gran medida y principalmente con la nación de Israel. El mismo Jesús hace referencia a esos siete años en su pasaje profético en Mateo 24. Antes de su crucifixión, mientras se hallaba sentado sobre el Monte de los Olivos, explicó a los discípulos las cosas que tenían que pasar. En ese pasaje se refiere en varias ocasiones «el fin del mundo o sencillamente «el fin. Ese fin es el período de siete años de la profecía de Daniel que seguirá su curso cuando Israel ocupe una vez más la preeminencia entre las naciones.

Es ese mismo período de siete años el que cubren los capítulo 6 a 19 de Apocalipsis; también estamos examinando los acontecimiento correspondientes a dicho período. Los cuatro evangelios relatan la historia de la vida de Cristo, pero un tercio de los evangelios se concentran en la última semana dela vida de nuestro Señor, los siete días anteriores a su crucifixión. De igual modo en Apocalipsis, 13 de los 22 capítulos de este libro relatan el período de los siete años, que constituye el final de la historia de esta era.

Si usted ha leído un poco mas adelante en Apocalipsis, se habrá fijado en que estas tres series de acontecimientos ocupan esta última semana de años. La primera serie es la de los siete sellos, seis de los cuales estudiaremos hoy. En los siete sellos están incluidos las siete trompetas que todavía tienen que sonar y las siete copas de la ira que habrán de derramarse sobre la tierra. Cada una de estas series se divide primero en cuatro cosas y luego en tres: cuatro acontecimientos que son exteriores, visibles y fáciles de reconocer y a continuación las tres revelaciones sobre lo que está sucediendo tras el telón, por así decirlo, como pueda ser la actividad de las agencias angélicas, tanto la del bien como la del mal.

Echemos ahora un vistazo a la apertura del pergamino de los siete sellos, que tiene el Cordero que ha sido inmolado en sus manos. Juan lo describe en los versículo 1 y 2:

«Y miré cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía con voz de trueno: ¡Ven!, Y miré, y he aquí un caballo blanco. El que estaba montado sobre él, tenía un arco, y le fue dada una corona; y salió venciendo y para vencer.

Se ha discutido bastante en cuanto a lo que representa el jinete del caballo blanco. Algunos le identifican con Jesús porque en el capítulo 19 Jesús aparece montado sobre un caballo blanco, llevando una corona (sin embargo, es una corona diferente) y trayendo a su fin toda la serie de terribles juicios a que ha sido sometida la tierra, pero es una equivocación relacionarlos porque el contexto es totalmente diferente. Aquí estamos examinando el principio de los juicios de Dios, y en el capítulo 19 vemos el fin de los mismos. El jinete del capítulo 6 es llamado por una de las criaturas vivientes, pero resultaría inconcebible para una criatura llamar al Cristo conquistador del capítulo 19.

Pero resulta significativo que este jinete, que va sobre un caballo blanco aquí tenga cierto parecido con el aspecto de Jesús sobre el caballo blanco mencionado en el capítulo 19. Ambos cabalgan sobre un caballo blanco, los dos llevan puesta una corona y los dos van en busca de la conquista. Sugiere que este jinete es alguien que se parece a Cristo, pero que no lo es. Muchos de ustedes se estarán anticipando a lo que voy a decir. Se trata, sin duda, del anunciado durante tantísimos siglos, el anticristo, al que se refieren las Escrituras en diversos lugares, que habrá de aparecer durante los últimos días. El «Hombre de Pecado, como le llama el apóstol Pablo, también es el «hombre sin ley o anárquico, que aun está por aparecer y se ofrecerá a sí mismo como si fuese el Cristo de Dios. Jesús mismo les dijo a los judíos de su época: «Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a aquél recibiréis. (Juan 5:43). Este jinete vino como Cristo, pero en su propio nombre.

Le es entregado un arco, pero no se hace mención alguna de flechas, pues parece que se trata de una conquista sin derramamiento de sangre. Cuando nos preguntamos: «¿Qué es lo que esto describe? Creo que está claro que sugiere una especie de dominio de las mentes y de las voluntades de los hombres, sin destrucción física. ¿Cómo se consigue eso? La respuesta es: mediante alguna clase de engaño, mintiendo, llevándoles por otro camino y engañando a los hombres y, de ese modo, derrotándoles sin necesidad de derramamiento de sangre. Es digno de mención que en Mateo 24, las primeras palabras que le dijo Jesús a sus discípulos fueron «mirad que nadie os engañe y por todo el capítulo nos encontramos con la referencia de la posibilidad de que se produzcan engaños. En la actualidad nos quedamos perplejos por los engaños de nuestros días y a penas si somos conscientes de lo mucho que nos están engañando todo el tiempo. Si encendemos la televisión nos encontramos con ideas fraudulentas, con una cierta medida de verdad que de inmediato nos quieren meter en el cerebro. Si cogemos una revista o leemos el periódico nos daremos cuenta de que hacen falsas afirmaciones, en el sentido de que ciertas adquisiciones nos producirán grandes bendiciones y libertad, pero si las probamos no tardaremos en darnos cuenta de que todo eso no es más que una mentira y que no funcionan. Nos están constantemente haciendo promesas que son incapaces de *****plir.

¡Las drogas son un engaño! Hay millones de personas, jóvenes y mayores, que se están dejando engañar por la repentina euforia que produce la droga durante un tiempo. ¡Los cigarrillos son un engaño! Han sido miles las personas que han muerto porque se han creído que el hecho de fumarse un cigarrillo hace que sean personas sofisticadas y maduras. Muchos jóvenes, en especial han caído en esta trampa. ¡Los anuncios sobre perfumes son otro engaño! Hacen promesas extravagantes, exageradas sobre raptos y romances que se producirán si sencillamente se echa usted algo de una botella. ¡La Nueva Era es otro engaño! Esta semana le eché un vistazo a una revista publicada por la Nueva Era y me encontré con que estaba llena de mentiras de la primera a la última página. Afirmaba que los hombres y las mujeres poseen poderes secretos, habilidades ocultas en su interior, que si descubrimos nos permitirán gobernar y manipular a otros y hacer que el mundo entero funcione tal y como nosotros queremos. Estas ideas están siendo continuamente metidas en la mente humana. ¡Esta semana nos hemos enterado de que la fibra de avena no es exactamente lo que pretende ser! ¡A todos nos han engañado con esa idea! No sirve mas que cualquier otro producto para hacer descender el nivel del colesterol. Es evidente que vivimos en una época plagada de engaños.

Sin embargo, lo que nos dice el jinete del caballo blanco es que lo peor aun está por venir. Estamos viviendo sumidos en un gran engaño, es cierto, pero no es tan malo como lo será en el futuro. Se van a presentar mentiras aun mayores. Escuchemos a las palabras del apóstol Pablo en su segunda epístola a los Tesalonicenses:

«El advenimiento del inicuo es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto, Dios les enviará una fuerza de engaño para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.»

Eso hace que esté más claro que el agua, ¿no es cierto? Esta primera conquista del mal en los últimos días es puesta en funcionamiento cuando Dios suelta, por así decirlo, las riendas y permite que el engaño siga su camino entre los hombres hasta que llegue al punto culminante de la falsedad. Aprenderemos mucho más al respecto según progresemos en el estudio del libro.

Ahora se abre el segundo sello.

«Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: ¡Ven!, Y salió otro caballo rojo. Al que estaba montado sobre él, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros. Y le fue dada una gran espada.»

Es fácil reconocer a este jinete. Como es natural, es la guerra, pero no la guerra entre los grandes ejércitos, al menos no al principio. La palabra «matar es realmente el término «carnicería o masacre, lo cual es una referencia a la guerra civil o a la anarquía, en la que las multitudes se reúnen con el fin de atacar y destruir a otras personas que no les caen bien. Estamos viendo una demostración de esto hoy en lo que está sucediendo en Azerbayan en la actualidad. Ni siquiera el ejército ruso puede poner paz o impedir esta clase de matanzas. Hemos tenido otros ejemplos de ellos en El Salvador, en Nicaragua, y las guerras de pandillas que se han desencadenado por las calles de Los Angeles, Miami, la Ciudad de Nueva York y otros lugares. Es una matanza que se convierte en una carnicería sangrienta de personas que se matan sin control alguno.

Pero eso llevará a lo que se menciona en la última frase «y le fue dada una gran espada. En los días en que escribió Juan es evidente que no tenían las grandes megabombas, los misiles, los tanques ni ninguna de las modernas armas de guerra. Tales armas de destrucción tenían que expresarse mediante términos que pudieran entender las personas en aquellos tiempos, de modo que la mayor arma de destrucción era una «gran espada, una poderosa arma de destrucción. Con razón muchos comentadores han visto esto como una imagen de un poder imponente de una bomba nuclear, algo que destruye a enormes cantidades de personas. Si leemos los capítulos 38 y 39 de Ezequiel, nos encontraremos con una descripción muy gráfica de semejante guerra, en la que los ejércitos descienden del norte a Tierra Santa y son diezmados por lo que parece ser una enfermedad causada por la radiación. Es algo que representan poderosamente estos relatos.

A continuación se abre el tercer sello, en los versículos 5 y 6:

«Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: ¡Ven!, Y miré y he aquí un caballo negro, y el que estaba montado sobre él tenía una balanza en su mano. Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: ¡Una medida de trigo por un denario y tres medidas de cebada por un denario!, Y no hagas ningún daño al vino ni al aceite.

La mayoría de los eruditos consideran que ésta es una referencia a una gran hambre en la tierra. Dicen que las escalas simbolizan el alimento que habrá que pesarse con sumo cuidado, es decir que es, para resumir, un suministro que es preciso racionar e incluso así nadie podrá conseguir mucho alimento porque hará falta el salario de un día entero para poder adquirir un cuarto de trigo o, debido a que resultará más barato, tres cuartos de cebada. Eso no sería mas que el alimento necesario para una sola persona por día. No quedaría nada para su familia ni para ninguna otra persona, pero los lujos como el aceite y el vino, no se ven afectados.

Pero tal vez esto no se refiere al hambre porque en el próximo sello, como veremos, se menciona de modo especial el hambre como parte del juicio. ¿Qué otra cosa produce una enorme escasez y hace que se disparen los precios, de modo que las personas no puedan comprar las cantidades adecuadas de alimentos? Es la inflación, una economía sin control y ¡el pánico en los mercados! Durante los días de la República de Weimar en Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, recuerdo haber oído de niño relatos acerca de personas que se llevaban billetes de diez mil marcos alemanes, metiéndolos en carretillas y llevándolos al mercado para poder comprar tan solo una barra de pan. Eso es lo que hace una inflación totalmente descontrolada, hace que el dinero carezca de valor alguno. Eso se vuelve, a su vez, en una excusa para que se establezcan rígidos controles sobre la compra y la venta, que encontramos en el capítulo 13 cuando, bajo el reinado del antiCristo, el mundo entero se ve sometido a enormes y restrictivos controles, de modo que «nadie puede comprar o vender sin la marca de la bestia.

Llegamos al cuarto sello en el versículo 7:

«Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía ,¡Ven!, Y miré, y he aquí un caballo pálido; y el que estaba montado sobre él se llamaba Muerte; y el Hades le seguía muy de cerca. A ellos les fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada y con hambre y con pestilencia y por las fieras del campo. Este jinete se llama «Muerte y flotando tras él va una figura identificada como «Hades o Infierno. La muerte se lleva el cuerpo y el Hades se lleva el alma y como ha dicho alguien: «la muerte cabalga sobre el caballo, pero el Hades le sigue en un coche fúnebre. Existen cuatro formas de la muerte que están relacionadas con este ataque. La primera es la espada, que en este caso no representa a la guerra, sino al asesinato; al asalto unos contra otros. Son personas que se toman la ley en sus propias manos y asesinan a otras personas sin respeto alguno a la justicia o a la ley.

Juntamente con el asesinato aparece por doquier el hambre y la inanición. Todos estamos familiarizados con esas terribles escenas de regiones donde hay hambre, principalmente en Africa, y vemos las barrigas hinchadas y distendidas de los niñitos con sus piernecitas como palillos, al ir desapareciendo la carne de sus cuerpos y mueren de una muerte terrible a causa de la inanición. Jesús habló de hambres como éstas en Mateo 24. Dijo que en la tierra habría terremotos, hambres y plagas. Estas plagas son enfermedades endémicas. Cuando comienza a desmoronarse la civilización, las defensas de la humanidad en contra de la enfermedad también se pierden y se ven decimadas poblaciones enteras. Puede que también encontremos aquí una referencia a la guerra biológica, a la propagación intencionada de enfermedades entre las gentes a fin de deshacerse de ellas de forma masiva. Además abarca la aparición de enfermedades antes desconocidas y tenemos un anuncio de estas terribles plagas en el SIDA de nuestros propias días.

En cuarto lugar, las bestias salvajes de la tierra se multiplicarán y los humanos se verán sometidos al ataque de estos depredadores. El relato dice que «la cuarta parte de la tierra cae presa de estos ataques. Es difícil saber si se trata de una división geográfica o demográfica de la tierra. Si es geográfica, entonces una cuarta parte del globo se verá diezmado por causa de estas espantosas plagas. Si es demográfica, significa que una cuarta parte de la población desaparecerá. Existen aproximadamente cuatro billones de personas actualmente en la tierra y eso significaría que un billón de personas, equivalente a toda la población de China, se vería diezmada por causa de la enfermedad. Es una imagen de una tierra desolada causada por el odio y la barbarie.

Estos cuatro juicios, relacionados con los sellos, son todos ellos referencias a las fuerzas que están ya en funcionamiento entre nosotros, pero llegarán a extremos sin precedentes en aquel día. Por lo tanto, los cuatro sellos confirman el método anunciado por Dios para hacer que los hombres se enfrenten con la verdad. ¿Cómo consigue que dejemos de taparnos la cabeza y que dejemos de negarnos a enfrentarnos con la realidad? ¡Permitiendo que el mal se manifieste en todo su poder! En Romanos 1 declara que él «entrega a los hombres a sus propias pasiones, a su propio mal y permite su manifestación ilimitada. Dios nos enseña a afrontar las verdades desagradables dándonos lo que exigimos. Si los hombres quieren creer en una mentira, entonces Dios enviará la mentira, la mentira del antiCristo, el poderoso engaño que describe Pablo. Si los hombres se empeñan en matar y destruir y se niegan a ver el mal que eso representa, entonces Dios les permite una completa anarquía, el gobierno de las multitudes y, finalmente, la destrucción nuclear. Si los hombres quieren más y más lujos y un nivel de vida más elevado, se les da lo que lo acompaña, la elevada inflación, que acaba por hacer que el dinero carezca de valor. Si los hombres exigen el poder y el dominio, lo que recibirán serán las intrigas, el asesinato, la enfermedad y la desolación en la tierra, cosas que no se pueden frenar, porque son consecuencias a las que no se puede escapar debido a la maldad de la humanidad.

En esta serie tenemos tres sellos más que examinar, aunque dos de ellos aparecen en este capítulo. En estos dos ya no se permite que las fuerzas naturales lleguen a dominar, sino que tenemos algo bastante diferente. Se nos muestran actividades sobrenaturales; Dios está obrando en medio de los juicios de los cuatro jinetes, tanto para bien como para mal. De modo que leemos acerca de la apertura del quinto sello:

«Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que ellos tenían. Yo clamaba a gran voz diciendo: ¿Hasta cuándo oh soberano Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra? Y a cada uno de ellos le fue dado un vestido blanco; y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos, como ellos.

Este es un párrafo difícil de entender porque trata de un fenómeno que nos cuesta trabajo entender, es decir, la manera en que las personas pueden morir durante el curso de un período de tiempo y, con todo y con eso, puedan llegar todos ellos juntos al cielo. Es algo que marca la diferencia entre el tiempo y la eternidad. El altar que se menciona aquí no ha aparecido con anterioridad, pero indica, como será confirmado después por referencias posteriores hechas en este libro, que estamos contemplando el gran templo celestial, el templo que vio Moisés cuando estuvo sobre el Monte Sinaí. Se le mostró un plano que debía de copiar para construir el antiguo tabernáculo de aquellos tiempos, ordenándosele que lo copiase exactamente igual que le había sido mostrado. Por lo que el tabernáculo contenía un gran altar de bronce, un lavacro en el patio exterior, el Lugar Santo con ciertos muebles, y el Santísimo, todos ellos reflejo del templo celestial que había visto Moisés.

¡Aprendemos gracias a otros pasajes de las Escrituras que estos simbolizan el lugar final donde habrá de morar Dios que es el hombre mismo! El hombre es, por lo tanto, la morada de Dios. Cuando lleguemos al final de Apocalipsis veremos de qué modo se *****ple esto y de que es el hombre el que se convierte en el templo de Dios. Estos símbolos se nos ofrecen como una explicación, tremendamente significativa, de la configuración psicológica de nuestra humanidad, cuerpo, alma y espíritu, de la misma manera que el tabernáculo estaba formado por el Patio Exterior, el Lugar Santo y el Santísimo, aunque no tengo tiempo para exponerlo más a fondo.

Este grupo de mártires está claramente relacionado con la gran multitud del capítulo 7, que examinaremos la semana que viene. Juan ve a una gran multitud, que ningún hombre podía contar, de toda tribu, nación y lengua de la tierra, que se encontraba ante el trono, habiendo muerto todos ellos por causa de su testimonio. Este grupo también pertenece a esta multitud porque también a ellos les dan las vestiduras blancas y se les dice que deben de esperar hasta que también fueran muertos sus hermanos. Esto indica que estos mártires y los que habrían de ser asesinados después componen esa gran multitud y todos ellos habrán de entrar al mismo tiempo en el cielo. Es la manera que tiene Dios de expresar el paso del tiempo a las condiciones de la eternidad, donde el pasado y el futuro se eclipsan y solo existe el presente.

Si tiene usted a seres amados que han fallecido en el pasado, tal vez un padre, una madre, un abuelo o algún amigo santo que sabe usted que pertenece al Señor, tendemos a pensar que esas personas nos están esperando en el cielo. Puede que se los imagine sentados, tocando el arpa, vestidos con vestiduras blancas, esperando que sean resucitados sus cuerpos y a que usted se una a esas personas en el cielo, pero esa es una adaptación de la eternidad a las condiciones del tiempo. Estamos obsesionados por la idea de que el cielo es una continuación eterna de las condiciones del a tierra; pensando que el futuro y el pasado los experimentaremos en el cielo de la misma manera que sucede en la tierra, pero no es así. ¡La eternidad es siempre ahora! En la eternidad los acontecimientos tienen lugar cuando las personas están listas para que sea así, no en una secuencia prescrita y determinada. No tengo tiempo para ampliar esta idea, pero si desea usted saber mas sobre el tema quisiera referirle a mi libro «Authentic Christianity (El Cristianismo Auténtico) en el que he escrito un capítulo sobre el Tiempo y la Eternidad que explica esto con mayor detalle.

Pero fijémonos en la oración que hacen estos mártires, es un llamamiento a la venganza. Es bastante diferente de las oraciones que se espera que hagan los cristianos por sus enemigos, ¿no es cierto? Jesús nos dice que debemos de orar por los que nos tratan con desprecio y por los que nos persiguen y que nuestra oración debe reflejar la oración que hizo Jesús estando en la cruz «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Cuando Esteban, el primer mártir, vio al Señor que estaba siendo apedreado, le dijo: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Está pidiendo que sus enemigos fuesen perdonados porque no sabían lo que hacían. Esa debe de ser la oración de los creyentes actuales por aquellos que les persiguen o que se aprovechan injustamente de ellos.

La semana pasada escuché en la radio una entrevista muy interesante que le hicieron a Rachel Saint, la hermana de Nate Saint, uno de los cinco hombres que fueron mártires en Ecuador en 1956 al intentar comunicarse con los indios aucas. Después de ello, Rachel Saint y sus compañeras regresaron junto a la tribu para vivir entre aquellos asesinos. Les sirvieron, les amaron y les enseñaron el evangelio hasta que ganaron a Cristo al hombre mismo que había matado al hermano de Rachel. El entrevistador le preguntó: «¿por qué regresó usted junto a esa tribu? a lo que respondió: «Porque en la cultura india vivían para la venganza, pero como cristiana sabía que nuestro mensaje era el perdón a los que nos perjudican. La mayoría de esa tribu se hicieron cristianos gracias al ministerio fiel de estas mujeres. Sin embargo, alguien me dijo hoy que los jóvenes están abandonando la tribu y se ven envueltos en las mentiras del mundo que les rodea y muchos de ellos están perdiendo su herencia cristiana.

Pero estos mártires en el quinto sello no están viviendo en los días en los que Dios soporta pacientemente las injusticias de los hombres. Estos son días de juicio, días en que los que aquellos que hacen el mal tienen que rendir cuentas, es el momento de la venganza. Las oraciones, por lo tanto, del pueblo de Dios reflejan la mente de Dios en ese tiempo. Guiados por el Espíritu, oran por lo que Dios tiene la intención de llevar a cabo durante estos últimos días.

Ahora llegamos al sexto sello.

«Y miré cuando él abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de cilicio; la luna entera se puso como sangre y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera arroja sus higos tardíos cuando es sacudida por un fuerte viento. El cielo fue apartado como un pergamino enrollado, y toda montaña e isla fueron removidas de sus lugares.

¡Esta es una gráfica descripción del caos de la naturaleza! Todo el mundo natural se alborota. Una vez mas en Mateo 24 Jesús describe este mismo acontecimiento, en los versículos 29 y 30:

«Pero inmediatamente después de la tribulación (y se refiere a la gran tribulación), de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces se manifestará la señal del Hijo del Hombre en el cielo y en ese tiempo harán duelo todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.

Estos seis sellos nos han llevado casi hasta el final de todo el período de siete años de duración y hemos avanzado rápidamente por este período dramático. Después de la gran tribulación la naturaleza se verá conmocionada por causa de algún fenómeno cósmico. Tal vez se trate del acercamiento de algún cuerpo celestial, que no ha sido detectado, que desestabilice la gravedad de la tierra. Los volcanes comenzarán a expulsar su lava, los grandes terremotos, mucho mayor que el que acabamos de experimentar, retumbarán por toda la tierra; las estrellas parecerán caerse del cielo, el oscurecimiento del sol y de la luna serán el resultado de las cenizas y del polvo causado por estos fenómenos.

Prestemos atención a lo que dice Lucas en el capítulo 21 de su evangelio, describiendo el mismo acontecimiento:

«Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante el rugido del mar y del oleaje. Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectación de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en poder y gran gloria.

Este será un tiempo de terror y de angustia por toda la tierra. ¿Qué efecto tendrá esto sobre las gentes? Juan ve ahora la escena final bajo el sexto sello.

«Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, todo esclavo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas, y decían a las montañas y a las peñas: Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero. Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¡quién podrá permanecer de pie!

¿Quién podrá permanecer en pie? Esa es la pregunta que pende en el aire y, como es natural, nadie lo conseguirá. Es el fin de la civilización tal y como la conocemos. Todas aquellas personas que aun no han creído en Cristo, que han rechazado su oferta de gracia, se verán sometidas a esta terrible catástrofe y clamarán con un temor desesperado. Es evidentemente la escena que se describe en el capítulo 2 de Isaías cuando: «los hombres se meterán en las grietas de las rocas pidiendo que caigan sobre ellos. Además el profeta dice en Isaías 26:10: «Aunque se le tenga piedad al impío, no aprende justicia; en tierra de rectitud hace iniquidad y no considera la majestad de Jehová. En ese día aquellos que se hayan negado a creer habrán llegado a una etapa en la que no podrán creer, en la que no se arrepentirán ni orarán al Señor pidiendo la salvación, sino que más bien sentirán un espantoso temor y pedirán a las rocas que les destruyan, manifestando abierta y públicamente lo que sienten hoy privada y secretamente. Es un extraño fenómeno, que se confirma fácilmente, que cada una de las personas incrédulas está convencida en su propio corazón de que la muerte es, de algún modo, el escape mediante el olvido! Pensando que pueden escapar a las terribles consecuencias de su mal muriendo. Por eso es por lo que se suicidan las personas. Creen que escapan a sus problemas, que no habrá consecuencias más allá de la muerte, pero la Palabra de Dios nos asegura que esto no es verdad: «está establecido que los hombres mueran una sola vez y después el juicio.

¿Por qué se nos dicen estas espantosas verdades? Si ya pertenecemos al Señor y somos miembros de su cuerpo, la verdadera iglesia, no formaremos parte de esa escena. Esta es la gran promesa que hemos oído en varias ocasiones en el Apocalipsis hasta este punto. Toda esta terrible escena es concretamente enviada a las siete iglesias de Asia para que las lean y las entiendan. ¿Por qué? No es solo para que seamos serios en nuestro testimonio, sino que tiene además la intención de mostrarnos dónde van a acabar las fuerzas y los movimientos que nos rodean por el momento. Esto se nos dice a fin de que podamos reconocer el mal mientras todavía parece que todo va bien y, de ese modo, podamos juzgar qué dar de nosotros mismos y qué rechazar.

Un versículo del Evangelio de Juan, concretamente el 3:36 nos cuenta la historia completa: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Isaías da exactamente en el clavo del motivo de estos juicios. Es, según nos dice, que «el orgullo del hombre ha de ser humillado. El orgullo del hombre, esa espantosa ambición que sentimos dentro por estar al frente de todo, por controlar nuestras vidas y las de otras personas, por dirigirlo todo, por ser el centro de nuestro pequeño universo y juzgarlo todo, pensando en si nos complace o no, ese es el orgullo del hombre y la gracia puede conseguir que se humille. El espectáculo del Hijo de Dios muriendo en nuestro lugar debería de hacernos ver el mal que hay en nuestros corazones, pero si la gracia no consigue que nos humillemos, habrá de producirse el juicio final.

Hemos de dejar el tema aquí y aunque no me gusta predicar estos mensajes y prefiero muchos más las maravillosas visiones del trono de Dios en el cielo, con los ángeles cantando alrededor de él el canto de los redimidos, me doy cuenta que es preciso que seamos fieles a las Escrituras y reconozcamos que ha de venir un día cuando la ira de Dios caiga sobre la impiedad de los hombres y hemos llegado a ese día. Pero asegurémonos de que no hay en ninguno de nosotros un corazón malvado de incredulidad.



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Nº de Catálogo 4198

Apocalipsis 6:1-17

Décimo Mensaje

21 de Enero, 1990



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