La autoayuda es un tema popular durante esta época del año. Algunos la consideran un método que permite mejorar la salud, conseguir un empleo mejor remunerado, o alcanzar nuevos objetivos.
Pero, para los cristianos, la meta es siempre encontrar la manera de llegar a parecerse más a Cristo, aunque a veces tratamos de lograrlo de la manera equivocada.
La memorización de versículos de la Biblia los estudios bíblicos y servir a los demás, son maneras maravillosas de crecer en la fe, pero si en verdad queremos madurar espiritualmente debemos acudir al Espíritu Santo.
La presencia del Espíritu Santo en nosotros es esencial para nuestra transformación interior, y nunca desarrollaremos un carácter y un comportamiento que le agrade a Dios sin Él.
En vez de comenzar un programa de autoayuda, ¿por qué mejor no tratar de descubrir el propósito de Dios que tuvo para usted cuando le creó? Puede tener la seguridad de que el Espíritu Santo estará a su lado para ayudarle en esa transformación. Pero recuerde que Él no le obligará a cambiar. La única manera que usted tiene de experimentar todo su potencial en Cristo, es cooperando con el Espíritu.
Permita que el Espíritu le guíe.
Si usted quiere llegar a ser todo lo que Dios quiso que fuera, debe comenzar con renunciar a sí mismo. Fue por eso que el Señor Jesús dijo: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (Lc 17.33). No es posible ser un discípulo de Cristo, y mantener el control. Nuestro potencial se descubre solamente cuando permitimos que el Espíritu Santo tome el control absoluto de nuestra vida.
Debido a que hay una batalla continua dentro de cada cristiano, el Espíritu Santo quiere llevarnos a la obediencia a Dios, pero nuestra carne desea hacer su propia voluntad (Gá 5.17). Satanás trata de convencernos de que la libertad se logra haciendo lo que queremos, pero, en realidad, esto termina esclavizándonos. Dios promete que si le permitimos al Espíritu Santo que señale el camino, dejaremos de desear lo malo (Gá 5.16).
Tome la decisión de dejar que el Señor le dirija, y rinda el control de su vida a su autoridad. Con el tiempo, notará que el poder de Dios aumentará en usted y que su carne se volverá menos dominante. En vez de insistir en sus derechos, prestará atención a la dirección del Espíritu y buscará la voluntad de Dios. No se trata de una vida de perfección, sino de una vida inclinada a la obediencia. Todos tropezamos, pero cuando somos llenos del Espíritu, nos apresuramos a confesar nuestra falta y a apartarnos de nuestro pecado.
Confíe en el Espíritu Santo.
Cuando usted se levanta en la mañana, ¿piensa en el Espíritu Santo antes de iniciar su rutina diaria? ¿Toma la decisión consciente de depender de Él para que le prepare para todo lo que le espera? La razón por la que muchos cristianos se sienten derrotados, es porque no entienden lo que el Espíritu Santo ha venido a hacer en y por medio de ellos.
Recuerde que Dios desea ver en usted el fruto que produce el Espíritu, no los logros que son producto de su autosuficiencia. Los seres humanos somos capaces de hacer cosas admirables. Podemos predicar sermones, dar de comer a los pobres y ayudar a quienes sufren, utilizando nuestras propias fuerzas. De hecho, iglesias completas pueden funcionar sin ninguna ayuda del Espíritu, y eso no es lo que el Señor quiere.
El trabajo que Dios tiene para nosotros es sobrenatural y requiere poder sobrenatural para llevarlo a cabo. Ninguno de nosotros es competente para la tarea, sin el poder que nos da el Espíritu Santo trabajando por medio de nosotros. De hecho, los discípulos de Cristo no estuvieron listos para el trabajo de esparcir el evangelio hasta que el Espíritu Santo descendió sobre ellos en Pentecostés (Lc 24.49).
No piense en ningún momento que este principio es solo para los líderes de la iglesia. Todos necesitamos del poder del Espíritu Santo en cada aspecto de la vida. Cualquiera puede vivir una “vida normal”, pero el Señor nos llama a vivir de una manera sobrenatural, de tal manera que mostremos su carácter en todo lo que hagamos.
Sin el poder divino, ¿cómo se puede llegar a ser un buen padre o una buena esposa, cómo se puede perdonar, soportar sufrimiento, o ser un buen ejemplo de Cristo en el trabajo? El fruto del Espíritu no se logra con el esfuerzo propio (Gá 5.22, 23). La única manera de vivir en santidad, es mediante el poder del Espíritu Santo.
Utilice sus dones espirituales.
Parte de descubrir su potencial total en Cristo, consiste en llegar a saber lo que Dios ha dispuesto que usted logre. Hemos sido llamados a servir al Señor en todo, pero Él también ha hecho un llamamiento especial a cada uno de nosotros. Usted no querrá pasar toda su vida viviendo como mejor le parezca, solo para llegar después al cielo y descubrir que se perdió de todo lo que el Señor tenía en mente para usted. Por eso es tan importante que ande con el Espíritu cada día de su vida. Él es el único que puede guiarle a ese llamamiento.
Puesto que el Espíritu Santo sabe exactamente qué quiso el Señor que alcanzáramos cada uno de nosotros cuando nos creó, Él nos ha dado los dones espirituales pertinentes. Estos dones son capacidades divinas que nos han sido concedidas para capacitarnos de modo que llevemos a cabo el deseo especial de Dios para nuestras vidas. Y aunque los dones espirituales nos son dados para que podamos servir efectivamente, por lo general no llegan a nosotros totalmente desarrollados.
Por ejemplo, Dios puede darle a usted el don de la enseñanza, pero sin el estudio diligente de las Sagradas Escrituras, su efectividad se verá limitada. Si tiene el don de la misericordia, puede tomarle tiempo aprender a consolar a las personas que el Señor traiga a su vida. Pero no se rinda, los dones espirituales se desarrollan con el tiempo, y llegamos a tener más éxito con la práctica de su uso.
Busque la pureza.
Aunque usted tiene un gran potencial ante los ojos de Dios, hay un aspecto más que puede llegar a impedir que experimente lo mejor de Él. Si está aferrado a algo que le desagrada al Señor, está poniendo en peligro su pureza y apagando su Espíritu. Puede ser un pecado o alguna otra cosa que se esté interponiendo entre usted y su total obediencia a Cristo.
Si usted siente como si le resultara imposible vivir sin aquello que se interpone entre usted y Dios, es porque Satanás le está mintiendo. Sus tentaciones siempre dan como resultado la esclavitud. Por eso es que renunciar al pecado es una lucha tan grande.
Cualquier cosa a la que usted se esté aferrando jamás será comparable con el valor de lo que Cristo puede hacer en una vida rendida a Él.
El Señor está esperando a que usted deje esas cosas y se someta completamente a Él. Si usted las pone a sus pies, el Señor las reemplazará con una vida victoriosa de poder y libertad, y llegará a ser la persona que Él quiso que fuera cuando le creó.