Por Rev. Julio Ruiz. Texto: Isaías 9:6, 7. La Navidad que solemos ver durante estos tiempos nos muestra rostros muy distintos a lo que fue
Las decoraciones le dan un rostro donde hay una competencia de luces; mientras que algunas celebraciones le dan el rostro de la extravagancia, y en no pocas fiestas, la complacencia de la carne. Pero sin duda que el rostro con el que se conoce más
I. EL ROSTRO DE LA HUMILLACIÓN
1. Isaías comienza diciéndonos que el mismo quien es el Dios Altísimo también es el niño que ha nacido. Como dice Matthew Henry’s: “El anciano de días ha llegado a ser un infante de largo espacio”. El Padre eterno es ahora el hijo dado. El descenso divino no pudo ser más grande. Dios haciéndose hombre. ¡Bendito misterio!. El que ha sido en forma de Dios como lo expresa Pablo a los filipenses “no le importó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó así mismo, tomando forma de hombre…” (Fil. 2:6). O como lo expresó Juan, quien al hablarnos de
2. De manera que lo primero que nos dice el profeta fue que él fue dado. Dado de una manera libre. Es dado para todos por el puro afecto de la voluntad divina. Fue dado por el exclusivo amor de Dios: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Fue dado, y lo único que se hace con un regalo es recibirlo. Las religiones que “venden” su fe ignoran que Dios ha dado a su Hijo. De modo que Cristo nació para nosotros; nos fue dado, sólo para los hombres, no para los ángeles. Los que quedaron con Dios no necesitan salvación y los que cayeron están condenados. De modo que Cristo fue dado para la salvación de la humanidad. En todo caso, la misión del ángel fue la de anunciar su nacimiento al decir a los pastores: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David un salvador que es Cristo el Señor” ¿No es esto algo sublime?
3. La encarnación de Dios a través de Cristo planteó la más grande humillación a la que la divinidad fue sometida. Todos los conceptos de la filosofía han quedado trastocados desde el mismo momento que se anunció que el verbo abstracto, para muchos, llegó a convertirse en carne. De modo que la nueva teología se ha escrito sobre la base de un verbo humano. Los gnósticos no podían aceptar esto. Para ellos el cuerpo humano representaba la parte más oscura del ser humano. ¿Cómo podía un Dios santo escoger el este cuerpo para vivir? La posibilidad de un Dios que se encarne y que asuma nuestra naturaleza es incompatible para una mente racional.
4. Con la encarnación Dios asumió el camino de la pobreza. Así lo expuso Pablo, cuando dijo: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre, para nosotros con su pobreza fuésemos enriquecidos” (2 Corintios 8:10). Las preguntas a esta declaración surgen a la vista.¿Cómo es que siendo rico se hizo pobre? ¿Cómo es que siendo el dueño de todo se hizo un esclavo? ¿Cómo es que siendo un Espíritu infinito se llegó a ser visible ante nuestros ojos? ¿Cómo es que siendo el Consolador eterno, exclamó sintiéndose desamparado?
5. Así, pues, cuando Jesús nació se hizo pobre. Los hijos de los reyes nacen en cunas de marfil, adornados de oro y con colchas de terciopelo. El nacimiento anticipa fiestas y celebraciones. Las celebridades del mundo son notificadas del gran evento, llevando al recién nacido los suntuosos regalos. El heredero del reino ha nacido, todo el mundo tiene que rendirle pleitesía. La riqueza y el lujo adornan su nacimiento.
6. El Hijo de Dios, quien debería nacer en una cuna de oro y ser reverenciado por el César y Herodes, nació en un maloliente establo donde comían los bueyes, asnos, caballos… Nació en la cocina de los animales. No vinieron dignatarios, ni enviaron felicitaciones. Al contrario, solo aparecieron unos humildes pastores y unos sencillos magos del oriente. La madre de Jesús fue una humilde doncella de Israel. José el padre adoptivo, un carpintero de Nazaret. Tan pobres eran que al momento de ofrecer lo requerido por la ley al momento de dedicar al niño, trajeron dos palominos, pues no tenían como ofrecer ovejas.
7. Y esa humillación siguió en el curso de su vida. Vivió pobre y murió pobre. Cuando el diablo le tentó, le ofreció un camino de grandeza, pero prefirió aceptar el camino de la humildad, diciendo que “no solo de pan vivirá el hombre”. Siendo dueño de todos los mundos, no tuvo un lugar “donde recostar su cabeza”. Siendo dueño de todos los tesoros de mundo, no tuvo una moneda para mostrar la cara de César. Pudo haber viajado en los mejores carros tirados por veloces y majestuosos caballos, sin embargo entró a Jerusalén montado en un asno. Pudo haber desarrollado un ministerio entre los hombres más cultos y sabios, sin embargo prefirió servir entre los más humildes: cojos, ciegos, paralíticos, prostitutas, cobradores de impuestos, desamparados… Y por supuesto que lo más emblemático de su pobreza tuvo que ver con la cruz. Es curioso que el oficio de Jesús fuera el de carpintero. Su nacimiento fue en una cuna de madera y murió clavado en una cruz de manera. Él, siendo rico, se hizo pobre. Desde el nacimiento hasta su muerte tenemos el rostro de la humillación. Pero con la resurrección tenemos su exaltación.
II. EL ROSTRO DE LA EXALTACIÓN
1. Después que Isaías nos habla del niño que nos ha sido dado, presentándonos con eso todo un estado de humillación, ahora nos muestra el otro rostro de la Navidad: su exaltación. Y lo primero que dice es que ese bebé iba tener “el principado sobre su hombro”. Muchos infantes o infantas, quienes son los herederos de alguna realeza, lo han sido para su país. Pero el único infante que nació para tener el “principado”; o sea, el dominio universal, se llama Jesús. Ese testimonio lo comprobó Pablo, quien tuvo un vivo encuentro con el Jesús resucitado: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). Y Juan dijo: “Y el verbo se hizo carne… y vimos su gloria”
2. Normalmente estamos acostumbrados, en especial para este tiempo de Navidad, a escuchar el nombre del “Niño Jesús”. Sobre el mismo se ha hecho toda una tradición que se asocia con los regalos y costumbres de la época. Pero cuando analizamos los nombres que el profeta le dio a ese “hijo que nos es dado”, vemos que tales nombres se salen de lo temporal para conducirnos a lo eterno. Dejan el elemento histórico-geográfico, para llevarnos hacia un plano más espiritual y teológico. Todos son nombres que lo exaltan. Es como se ha dicho: “Cinco Títulos para un sólo Bebé”.
3. Lo primero que se nos dice es que él es ADMIRABLE. ¿Qué es algo admirable? Bueno, podemos decir algo para lo que nuestra vista no está acostumbrada a ver con frecuencia. En el caso de Jesús él es admirable porque reúne en sí mismo el lado divino, pero también el humano. Él es admirable en su carácter. Su bondad, amor y misericordia no han sido visto en ningún otro ser. La hermosura de su santidad acompaña este nombre. Pero sobre todas las cosas, sus obras, todas, son admirables. Todo él es admirable.
4. Él es CONSEJERO. Lo es en primer lugar por su sabiduría. De él dijo el mismo profeta Isaías “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (Isaías 11:2). Él es la encarnación de la aquella Sabiduría que existió antes que el mundo fuera (Proverbios 8:12-30). Pero sobre todo, lo es por el entendimiento que él tiene del ser humano. ¿Quién podrá negar que Jesús sea el mejor sicólogo y el mejor siquiatra? No siempre los consejeros humanos son capaces de dar los consejos que nos daría nuestro Señor. Es más, a veces nuestros consejos podrían generar más confusión en el aconsejado. Su consejo lo ha revelado en su palabra. Leerla es encontrar la respuesta.
5. El niño que nació en Belén también sería DIOS FUERTE. Jesús fue el Mesías prometido pero también es Dios mismo. Esto es lo que muchos ni entienden ni quieren aceptar. ¿Por qué afirmamos esto? Porque nadie pudo hacer lo que Jesús hizo, a menos que fuera Dios mismo. ¿Quién ha hecho los milagros que solo Jesús ha hecho? ¿Quién es el único que se ha atrevido a perdonar pecado? ¿Quién ha caminado sobre el mar? ¿Quién ha resucitado de la muerte venciendo a todos los enemigos que nos esclavizaban?
6. El niño también sería PADRE ETERNO. Cuando
5. Pero sobre todo, el niño de Belén sería el PRÍNCIPE DE PAZ. Así lo declararon los ángeles la noche que Jesús nació: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz…!”. Jesús vino a ponerle un cese a los conflictos del alma, la primera batalla que el hombre libra. Vino a darle paz al espíritu angustiado. A poner en reposo a la conciencia culpable. A dejar que un hombre atormentado por demonios ahora pueda estar: sentado, vestido y en su juicio cabal. Cristo vino a sacar a los hombres del dominio de la oscuridad donde Satanás les tiene esclavizado para trasladarlos al reino de la luz. Él vino para amistar al hombre con Dios, después que este había pecado contra él. Él es el verdadero PRINCIPE DE PAZ. El mundo jamás tendrá paz si Jesús no llega a ser su Príncipe de paz. La paz que necesita el alma con la que reconoce la salvación es la que da Jesucristo.
CONCLUSIÓN: