Mantenga Abierto su Corazón a la Compasión II

Extiéndase

Antes, cuando tenía compasión por alguien, yo no sabía qué era y pensaba que sólo les estaba teniendo lástima hasta que un día me di cuenta de que Dios me estaba hablando, pidiendo que derramara su amor y mostrara su misericordia a las personas necesitadas.

Dios siempre nos estará llevando con personas necesitadas, y si es sensible a ello, usted podrá discernir el amor sobrenatural de Dios creciendo en su interior, dirigiéndole hacia una persona o situación donde Dios quiere usarlo a usted para traer ayuda, pero hay que saber reconocer lo que está sucediendo y después seguir aquel amor.

En muchas ocasiones, hacemos de la guía de Dios algo muy complicado queriendo que Él nos hable, nos guíe, nos diga para dónde ir, y a quien deberíamos mostrar bondad, amor, misericordia o alguna ayuda física. Pensamos que deberíamos sentir escalofríos o escuchar un trueno en el cielo, pero, amigo, cuando siente amor está sintiendo a Dios, Él le está hablando. Cuando siente compasión hacia una persona, esa es la manera que Dios está usando para decirle que debería bendecirla. Vaya a animarla, y vea de qué manera puede hacer que su vida sea mejor.

Se puede encontrar en un restaurante con muchas personas, y de repente, siente una gran compasión y preocupación por alguien que está sentado al otro lado del lugar. Siente una carga por ella, y tiene el deseo de ayudarla, quizá ni conoce a la persona, pero quiere que su vida sea mejor. Muy bien podría ser que Dios le esté hablando, animándole a ser una bendición para ella. ¿Por qué no pagarles su comida? Páseles un recadito diciéndoles que estará orando por ellas; deténgase en su mesa para darles una palabra de ánimo. Haga algo para expresar el amor que Dios está impulsando en su interior.

Es cierto que debe ejercer discernimiento y asegurarse de que es Dios el que le está moviendo y no alguna otra motivación, pero en la mayoría de las ocasiones, cuando usted demuestra cuidado y compasión, su demostración no será rechazada.

“Ay, Joel, esas personas del restaurante están bien, se encuentran riendo y pasándola muy bien y parece que no tienen ninguna preocupación o problema en el mundo entero. Ellas no necesitan mi dinero, tal vez van a tacharme de loco si les pago la comida y les digo que estaré orando por ellos”.

Es posible, pero lo más seguro es que no. Dios no le daría tanta compasión por ellas si no les hiciera falta lo que usted les puede dar, pues por muy sonrientes que se vean, no sabe uno lo que puedan estar pasando por dentro porque sólo Dios ve el corazón de una persona, y Él sabe cuándo ellas están sufriendo. También sabe cuando se sienten solas y cuando han tomado una decisión errónea, y si usted se atreve a tomar un paso de fe y se extiende hacia ellos en amor, usted podría ser la persona que ayuda a cambiar el rumbo de una vida o la mantiene en el camino indicado. Nunca sabe lo que una palabra de ánimo hará, ni sabe el impacto que podrá tener un solo acto de bondad.

Unos años atrás, desperté una mañana y tenía un sentir muy fuerte de cuidado y compasión por un amigo mío de muchos años. Tenía años de no verlo, y no había hablado con él desde hacia unos quince años, pero había sido uno de mis mejores amigos de niño. Jugábamos muchos deportes y pasábamos mucho tiempo junto. Seguí pensando en él durante todo el día, y yo esperaba que todo anduviera bien con él.

Por fin, se me ocurrió que quizá Dios me estaba hablando, y que debería tomar acción. Decidí hablarle a mi amigo para saludarlo y ver cómo se encontraba, y aunque no tenía idea de cómo ponerme en contacto con él, finalmente logré encontrarlo y le hablé.

Mi amigo contestó el teléfono, y dije: “¡Hola!” Habla Joel Osteen, he estado pensando en ti durante todo el día. ¿Cómo has estado?”

Sólo se escuchaba silencio del otro lado de la línea, ni una sola palabra, y pensé que eso era muy raro. No sabía que pasaba pero no colgué el teléfono, y después de unos quince o veinte segundos, percibí que mi amigo estaba llorando. Este hombre había sido uno de los atletas más duros y fuertes cuando estábamos creciendo, y nunca le había visto llorar, pero ahora si estaba llorando. Cuando finalmente pudo hablar, me dijo: “Joel, hace poco mi esposa me dejó, y he estado muy deprimido y desanimado”. Siguió diciendo: “No soy una persona religiosa, pero oré: “Dios, si estás allí, si en realidad me amas, si te importo aunque sea un poco, sólo dame alguna señal”. Y luego sonó el teléfono y eras tú”.

Dios sabe lo que está haciendo, Él sabe quién está sufriendo. Él sabe a quien se le están acabando las fuerzas. Si usted sigue ese fluir de amor y compasión a dónde lo lleve, podrá ser la respuesta a la oración de una persona desesperada y sola. Quizá no puede captar el impacto de una llamada corta, o lo que significa para una persona sola y dolida oír las palabras: “Estoy pensando en ti; he estado preocupado por ti. Te amo y creo en ti. Quiero estar orando por ti. Te voy a apoyar”.

Posiblemente se le ha olvidado cuánto poder para cambiar una vida pueden llevar esas sencillas palabras de esperanza. Deje que el amor sea su guía por la vida, y nunca ignore ese sentir de compasión en su interior. Aprenda a seguir el fluir del amor divino de Dios, y Él guiará sus pasos y le mostrará cómo y cuándo expresarlo.

Quizá tendrá que arriesgarse a verse un poco absurdo o “súper espiritual”, pero es mejor errar al seguir la compasión que perderse de la oportunidad de ayudar a una persona para la cual podría ser su última esperanza. Hace unos quince años atrás, durante una reunión en Lakewood Church, mi mamá estaba compartiendo una Escritura y dando la bienvenida como de costumbre cuando de repente bajó su cabeza y, sin ninguna razón aparente, comenzó a llorar.

Me encontraba en la congregación junto a mi familia y me pregunté qué estaría pasando, ya que mi mamá se quedó en silencio unos treinta a cuarenta y cinco segundos más hasta que alzó la mirada y dijo: “No lo hagas, no lo hagas. Hay alguien aquí que está a punto de hacer algo que no debería hacer; por favor, ¡no lo hagas!”

Fue un momento conmovedor para la congregación, y pasamos todos unos minutos orando. Luego, nos fijamos en una hermosa joven que se acercaba desde la parte de atrás del auditorio. Venía llorando, y después de platicar con ella, nos dimos cuenta que había estado muy deprimida porque estaba embarazada y era soltera, y su mente estaba tan atormentada al punto que sentía que su vida no valía la pena.

Antes de salir de su casa había dejado escrita una nota explicando su suicidio, pero algo la impulsó a ir una vez más a la iglesia. No iba con la intención de cambiar de opinión, pero las palabras de mi mamá habían llegado de una manera sobrenatural hasta su corazón, tanto que pudo reconocer que Dios la amaba, que Él tenía cuidado de ella, y que tenía un futuro para ella. Ese momento le salvó la vida y cambió completamente su dirección.

¡Cómo nos hace falta aprender a seguir el fluir de la compasión de Dios! Si mi mamá me hubiera tachado de absurdo el decir aquellas palabras, esa joven y su bebé no estarían con vida el día de hoy.

Dios puede estar animándole a usted a tener compasión de alguien. Si el nombre de una persona se le viene a cada rato a la mente, y siente compasión hacia ella, haga algo al respecto. No lo deje para más tarde, haga una llamada telefónica, pase a visitar a la persona, o haga contacto de alguna otra manera apropiada.

“Oraré en privado por ellas”, podrá decir: “¿No basta con eso?” Posiblemente, si eso es lo que Dios le está diciendo que haga, pero muy seguido, Dios quiere que haga algo más que simplemente orar por ellas. Él quiere que haga contacto con esa persona a la que Él quiere expresarle amor y compasión. Quizá Él quiera que usted la vea cara a cara, que la mira a los ojos y le diga que Dios le ama y que usted le ama.

Tal vez le mande poner sus brazos alrededor de esa persona “intocable” y hacerla sentir su preocupación y cuidado. Si la persona se encuentra demasiado lejos, Dios le podrá dirigir a levantar el teléfono y dejarles oír su voz expresando el amor de Dios hacia aquella persona. Aun si Dios lo lleva a hacer un viaje a algún lugar distante, hágalo con tal de expresar su amor y compasión, pues Él le dará instrucción específica e inconfundible.

Podrá estar sintiendo un amor especial hacia sus padres y estar diciendo que en cuanto tenga un tiempo, cuando tengan los niños unos días feriados en la escuela, cuando ya no tenga tanto trabajo, entonces iré a verlos. No lo deje para más tarde porque tenemos que entender que cuando la compasión de Dios surge en nuestro interior y sentimos un amor especial hacia alguien, es por una razón específica.

Dios no causó esa compasión dentro de usted para esa persona simplemente porque Dios estaba sin nada que hacer. No, Dios hizo nacer ese cuidado en su corazón y mente con un propósito, y ahora usted necesita responder a él. Tiene que reconocer que aunque nuestro entendimiento de alguna situación puede estar limitado, Dios puede ver el futuro, y Él puede ver el panorama completo de nuestra vida. Debemos aprender a seguir rápidamente el fluir de la compasión.

Un momento irremplazable

Hace algunos años atrás, recibí muy de mañana una llamada telefónica de parte de mi papá. Para esto, Papá tenía dos meses con tratamiento de diálisis, y me dijo: “Joel, no dormí mucho anoche, y necesito ir a la clínica para que me hagan la diálisis. ¿Puedes venir para llevarle?”

Le contesté: “Claro, Papá. Ahora mismo voy”. Al ver el reloj, cual fue mi sorpresa al descubrir que eran las cuatro de la mañana. Me vestí rápidamente y conduje hacia la casa de mis papás. Al ir conduciendo, sentí un gran amor y preocupación por mi papá. No era un afecto normal, era un amor sobrenatural. Comencé a pensar qué bueno había sido él conmigo, qué orgulloso estaba de tenerlo como mi padre, y qué bien había tratado siempre a nuestra familia. Tenía un deseo enorme de expresarle mi amor porque aunque él sabía que le amaba, esto era algo diferente.

Así que, temprano esa mañana, rumbo a la clínica, me aseguré que mi papá supiera cuánto le amaba. Le dije: “Papá, haré todo lo que pueda para hacer que tu vida sea mejor, para que estés más a gusto, para que estés aún más orgulloso de mí”.

Normalmente, cuando llevaba a diálisis a mi papá, después de que le conectaban todo y comenzaba el proceso, no había mucho que hacer, así que yo me iba y regresaba a recogerlo después. El proceso duraba unas cuatro o cinco horas durante las cuales yo solía ir a hacer mandados, al trabajo o a mi casa, hasta que papá hubiera terminado, pero en este día, algo en mi interior me dijo que necesitaba quedarme con Papá, así que arrimé una silla y decidí que platicaría y pasaría un tiempo con él.

No había hecho planes para llevar a diálisis a mi papá en aquel día, por lo que tenía muchas cosas programadas, pero yo sabía que Dios quería que estuviera allí con él. Después de un rato mi papá se quedó dormido, cosa que aproveché para salir a comprarnos algo de almorzar y almorzamos juntos, platicando y conviviendo. Cuando terminó su diálisis, lo llevé a casa.

Estaba por salir por la puerta cuando mi papá me habló y me dio un abrazo muy grande. No era su abrazo de todos los días, pues no me soltaba, y me dijo: “Joel, eres el mejor hijo que podría esperar tener un padre”. Fue un momento muy especial entre nosotros, y sentí que tuvimos una conexión muy especial, había logrado mi meta de dejarle saber cuánto le amaba.

Salí esa mañana sintiéndome muy bien, sabiendo que Papá sabía que le amaba, sabiendo que estaba orgulloso de mí, y sabiendo que yo había seguido el fluir de compasión hacia él.
Y fue la última vez que vi con vida a mi papá.

Fue la última vez que pude darle un abrazo, la última vez que puede decirle que le amaba. Más tarde ese mismo día, mi papá sufrió un infarto e inesperadamente se fue con el Señor.

A pesar de mis lágrimas y pesar, más tarde pensé: Dios, eres muy bueno conmigo. Todo el tiempo yo pensé que estaba siguiendo el fluir del amor para el beneficio de mi papá, pero ahora me doy cuenta de que tú pusiste ese amor en mi corazón también para mi beneficio. Me siento muy recompensado el día de hoy porque sé que el último día de vida de mi papá, le pude expresar mi amor. Me sentí muy realizado sabiendo que no tenía de qué arrepentirme, no cambiaría nada de lo que dije, ni cambiaría nada de lo que hice. Tengo completa paz.

¿Qué hubiera sucedido si en ese día hubiera estado demasiado ocupado? ¿Qué si no hubiera seguido el fluir de compasión que Dios puso en mi corazón? ¿Qué si no hubiera sido sensible a ese amor y no hubiera expresado mis sentimientos hacia mi papá? Me hubiera perdido de algo muy precioso, un momento irreemplazable de historia – la de Papá y la mía.

En la mayoría de los casos, cuando nos extendemos a otras personas, cuando seguimos el fluir del amor, pensamos que lo estamos haciendo para el beneficio de ellas, pero le puedo decir por experiencia propia que a veces Dios pone compasión en nuestro corazón tanto para nuestro benefició como para el de otras personas.

Mantenga abierto su corazón a la compasión, y aprenda a ser pronto para seguir el fluir del amor que Dios ponga en él. Sea sensible y obediente a lo que Dios quiere que haga porque nunca se arrepentirá, ¡ni ahora, ni en mil años más!

Tomado del libro: Su mejor vida ahora
Editorial: Casa creación

Deja un comentario