David dice, «Quiero ver Tu Poder y quiero ver Tu gloria, aquí en el desierto como lo he visto en el santuario. Salmos 63:1,2
Vivimos en un día de mediocridad espiritual.
Nuestros «anhelos» por Dios mayormente se satisfacen con una dosis de descarga emotiva en una reunión. Nuestra entrega espiritual, por lo general no pasa de ser un mero «asentir» mental. Nuestro deseo de caminar con Dios pocas veces nos alcanza para negarnos a nosotros mismos y cumplir Su voluntad.
¿A dónde nos lleva todo esto?
A una falta de Realidad Espiritual.
A una falta de Pasión.
En Salmo 63 David clama en el desierto… (no en el templo, no desde el trono)
«Dios mío… mi alma tiene sed de Ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver Tu poder y Tu gloria, Así como te he visto en el santuario.»
¡Qué intensidad! ¡Qué clamor! ¡Qué fuerza! ¡Qué valentía y qué arrojo! En un mismo aliento confiesa una desatisfacción total y proclama un determinismo a seguir hasta alcanzar lo que le fue mostrado.
Cuan cierto es aquello de, «vivir sin pena es morir sin gloria»
Si no hay dolor
Si no hay desafío
Si no hay un creer
No habrá gloria y no habrá un cumplimiento de lo de Dios en la vida.
Vivimos en un día cuando la iglesia quiere sentirse realizada. Cuando tratamos de sanar todas las heridas – reales o imaginarias. Mitigar todos los dolores. Cuando hablamos de «auto-estima» y de que es lamentable tener un pobre concepto de uno mismo.
¡Qué trágico! Lo importante no es cómo nos vemos a nosotros mismos.
La Biblia nos habla de una visión de Dios.
La Biblia nos habla de todo un mundo más allá de éste.
La Biblia nos habla de algo hecho en la tierra como en los cielos.
De la posibilidad de nuestro ser en armonía con Dios.
La frustración es el estado del hombre, aun dentro de la iglesia en general. Con cualquiera que hablemos siempre está, mezclado con melancolía más que con fe, el elemento de lo que quisiera ser, o hacer, o alcanzar. Tenemos tantos jóvenes esperando llegar a algo… y cuando pasan los años… mirando atrás a lo que nunca fue.
La mayoría de los creyentes nunca alcanzan sus sueños – pero no porque Dios no lo quiere. Dijo Tozer, «Cuando estemos parados ante el trono de Dios no vamos a poder decir ‘Señor, quisiera haber alcanzado más de Ti en la tierra – más comunión , más fe,’ porque Dios nos va a decir, ‘Hijo, Yo te di todo lo que necesitabas para cumplir tu visión de Mí.’»
Tenemos mucha gente dando vueltas, tratando de transmitir algo de lo cual han oído solamente. No han pasado el proceso de clamor, búsqueda, dolor, quizás por años, hasta llegar a VER, OIR Y PALPAR.
Mira a Job, mira todo lo que tenía que pasar hasta que al final pudo decir, «Señor… había oído, mas ahora mis ojos te ven.» Es a ese punto que Dios quiere llevarnos.
Estoy hablando acerca de un transferir de la visión al mundo natural alrededor nuestro. Estoy hablando de un conocer que Dios nos ha dado una revelación de Su verdad. Algo que quiere que poseamos. Somos responsables de ver.
David comienza diciendo, «Dios mío eres Tú.»
Tenemos que comenzar allí.
Recuerdo cuando fui al campo misionero por primera vez. Había un hombre de Dios que había tenido mucha experiencia, que había sido muy usado por Dios a través de los años. Un día me dijo, «Pablo, tienes que llegar al lugar donde puedes decir ‘Este es mi Dios, es el Dios que habla y que respalda lo que yo hago.’»
El no es el Dios de la Biblia solamente.
El no es el Dios de la historia de la iglesia solamente.
El no es solamente el Dios de las doctrinas de los santos.
El es mi Dios y he de saber que El está conmigo.
Quizás lo que falta en el siglo veinte es el saber que Dios tiene autoridad absoluta. No puedo decir «Mi Dios» y luego hacer según mi propia voluntad. Tiene que ser «Venga Tu reino» – pero muchas veces, de alguna manera inconsciente es «Dios, venga mi reino.
Dios, mis ideas, planes, propósitos, anhelos sean cumplidos.
Dios bendíceme a mí, Dios acompáñame a mí.»
Vivimos en una edad de estructuras. Recuerdo cuando comenzó el movimiento de «discipulado.» Se pensó que, «Si nosotros enseñamos las verdades, revelaciones que hemos tenido a estos y estos enseñan a esos y esos a aquellos, la Iglesia va a marchar en forma maravillosa.» Pero no funciona así – no es así que Dios escoge obrar.
Cada vez que salgo veo una cosa – la gente va a la iglesia y el que está parado adelante dice «esto y esto y esto es verdad» y todos están impresionados. Luego, en algún momento dice algo totalmente equivocado y todos siguen diciendo, «Amén» ¡No hay discernimiento!
David comienza diciendo «Dios mío eres Tú – Solo Tú eres Dios – no miraré en otra dirección.»
Está en el desierto mientras escribe esto. «De madrugada te buscaré – primero en el tiempo, pero primero también en las prioridades de la vida.
¡Antes que todo – Dios!
Si nuestra vida cristiana va a tener significado tenemos que llegar a eso.
¿Es Dios mi Realidad, o es este mundo mi Realidad?
Tantos van al campo misionero y son derrotados. El choque cultural y espiritual los derrota.
Tantos van a la iglesia hasta que en el tiempo de prueba y tentación y dificultades se marchitan y mueren. Todo porque no han encontrado que la prioridad eterna es Dios.
«Mi alma tiene sed de Ti, mi carne te anhela
En tierra seca y árida donde no hay aguas,
Para ver Tu poder y Tu gloria
Así como Te he mirado en el santuario.»
David había tenido una experiencia con Dios. Alguien dijo, «Para cuando llegamos al final de la vida cada uno tiene su propia Biblia.» Hay palabras que Dios me da a mí que no da a otros. Hay pasajes que han cobrado significado personal; hay versículos que se han levantado en mi vida como mojones.
Papá estaba comentando ayer, quizás me deja repetirlo, acerca de su accidente cuando saltó de la ventana de un hotel en llamas. Cayó a tierra y se rompió muchos huesos. Le examinó el doctor y le tapó la cara anunciando que iba morir. Papá retiró de inmediato la sábana de sobre su cabeza y le preguntó, «¿Ud. se refiere a mi, Dr.? ¡Dios me ha dicho que no moriré sino que viviré!» Y el Dr. casi se muere de la sorpresa.
A las cuatro de la madrugada vino el pastor y se paró al pie de la cama; tenía la cara blanca como una sábana. Papá le contó, «Sabes, Dios me dio dos muletas para salir caminando de esta situación. Dios me ha dicho dos cosas, ‘No moriré mas viviré’ y ‘en cuanto a Dios, perfecto es Su camino.’» De manera que tenía dos palabras en las que apoyarse. No las ha olvidado y estoy seguro que nunca las olvidará. Hay cosas que Dios nos da y son nuestras para siempre.
Miramos a algunas palabras que Jesús dijo a Sus discípulos y admitimos que son hermosas. Pero si en un momento de desesperante necesidad has escuchado Su voz diciendo a ti, «No te dejaré, no te desampararé» es una palabra, además de hermosa, llena de poder a la que puedes volver día tras día – una palabra que crece hasta llenar toda la vida. ¡El no me dejará nunca!
No importa dónde estoy.
No importa si tengo dinero o no.
No importa si tengo salud o no.
No importa si el mundo se cae a pedazos.
El ha prometido no dejarme. ¡Camino con El!
¿Qué has oído? ¿Qué has visto? David dice, «Quiero ver Tu Poder y quiero ver Tu gloria, aquí en el desierto como lo he visto en el santuario.
Aquí esta la responsabilidad de cada cristiano – donde quiera que se encuentre, y cualquiera sea su condición.
Somos responsables de trasladar nuestra visión espiritual a una realidad terrenal.
Una de las peores prácticas de la iglesia ha sido la de relegar toda experiencia cristiana a un edificio. Hay campos misioneros en peores condiciones hoy que una generación atrás. Están en peores condiciones hoy que hace dos mil años cuando Jesús vino, porque como Dios obra, de vida en vida,
de fe en fe, de gloria en gloria, así también obra el enemigo, pero de mal en peor…
y cada pecado y cada enfermedad y cada dolor y cada tristeza y cada cosa torcida y cada herida y cada cosa degenerada es añadida al peso de la oscuridad, al peso de opresión que cubre una nación.
Tan fácilmente hablamos acerca del avance del cristianismo y hablamos de las tribus y países que hemos de penetrar y poseer antes de la venida del Señor y hablamos tonterías. ¿Cuál ha sido la penetración en profundidad en América del Sur por ejemplo, aparte de unos pocos países? ¿Qué se siente cuando uno habla a un nativo que no responde, que no expresa emoción alguna en el rostro, que está cubierto por dentro y rodeado por fuera con pesados mantos de oscuridad? Sabes, nuestras teorías pronto se esfuman.
«En tierra seca y árida» Es una tierra donde tarde o temprano, todo es consumido por la muerte. Cuando vamos a un país donde esta clase de ambiente espiritual reina, automáticamente caemos bajo su poder… a menos que el poder de Dios sea mayor en nosotros. ¿Es fácil hacer la obra de Dios?
Este mundo, de polo a polo, es un lugar desértico. Aun los así llamados «países cristianos» son desiertos ya. En Alemania, Inglaterra, Norte América hemos guardado la forma, guardado la tradición. ¿Sabes qué desaparece último de todo? La forma, la tradición. Como si fueran hongos, estas cosas crecen más cuanto más muerte hay adentro. Así que tenemos mucha forma y mucha tradición, aun con mucha euforia, pero No hay mucha esencia.
No hay mucha vida. No hay mucha visión.
Pero, ¿Cómo llegamos a la realidad que Dios desea? Llegamos por nuestra entrega total. No hay en el hijo de Dios tal cosa como un responder con medida. Alguien dijo que no hay nada peor que aquél que se da a Dios con medida.
Por supuesto, no lo hacemos conscientemente, lo hacemos inconscientemente.
Lo llamamos «cuidar la salud.»
Lo llamamos ser «prácticos.»
Lo llamamos «tomar responsabilidad hacia la familia.»
He visto personas que iban a ir al campo misionero pero dijeron, «Bueno, vamos a quedarnos aquí por un tiempo y casarnos… y después cuando haya nacido el bebé vamos.»
¿Sabes?… ¡esta clase de gente nunca llegan! Primero nace un bebé luego otro y otro y después comienzan la escuela…
Si Dios me llama hoy, ¿cuándo es que espera mi obediencia?
Si oyes la voz de Dios – es siempre hoy para con El. Nunca me dice qué es lo que me va a pedir o demandar el año que viene, o de aquí a seis meses, o aun mañana. La única repuesta es decir, «Sí Señor.»
Alguien habló de la vida siendo como un juego de ajedrez. Uno dice, «Sé que puedo ganar, así que dejo a mi contrincante sacarme una pieza… y otra… y otra… y luego voy a ganar.» ¡Y de pronto uno se da cuenta que no tiene suficientes piezas para ganar! Esto sucede cada día en la vida de los creyentes.
¡Dios no quiere niños, El quiere hombres!
Hombre es aquél que no está suspirando y soñando acerca de un tiempo futuro.
Un hombre es alguien que puede enfrentar el día y sus demandas y avanzar en la vida.
«Mi carne,» dice David, «te anhela» Si es solo algo de la mente no va ir lejos. «Mi carne te anhela» – es algo más allá de la mente. Es algo que no puedo refrenar. Está allí, y no lo puedo acallar. Mi carne anhela «Dios, tengo que ver,» como he visto en Tus Promesas, como he sentido en mi espíritu, como he recibido Tu vivificar por un mensaje en la iglesia, como he escuchado por boca de Tus siervos, como me has hecho sentir Tu realidad.
«Mi carne te anhela.» No «mi alma te anhela.» No «mi espíritu te anhela» sino mi carne Te anhela. Aun la parte temporal de mi ser quiere ver al Dios eterno – ver el Dios eterno haciendo Sus obras, revelando Su ser.
Dios anhela un pueblo que capta una visión y que reclama, «Dios, como he visto, así quisiera ver en esta tierra una manifestación. Jesús vino para hacer las obras de Dios. La iglesia primitiva hizo las obras de Dios.
No es conocimiento de libros lo que falta hoy – es las obras de Dios lo que falta.
Aquí es donde Dios quiere llevarnos.
Es eso lo que Dios nos presenta.
El tiene un propósito. El nos conoció a cada uno desde antes de la fundación del mundo. Hay un llamado – y no es para otro. Aun hoy, tiene que haber grandes renunciamientos si va ver grandes vidas en Dios.
«Dios, como he visto.»
Después que murió Francisco de Asís sus discípulos mecanizaron el proceso y la orden Franciscana pero había un seguidor que no lo veía y que no se sujetaba al nuevo orden de cosas. El encargado dijo «Hermano Juan, baja de esa montaña.» ¿Sabes que respondió el hermano Juan? Dijo, «Pero, yo he oído otra voz.»
El hombre puede decir lo que quiere. Las circunstancias pueden decir lo que quieran.
La única cosa que le interesa a Dios es un pueblo que ha escuchado «otra voz.»
Que oye y obedece excluyendo todo lo demás.