Necesitamos mas Predicación Expositiva

El hombre que está en el púlpito enfrenta la apremiante tentación de entregar un mensaje diferente al de las Escrituras; un sistema político (de izquierda o de derecha), una teoría económica, una nueva filosofía religiosa, antiguos títulos religiosos, una tendencia sicológica. Puede proclamar cualquier cosa con un tono de voz solemne, después de cantar los himnos. Pero… si no predica las Escrituras, pierde su autoridad.

Ya no confronta a sus oyentes con la Palabra de Dios, sino con la del hombre. Por eso es que mucha de la predicación moderna no produce otra cosa que un gran bostezo. Dios no está en ella.

Por eso la predicación bíblica no debe confundirse con “la antigua historia de Cristo y su amor”, como si se relataran tiempos mejores en los que Dios estaba vivo y activo.

El tipo de sermón que mejor transmite el poder de la autoridad divina es la predicación expositiva. Es cierto que la predicación expositiva sufre severamente en los púlpitos ocupados por hombres que afirman ser sus aliados. Pero no toda predicación expositiva se puede calificar ni de ni de . A pesar del daño ocasionado por los impostores, la verdadera predicación expositiva es respaldada por el poder del Dios vivo.

Entonces, ¿En qué consiste realmente la predicación expositiva? ¿Qué constituye tal predicación? ¿En qué se asemeja o difiere de otros tipos de predicación?

Definición de predicación expositiva

Definir es una tarea delicada. Predicar es un proceso vivo que involucra a Dios, al predicador y a la congregación, y ninguna definición puede pretender maniatar esa dinámica. Pero igualmente debemos intentar una definición que resulte: “La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de, y transmitido de, un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto que el Espíritu Santo aplica, primero a la personalidad y la experiencia del predicador, y luego, a través de éste, a sus oyentes”.

El pasaje gobierna al sermón
La teología tal vez nos proteja de los males ocultos en interpretaciones atomistas o estrechas. Pero también nos puede vendar los ojos para no ver el texto. En este enfoque del pasaje, el intérprete debe estar deseoso de revisar convicciones doctrinales y rechazar el juicio de maestros más respetados.

Tiene que dar una vuelta en respecto a sus propias ideas acerca de la Biblia si entran en conflicto con los conceptos del escritor bíblico.

Adoptar esta actitud hacia las Escrituras exige tanto sencillez como delicadeza. Sus diamantes no están en la superficie para que los recojan como flores. Su riqueza sólo se extrae mediante un arduo trabajo intelectual y espiritual preliminar.

El expositor comunica un concepto
Aun cuando el predicador estudie los vocablos del texto, y hasta trate con ciertos términos al predicar, las palabras y las frases nunca deben convertirse en fines por sí mismas.

Las palabras son expresiones sin sentido hasta que se unen a otros términos para transmitir una idea. En nuestro acercamiento a la Biblia, pues, estamos interesados, principalmente, no en lo que las palabras individualmente significan, sino en lo que el escritor bíblico quiere decir con el uso de ellas.

Para expresarlo de otra manera, los conceptos de un pasaje no se entienden con sólo analizar las palabras separadamente. Un análisis gramatical, palabra por palabra, puede ser tan inútil o aburrido como leer un diccionario. Si un expositor procura entender la Biblia y comunicar su mensaje, debe hacerlo a través de las ideas.

El concepto proviene del texto
El énfasis en las ideas como la sustancia de la predicación expositiva de ninguna manera niega la importancia de la gramática y el lenguaje. La definición continúa explicando que en el sermón expositivo la idea deriva de, y se trasmite a través de, un estudio histórico, gramatical y literario del pasaje en su contexto.

Esto trata primero con la forma en que el predicador llega a su mensaje y, segundo, con la manera en que lo comunica. Ambas cosas implican analizar la gramática, la historia y las formas literarias. Al estudiar, el expositor busca el significado objetivo de un pasaje con la consabida comprensión del idioma, el trasfondo, y la organización del texto.

Luego, en el púlpito, comparte con la congregación, suficiente información obtenida de su estudio, para que el oyente pueda comprobar la interpretación por sí mismo. En definitiva, la autoridad tras la predicación no yace en el predicador, sino en el texto bíblico.

El concepto se aplica al expositor
Nuestra definición de predicación expositiva sigue diciendo que la verdad debe aplicarse “a la personalidad y a la experiencia del predicador”. Esto pone el trato de Dios con el predicador en el centro mismo del proceso. Por mucho que quisiéramos que fuera de otro modo, el predicador no puede separarse del mensaje.

¿Quién no ha oído a algún consagrado hermano orar antes del sermón: “Esconde a nuestro pastor detrás de la cruz para que no lo veamos a él, sino a Jesús”? Elogiamos el espíritu de esa oración. Los hombres y las mujeres deben pasar a través del predicador y llegar hasta el Salvador. <¡O tal vez el Salvador debe pasar a través del predicador y llegar hasta la gente!>

Así como el expositor estudia su Biblia, el Espíritu Santo lo estudia a él. Cuando el hombre prepara sermones expositivos, Dios lo prepara a él. “La Biblia es el principal predicador para el expositor”.
En definitiva, Dios está más interesado en desarrollar mensajeros que mensaje, y como el Espíritu Santo confronta a los hombres, principalmente a través de la Biblia, el predicador debe aprender a escuchar a Dios antes de hablar en nombre de Él.

El concepto se aplica a los oyentes
El Espíritu Santo no sólo aplica esta verdad a la personalidad y la experiencia del que predica, sino también , a sus oyentes.

El expositor piensa en tres aspectos. Primero como exegeta, lucha con los significados del escritor bíblico. Luego, como hombre de Dios, batalla con la forma en que Él quiere cambiarlo personalmente. Por último, como predicador, reflexiona en lo que Dios quiere decirle a la congregación.

Este artículo ha sido tomado del libro:La predicación bíblica
por Haddon W. Robinson

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