Nuestra oración más profunda: Santificado sea tu nombre

Mateo 6:5-15

Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, orad de esta manera:

Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
“Venga tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
“Danos hoy el pan nuestro de cada día. “Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.

¡Qué privilegio inefable e inmerecido es estar nuevamente en este púlpito y mirarles, la congregación que el Gran Pastor me ha llamado a alimentar! Estoy emocionado por estar de vuelta con ustedes. Gracias por su generosidad dejándome estar lejos durante estos meses. No sé cuánto me permitirá vivir el Señor. Pero sí sé que mientras viva, esos ocho meses tendrán fruto en mi alma, en mi matrimonio, en mi familia, y en mi ministerio. Mi oración y mi esperanza es que ustedes sean alimentados por ese fruto.

Mientras me iba, en el mes de Abril, dije que era tiempo de chequear la realidad espiritual de estos cuatro aspectos, mi alma, mi matrimonio, mi familia, y mi ministerio. Así que escribí un reporte acerca de las vacaciones sin pago, atendiendo estos cuatro aspectos, que serán publicados en mi informe anual, y que pueden leer en el blog de Desiring God. No lo diré todo de nuevo en este mensaje, pero sería útil decir un poco, antes de que nos volvamos a la Palabra de Dios.

Sobre las vacaciones sin pago

La obra que Dios está haciendo en mi alma y la obra que está haciendo en nuestro matrimonio son casi indistinguibles, porque todo pecado es, más tarde o más temprano, un problema relacional. Cuando me fui dije que quería apuntar mi arma del Espíritu Santo (Romanos 8:13) hacia algunas especies de orgullo en mi vida. Todo pecado está enraizado en el orgullo. Permítanme, por tanto, ser más específico.

Yo diría que mi pecado más atrevido (y espero que también sea mi pecado más debilitador) es el egoísmo, la autocompasión, la ira, la rapidez para culpar, y la morosidad. Y todos estos se manifiestan más comúnmente en casa antes que en otro lugar. Durante estos ocho meses, he tratado de profundizar y perseguir fuertemente las raíces de estas cosas. El Señor se ha revelado en su Palabra en varios modos preciosos. También, nuevamente, me enseñó algunas estrategias muy básicas para dar muerte a los pecados que surgen en mi corazón.

El tiempo dirá, y Noël, y ustedes, si el progreso que he hecho es profundo y duradero, o no. Oro para que así sea. La manera en que Dios obra se entretejerá, sin lugar a dudas, con los mensajes y escritos que haga en los meses y años por venir. Espero que sean de beneficio para sus almas y sus relaciones interpersonales, sean ustedes solteros o casados.

Un sermón sobre la oración

Comencemos por tanto ese proceso con un sermón sobre la oración. ¿Qué me ha estado enseñando Dios acerca de la oración en esta batalla espiritual y cómo hace la diferencia en las vidas de ustedes? Elijo enfocarme en la oración porque es el cierre de nuestra Semana de Oración anual, y porque ha estado conmigo durante todo el período de vacaciones, siendo un clamor regular hacia Dios en busca de su ayuda en nuestras almas y matrimonio y familia y ministerio, y siendo un enfoque recurrente de reflexión y meditación. Oré mucho, y pensé mucho acerca de la oración.

Amo las oraciones de la Biblia. Ellas moldean mis oraciones más que cualquier otra cosa. Amo las oraciones de Pablo en Filipenses 1:9–11, y Efesios 1:16–21 y 3:14–19, y Colosenses 1:9–12. Amo la oración de Jesús en Juan 17. Y amo todo el libro de Salmos, que es el libro de oraciones inspirado de la Iglesia —lleno con tantas emociones que el clamor de nuestro corazón en casi cualquier experiencia puede encontrar palabras en los Salmos.

La oración del Señor: simple y espectacular

Pero la oración en la Biblia que me ha atrapado por más tiempo durante mis vacaciones es la oración del Señor en Mateo 6:9-13. Esto es probablemente porque, en la providencia de Dios, yo estaba memorizando el sermón del monte con muchos de ustedes. Así que cada semana yo estaba revisando Mateo 6 en mi mente, y diciendo una y otra vez la oración del Señor.

Mientras pensaba en ella y oraba, tenía un efecto en la perspectiva más amplia de mi vida, y tenía un efecto en las pequeñísimas batallas de mi vida. Espero que tenga un efecto similar en ustedes mientras la oran.

La oración del Señor es muy verdadera para la vida en este sentido. La vida es una combinación de detalles espectaculares y detalles simples. En la vida de casi cada persona hay detalles sorprendentes y otros aburridos; detalles fantásticos y detalles familiares; detalles extraordinarios y detalles ordinarios; detalles maravillosos y detalles intermedios; detalles exóticos y detalles cotidianos. Así es la vida.

El nombre, reino y voluntad de Dios

Y, mirándolo en un sentido, así es la oración del Señor. Casi todos notan que tiene dos partes. La primera parte (versículos 9-10) tiene tres peticiones; y la segunda parte (versículos 11-13), tiene tres peticiones. Las primeras tres peticiones son:

  • Santificado sea tu nombre.
  • Venga tu reino.
  • Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

Estamos pidiéndole a Dios que haga tres cosas: haz que tu nombre sea santo; haz que venga tu reino; haz que tu voluntad sea hecha como es hecha por los ángeles en el cielo.

Nuestra comida, perdón y santidad

Las segundas tres peticiones son:

  • Danos hoy el pan nuestro de cada día.
  • Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
  • Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

Puedes ver la diferencia —y sentir la diferencia— entre las dos mitades. Las primeras tres peticiones tratan acerca del nombre de Dios, el reino de Dios, la voluntad de Dios. Las últimas tres tratan acerca de nuestra comida, nuestro perdón, nuestra santidad. Las primeras tres resaltan la grandeza de Dios. Y las últimas tres resaltan nuestras necesidades. Las dos mitades tienen un sentimiento muy diferente. La primera se siente majestuosa y elevada. La última se siente mundana y baja.

La mezcla de la eternidad y la cotidianidad

En otras palabras, hay una relación entre el contenido de esta oración y el contenido de nuestras vidas: Lo grande y lo pequeño. Lo glorioso y lo común. Lo majestuoso y lo mundano. Lo elevado y lo bajo.

Eclesiastés 3:11 dice: » [Dios] También ha puesto la eternidad en sus corazones, sin embargo el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio y hasta el fin». Supongo que esto quiere decir que el mundo y el alma humana son coloridos con maravillas vinculadas a la eternidad. Y sin embargo, nuestras experiencias monótonas, ordinarias, mundanas en este mundo nos impiden ver las maravillas y volar de la forma en que soñamos de tiempo en tiempo. Aun los creyentes que tienen la morada del Espíritu de Dios, incluso nosotros, decimos: «tenemos este tesoro en vasos de barro» (2da a los Corintios 4:7). Nuestro espíritu está vivo con el Espíritu de Dios, pero nuestros cuerpos están muertos a causa del pecado (Romanos 8:10).

Oración por la eternidad

Así es la vida. Y así es la oración, coloreada por la eternidad y mezclada en la vida ordinaria.

  • Versículo 9: Padre, haz que tu nombre grande y santo sea honrado y reverenciado y estimado y atesorado por encima de todas las cosas en todas las partes del mundo (incluyendo mi corazón).
  • Versículo 10: Y haz que tu reino glorioso, soberano, gobierne para influenciar sin obstrucciones en todo el mundo (incluyendo mi corazón).
  • Versículo 10: Y haz que tu voluntad sabia, buena, justa, santa sea hecha sobre este mundo de la misma forma en que los ángeles la realizan perfecta y gozosamente en el cielo —y haz que ocurra así en mí.

Esa es la parte sorprendente de la oración. Y cuando la oramos, somos atrapados en detalles grandiosos, gloriosos, globales, eternos. Dios quiere que suceda así. Quiere que nuestras vidas crezcan así. Enriquecidas así. Expandidas y ennoblecidas y elevándose así.

Oración para cada día

Pero entonces oramos,

  • Versículo 11: Padre, no te estoy pidiendo la generosidad de las riquezas. Estoy pidiéndote pan. El suficiente para darme vida. Quiero vivir. Quiero estar saludable y tener un cuerpo y una mente que trabajen. ¿Me darías lo que necesito para mi cuerpo y mente?
  • Versículo 12: Y, Padre, soy un pecador y necesito ser perdonado cada día. No puedo vivir y florecer con culpa. Moriré si tengo que llevar cada día mi culpa. No deseo retener algún resentimiento. Sé que no merezco el perdón, y por eso no tengo derecho de negárselo a otra persona. Dejo pasar todas las ofensas en mi contra. Por favor, ten misericordia de mí y perdóname, y déjame vivir en la libertad de tu amor. Y, por supuesto, sabemos ahora lo que Jesús sabía cuando dijo estas palabras. Sabía que también diría de su muerte: «esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados» (Mateo 26:28). Cuando oramos por perdón, lo esperamos no solo porque Dios es nuestro Padre, sino porque nuestro Padre entregó a su Hijo a morir en nuestro lugar.
  • Versículo 13: Y Padre, no quiero seguir pecando. Estoy agradecido por el perdón, pero Padre, no quiero pecar. Por favor, no me metas en la confusión de una tentación abrumadora. Líbrame del mal. Protégeme de Satanás y de todas sus obras y caminos. Concédeme caminar en santidad.

Esa es la parte terrenal de la oración. La batalla mundana, diaria, con los pequeños detalles de la vida cristiana. Necesitamos alimento y perdón y protección del mal.

Padre nuestro — en los cielos

Y creo que estas dos mitades se corresponden a las dos frases que Jesús menciona sobre Dios cuando nos dice cómo dirigirnos a Él al comienzo del versículo 9: «Padre nuestro —en los cielos». Primero, Dios es un padre para nosotros. Y segundo, Él está infinitamente por encima de nosotros y sobre todo —en los cielos. Su paternidad se corresponde con su disponibilidad para satisfacer nuestras necesidades terrenales. Su carácter celestial se corresponde con su derecho supremo a recibir adoración y fidelidad y obediencia.

Por ejemplo, en Mateo 6:32, Jesús nos dice que no debemos estar ansiosos por la comida y la bebida y el vestido, porque «vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas cosas» En otras palabras, Jesús quiere que sintamos la paternidad de Dios como una expresión de su disponibilidad para satisfacer nuestras necesidades más básicas.

Y luego consideren Mateo 5:34, donde Jesús dice: «no juréis. . . ni por el cielo, porque es el trono de Dios». En otras palabras, cuando usted piense en el cielo, piense en el trono de Dios, su majestad real y su poder y su autoridad.

Majestuoso y misericordioso

Por tanto, cuando Jesús nos dice, en Mateo 6:9, que oremos «Padre nuestro que estás en los cielos», nos está diciendo que el Dios que escucha nuestra oración es majestuoso y misericordioso. Él es alto, y habita con el contrito (Isaías 57:15). Él es rey, y es un padre. Él es santo, y se humilla a sí mismo. Él está muy por encima de nosotros, y está dispuesto a venir a nosotros. Tiene planes para toda la tierra y para el universo, y quiere que cuidemos de estos grandes planes y oremos por ellos; y tiene planes para la vida personal de ustedes, en el nivel más práctico, y quiere que ustedes oren por ello.

Por eso, el 5 de Octubre del año pasado, escribí en mi diario:

El deseo de mi corazón es ser usado por Dios para
la santificación de su nombre y
que su reino venga y
que sea hecha su voluntad.
Con ese fin oro pidiendo
Salud —dame el pan de cada día;
Esperanza —perdona mis deudas; y
Santidad —líbrame del mal.

En otras palabras me parece a mí que los grandes designios de Dios tienen que ver, en primer lugar y principalmente, con Dios, que su nombre sea santificado, que sea hecha su voluntad, y que venga su reino. Y el resto de la oración trata de cómo puedo adecuarme a esos grandes designios. Mi pan, mi perdón, mi liberación —mi salud, mi esperanza, mi santidad— todos son para el propósito de ser parte del gran propósito de Dios de glorificar su nombre y exaltar su gobierno y completar su voluntad.

La primera única petición

Pero hubo un descubrimiento exegético más que apareció mientras meditaba y oraba una y otra vez esta oración durante mi ausencia. Hay algo único en la primera petición, «santificado sea tu nombre». No es solo una de tres. En esta petición escuchamos la única respuesta subjetiva del corazón que Dios espera que demos —la santificación, reverencia, honra, estima, admiración, valoración, apreciación del nombre de Dios por encima de todas las cosas. Ninguna de las otras cinco peticiones nos dice que oremos por una respuesta específica del corazón.

Si usted combina este hecho con el hecho de que esta petición viene primero, y el hecho de que el «nombre» de Dios («santificado sea tu nombre) es más equivalente a Dios que su reino o voluntad, mi conclusión es que esta petición es la idea central de la oración y que todas las otras solo tienen el propósito de servir a esta.

Una gran pasión

En otras palabras, la estructura de la oración no es solo que las últimas tres peticiones sirven a las primeras tres, sino que las últimas cinco sirven a la primera.

Por eso, el 9 de Octubre del año pasado, escribí en mi diario:

¡Mi PRIMERA Gran Pasión!

Nada es más claro e inconmovible que aquel propósito para el cual existe todo el universo, para la santificación del nombre de Dios.
Para ESO vino su reino.
Para ESO es hecha su voluntad.
Los humanos tienen pan que sostiene sus vidas para ESO.
Para ESO son perdonados los pecados.
Para ESO escapamos de la tentación.

Y entonces, al día siguiente, el 10 de octubre, escribí:

Señor admito que yo, en toda mi debilidad y limitaciones, permanezco cerca al único tema claro y grandioso de mi vida: Tu magnificencia.

Oración por las presiones y problemas

Aquí está es el resumen del asunto.

Más tarde o más temprano la vida nos abruma con presiones y problemas —problemas físicos (danos el pan diario), problemas relacional y mentales (perdona nuestras deudas), problemas morales (no nos dejes caer en la tentación). Y esto es lo que quiero que vean. Ustedes tienen un Padre. Él es mil veces mejor como Padre que el mejor padre humano. Su paternidad significa que Él se preocupa por cada uno de esos problemas, y Él les incita a contarle sobre ellos en oración, y a venir a Él en busca de ayuda. Él sabe lo que ustedes necesitan (Mateo 6:32).

Así es como nosotros enfrentamos, generalmente, nuestros problemas. Y así deberíamos hacerlo. Los enfrentamos directamente. Tengo este problema financiero, o este problema relacional, o este problema de mal hábito. Padre, ayúdame. Eso es correcto y bueno.

Pero Jesús nos ofrece más en esta oración. Hay más —no menos, sino más. Aquí hay un enfrentamiento indirecto en nuestros problemas. Aquí hay un remedio —no una liberación completa de todos los problemas en esta vida, pero sí un remedio poderoso— en las primeras tres peticiones de la oración del Señor, especialmente en la primera.

Enfrentando indirectamente

Dios les hizo para que fueran parte de la santificación de su nombre, extendiendo su reino, y velando por que su voluntad fuera hecha en la tierra como es hecha por los ángeles en el cielo. En otras palabras, Él les hizo para algo magnífico y para algo mundano. Él les hizo para algo espectacular y para algo simple. Él ama los dos propósitos. Él honra los dos propósitos. Pero lo que a menudo no vemos es que cuando perdemos nuestra comprensión de la grandeza de Dios y de su nombre y de su reino y de su voluntad global, perdemos nuestro equilibrio divino en la vida, y somos más fácilmente abrumados por los problemas de lo mundano.

En otras palabras, estoy rogándoles que no pierdan su comprensión de la supremacía e importancia de santificar el nombre de Dios en sus vidas. Estoy urgiéndoles, por la oración del Señor, para que vayan a Dios buscando el pan, y sanidad en las relaciones interpersonales, y para vencer los pecados que nos atormentan, y para hacer la voluntad de Dios, y para buscar el reino de Dios —todo ello, todo el tiempo por amor del conocimiento y la santificación, reverencia, honra, valoración, apreciación del nombre de Dios (de la persona de Dios, de Dios mismo) sobre todas las cosas.

Los pies en la tierra, los corazones elevándose a Dios

Mantén tu pie en la tierra. Es por esta razón que están allí las segundas tres peticiones. Pero dejen que sus corazones se eleven en la magnificencia de la voluntad global de Dios, del reino de Dios, y sobre todo del nombre santo de Dios —su persona, sus perfecciones.

Quizás usted no lo vea claramente ahora, pero les testifico por las Escrituras y la experiencia, hay más liberación, más sanidad, más gozo en la santificación de su nombre, que el que quizás usted soñó nunca. Oremos todo el año en la plenitud de esta oración.

Por  John Piper.

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