Orando sin Palabras

La oración puede contener palabras, pero nunca está limitada a las frases que pronuncian nuestros labios
Sólo Dios nos enseña a orar
Un día los discípulos le pidieron a Jesucristo: «Señor, enséñanos a orar». Fue el Espíritu Santo que los inspiró a hacer esta petición. El Espíritu de Dios los convenció de su incapacidad para orar en sus propias fuerzas y movió sus corazones para acercarlos a Jesucristo como el único maestro que podía enseñarles cómo debían orar. Fue entonces que Jesús les enseñó el Padre Nuestro.

No existe cristiano que no esté en la misma situación de aquellos discípulos. Cada cristiano debe pedirle al Salvador, con toda humildad, tal como ellos: «Señor, enséñanos a orar». ¡Ah! ¡Si tan sólo fuéramos convencidos de nuestra ignorancia y necesidad de un maestro como Jesucristo! ¡Si solamente nos acercáramos con confianza, pidiéndole que nos enseñara y deseando ser enseñados por su gracia cómo conversar con Dios! ¡Cuán pronto seríamos calificados como ellos y cuántos de sus secretos descubriríamos! No digamos que sabemos cómo orar la oración que aquellos hombres aprendieron de él. Podemos saber las palabras, pero sin la gracia no podremos entender el significado ni pedir o recibir lo que esta expresa.

¿Quién nos impide?
¿Quién nos impide que recibamos el don de la oración? ¿Podemos dudar que Jesucristo está dispuesto a dárnoslo? Pero, ¿lo deseamos? ¿Lo pedimos? ¿Creemos que lo necesitamos? ¿Cuántos cristianos ni siguiera saben lo que es? ¿Y cuántos otros, en vez de desearlo, le tienen miedo, porque los comprometería a un nuevo estilo de vida?

Sabemos de memoria unas cuantas formas de oración. Vemos que otros las escogen de los libros. Aquí es donde mucha gente se detiene, porque cuando las han leído o las han recitado de memoria, suponen que nada más se requiere. ¡Cuán gravemente nos engañamos! Con todas estas formas, no importa cuán hermosos sean los sentimientos que expresan, no sabemos cómo orar. Estamos orando, pero quizá a nuestra manera y no a la manera de Dios. ¿Dónde está la persona cuya oración principal sea pedirle a Dios que le enseñe a orar?

Dios debe enseñarnos todo acerca de la naturaleza de la oración: su objeto, sus características, la disposición que requiere y cómo conseguimos aplicarla a nuestra vida de acuerdo con nuestras necesidades. En el tema de la oración somos ignorantes tanto de la teoría como de la práctica.

Un hecho sobrenatural
Sabemos, en general, que la oración es un acto religioso, pero cuando acudimos a ella olvidamos con facilidad su naturaleza sobrenatural y, por consiguiente, está más allá de nuestra propia fuerza y solo logramos practicarla bajo la inspiración y ayuda de la gracia. Como advierte San Pablo: «No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios» (2Co 3.5 – NVI).

¿Sentimos nuestra propia insuficiencia en nuestra mente y corazón? ¿Estamos conscientes de ella cuando nos situamos en la presencia de Dios? ¿Comenzamos nuestras oraciones con esta confesión secreta? No indico que siempre debemos pedir de manera audible la ayuda de Dios, sino que tal petición debe estar en nuestro corazón y esta actitud debe gobernar todo el curso de nuestra oración.

Pero si buscamos todo de Dios —todos nuestros pensamientos y sentimientos buenos—, ¿por qué estamos a menudo tan apagados y nos mostramos tan indiferentes, satisfechos con orar a pesar de la frialdad y carencia de preparación? ¿Por qué otros tratan con mucho esfuerzo de inflamar su imaginación, como si la oración dependiera de su propio esfuerzo, como si no fuera necesario que la acción de Dios gobernara y dirigiera sus acciones? Ya que la oración es un acto sobrenatural, debemos pedirle a Dios de todo corazón que la produzca en nosotros; y entonces, debemos practicarla con tranquilidad bajo su dirección. Debemos atraer la gracia divina a nuestro favor y entonces cooperar con ella sin interferir con sus efectos. Si Dios no nos enseña, nunca conoceremos plenamente la naturaleza de la oración.Un acto totalmente espiritual
«Dios es espíritu», afirmó Jesús, «y es necesario que los que le adoran, le adoren en Espíritu y verdad» (Jn 4.24). La oración, por lo tanto, es un acto totalmente espiritual, dirigido a Dios que es el Espíritu Supremo, el Espíritu que lo ve todo y está presente en todo. Como señala Agustín de Hipona: «Dios está más cerca de nosotros de lo que nosotros estamos de nosotros mismos».

Conocer esto es la esencia de la oración. La postura de nuestro cuerpo y las palabras que utilizamos no llevan importancia en sí mismas y solamente son agradables a Dios cuando expresan los sentimientos del corazón. quote>Porque el corazón es el que ora, la voz del corazón es la que Dios escucha y es al corazón que él contesta. Cuando hablamos del corazón, nos referimos a nuestra parte más espiritual. En la Escritura, la oración siempre se atribuye al corazón, porque Dios enseña al corazón y es a través de él que el Señor ilumina la mente.

Del corazón
Si esto es verdad, ¿por qué oramos tanto con nuestros labios y tan poco con nuestro corazón? ¿Por qué, cuando meditamos, trabajamos tan arduamente en la búsqueda de consideraciones y usamos tan poco nuestra voluntades para moverlas a acciones amorosas? ¿Por qué no exponemos nuestro corazón a Dios y le rogamos que construya en él todo lo que más le agrada? ¿Quién podría llamar a esto un método malo si brota de la humildad, de un sentido profundo de nuestra propia ineptitud y de una fe viva y confianza en Dios? Este es el método que el Espíritu Santo sugiere a esas almas que le piden que les enseñe a orar.

«Pero mi corazón no me habla nada cuando estoy en la presencia de Dios», me confesarás. «En silencio no encuentro sino vacío, sequedad y distracciones. Si trato de preparar mi mente, de despertar en mí algunos sentimientos de devoción, para ahuyentar los pensamientos que me distraen, me resulta absolutamente necesario usar un libro de oraciones». ¡Tu corazón no te habla nada? Mientras estás callado no estás orando en realidad, pero ¿existe algo más cuando tu boca está recitando palabras? ¿No ves que estos buenos sentimientos que tomas prestados de los libros solo afectan tu imaginación? No son tus palabras sino las de alguien más, y se vuelven tuyas solo en el momento en que las lees; pero una vez que cierras el libro, quedas con tanta sequedad y frialdad como antes. «No obstante», añades, «estaba orando mientras recitaba o leía ese grupo de palabras». Así es como piensas y estás satisfecho, pero ¿es ese el punto de vista de Dios? ¿Dios está del mismo modo satisfecho? ¿Qué le importan tus palabras al que solo escucha al corazón?

La voz del corazón
Me preguntas qué es esta voz del corazón. La voz del corazón es el amor. Ama a Dios y siempre estarás hablándole. La semilla del amor crece en la oración. Si no entiendes eso, nunca has amado u orado todavía. Pídele a Dios que abra tu corazón y encienda en él una chispa de su amor y, entonces, empezarás a entender qué significa la oración.

Si el corazón es el que ora, es evidente que a veces, y aun continuamente, pueda orar por sí mismo sin ayuda de palabras, habladas o pensadas. Aquí interviene algo que pocos entienden y que algunos aun niegan por completo. Insisten en que debe haber actos definidos y formales. Están equivocados y Dios no les ha enseñado todavía cómo ora el corazón. Es verdad que los pensamientos se forman en la mente antes de que se vistan de palabras. La prueba de esto es que a menudo buscamos la palabra exacta y rechazamos una tras otra hasta que encontramos la correcta, para expresar con precisión lo que pensamos. Necesitamos las palabras para facilitarles a los demás que nos entiendan, pero no es así con el Espíritu. Y ocurre lo mismo con los sentimientos del corazón. El corazón concibe sentimientos y los adopta sin necesidad de acudir a las palabras, a menos que quiera comunicarlos a los demás o aclararlos a uno mismo.

Porque Dios lee los secretos del corazón. Dios percibe sus sentimientos más íntimos, aun aquellos de los que no somos conscientes. Y si estos son sentimientos acerca de Dios, ¿cómo no podría verlos, siendo él mismo el que los planta por su gracia y ayuda a nuestra voluntad para adoptarlos? No es necesario usar acciones formales para que Dios nos escuche. Si las empleamos en la oración, no es tanto a causa de Dios sino de nosotros mismos, porque nos ayuda a mantener nuestra atención fija en su presencia. Nuestra debilidad requiere a menudo de la ayuda de estas, pero no constituyen la esencia de la oración.

El alma se une a él
Imagine a una persona tan estrechamente unida a Dios que no requiere de acciones externas para permanecer atenta a la oración interior. En esos momentos de silencio y paz, cuando no presta oído a lo que sucede en su interior, ora y ora de manera excelente. Ora con una oración sencilla y directa que Dios entenderá perfectamente por la acción de la gracia. El corazón estará lleno de aspiraciones hacia Dios sin ninguna expresión manifiesta. Aunque pueden esquivar nuestra propia conciencia, no escaparán a la conciencia de Dios. Esta oración, tan vacía de todas las imágenes y percepciones, aparentemente tan pasiva y aun así tan activa, es, hasta donde las limitaciones de esta vida lo permiten, adoración pura en espíritu y en verdad. Es adoración totalmente digna de Dios en la que el alma se une a él como su base, la inteligencia creada a la creadora, sin otra acción que una atención muy simple de la mente y una aplicación igualmente simple de la voluntad, esto es lo que se llama la oración del silencio, de la quietud o de la fe desnuda.

Dios enseña a tu corazón
Si sientes alguna atracción hacia la oración simple y general de la que he venido hablando, no la rechaces con el pretexto de que no persigue una meta definida y que te levantas de tus rodillas sin haber pedido algo. Permíteme anunciarte una vez más que estás equivocado. En realidad, has pedido por todo, tanto para ti mismo como para los que amas, y mucho más eficazmente que si hubieras presentado las peticiones detalladas cuyas muchas palabras solamente te hubieran agotado y obstaculizado la acción de Dios.

Después de esta breve explicación, debes ver que no habías entendido hasta ahora lo que realmente es la oración. Si después de leer esto comienzas a lograr una nueva comprensión acerca de ella, gracias sean dadas a Dios; porque él es quien enseña a tu corazón y lo que escribo aquí para tu instrucción viene de él.

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