Parábola de los ciegos

Erase una vez en la India, que unos pobres ciegos iban por una carretera
polvorienta, guiados por un amable caballero de edad madura, que todavía


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Erase una vez en la India, que unos pobres ciegos iban por una carretera
polvorienta, guiados por un amable caballero de edad madura, que todavía
tenía buena vista. A cualquier parte que llegaban, el anciano les hablaba
de
las maravillosas cosas que se veían y de lo que ocurría en torno a ellos,
haciendo las veces de guía como si fuera los ojos de repuesto de los
ciegos.
Aquí les explicaba la belleza de un templo; allá les decía que palparan la
cara de una estatua. A veces los invidentes gritaban de alegría, pues nunca
habían experimentado cosas tan interesantes.

Un día, el anciano les anunció que tenía algo especial. Más adelante en el
camino, dijo, hay un elefante, que es una de las bestias más maravillosas.
Tendréis la oportunidad, no muy frecuente, de palparlo.

Llenos de alegría, los ciegos bajo la dirección del anciano, se acercaron
al
enorme animal y lo tocaron. Al cabo de un instante, el elefante, irritado,
se marchó corriendo, dejándolos en medio del camino.

Entusiasmados con esa nueva experiencia, se deshacían en exclamaciones
sobre
el maravilloso monstruo que habían tocado por primera vez.

El que había palpado una pata del paquidermo, exclamó: ¡Oh, el elefante es
una bestia maravillosa, es como un gran árbol, pero fuerte como una roca!

No, exclamó el segundo que había tentado la trompa; el elefante es como una
gran serpiente que se mueve lentamente hacía atrás y hacía adelante.

¡Imposible!, gritó otro que había tocado la oreja del animal, están locos
los dos, pues el elefante es como una enorme hoja de árbol, amplia y
delgada.

El cuarto, recordando la cola del elefante, no hacía sino comentar sobre
aquella cosa extraña: era un animal en forma de rama, largo y delgado.

El quinto, molesto por las tonterías que estaba oyendo de los demás, les
explicó que era como un enorme muro (ya que había palpado al elefante por
un
costado).

Los cinco ciegos, antes buenos amigos, entraron en violenta discusión sobre
cuál era la naturaleza verdadera de los elefantes. Por fin, molestos y
descorazonados por la ignorancia de los demás, cada uno tomó diferentes
direcciones y nunca más se volvieron a hablar.
reflexion:
No pasa esto con varios hermanos que conocemos?
que siempre tratan de explicar a Dios como ellos lo ven.

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