Si usted ora por líderes, si posee un corazón dispuesto a desarrollar, dirigir y otorgar poder a otros, y si ha recibido una visión de Dios sobre este ministerio, el Señor le concederá los deseos de su corazón.
Invertir en personas es como invertir en acciones de una empresa. El alto riesgo puede producir una gran ganancia o una enorme pérdida. Los mejores líderes le ayudarán grandemente, pero también pueden ser las personas que más pueden llegar a lastimarlo. El mejor de mis líderes se fue de la congregación y se llevó con él cien personas para comenzar una nueva congregación a pocas cuadras de la nuestra. Su proceder destrozó mi corazón. Otro miembro de nuestro equipo cayó en inmoralidad. Cuando fue confrontado me aseguró que las acusaciones eran falsas y yo lo defendí. Tres meses más tarde descubrí que, de hecho, había caído en un pecado sexual.
Estos no eran líderes que ya estaban en la congregación cuando yo llegué. Yo había identificado el potencial en la vida de estas personas e invertido intensamente en ellos. Durante meses me aferré a una decisión: «Nunca más voy a cultivar la cercanía con mi equipo. No volverán a lastimarme o a mentirme». Un día me di cuenta de que esta era la decisión más necia que había tomado. Cuando nos arriesgamos por alguien e invertimos en su vida también existe la posibilidad de que nos lastimen. No obstante, el futuro de nuestro ministerio y las congregaciones que pastoreamos dependen de que desarrollemos en otros la capacidad de liderar.Si conozco el corazón de una persona sé exactamente cómo agregar valor a su vida. Mis ojos fueron abiertos a esta necesidad en mi primera congregación. Cuando llegué a ella no contaba más que con un puñado de personas. A lo largo de varios años trabajé día y noche para que la congregación llegara a trescientas personas. Realmente sentía que había logrado algo, sin darme cuenta de que mi dependencia en mí mismo acabaría por quebrarme.
Cuando salí de aquella congregación la cantidad de personas decayó a menos de cien en unos pocos meses. Me di cuenta de que había fracasado. No había preparado a otros para asumir responsabilidades. Decidí entonces que esto no volvería a suceder. Desde ese momento uno de los enfoques primarios de mi ministerio ha sido el desarrollo de nuevos líderes.
Una de las verdades que he aprendido con esto es que el desarrollo de nuevos líderes es difícil. Las personas dispuestas a ser desarrolladas no son fáciles de encontrar. Cuando uno las encuentra usualmente están comprometidas con otras esferas de la vida. Además de esto, es complicado armar un equipo de líderes. Uno no puede dirigir a líderes. Sus personalidades son fuertes y usualmente están comprometidos con sus propias visiones.
Como si todo esto no fuera suficiente, los líderes buenos son difíciles de retener. De continuo se verán seducidos por otras oportunidades que les resultarán más apasionantes o significativas. Todo esto nos lleva a considerar la pregunta: «¿De qué forma podemos invertir en la vida de otros para que produzca un gran beneficio para el reino de Dios?»
Valor Agregado
El trabajo de desarrollar líderes lo comienzo con un claro propósito. Siempre me pregunto: «¿Cómo puedo agregarle valor a las personas que lidero?» Yo aconsejo a pastores a que no miren la congregación preguntando: «¿Quién me va a ayudar en el ministerio?» En lugar de esto, mire a su alrededor y descubra los líderes que tiene. Luego, plantéese esta pregunta: «¿Cómo puedo agregarle valor a la vida de esta persona?»
Podemos añadir valor de varias maneras. Una es pedirle a las personas que sean parte de una gran visión. Ser parte de una causa por la cual uno puede dar la vida es una gran ventaja. Este valor crece aún más cuando usted considera que las personas son su mejor posesión. Todos creemos esta verdad cuando estamos comenzando en el ministerio, pero resulta más difícil mantener esta convicción cuando hemos trabajado por un tiempo con las personas y descubrimos sus debilidades.
También es posible agregar valor a las personas cuando las escuchamos. Si conozco el corazón de un persona sé exactamente cómo agregar valor a su vida. Desarrollo el aspecto donde ellos desean experimentar crecimiento y no lo que aliviaría mi carencia en ese momento. De esta forma me protejo de utilizar a la gente. También puedo preguntarme cuál es la contribución particular que esta persona puede ofrecer y luego la capacito según sus dones y anhelos.
Nuestro nuevo director de mercadeo, por ejemplo, un joven llamado Kevin, trae excelentes habilidades del mundo de las empresas. Durante varios meses viajará conmigo dondequiera que vaya. Durante ese tiempo el podrá llegar a conocer mi corazón mientras yo me ocupo en conocer el de él. Le estoy dando todo el material de liderazgo posible, y él lo absorbe a gran velocidad. Estoy alimentando un hambre que ya existe en él.
Otra posibilidad es la de simplemente entrenar a las personas. Otro de nuestros miembros de equipo también viene del mundo de las empresas. Trabajando para una multinacional sintió el llamado al ministerio y decidió estudiar en un seminario. Mientras estudiaba realizó una pasantía con nosotros durante un año. Daniel es inteligente y muy orientado hacia el trabajo, pero también es melancólico y tiende a esquivar las relaciones.
Durante su primer semana de trabajo se cruzó conmigo y algunos otros miembros del equipo en uno de los pasillos del edificio. Con el maletín en la mano y la mirada fija, se dirigió a su oficina dispuesto a atacar los proyectos del día. «Ni siquiera nos vio» pensé. De modo que lo seguí hasta su oficina y le anuncié: «Daniel, acabas de pasar al lado de tu trabajo».
«¿A qué te refieres?» preguntó.
«Estábamos parados en el pasillo y pasaste de largo sin siquiera saludarnos» Le contesté.
«John» me dijo, «me encantaría hablar con ustedes, pero tengo mucho trabajo que hacer».
«Estas personas son nuestro trabajo, Daniel» le repliqué. «Estamos en el «negocio» de las personas».
Lo que me encanta de Daniel es que cuando vio que era necesario un cambio, se puso a trabajar en ello. Comencé a enseñarle habilidades interpersonales. Luego de cinco años se convirtió en mi pastor ejecutivo y no dedicó su tiempo a otra cosa que al desarrollo y la supervisión de las personas. El otro día me dijo que 140 personas iban a llegar a su casa para celebrar un día feriado juntos. ¡Se ha convertido en un experto en personas!
El arte del desarrollo personalizado
Parte del desafío de desarrollar líderes es ser sensible a las necesidades individuales de cada persona. Algunas personas tienen un corazón para Dios pero no poseen habilidades de líderes. Necesitamos proveer para ellos capacitación de liderazgo. Si el carácter de las personas ya está formado, ellas solamente necesitan aprender cómo alcanzar el potencial en sus proyectos.
En el proceso de desarrollar a estas personas podemos nosotros o ellos caer en una excesiva preocupación por la posición y el título asignado. Yo los exhorto: «No importa donde están trabajando o quienes son sus compañeros de equipo, comiencen a añadirle valor a la vida de las personas y se ganarán su respeto. Ellos serán su mejor recomendación». Cuando ellos perciban que el liderazgo no depende del puesto sino de la influencia, todo cambiará. No necesitan esforzarse por ser líderes; si se dedican a invertir en otros, otros les permitirán que sean sus líderes.Los únicos que pueden concederle autoridad a los demás son lo que fácilmente ceden su propia autoridad.Otras personas poseen mucha influencia pero poca profundidad espiritual. En ocasiones esto es por culpa nuestra. Un talentoso hombre de empresas una vez me confesó: «De lunes a sábado me siento desafiado al límite. Asumo riesgos, y vivo un profundo compromiso con mi empresa. Cuando voy a la iglesia, sin embargo, nadie me desafía ni me pide que asuma un compromiso profundo. Nunca se me pide que me arriesgue por algo».
Esto me entristece. Muchas congregaciones poseen maravillosos líderes que son superficialmente espirituales porque nunca nadie los ha desafiado. Esto es una lástima porque resulta más fácil desarrollar la vida espiritual que las capacidades de liderazgo en una persona. No obstante, los líderes que carecen de profundidad espiritual deben ser cultivados por aparte. No pueden ser ubicados inmediatamente en posiciones de liderazgo sin comprometer la integridad espiritual de la congregación. Más bien yo me dedicaría a ese líder pasando tiempo con él en oración, enseñándole a orar las Escrituras e integrándolo en algún grupo de crecimiento.
Los buenos líderes son también buenos consejeros. Yo me he acercado a personas de negocios para decirles: «Usted es bueno en las finanzas. ¿Podría aconsejarme en esta área?» A medida que nos relacionamos ellos desarrollan una pasión por las cosas que a mí me apasionan. Luego, cuando empiezan a mostrar liderazgo espiritual, los desafío con algún proyecto con un plazo específico. Durante el proceso observo la forma en que se relacionan con otros. Algunos líderes crecen en medio de un consejo o una comisión, mientras que otros no funcionan en ese contexto. Simplemente no pertenecen a ese mundo.
Reconocer potencial
Suelo comparar el desarrollo de un líder con la subida de un ascensor, donde mi destino es el piso diez. Cuando llegamos al piso tres algunos líderes dirán: «Este es mi piso. Aquí me bajo yo».
Durante los primeros años de ministerio mi tendencia era bajarme con ellos. «Sigamos por las escaleras» les decía yo. «No necesitamos tomar el ascensor. Intentemos subir al menos algunos pisos más». Mi esposa Margaret un día me dijo: «John, debes permitir que cada uno decida en qué piso quiere vivir». Eso no fue fácil para mí porque considero que el crecimiento es parte de la vida.
A lo largo de los años mi filosofía del desarrollo de liderazgo se ha visto obligada a cambiar. Pensaba que yo podía dirigir a cualquier persona, pero descubrí que no puedo lograrlo con algunas personas. Además de esto, solía pensar que cualquiera podía llegar a ser líder si poseía el compromiso necesario. Esto es una necedad. Muchas personas no quieren ejercer un liderazgo, ni tampoco poseen las cualidades necesarias para ello. Si sabemos esto, ¿cómo identificamos a las personas correctas para desarrollar su potencial de liderazgo.
En primer lugar, debemos darle lo mejor de nosotros mismos a los líderes que ya poseemos. Muchas de las personas que yo estaba dispuesto a descartar, apenas luego de un mes, se convirtieron en verdaderas bendiciones para el equipo. Yo animo a los pastores a que inviertan al menos seis meses en los líderes que ya poseen. Uno tiene que moverse con las personas que ya están con uno. Descubrirán que algunas de esas personas gozan de mucho potencial, mientras que otros no tanto. Invierta en el primer grupo y busque la forma de ubicar a los otros en ministerios que no requieran de liderazgo.
En mi primera congregación un hombre me criticó duramente. Fui a él y le dije: «Quiero pedirte que me perdones si en algo he obrado mal». Pensé que podíamos abrazarnos y comenzar de vuelta, por lo que lo abrasé. El no respondió. No lo confronté ni inicié algún tipo de cambio, y la próxima semana comenzó de vuelta a criticarme. No era la clase de persona que yo necesitaba en mi equipo. Cuando me acerco a algún líder potencial le pido que se comprometa a ser mi compañero de oración durante un año. Esto nos ofrece una valiosa oportunidad de llegar a conocer cada uno el corazón del otro. Por otro lado, también pregunto: «Si yo invierto en su vida, ¿usted estará dispuesto a invertir en otros líderes?» De esta manera aseguramos que la cultura de desarrollo de liderazgo se perpetúa y separamos a las personas que probablemente nunca van a ser líderes.
En ocasiones la intimidación se torna un obstáculo que impide que los líderes fuertes se conecten con sus pastores. El pastor mira al líder y piensa: «Este hombre ha creado su propia compañía y maneja un impresionante presupuesto. Yo dirijo esta pequeña congregación y una secretaria que trabaja apenas unas cuantas horas por semana». Por otro lado el líder mira al pastor y concluye: «Este hombre estudió en un seminario. Maneja el hebreo y el griego. Nunca podré alcanzar su nivel de espiritualidad». De manera que los temores circulan en ambas direcciones.
Liderazgo personal
Muchas veces los obstáculos para desarrollar líderes no proceden de los demás, sino de nosotros mismos. Un tema clave que debemos definir antes de invertir en otros es si estamos dispuestos a sacrificar poder. Los únicos que pueden concederle autoridad a los demás son lo que fácilmente ceden su propia autoridad.
Me resulta más fácil concederla cuando me doy cuenta de que existe una fuente inagotable de autoridad para mí. Si yo sostengo en mis manos el único lapicero que voy a recibir, no estaré dispuesto a entregártela a ti; ¡yo la necesito! Pero si sé que en el armario guardo otros diez mil lapiceros, será fácil ofrecer: «¿Quieres un lapicero? Toma, te regalo una caja de lapiceros».
Por esto, yo recomendaría que el pastor reúna a los líderes más talentosos de la congregación y les dé permiso para que ellos mismos recluten y formen nuevos líderes. Eso requerirá de un gran sentido de seguridad en el pastor, pero nos sentiremos seguros cuando entendamos qué es lo que fomenta la lealtad en los líderes de la congregación. La lealtad es el resultado del respeto. En los tiempos de mi padre, al pastor se le respetaba porque era el pastor. En estos tiempos, sin embargo, la gente no será leal a una persona al menos que la respete y se sienta respetada por ella. Las personas son leales cuando pueden afirmar: «Soy mejor persona como resultado de haber conocido a este líder».
Aun el pastor que no siente que es un gran líder puede desarrollar otros líderes si se siente seguro no solamente de entregar liderazgo a otros, sino también en mostrar una disposición de desarrollar sus propias habilidades. Cualquier pastor que reconozca la importancia del liderazgo deberá desarrollar sus propias habilidades.
Un segundo elemento personal que nos permite ser más eficaces a la hora de desarrollar líderes es aprender a ser apasionados por el ministerio en lugar de impulsados. En una época de mi vida yo era un impulsado, demasiado impaciente, demasiado orientado hacia las metas. En mi opinión existe una enorme diferencia entre ser impulsados y ser apasionados en el ministerio. Los impulsados siempre están intentando demostrarle algo a los demás, buscando la aprobación de los demás. Se enfocan solamente en sus objetivos. Aquellos que son apasionados, en cambio, saborean el viaje tanto como el destino; el apasionado se mueve por un centro espiritual interior, mientras que los impulsados se queman.
Un tercer elemento personal es mi disposición o carencia de ella a reconocer mis propias limitaciones. Ese conocimiento me produce mayor salud espiritual y permite que desarrolle la misma transparencia en los líderes que estoy formando. Un ejemplo es que solamente ahora he logrado mayor comprensión sobre la inevitable fatiga que produce el ministerio. Solía pensar que la fatiga era el precio que uno debía pagar por realizar la obra de Dios. Ya no creo que las personas más espirituales son las que pastorean las congregaciones más grandes o las que más trabajan. El cansancio no es un medidor de la madurez espiritual. Lo que me motiva a trabajar el tema de la fatiga en mi vida es saber cuán vulnerable me deja ante el pecado y los errores.
¿Cuál es su pasión?
En cierta oportunidad, en una conferencia en la que yo exponía, una persona dijo: «nos encantaría que usted pudiera capacitarnos de forma continua».
«Si yo grabara mis presentaciones una vez por mes, ¿cuántos de ustedes estarían dispuestos a unirse a este proyecto?» pregunté.
Treinta y siete personas levantaron las manos. Tomé nota de los nombres de cada uno y prometí: «Muy bien, volveré a casa y comenzaré a enseñar a mi equipo. Grabaremos en cinta las presentaciones que realice y se las enviaré». De esa manera nació el club INJOY. Dick Peterson, un gerente de IBM, me dijo: «Yo también tengo carga por los pastores. Me gustaría ayudarte». Instaló un reproductor de cintas en su garaje, una computadora en su cuarto, y el proyecto remontó vuelo.Lo que me motiva a trabajar el tema de la fatiga en mi vida es saber cuán vulnerable me deja ante el pecado y los errores. Unos cinco años más tarde unos de mis consejeros se sentó conmigo y me retó: «John, vas a tener que elegir».
«No es verdad» contesté. «Me gusta el trabajo en la iglesia y también lo que estoy haciendo en INJOY. Deseo hacer ambas cosas». «Te seguiremos apoyando» me advirtió, «pero llegará el día en que debes escoger entre el uno o el otro». Cuatro años más tarde, en el cierre de una conferencia, llegó la hora anunciada. Más de mil jóvenes habían respondido a un llamado a dedicarse de lleno al ministerio. Me senté luego de la conferencia y pensé: «¡Esto es vida! Yo nací para este trabajo». Al regresar a mi hotel, sin embargo, me di cuenta de que no podía seguir con ambas responsabilidades. Cuando llegué a casa le dije a Margaret: «no puedo realizar ambos ministerios». Ella me respondió: «¡Te das cuenta que esta es la primera vez en veinticinco años de casados que te escucho confesar que no puedes hacer algo?»
Comencé a llorar. «Pero Margaret, no puedo hacerlo. Tengo demasiadas obligaciones que atender. No soy suficientemente bueno, hábil o inteligente para sostener los dos compromisos. Quiero dedicarme solamente a formar líderes».
En todos los lugares que he servido he orado que Dios me envíe los líderes que su Iglesia necesita. Durante catorce años por lo menos una vez por mes me cruzaba con alguna visita en las oficinas. Me lo presentaban y el Señor me hablaba, diciendo: «Aquí tienes uno, John». Ha sido algo tremendamente humillante, porque nunca he movido un dedo para salir a buscar a estas personas. Luego de que renunciara me agasajaron con una cena de despedida en la que se encontraban unos setenta y cinco líderes de la congregación. Me levanté y dije: «Toda mi vida he orado por líderes. Permítanme compartir de qué forma ha contestado esas oraciones el Señor». Luego caminé por aquel lugar y les conté a cada uno acerca de la forma en que los conocí y cómo Dios me había dicho: «Este es uno de los que estás buscando». Cuando acabé todos estábamos quebrantados.
Alguien preguntó: «¿Cómo es que puede recordar el encuentro personal que tuvo con cada uno de nosotros cuando esta congregación es tan grande?» Yo respondí: «No recuerdo los encuentros que he tenido con cada persona, pero sí recuerdo a las personas que Dios trajo a mi vida para que desarrollara el líder potencial que había en ellos.
Si usted ora por líderes, si posee un corazón dispuesto a desarrollar, dirigir y otorgar poder a otros, y si ha recibido una visión de Dios sobre este ministerio, el Señor le concederá los deseos de su corazón.
Por John C. Maxwell.
Usado con permiso. Tomado de Christianity Today.