Muchos sentimientos de culpa surgen cuando no podemos cumplir con los altos estándares que otras personas o nosotros mismos nos hemos impuesto. La culpa, entonces, si no sabemos como solucionarla, puede generar ansiedad, depresión, baja auto-estima y mucho otros problemas…
¿Tiene una relación que se está saliendo de control y no descansa por pensar qué hubiera ocurrido si usted hubiera actuado o hablado en forma diferente? ¿Quizá tiene problemas con su jefe abusivo porque lo pasa fastidiando? ¿O acaso sus hijos se preguntan por qué tienen un padre como usted?
En estos días es muy común sentirse culpable por la comida especialmente cuando uno ve esas modelos súper-delgadas que inundan las portadas de los tabloides y de las revistas. ¡Hasta una porrista esbelta se deprime al ver semejantes portadas!
Ahora con Internet uno puede leer literalmente miles de artículos que tratan el tema de la culpa en las relaciones, por comer, por trabajar, por comprar, por ser una mala persona, por haber llamado al ex, por tratar de quedarle bien a todos, etc.
¿Alguna vez se atrasó en algún pago por negligencia o por gastar el dinero en otra cosa? ¿O le ha sido infiel a su cónyuge? ¿O quizá mentido para no pagar algún impuesto o se ha enojado sin ninguna razón?
Muchos sentimientos de culpa surgen cuando no podemos cumplir con los altos estándares que otras personas o nosotros mismos nos hemos impuesto. La culpa, entonces, si no sabemos como solucionarla, puede generar ansiedad, depresión, úlceras, baja auto-estima y mucho otros problemas.
Perfeccionista en recuperación
Yo era muy duro conmigo mismo en mis años de adolescencia. Por ejemplo, en una ocasión cometí una falta durante los últimos segundos de un juego de baloncesto en la secundaria. Mi equipo iba ganando pero debido a mi falta, el equipo contrario tuvo derecho a tres tiros libres que aprovecharon para ponerse a la delantera. En ese momento me sentí muy triste. El partido continuó y uno de nuestros desesperados pases rebotó hasta la mitad de la cancha, donde un compañero atrapó el balón, elevó una rápida oración y lanzó. ¡En el último segundo ganamos! En ese momento me sentí la persona más feliz pero si no hubiéramos ganado esa felicidad hubiera sido un reproche.
Un hombre soltero que conozco tuvo un amorío con una mujer casada que se sentía abandonada emocionalmente por su esposo y el entusiasmo y el libido juvenil de mi amigo suplía muchas de las necesidades de ella. Compartían juntos, idearon hasta una estrategia, pasaban escondiéndose y planeaban sus encuentros. Cuando los descubrieron, él mintió y buscó perpetuar la aventura pero, con el tiempo, sus amigos lo convencieron de terminar con esa relación. Él se sintió culpable por haberse involucrado con esa mujer, por haber mentido pero después por haberla dejado.
Los sentimientos de culpa pueden paralizar a una persona emocionalmente. Los serios deslices éticos y morales pueden traer sentimientos de culpa y de vergüenza. Un defecto aparentemente pequeño puede, algunas veces, impedir que usted vea la luz del día. Este artículo busca proveer formas sanas y bíblicas para manejar la culpa y cómo uno puede saber si realmente ha sido perdonado.
Algunas causas de sentimientos de culpa
¿Por qué la culpa nos afecta tanto y cómo podemos aliviarla? Algunos psicólogos enfatizan que los problemas de nuestro pasado pueden carcomernos en el presente. La incapacidad de reconciliarnos o dejar relaciones dañinas en el pasado influyen en nuestras emociones actuales. Otras autoridades en psicología afirman que se debe porque las personas siguen rígidos estándares.
Algunas soluciones sugeridas incluyen descubrir y resolver contratiempos del pasado y lograr que los códigos morales o las expectativas sean menos exigentes. Ciertamente muchas personas todavía sufren por problemas del pasado o por imponerse estándares muy altos y poco realistas. Cuarenta y ocho horas de tareas no se pueden hacer en un día de veinticuatro horas así que no se auto-castigue cuando lleva a cabo solo la mitad de su ambiciosa lista de cosas por hacer. Quizá auto-recompensarse ocasionalmente es mejor que auto-castigarse.
Por otro lado no olvide que, en algunas ocasiones, podríamos sentirnos culpables porque realmente lo somos. Si así es, entonces, la terapia para una persona culpable empieza reconociendo los defectos que tiene, pero hacerlo no siempre es fácil.
Admitir que uno se ha equivocado es difícil. Es como el chiste de un escritor que le preguntó a su dominante editor si alguna vez se había equivocado. Éste le respondió:
—Sí, una vez me equivoqué. Fue cuando pensé que me había equivocado pero no era así.
O. H. Mowrer, psicólogo graduado de la University of Illinois, señaló un dilema común a la hora de enfrentar sus propios defectos:
«Admitir nuestros defectos y equivocaciones es difícil porque los seres humanos no cambian radicalmente hasta que primero reconozcan sus pecados. Sin embargo, ese reconocimiento no es fácil a menos que uno ya «haya cambiado». En otras palabras, reconocer que uno tiene defectos es un severo «insulto» para el ego y uno debe tener una nueva fuente de fortaleza para soportarlo.» (citado en el libro de Henry R. Brandt: The Struggle for Peace [La lucha por la paz])
Entiendo muy bien este problema de debilidad interior. De joven, busqué el éxito en los deportes, en los estudios y hasta en el gobierno estudiantil de mi secundaria. Asistí a una de las secundarias más importantes de mi país, de donde se había graduado personajes famosos como el presidente John F. Kennedy y el actor Michael Douglas. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos por alcanzar más y más logros, nunca encontré la satisfacción que anhelaba. La culpa, la ansiedad y mi baja autoestima a menudo carcomían mi interior.
Durante mi primer año universitario conocí a unos estudiantes que decían que el lado espiritual de la vida ofrecía una solución al problema de la culpa. Ellos decían que una relación con Dios me podía dar «nuevas fuerzas» necesarias para enfrentar mis propios defectos y buscar ayuda. Gracias a ellos descubrí razones prácticas de cómo la fe podía ayudarme a superar mis sentimientos de culpa.
Una solución para la culpa
La película Todopoderoso protagonizada por Jim Carrey y Morgan Freeman muestra los intentos de Dios de contactar al personaje principal al dejarle un mensaje en su localizador personal. Resulta ser que el número telefónico que aparecía en la película es válido en muchos lugares. Después del estreno de la película, varia gente empezó a recibir llamadas de personas que preguntaban por Dios.
Una mujer de Florida amenazó con demandar al estudio cinematográfico después de que su línea celular quedó saturada por la cantidad de llamadas que recibía. Una estación de radio en Denver hasta organizó un concurso que dio un giro inesperado. Las personas empezaron a llamar creyendo que realmente habían descubierto una línea directa a Dios. Una de esas personas incluso dejó un mensaje confesando su adulterio.
La confesión puede ayudarlo a limpiar su conciencia
Los estudiantes universitarios que mencioné anteriormente tenían un gozo y un entusiasmo que llamaba mi atención. Ellos afirmaban que tenían una relación personal con Jesús de Nazaret, lo cual yo no podía creer. Seguí asistiendo a las reuniones que organizaban porque sentía curiosidad y porque era un buen lugar para encontrar una novia. ¡Regresaba especialmente por la novia!
Ellos me explicaron que Dios me amaba pero que mi egocentrismo y pecados me habían separado de Él y que por eso envió a Su Hijo Jesús a morir aquí en la tierra para pagar la deuda de mis pecados y que, al tercer día, se levantó de entre los muertos para que yo pudiera recibir el regalo gratis de su perdón. Con el tiempo, todo lo que decían empezó a tener sentido. De corazón, invité a Jesús a formar parte de mi vida, a que me perdonara y a que fuera mi amigo. No hubo ni relámpagos ni truenos, ni ángeles, ni tampoco me convertí en un ser perfecto. Pero encontré una paz interior inimaginable, Jesús me liberó de mi culpa, me dio seguridad de que estaría con Dios para la eternidad y encontré al mejor amigo de todos.
Por supuesto que mi experiencia no es única. William James, psicólogo graduado de Harvard, en su libro The Varieties of Religious Experience [Las variedades de la experiencia religiosa] cita a Henry Alline, quien puso su fe en Cristo: «La carga de la culpa y de la condenación se fue… toda mi alma, que hacía unos cuantos minutos agonizaba en las montañas de la muerte… ahora estaba llena de amor inmortal… libre de las cadenas de la muerte y de la oscuridad.»
Uno de los primeros creyentes escribió: «ahora Dios les ha dado vida junto con Cristo, y les ha perdonado todos sus pecados. La ley escrita estaba en contra de nosotros, pero Dios le puso fin por medio de la muerte de Cristo en la cruz» (Colosenses 2.13–14, Versión Lenguaje Sencillo). Me di cuenta de que mis culpas se habían ido pero que debía mantenerme junto a Él todos los días.
Un amigo de Jesús escribió: «si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos confiar siempre en que él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1.9, Versión Lenguaje Sencillo). Si confesamos nuestros pecados, es decir, si somos honestos con Dios, Él nos perdona y nos limpia.
¿Pero qué pasa si uno no se siente perdonado? ¿Existe acaso la culpa falsa?
Culpa: ¿Real o ficticia?
Un lector me envió un correo titulado «Lleno de culpa», donde me contaba sus luchas:
«Hace unos años, después de una depresión, cometí una serie de terribles equivocaciones. Estoy comprometido con el Señor y he confesado mis pecados. Me siento muy avergonzado sobre lo que he hecho y me siento diez veces peor porque no puedo cambiar las cosas… Tengo problemas con la idea que Él me ha perdonado… Por favor, ¡ayúdeme! ¿Qué debería hacer? Esta culpa me está matando.»
Algunas veces nos sentimos culpables porque somos culpables y, en otras ocasiones, nos sentimos culpables sin ninguna razón. ¿Es su culpa real o ficticia y qué puede hacer con esos sentimientos?
Cuando mi esposa trabajaba en Stanford, por lo general, estacionaba en una calle cerca de su oficina. Una tarde encontró una multa en su parabrisas. Durante ese día —mientras el auto estaba estacionado— pintaron, en ese lado de la calle, una línea roja que indicaba que era prohibido estacionarse ahí. ¿Acaso tenía ella la culpa?
El dilema de mi esposa daba risa y agobio. O pagaba la multa, o pelaba en la corte. Se decidió por la segunda opción. En la corte le explicó al juez todo lo que había ocurrido y él decidió eliminar la multa.
La ley y la aplicación del juez determinaba si era culpable o inocente. De la misma forma, si violamos los estatus de Dios, somos culpables. Si no violamos los principios bíblicos, entonces podríamos ser o no culpables.
Si usted sabe que su culpa es real, entonces la solución empieza poniendo su confianza en Cristo y en su perdón. Cuando lo haya hecho y esté conciente de los pecados en su vida diaria, entonces simplemente confiéselos a Dios.
Mantenga las cuentas limpias con Dios. Como dijo un predicador: «Los confieso mientras los cometo». Los sentimientos tienen sus efectos pero si usted confiesa su pecado, Dios lo perdonará.
¿Qué pasa si uno no sabe si la culpa es real o ficticia? ¿O si confiesa sus pecados pero aún así no se siente perdonado?
Tome en cuenta la guía del Espíritu Santo
Jesús envió a su Santo Espíritu para guiarnos a la verdad (Juan 16.13). Si la Biblia no prohíbe ciertos comportamientos, usted, como discípulo de Jesús, puede pedirle al Espíritu Santo sabiduría para saber qué hacer. El hermano de Jesús, Santiago, escribió: «Si alguno de ustedes no tiene sabiduría, pídasela a Dios. Él se la da a todos en abundancia sin echárselo en cara» (Santiago 1.4, Versión Lenguaje Sencillo). Discernir la guía de Dios no es una ciencia exacta pero Su convicción interna puede ayudarlo a entender las cosas.
Cómo corregir las cosas
¿Qué hace uno si no está seguro si sus sentimientos de culpa son legítimos o si no se siente perdonado?
Recuerde que las promesas de Dios vencen su propia autocrítica
Los miembros de la familia de Dios pueden confiar en Su opinión aun cuando no sienta que sea real. Recordemos lo que dice Juan: «En esto sabremos que somos de la verdad, y nos sentiremos seguros delante de él: que aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo» (1 Juan 3.18–20, Nueva Versión Internacional). ¿Su corazón lo condena injustamente? Usted puede responderle: «Corazón, escúchame. Yo soy un hijo de Dios, he confesado mi pecado y Él dice que me ha perdonado. Me rehúso a creer tu condenación.»
Le recomiendo que converse con usted mismo en privado. Por una serie de razones espirituales y psicológicas, sus sentimientos de culpa no desaparecerán de inmediato. Recuerde, además, que cambiar patrones emocionales establecidos toma su tiempo pero un buen punto de inicio es creerle a Dios.
Reconozca también que las promesas de Dios vencen al enemigo real
Este aspecto es un poco difícil de entender pero es definitivamente importante. Jesús enseñó sobre la existencia de Satanás que él es un «mentiroso y padre de la mentira» y el «acusador» de los creyentes (Juan 8.44, Apocalipsis 12.9–10, Biblia de las Américas)
Durante una época de mi vida, me consideraba demasiado intelectual como para creer en Satanás. La única imagen que tenía del diablo era la de la mascota de nuestra universidad: el «Demonio Azul». Para mí el diablo era un tipo vestido con un traje azul cargando un tridente y que apoyaba a nuestro equipo de baloncesto. Luego escuché que Satanás, el engañador, tiene a cierta gente tan engañada que les hace creer que él no existe. Con el tiempo, la vida y las enseñanzas de Jesús me convencieron de que Satanás era real. Si experimenta sentimientos falsos de culpa, recuerde que pueden venir de un ser externo a usted. No es que deba negar la existencia de ciertos sentimientos pero si debe reconocer si esos sentimientos tienen un fundamento real o ficticio, y la amistad con Jesús es su mejor arma para hacerlo (1 Juan 4.4).
Restituya sus actos pasados
En mi segundo año universitario, tomé una cubeta plástica que estaba detrás del atril del salón de conferencias del departamento de psicología. Había estado ahí todo el semestre así que pensé que nadie la quería y que podía llevármela. La usé por un buen tiempo para lavar mi auto.
Dos años después, leí un panfleto sobre el perdón de Dios y entonces la cubeta empezó a dar vueltas en mi cabeza. No solo necesitaba admitir mi robo ante Dios, sino que debía restituir mi actuar.
Como mi botín ya estaba demasiado usado, decidí comprar una cubeta nueva y devolverla al departamento de psicología. El día que lo hice no encontré a nadie en el departamento así que dejé la cubeta en un armario de limpieza con una nota explicándolo todo. Quizá alguno de los conserjes la leería y mi conciencia quedaría limpia.
Después de escuchar mi historia de la cubeta robada, un amigo le escribió a su antiguo jefe confesándole todos los objetos que había robado y ofreciéndole restituirlos. «Quizá todos tengamos nuestra historia de la cubeta robada,» dijo otro amigo.
¿Se siente culpable? Quizá debe bajar sus estándares poco realistas en un mundo lleno de estrés. Pero quizá también necesite encarar sus propios defectos y pecados. Nunca se olvide de que el perdón que Jesús ofrece es gratis y que Su verdad triunfa ante todo.
Por Rusty Wright. Usado con permiso.