Somos la Generacion que Conquista

Dios impartirá una unción para que nosotros lideremos, instruyamos y establezcamos un ejemplo; pero debemos ser aún más sensibles y sumisos al Espíritu Santo, y cumplir con nuestras responsabilidades con temor y temblor.

El libro de Josué muestra el cuadro de un pueblo que ha dejado de estar errante, ha llegado a conocer a su Dios, abrazó sus promesas, y está ahora listo para apoderarse de lo que Dios le había prometido.
Creo que somos la generación de Josué.

Somos la generación que va a bombardear las puertas del infierno, tomar la Tierra Prometida, y traer la cosecha de almas de los últimos días. Toda injusticia caerá de rodillas a medida que proclamemos la Palabra de Dios.

¿Pero hemos considerado el costo?
Josué guió al pueblo de Israel a tomar la Tierra Prometida, pero también sirvió a Moisés fielmente y con paciencia durante cuarenta años en el desierto, mientras sabía que podrían haberla tomado apenas unos meses después de haber dejado Egipto.

Josué fue uno de los doce espías que regresó con un buen informe luego de observar la tierra que fluía leche y miel. Ese fue el informe que Israel rechazó, y a causa de esa incredulidad anduvieron errantes por el desierto durante cuarenta años. Solamente Josué y Caleb le creyeron a Dios.

La generación de Josué le creerá a Dios y le obedecerá.
La generación de Josué no murmurará ni se quejará.
La generación de Josué dará la vida por el Evangelio.
La generación de Josué entregará la vida por sus hermanos y hermanas.
La generación de Josué no tomará la gloria para sí.

Si no estamos deseosos de pagar el precio, no sobreviviremos al tiempo de la generación de Josué. Debemos ser tenaces e inconmovibles en nuestro amor por Dios y por los hermanos y, además, debemos saber cómo guerrear en el espíritu.

Guerrear en el espíritu es vencer a todas las zorras pequeñas que estropearán la viña, zorras pequeñas como codicia, lujuria, celos, enojo y temor.
Guerrear en el espíritu es levantarme una hora más temprano o quedarme una hora más tarde para tener ese tiempo de intimidad con el Señor, oír sus instrucciones para el día y conocer su mente y corazón.

Guerrear en el espíritu es ser llenos del poder de su fuerza, y estar completamente vestidos de su armadura de modo que el enemigo tenga que retroceder a medida que vamos caminando en este mundo.

Guerrear en el espíritu significa reconocer continuamente que no estamos guerreando contra la gente, sino contra el diablo y sus demonios que trabajan a través de ellos.
Finalmente, guerrear en el espíritu requiere de amor, fe, paciencia, fidelidad y coraje. Todas estas fueron características de Josué, guerrero de Dios que por su fe y obediencia tomó la Tierra Prometida.

La Iglesia es la esposa guerrera de Jesús, y cuando creamos y obedezcamos al grito de batalla de nuestro Señor, ¡tomaremos el mundo!

E hizo Josué como le dijo Moisés. Éxodo 17:10

Estoy seguro de que Moisés era un gran hombre, pero ¿usted piensa realmente que sería siempre grandioso estar trabajando para él? Tenía una responsabilidad tremenda y llevaba la carga de guiar a millones de personas con un pensamiento sumamente egoísta e independiente. Y él mismo tenía su temperamento.

Este es el hombre que golpeó la roca y no entró en la Tierra Prometida a causa de eso. ¿No piensa que, tal vez, había momentos en que Josué se sentía un poco frustrado, irritado o exasperado con Moisés? Y sin embargo, la Biblia dice que Josué obedeció a Moisés sin quejarse.

¿Por qué? Creo que Josué sabía en su corazón que un día iba a guiar al pueblo de Israel a atravesar el Jordán para tomar la Tierra Prometida. Sabía que Dios lo estaba preparando para la guerra.

Cuando Dios creó la Iglesia, dejó un sólo puesto vacante para todo miembro: esclavo. Una epístola tras otra Pablo declara que era meramente un siervo del Señor Jesucristo, pero la palabra que usaba en griego quería decir «esclavo». El tipo de esclavo del que hablamos aquí, es alguien que está total y completamente dedicado a su amo.

Aún si le ofrecían su libertad, se negaba a aceptarla a causa de su compromiso de por vida para con su amado. En este mismo sentido, somos llamados a ser siervos del Señor Jesucristo.

Si verdaderamente queremos ser guerreros para Cristo, no tenemos ninguna excusa para decir «ese trabajo es muy poco para mí», ni podemos pensar «soy demasiado para este trabajo». ¡La única vacante de trabajo en el Reino de Dios es la de esclavo!

Hay un versículo interesante de las Escrituras sobre Josué:
Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué, hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo (Éxodo 33:11).

Esta Escritura nos indica que Josué servía a Moisés, pero que buscaba a Dios para misericordia, justicia, bendición y ascenso. Con frecuencia cuando hacemos cosas para hombres y mujeres, naturalmente esperamos que nuestra recompensa venga de parte de ellos. Pero La Biblia dice que debemos hacer todas las cosas como para el Señor y que nuestra recompensa viene de Él.

Puede ser que nadie esté viendo cuánto ensayas para el coro, pero Jesús lo sabe. Puede ser que nadie te haya visto cuando estudias ese informe financiero a las 02:00 de la mañana, pero Jesús sí. Así que, cuando busques tu recompensa, ¡mira a Jesús!

Recibiendo de parte del Señor

Josué fácilmente podría haberse quejado de que estaba siendo «usado» por Moisés. Cuando Moisés se quedó en la montaña orando mientras Josué estaba batallando contra Amalec y peleando por su vida, allá abajo Josué podría haberse sentido tentado a gritar: «¡Moisés me está usando!» Pero, Josué se sometió a Moisés y recibió como resultado un reconocimiento especial de parte del Señor:
Dios revela que Él es nuestro estandarte de victoria en la guerra (Jehovah-nissi) y le dice a Moisés que edifique un altar y «que lo mencione a los oídos de Josué». Él declara que Josué es el héroe conquistador del día. Así que, si alguien viene a ti y te dice que están usándote, diles: «¡Sí, me están usando! Eso es lo que se supone que deben hacer. Yo dije: ‘Señor, estoy disponible para ti y quiero ser usado’. Y la única manera que Él puede responder es utilizándome a través de alguien. ¡Y lo hago como para el Señor!»

Esta no es solamente una declaración de fe, ¡es un grito de batalla!

El problema que muchos de nosotros tenemos es que cuando hacemos bien a nuestros «amos», sea esa persona el empleador, supervisor, o ministro de música – queremos cosechar de parte de aquel en quien hemos invertido. Si no nos sentimos afirmados, apreciados y recompensados por la persona que nos ha «usado», entonces nos enojamos.

Pero La Biblia dice que nuestra recompensa no viene de los hombres: viene de parte del Señor (Efesios 6:8).

Cualquiera que esté intensamente involucrado en el ministerio debe concluir finalmente que ninguna persona puede jamás devolverle los sacrificios que haga. Únicamente Dios puede recompensarlo adecuadamente por los hechos desinteresados que pueda hacer en beneficio de otro. ¡Y Él sí que nos recompensará!

La recompensa y el reconocimiento vendrán del Padre, y Él determinará la recompensa apropiada para que nosotros recibamos. Ahora, si el Padre elige recompensarte ricamente, ¡no dejes que nadie te haga sentir mal por eso! Acepta cualquier cosa que el Señor te provea, grande o pequeña. Continúa dando el mismo fiel, humilde y excelente servicio sin tener en cuenta cuánto Él pone en tu mano o cuánta alabanza recibes.

Cuanto más el Señor comprueba que puede confiarte bendiciones, más te bendecirá. Y durante todo el tiempo, ya sea que tengas lo mínimo o abundes, elige estar contento y servir gozosamente. Este es un acto de fe en Dios y solamente en Dios.
Cuando una armada va a la batalla, todas las vidas están en la línea.

Los sargentos pueden ganar más dinero que los soldados, a pesar de que los soldados puedan estar expuestos a riesgos mayores. No todos los cheques de pago militares son iguales. Esto también es verdad en el Reino de Dios. Algunos reciben treinta, otros sesenta y aún otros reciben cien (ver Mateo 13:3-8). El porcentaje depende de lo que diga el Padre.

Nuestra parte es ser agradecidos por cualquier cosa que Él nos dé, esperar su recompensa, recibirla agradecidos, y mirar a otras personas para ver si nos recompensan por los sacrificios que hacemos por ellas.

Nuestra motivación para servir al Señor nunca debe ser por un porcentaje material. Nuestra motivación debe ser el amor por el Señor. Cualquier devolución material es un beneficio adicional que Él da a nuestras vidas. El valor real de lo que nosotros damos es medido para nosotros en cosas eternas que no pueden ser medidas sobre esta Tierra.

Como Jesús

Tal como los soldados tienen que obedecer a su comandante, cada creyente es llamado a obedecer al Señor, y no en forma ocasional, sino continuamente. No obedecemos únicamente cuando las circunstancias parecen correctas o cuando nos gusta la persona que está en autoridad, sino que obedecemos a todos los que están en autoridad sobre nosotros como si obedeciéramos al Señor mismo. Pedro nos enseñó una verdad dura en su primera epístola:
«Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien» (1 Pedro 2:13-14).

Debemos someternos a las leyes de los hombres como si Dios mismo las hubiera escrito. Debemos someternos a todos aquellos en autoridad sobre nosotros, porque Dios los ha puesto en esas posiciones. Rebelarse contra ellos es rebelarse contra Dios.

Y si requieren de nosotros alguna cosa que no es piadosa o acorde con las Escrituras, debemos desobedecer externamente, pero permanecer sumisos internamente. De esta forma, nuestros corazones se mantienen puros delante del Señor y nuestra obediencia a Él es completa.

Desdichadamente, la mayoría de nosotros probablemente nos rebelamos más por razones egoístas que por convicciones bíblicas. Estamos apurados, y en consecuencia, superamos el límite de velocidad. Nuestro jefe es insensible, tirano y no nos paga lo que valemos, entonces, agregamos una hora aquí y otra allá en forma extra.

Creemos que el impuesto a los ingresos es inconstitucional y opresivo, por lo tanto, no informamos el dinero en efectivo que recibimos por hacer diversos trabajos.

Esta rebelión y anarquía también es común en la iglesia local. No nos gustan las canciones que el director del coro elige, así que, abandonamos el coro, aun si Dios nos ha llamado allí para aprender sumisión con ese director de coro. Entonces, nos involucramos en evangelismo pero, el líder es desorganizado. Nos sentimos tan frustrados con la falta de habilidad administrativa que eventualmente dejamos eso también.

La verdad es que, iremos de una responsabilidad a otra hasta que aprendamos a someternos a la autoridad. Dejemos de quejarnos y hagamos todas las cosas como para el Señor. Nunca estaremos contentos hasta que dominemos nuestros caprichos egoístas, dejemos de lado nuestras agendas personales y, simplemente, obedezcamos a Dios y sirvamos a aquellos que Él ha puesto en autoridad sobre nosotros.

Cuando Dios nos ubica bajo una autoridad que no es agradable o no opera como nosotros hubiéramos operado, sabemos que Él está trabajando sobre nuestro nivel de sumisión a la autoridad. ¡Nos está preparando para la batalla! ¡Nos está mostrando cómo entregar nuestras vidas! Si vamos a ser como Jesús en esta Tierra, debemos aprender obediencia al punto de crucificar nuestro yo y nuestra carne.

Jesús derramó su vida por nosotros en obediencia al Padre y su ejemplo es el modelo que tenemos que seguir. Debemos derramar nuestras vidas por otros en obediencia a Dios.

Si estamos establecidos en autoridad sobre otros, debemos derramar nuestras vidas en obediencia a Dios más que nunca. Dios impartirá una unción para que nosotros lideremos, instruyamos y establezcamos un ejemplo; pero debemos ser aún más sensibles y sumisos al Espíritu Santo, y cumplir con nuestras responsabilidades con temor y temblor.

Nuestro liderazgo debe llevar estas dos marcas: la confianza y la humildad de Cristo.

La obediencia nos permite ser todo lo que Dios diseñó que nosotros fuéramos. Libera nuestro potencial y desata nuestros ministerios. Pero lo más importante: cuando aprendemos obediencia, aprendemos el fundamento para declarar una guerra y ganarla.

El enemigo se enfrentará con una formidable fuerza de pelea cuando nuestro ejército de soldados cristianos obedezca a aquellos en autoridad y nuestros oficiales muestren el modelo de Jesús a aquellos a quienes lideran. Seremos de una sola mente, corazón y espíritu, y nada hará que rompamos filas. ¡Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia obediente de Dios!

Extraído de»Cómo vencer al enemigo», de T.D. Jakes -Editorial Peniel.

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