Autores: James Wheeler. Mt. 27:38-46.
Una predicación acerca del sufrimiento debe enfrentar correctamente dos polos: el sufrimiento de Cristo y el del ser humano actual. Si falta el primero podemos caer solamente en búsquedas humanas, políticas o sociales; si falta el segundo arrancaremos de la historia misma el sufrimiento de Cristo y no responderá a las preguntas que surgen del sufrimiento humano.
1- El sufrimiento abarca la totalidad del ser humano, su parte física y la espiritual.
2- Podemos distinguir tipos de sufrimiento, como los son las enfermedades, las persecuciones, los sufrimientos derivados de condiciones económicas ajenas a uno mismo, los accidentes o fatalidades. Cada caso concreto merece un tratamiento particular, que tenga en cuenta en especial cuál es el grado de participación que cada uno tiene en la provocación de su propio sufrimiento. Debemos por un lado romper la interpretación mecánica Pecado ® sufrimiento, pero por otro considerar seriamente nuestro pecado como causa del sufrimiento. Esto puede ayudarnos a enfrentar los momentos difíciles con una actitud de transformación personal cuando podamos ver dependencia de nuestra responsabilidad. En otros casos, como el de persecuciones por causa de la fe, habrá que enfrentarlo con santa obstinación. Otro punto aparte merecen las fatalidades. Si bien podemos aceptar que Dios vela por todos, creo que en la libertad que nos ha dado también está contemplada la fatalidad, la probabilidad de que eventos negativos ocurran, que nos muestran nuestra fragilidad y limitación.
Pero hemos de librarnos de dar una respuesta inmediata y fácil a cada sufrimiento. En todo caso es una respuesta de Dios al sufriente, que a veces debe pasar por el valle de lágrimas por mucho tiempo hasta obtenerla. «Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado» (Mt 27: 46)
3- El seguimiento de la cruz no significa buscar el sufrimiento. Una mística del sufrimiento que busca y ansía el dolor autoatormentador no está en la línea del seguimiento de Jesús. Nadie redime al otro con sus propias heridas, ni con su muerte.
4- Aceptar el propio sufrimiento de una manera estoica o resignada y pasar por el sufrimiento ajeno encogiéndose de hombros no significa seguir a aquél que no reprimió su propio dolor frente a su propio sufrimiento y al sufrimiento ajeno.
5- ¿Porqué permite Dios que suframos? o ¿Porqué existe un sufrimiento tan terrible en el mundo? Estas preguntas pueden responderse desde la negación de Dios o intentando justificar la acción de Dios, hablando de su justicia por encima de los desórdenes de este mundo (teodicea). Es ambos casos negamos la cruz de Cristo. La fe cristiana no se dirige a un Dios que está por encima de todas las cosas, que ve cómo sufre y que asevera que ama a los hombres, sino a un Dios que está ahí con ellos en todo, incluso en el sufrimiento. En la pasión de Jesús se manifiesta palpablemente que Dios se solidariza en el mundo con el que sufre. Por eso la pregunta ¿cómo es posible que Dios ame al mundo si le deja sufrir? se resuelve en otra sorprendente pregunta: ¿cómo puede Dios amarnos tanto que se solidariza con nuestro sufrimiento?
Esto es un signo de confianza y también un signo de que Dios en su revelación sigue siendo oculto y las cuestiones humanas permanecen abiertas.
6- Si Cristo resucitó también exige de los cristiano la participación en la protesta de Dios contra el sufrimiento que hay en el mundo y con ello la instauración de signos de sufrimiento, enfermedad y muerte no deben tener la última palabra. La superación del sufrimiento no puede ser relegada al futuro irrelevante para hoy de las denominadas postrimerías, pues en el mundo en que Jesucristo curó y resucitó no puede ser sólo un valle de lágrimas y de lamentos. Aún en los momentos de más duro sufrimiento la esperanza de una vida en plenitud debe permanecer, y por su puesto mantenernos y alentarnos.
7- La humanidad sufre hoy ante todo bajo el hambre, la enfermedad, la guerra y la privación de la libertad. Si el mundo no es solamente «una sucia y desvencijada sala de espera de una estación de mala muerte para el viaje de las almas al cielo, sino el escenario para una nueva creación de las cosas y el campo de batalla de la libertad (Moltmann) surge para los cristianos y a la vez para la iglesia la misión de liberar a las demás personas de sus sufrimientos.
La sabiduría de Dios consiste en herir al adversario con sus propias armas (escolios de Lutero a Heb 2:14 y Rom 8:3) herir a la muerte con la muerte mediante la resurrección. «Si el sufrimiento existe, debemos servirnos de él, explotarlo, desvalijarlo y saquearlo, ponerlo como enemigo a nuestro servicio: el sufrimiento no nos ayuda por ser sufrimiento -más bien podría perdernos-, sino porque un hombre con Dios puede obligarle a ello» (Gödan).
Sufrimiento: ¿por qué Dios lo permite? Mt 27: 38-46.
James Wheeler. Ramírez. 1998.
Objetivo: Intentar plantear la pregunta por el sufrimiento desde otro aspecto: porqué Dios nos ama que se vino a hacer uno de nosotros. Alentar a buscar en la fe la fuerza que nos ayude en el dolor y movernos junto con Dios en la lucha contra el dolor.
1- Plantear la pregunta: ¿Por qué Dios permite el sufrimiento?
También ver posibles respuestas:
a- la atea: Dios no existe, sino no lo permitiría.
b- Justificativa: Dios sabe lo que hace. Pero en el fondo no responde mucho.
c- A medias: no abandonamos la fe pero quedamos a mitad de camino con más dudas que certezas.
2- Cambio en el enfoque y en la pregunta.
La semana santa que cuando vivió Jesús no fue tan Santa. Teñida de sufrimiento y dolor. El sufrimiento de Cristo: rodeado del abandono de sus discípulos, de la traición de Judas, de la injusticia en el juicio y finalmente de dolor y muerte.
La pregunta ¿por qué hay sufrimiento si Dios existe? En realidad supone que Dios está fuera de la historia, mirándonos desde el cielo y refregándose las manos viendo cómo nos las arreglamos para vivir en este mundo.
Pero vemos en los sucesos de Pascua a un Dios que está con nosotros en nuestra propia historia. Vemos un Dios que se desviste de su condición de Dios para hacerse una persona como nosotros.
Los opositores quieren que demuestre en la cruz su condición de Dios.
Viendo esto, tendríamos que pensar que la pregunta de ¿por qué Dios permite el dolor? Debería cambiarse en ¿por qué Dios nos ama tanto que se involucra con nosotros en la historia?
¿Por qué llega al extremos de morir en una cruz, y no utilizar su condición de Dios para salvarse?
El Dios de la Biblia y de Jesucristo nos dice que si hay sufrimiento en el mundo, Él quiere estar junto a la persona en su misma situación. Por eso llegó hasta el extremo de exclamar en la cruz: Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado?
Creemos en un Dios que perdió a su Hijo mostrándonos así cuánto nos amó y ama.
La secta Moon niega el sufrimiento de Jesús. Jesús se equivocó viniendo pobre y desvalido a este mundo.
3- Pero Dios protesta contra el sufrimiento.
Si Cristo resucitó el sufrimiento no tiene la última palabra. La resurrección de Jesucristo es un no rotundo de Dios al sufrimiento. Dios protesta contra el sufrimiento humano.
Por eso cuando respondemos al sufrimiento diciendo que Dios sabe lo que hace le estamos todavía echando la culpa de nuestro dolor. Dios no quiere el dolor, y tanto no lo quiere que haciéndose uno de nosotros nos mostró que el dolor no tiene la última palabra en este mundo.
En medio de nuestros dolores y pruebas, sepamos que Dios está al lado nuestro, como lo estuvo siempre con todo el que sufre, para consuelo, para sostén, para alentarnos en la esperanza.
4- La plenitud no es cuestión del más allá.
Y la superación del dolor no sólo debe quedar relegada al futuro. Sufriremos aquí reinaremos allá. Dios no quiere ninguna justificación de ningún tipo del dolor. Este mundo en el que Jesús curó y resucitó no puede ser sólo un valle de lágrimas, antesala sucia de una alegría en el más allá.
La protesta de Dios contra el sufrimiento debe llevarnos a comprometernos con la vida, a hacer todo lo posible por aliviar el sufrimiento de los demás. Si este mundo es el escenario para una nueva creación y el campo de batalla de la libertad, surge para los cristianos la misión de liberar a las demás personas de sus sufrimientos.
La sabiduría de Dios consiste en herir al adversario con sus propias armas (escolios de Lutero a Heb 2:14 y Rom 8:3) herir a la muerte con la muerte mediante la resurrección. «Si el sufrimiento existe, debemos servirnos de él, explotarlo, desvalijarlo y saquearlo, ponerlo como enemigo a nuestro servicio: el sufrimiento no nos ayuda por ser sufrimiento -más bien podría perdernos-, sino porque una persona con Dios puede obligarlo a ello» (Gödan).