Rev. Julio Ruiz, pastor
(Juan 14:1, 16-18, 26-27)
INTRODUCCIÓN: La despedida siempre es ocasión de tristeza. A los seres que amamos se nos hace muy difícil darles el abrazo del “hasta luego”. Y si en esa despedida está planteada la muerte, la tristeza es mucho más profunda. Jesús anunció con anticipación su muerte prematura. Pero como alguien que está pensando más en los que se quedan, que en su propio sufrimiento, dejó una de las más consoladoras promesas a los atribulados discípulos.
Jesús habló del otro Consolador para referirse a un Amigo invisible, cercano, fortalecedor, guiador, y sobre todo, a alguien que estaría para siempre hasta el día cuando nos reuniríamos con él en gloria. La presencia del otro Consolador trajo a los seguidores de Cristo una fe renovada, pero también la presencia de un poder inagotable para vivir las demandas de un verdadero discipulado. Un estudio de la persona y obra del Espíritu Santo seguirá siendo una perentoria necesidad para la vida personal, y en especial para la vida de la iglesia. Una vida transformada y llena del Espíritu Santo es lo que el mundo necesita para ser cambiado, como sucedió con el mundo después de los días del Pentecostés. Jesús nos da una clara visión del propósito y obra del Espíritu Santo. Veamos por qué rogó al Padre que enviara el otro Consolador.
I. EL ESPIRITU SANTO VINO PARA FORTALECER LOS CORAZONES vv.16,26.
1. Consuelo para la tristeza. Cuando Jesús dijo: “No se turbe vuestro corazón..” v.1, estaba consciente del dolor que produjo en los discípulos la noticia de su despedida. No era para menos. Hasta ese momento todo lo que ellos habían visto en Jesús, les había llevado a la misma conclusión de Pedro “tú eres el Hijo del Dios viviente”. Y es en este escenario de dolor que Jesús prometió a Alguien que vendría para enjugar sus lagrimas y quitar la tristeza. La tristeza es una pena que no solo enluta el corazón, sino que roba el ánimo cerrando el entusiasmo, en algunos casos, para seguir viviendo; de modo que allí es donde la presencia del Espíritu Santo hace la obra en nosotros.
2. Consuelo para la soledad. Jesús dijo: “No os dejare huérfanos; vendré a vosotros” v.18. Ninguna cosa ha sido más temida en la vida que la soledad. Alguien dijo, “!Yo no quiero estar solo! Me doy miedo a mí mismo”. Sí, la soledad es una de las cosas más temidas, en especial aquella donde hay la ausencia divina. Esa fue la condición de los discípulos. Pero Jesús dijo “no os dejare huérfanos”. Nadie antes ni después de él ha dicho semejante declaración de confianza. Ningún padre puede prometer regresar a los suyos después que muera (ni siquiera en la consulta a los muertos), pero Jesús dijo lo aseguró. Esa promesa es real. Jesús está otra vez con nosotros, no estamos solos. El Espíritu Santo vino para llenar nuestra soledad.
3. Consuela para nuestra paz. Jesús prometió una paz no como el mundo la presenta, sino como el Espíritu Santo la daría. Él vino para poner fin a la hostilidad del corazón, para hacer cesar el conflicto del alma, y para reconciliar la lucha entre la carne y el espíritu. El mundo no puede darnos la paz mientras se prepara para la guerra. La carne no puede darnos la paz por gratificar sus deseos. El pecado no puede traer paz mientras es la causa de la enemistad entre Dios y el hombre. Satanás no puede traer paz cuando él es el padre de todas las guerras. Y ningún gobierno puede traernos la paz mientras hace sus ensayos nucleares para un eventual conflicto. Sólo Jesús, por medio del Espíritu Santo, puede darnos su paz. Primero es una paz que nos reconcilia con él; es la paz con Dios. Luego nos da la paz para vivir con El; esa es la paz de Dios. El Espíritu Santo trae la paz que consuela y la que nos salva.
II. EL ESPÍRITU SANTO VINO PARA MORAR vv. 16b, 17b.
1. Una morada permanente. Jesús vino limitado y en forma temporal. Los discípulos y el mundo de su época le presenciaron sólo por tres años en su ministerio público. En la antesala de su ascensión dijo: “Os daré otro Consolador, para que este con vosotros para siempre” v.16. En la llamada revelación progresiva del Antiguo Testamento, se nos muestra a un Espíritu que viene y se va. Muchos hombres de Dios tuvieron esta experiencia; pero la promesa de Jesús es para una morada permanente. Ahora el Espíritu no se “va y viene”, como todavía algunos piensan. Ahora su presencia es una realidad continua. Está en culto que le rendimos al Padre en el nombre de Jesucristo. Está en la campaña evangelística haciendo la obra del nuevo nacimiento. Se adelanta cuando salimos a testificar para preparar los corazones, y esta impulsando a la iglesia para que ésta viva en santidad. Su morada no es temporal, sino hasta que venga Jesús.
2. Una morada en nosotros. Jesús no solo dijo que el Espíritu Santo “mora con nosotros”, sino que “estará en vosotros” v.17. Una de las maravillas que contempló el pueblo de Israel, tanto en el tabernáculo como el templo, fue la “Shequina” de la gloria de Jehová. Pero aquello fue una experiencia que sucedía en especiales ocasiones. Después vino Jesús y también vimos la “shequina” de Dios, que en sentido también fue temporal, en lo que respecta su ministerio publico. Pero ahora escogió nuestro cuerpo como su morada por medio del Espíritu Santo. ¡Qué bendito misterio, que profundidad de las riquezas e inescrutables propósitos de Dios!
Un Dios excelso e infinito escogiendo nuestro “tabernáculo” para vivir hasta que él venga.
3. Una morada que se conoce. Jesús dijo que el mundo no podía recibir ni conocer al Espíritu Santo, “pero vosotros le conocéis v. 17” . Esto dice mucho del Espíritu Santo como persona. Nosotros no le vemos pero le sentimos. Si alguien no siente al Espíritu Santo en su vida es porque no mora en él. Cuando pecamos nos damos cuenta que el se contrita. Le conocemos porque Él da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Yo no le conozco porque Él me haya arrojado al suelo en una experiencia extrasensorial, o porque haya hablado de alguna forma ininteligible. Yo le conozco porque Él me ha dado de su fruto y siento su poder cuando tengo que dar testimonio de Cristo. El mundo no le conoce pero nosotros si le conocemos y cada día descubrimos más la bendición de su presencia.
III. EL VINO PARA ENSEÑAR vv. 17a, 26b; 16:13.
I. Enseñarnos la verdad. El mundo tiene muchos “maestros” que pretenden tener el monopolio de la verdad. Sin embargo Jesús reveló al Espíritu Santo como Espíritu de verdad(Jn. 14:7;15:26;16:13) Esto le distinguiría de los falsos espíritus. Como Espíritu de verdad Él daría a conocer al Dios verdadero, la verdad del Hijo y la verdad de su Palabra. La Biblia dice sobre este aspecto, “él os guiara a toda verdad”. En la búsqueda que el hombre hace por conocer la verdad, solo el Espíritu Santo podrá revelársela cuando le permita entrar en su vida. En un mundo cada vez mas confundido por las artimañas del error, donde el diablo sigue cegando el entendimiento de las personas para que no les brille la luz del evangelio, el Espíritu de verdad es el único que puede revelar la verdad de la Palabra inspirada. Si usted se deja conducir por el Espíritu Santo, usted pronto descubrirá que anda en la verdad.
2. Enseñarnos todas las cosas y recordarnos todas las cosas. Jesús fue el Maestro de maestros. Los discípulos reconocieron que él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los hombres. Pero Jesús, previendo alguna mente olvidadiza, les dijo, “él os enseñara y os recordará todas las cosas”. Si entendemos bien este texto, el Espíritu Santo llega a ser nuestro Maestro y el interprete. Él trae luz a nuestro entendimiento en aquellas cosas que me son ocultas y que los indoctos tuercen. “Todas las cosas” significa aquellas que necesito conocer para vivir de una manera sabia y aquellas que necesito tener mientras llegue a la eternidad. La presencia del Espíritu Santo me ayuda en el discernimiento de la Palabra y su aplicación para la vida.
IV. EL VINO PARA TESTIFICAR vv. 26b; 16:14.
1. Testificar que Cristo es el enviado de Dios. El Espíritu Santo, con relación a Cristo, vino para decir que él es el verdadero Hijo. Vino para decir al mundo que Jesús no es un impostor. Que él es el Deseado de todas las naciones; el Mesías anunciado por los profetas; el antitipo de las figuras literarias del Antiguo Testamento. Que él es verdadero Dios y verdadero hombre para refutar el gnosticismo de su entonces. El Espíritu Santo vino para testificar de sus hechos poderosos, así como de su vida santa. Vino para testificar que su muerte en la cruz no fue un accidente en la historia, sino que fue, es y será el único plan divino para redimir al hombre. Él vino para dar testimonio que la única manera para que los hombres entren un día a contemplar el rostro del Padre eterno, es por medio de Jesucristo.
2. Testificar de su gloria. Nadie debe perder de vista que una de las funciones del Consolador es “glorificar al Hijo”. Él vino para levantarlo, enaltecerlo, honrarlo y proclamarlo entre los hombres. El Espíritu Santo nos ha enseñado que la tarea más grande de la iglesia, y de cada cristiano, en particular, es levantar a Cristo. “Glorificar” significa destacar los atributos, y eso ha sido la tarea del Espíritu Santo. Haríamos bien en entender que nuestro culto no es al Espíritu, sino al Señor Jesucristo, a través del Espíritu. Pudiera ser que se esté perdiendo esta perspectiva en algunas congregaciones, que frente al afán de una manifestación carismática, perdamos de vista que en nuestras vidas y en nuestras iglesias, nuestra misión y visión es glorificar al Hijo. En esto es bueno recordar que el mismo Padre ha entregado toda la gloria al Hijo, “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le ha dado un nombre que es sobre todo nombre…” (Fi. 2:9) Acompañemos al Espíritu Santo en esta tarea de glorificar y magnificar a Cristo.
CONCLUSIÓN: Jesús antes de morir dejó todo en orden. Nos aseguró que no quedaríamos huérfanos, pues vendría otra vez, y así lo hizo. En la persona del Espíritu Santo él vino como el más grande Consolador para la humanidad. Esa presencia es ahora el poder del cristiano y la razón de ser de la iglesia. Nuestra más grande tarea es permitir que ese poder sea liberado, así como se libera el agua en una represa para producir la energía que alumbrara a una nación. ¿Hasta donde el Espíritu Santo es una realidad poderosa en mi vida?