Frente a la adversidad no te dejes dominar por tus emociones y demuestra que tu fundamento es Cristo.
La parábola del buen samaritano está llena de lecciones para nuestra vida. Con ella aprendemos sobre la actitud correcta con quienes nos necesitan. No debemos ser indiferentes como el sacerdote y el levita que pasaron de largo frente al hombre medio muerto, al contrario, debemos ser como el samaritano quien curó al herido y llevó a un mesón donde pidió que lo atendieran hasta que volviera. Con esta Palabra, el Señor nos instruye para que seamos de aquellos que ayudan al prójimo y, de esa forma, aprovechan la oportunidad que el cielo les da para recibir bendición. El Señor realmente no se queda con nada y devuelve el ciento por uno cuando somos generosos, así que muévete a misericordia y ayuda a tu prójimo. Por sobre nuestra necesidad están las necesidades de otros y cuando ayudas, el cielo te da más de lo que esperas.
La parábola también nos enseña sobre la adversidad que puede alcanzarnos a todos, así como alcanzó a ese hombre a quien asaltaron y dejaron mal herido. Los problemas llegan, incluso siendo cristianos y viviendo según los mandamientos del Señor. Al experimentar esas situaciones difíciles, descubrimos tres cosas: la fortaleza de nuestro carácter, el fundamento de nuestra vida y el proceso de transformación que nos hace nuevas personas, mejores o peores, pero siempre diferentes.
Nuestras emociones son lo primero que debemos cuidar al pasar por una situación difícil. Ante una dificultad, nunca te dejes llevar por los impulsos de tu corazón. Contrólate, entrégate en manos del Señor y no blasfemes contra Su amor.
Cuando tengas problemas, no seas de esos que reciben la Palabra con gozo pero no echan raíces y no son capaces de mantenerse firmes en la fe ante la prueba1. Demuestra que el Señor es el sólido fundamento de tu vida y confías en que te sostendrá en momentos de dificultad. Alábale siempre y en todo momento, aún cuando estés afligido y triste porque Él es quien te sustenta siempre. Debes ser firme en tus convicciones y permitir que Su Palabra eche raíz en tu corazón para que sea tu consuelo en todo momento, incluso cuando otros te digan: “¿Mira lo que te está pasando, para qué vas a la iglesia?” En ese momento el cielo, la tierra y el mismo infierno están esperando escuchar lo que responderemos a quien nos habla así, porque podemos pecar contra Dios y cerrarnos la oportunidad de vencer.
La Biblia nos habla de Job, un hombre que perdió todo cuanto tenía. Le robaros su ganado, se quemaron sus tierras y murieron sus hijos ¡todo el mismo día! Sin embargo, él nunca pecó contra Dios, al contrario, lo adoró diciendo que Él da y también puede quitar2. Cuídate de no pecar y no te dejes dominar por tus emociones cuando la adversidad toque a tu puerta. Aunque triste, pero confiado, entrégate al Señor para salir fortalecido de cualquier situación.
Tu fe debe ser la roca que fundamenta tu vida en cualquier momento. Debes ser hombre sensato y prudente3 que construye su existencia sobre la convicción de que Dios es fiel y cumple Sus promesas, incluso en medio de las dificultades. Además, debes asegurarte de que tu casa también confíe en el Señor, porque no hay nada peor que una familia dividida por los problemas y desorientada por la confusión del mundo. Tú y tu casa deben poner sus ojos en las promesas de Dios, siempre. Ellos deben imitarte al ver que enfrentas las dificultades de pie, con fe en un futuro mejor.
Debemos compartir lo que tenemos, especialmente nuestra fe en el Señor para ayudar a otros a ver a través de Sus ojos y no a través de los ojos del mundo que desea vernos derrotados. Demuestra que tu casa está construida sobre roca fuerte y que crees en Dios quien te ha salvado y te guardará en momentos de dificultad. Recuérdale a todos que siete veces cae el justo y se vuelve a levantar, cuéntale al mundo que todas las cosas te ayudan a bien porque amas a Dios y que por eso, todo lo puedes en Cristo que te fortalece. Si lo proclamas con seguridad, verás que la fuerza de la fe te levantará y te ayudará a vencer.
No te apartes del Señor porque a Su lado la tormenta será menos intensa. Las dificultades siempre vienen pero se van más rápido cuando las soportas junto a tu Padre Celestial. Cuando enfrentamos problemas sabemos que Dios está trabajando en nosotros, nos está formando para que veamos cumplidas Sus promesas. Recuerda que la tribulación es momentánea y todo tiene un propósito de bien. Agradécele al Señor cada momento de tu vida, incluso los difíciles y dolorosos porque son antesala de la gloria que está por venir. Asegúrale que Su Palabra es tu fundamento y que tienes fe porque a Su lado eres más que vencedor.
1 En Lucas 8:13 Jesús explica la parábola de la semilla que cae en diferentes tipos de suelo: Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
2 En Job 1:20-22 leemos lo que dijo: Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
3En Mateo 7:24-27 Jesús dice: Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
Por: Pastor Hugo López