(Lucas 4:1-13)
INTRODUCCIÓN: Alguien dijo que “nadie está graduado en el arte de la vida mientras no haya sido tentado”. La vida es como un gran campo de batalla donde peleamos todos los días con las tentaciones que pretenden seducirnos para que echemos por tierra nuestros más apreciados valores. Desde que nuestros primeros padres pecaron en el huerto del Edén, la humanidad quedó como un blanco seguro para ser tentada.
La “serpiente antigua”, el diablo o Satanás como mejor se le conoce, sigue usando sus mismas tácticas, y aunque en cada generación se va cambiando de ropaje, al final su objetivo será el mismo: despertar en los hombres sus instintos hasta hacer que su voluntad se doblegue a sus ofertas y a sus más sutiles pretensiones. Tan grande es el asunto de la tentación que la presenta historia nos habla que el mismo Jesús, “quien, siendo por naturaleza Dios” (Fil. 2:6 NVI), llegó a ser tentado “en todo”; pero con la gran diferencia que no cometió pecado (He. 4:15) Una cosa debe quedar bien clara, las tentaciones de Jesús fueron reales. Como hombre fue sometido al “horno de las pruebas”. Experimentó las mismas sensaciones y perturbaciones que producen las tentaciones cada vez que vienen a la vida. Es más, nuestra consideración nos lleva a decir que él fue tentado por pensamientos surgidos de sí mismo, y con ello no estamos faltando el respeto a su santidad. Notemos lo siguiente; cuando el Señor fue al desierto, estaba lleno del Espíritu Santo y tenía un poder ilimitado. No había necesidad que lo tentara otra persona, fuera mortal o inmortal. De allí que, la idea que las tentaciones surgieran de si mismo está completamente de acuerdo con lo que las Escrituras nos dicen sobre Jesús: que aunque era el Hijo de Dios, participó de la misma naturaleza que nosotros, y fue «tentado en todo según nuestra semejanza» (Hebreos 2:14; 4:15) Esto lo ubica en el más absoluto estado de su encarnación. Él fue un hombre en el más completo sentido de la palabra. Por mucho tiempo se trató de quitar esta idea, especialmente en los que negaban su humanidad, por considerar que un Dios santo no podía adoptar un cuerpo humando, debido a la condición de la raza humana. Pero el que Jesús haya sido tentado en todo y que a su vez se haya mantenido en su estado de santidad, sin ceder al pecado, es la gran garantía para nuestras victorias sobre las tentaciones. Esto nos hace entender que la tentación en sí no es un pecado sino la rendición que se hace a ella al momento de ser presentada.
ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Consideremos las estrategias que usó el Señor para vencer las tentaciones.
I. LA VICTORIA SOBRE LA TENTACIÓN REQUIERE DE UN CONOCIMIENTO DEL TENTADOR
Jesús después que fue bautizado sabía que le esperaba la más colosal de sus batallas, eso era, enfrentar a por lo menos tres terribles enemigos: la muerte, el pecado y Satanás; y este último sería el más grande de todos, quien además estaría muy activo durante todo su ministerio. Es interesante señalar que Jesús después que regresó del Jordán estaba «lleno del Espíritu Santo» v.1, sin embargo requirió de una preparación mayor en el desierto, contándose entre ella aquella donde le hizo frente al mismo tentador que apareció por primera vez en el paraíso de Dios, donde cayeron nuestros primeros padres. Esto nos hace ver que el tentador es real desde el huerto del Edén para acá. Jesús fue bien consciente de su existencia. Lucas llama al agente de la tentación «el diablo.», mientras que Marcos lo llama Satanás. La palabra «diablo» significa un calumniador o acusador, y «Satanás» significa un adversario. Jesús conocía muy bien ambos términos. Como «acusador» y «adversario» él no daría tregua al gran ministerio que se propone desarrollar. Lo tentó en esta ocasión cuando aprovechando su condición física y su cuerpo debilitado por el hambre le ofreció pan de mentira. Y sus ataques volvieron una y otra vez, incluyendo aquel donde el mismo Pedro, siendo usado por Satanás, le hizo el planteamiento de no morir como Jesús les había anunciado que moriría. Jesús era consciente del poder y la presencia de la tentación. Se ha dicho que la mejor manera de enfrentar al enemigo es sabiendo de su capacidad de combate; o bien para atacarle, o bien para huir de el. Nosotros tenemos que saber que Satanás «anda como león rugiente» tratando de devorar a sus víctimas (1 Pe. 5:8) y por lo tanto no debemos ignorar sus artimañas y maquinaciones. En el caso de Jesús se nos dice que después que lo enfrentó valientemente en el desierto, le «dejó por cierto tiempo» v.13. Pero con el ser humano, por su propia naturaleza pecaminosa, sus ataques son más continuos. Es por eso que la Biblia le recomienda al creyente a «resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Stg. 4:7). Muchos hombres de la Biblia conocieron al tentador. Algunos cayeron víctimas de sus ataques, como Caín quien mató a su hermano Abel. Como Lot quien fue poniendo sus tiendas cerca de Sodoma y Gomorra. Como Moisés con la muerte del egipcio. Como un David con el adulterio y el homicidio o como Pedro quien por esta causa negó al Maestro. Pero también otros que lo enfrentaron valientemente triunfando sobre la oferta de la tentación. En la galería de esos héroes se destacan, entre otros: José sobre la mujer de Potifar y Daniel sobre las comidas sacrificadas a los ídolos. Ellos anticipadamente imitaron el ejemplo del amado Jesús sobre las tentaciones. Hemos de saber que Satanás siempre escogerá los momentos de más debilidad en la vida para traernos la tentación, de allí la necesidad de reconocerlo y enfrentarlo.
II. LA VICTORIA SOBRE LA TENTACIÓN SE LOGRA CONOCIENDO SU NATURALEZA
Hemos de saber que ninguna tentación viene al azar, sin que traiga consigo el llamado «premio a la satisfacción» pero también la amargura de la caída. La tentación es un espejismo donde se contempla una especie de «agua gratificante». Despierta sensaciones, deseos, apetitos, sueños, ilusiones y la gran oferta de una vida distinta. ¿Podíamos imaginarnos una vida mejor que la tenían Adán y Eva en el huerto del Edén? A ellos no les faltaba nada pero la tentación hizo creer todo lo contrario. El diablo le presentó a Jesús tres tentaciones que revelaban una naturaleza contraria a la manera como el Hijo de Dios ganaría a este mundo perdido y en todo esto vemos que los métodos del diablo jamás pueden ser iguales a los que Dios ha diseñado para salvarnos. La primera tentación apunta a lo que era su necesidad inmediata v.3. Jesús tenía hambre y él tenía el poder de convertir las piedras en pan. ¿No hizo acaso eso con aquella multitud hambrienta un día? La naturaleza de esa tentación era despertar en Jesús el uso de sus propios poderes pero de una forma personal, egoísta. Pero lo que el diablo no sabía era que Jesús no había «venido para ser servido sino para servir». Su mesianismo no se construiría sobre la base de un mal uso del poder, característica muy usada en muchos líderes que gobiernan y dirigen otras vidas. La tentación de satisfacer su hambre y la de las demás personas usando su poder a lo mejor no era tan mala si se considera la condición en la que vive la humanidad. Sabemos que Jesús estuvo interesado en que la gente tuviera pan para comer. Pero también entendió que «no solo de pan vivará el hombre». Lo grande de nuestro Señor fue que el jamás usó su poder para sobornar a que la gente le siguiera. La segunda tentación tenía la naturaleza de buscar el elemento sensacional con el fin de convencer a los demás de los poderes divinos v.5-7. Jesús rechazó esa oferta porque era como atraer la lealtad a los hombres mediante acciones maravillosas y extraordinarias. Eso iba a requerir la búsqueda de sensaciones mayores para que la gente creyera en él. ¿Habrá logrado Satanás hacer caer a muchos líderes modernos bajo esta oferta? La tercera tentación tenía por naturaleza algo así como querer conquistar al mundo haciéndose como él en sus exigencias v. 9-11. Esta tentación nos hace ver que el cristiano no tiene porque condescender con las exigencias del mundo. La ambición, vanidad y avaricia que plantea esta tentación no son virtudes cristinas, por lo tanto debe ser rechaza como lo hizo el Maestro. De esta manera Jesús no escogió el camino de la gloria y el poder sino que escogió el duro y difícil camino de la cruz Las tentaciones siempre ofrecen un camino sensacional, lleno de placer y de gratificación a la carne. Son como el fruto prohibido del Edén, «agradable a la vista y codiciable para comer», pero después habrá frustración y vergüenza. Tomemos el digno ejemplo de nuestro Señor para enfrentar y vencer toda «cruel tentación», como dice el himno. Sepamos que cada tentación tiene el propósito de producir una caída. En todo caso las pruebas, las permitidas por Dios, tienen por naturaleza hacernos mejores cristianos.
III. LA VICTORIA DE LA TENTACIÓN EXIGE UN BUEN USO DE LAS ARMAS
En la tentación de Jesús quedó demostrado que Satanás también conoce la palabra de Dios, aunque sea para su propio fin. En este breve pasaje se nos dice que la mejor arma para combatir la tentación es la que tiene que ver con el buen uso de la palabra de Dios. En la «armadura espiritual» con la que el apóstol Pablo nos recomienda equiparnos, casi todas las armas que menciona son de defensa; solo la palabra de Dios, como «espada de dos filos», se convierte en un arma de ataque (Ef. 6:17b) Jesús no solo resistió a su adversario sino que lo atacó con tres textos que fueron contundentes para aquellas osadas tentaciones; todos eran citas sacadas de Deuteronomio 6. Hemos de saber que la tentación no podrá ser vencida en una ignorancia bíblica. El profeta Oseas tuvo una gran queja a este respecto cuando dijo: «Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento…» (Oesas 4:6). Ningún blanco es más fácil a la tentación que una vida cristiana desprovista de la palabra de Dios. Fue por eso que el salmista preguntaba, «¿Con qué limpiará el joven su camino?», y su repuesta fue: «Con guardar tu palabra». Tan indispensable era para el salmista conservar la palabra de Dios y no ofenderle, que llegó a decir: «En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti» (Sal. 119:11) Se dice que las tentaciones nos vienen en diferentes paquetes y envoltorios. Las hay de diferentes tamaños y colores. Unas tienen que ver con la fama, otras con el dinero; mientras que las más comunes tienen que ver con el sexo en sus diferentes manifestaciones. Aquí es bueno reconocer que el presente «siglo de las luces» se ha constituido en una «fábrica» para producir tentaciones. Hay una especie de mente maestra que diseña con toda sutileza las estrategias tentadoras para hacer caer a los más incautos e indoctos en las redes que cuidadosamente elabora. ¿Cómo cae una persona en el mundo de la droga, el terrible vicio del alcohol y el no menos malo del cigarrillo? ¿Por qué alguien es atrapado en la terrible ambición del dinero, no importándole cuáles medios use para conseguirlo? ¿Por qué el baile con sus ritmos y movimientos seductores es tan atrayente para la juventud de hoy? ¿Qué decir del sexo? ¡Con qué frecuencia esta tentación hace caer a un sin número de personas! De manera que solo el buen uso que hagamos de la palabra de Dios junto con una vida dependiente en la oración nos ayudará a vencer y doblegar cada tentación. El apóstol Pablo recomienda: «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Rom. 12:21). Puesto que la Biblia es el arma de ataque, es necesario saber no-solo de su contenido sino también del buen uso a la hora de la tentación. Esto es necesario porque Satanás será insistente en su ataque v.13.
CONCLUSIÓN: Jesucristo es nuestro modelo de vida. Lo es como Dios perfecto y como hombre perfecto. Fue sometido a las más extensas pruebas y tentaciones, estando en su más débil condición física después de haber tenido cuarenta días de oración y ayuno. De ese momento se nos dice que no solo salió victorioso, sino que «no hizo pecado ni se halló maldad en su boca». La victoria que Jesús tuvo sobre las tentaciones nos recuerda que hay un enemigo real, un tentador que no descansa. Nos habla de la naturaleza de las tentaciones, pero sobre todo nos muestra la mejor arma para presentar nuestra defensa: la palabra de Dios. Dos cosas hay que saber sobre las tentaciones para lograr su victoria. Una es distinguir por qué somos tentados según nos dice Santiago 1:13-15; y la otra es saber qué hacer al momento en que somos tentados según 1 Corintios 10:13. Un cristiano que viva en la plena comunión don Dios podrá ser tentado pero no su*****birá ante la tentación. La Biblia indica que nuestras tentaciones y codicia tienen que ver con nuestra relación con Dios. El plan de las tentaciones es que descubramos que servimos a aquello que amamos. ¿Vamos a amar y a servir a Dios, o vamos a amar y a servir a las tentaciones que salen del corazón? Tomemos el ejemplo de Jesús para vencer las tentaciones. Recordemos que él fue tentado en todo, pero en todo salió triunfante.