En el invierno de 1966 se publicó en el entonces Bulletin of the Evangelical Theological Society un artículo titulado “Slaves Of God” [Esclavos de Dios] por Edwin Yamauchi (BETS 9:1 [Invierno 1966] pp. 31-49). Yamauchi demuestra que es exagerado sostener que el concepto de “esclavo de Dios” es exclusivo de Israel. De acuerdo a Yamauchi, es difícil encontrar una sola cultura en el Cercano Oriente que no tenga el motivo de “esclavo de Dios”. Luego, pasa a citar ejemplos para demostrar que el concepto de esclavo de Dios/dios/dioses está presente en varias culturas. Esto, a mi juicio, es evidencia que nos compele a ver el concepto de “esclavo de Dios” como muy difundido en el Cercano Oriente. Yamauchi nos llama la atención a los nombres teofóricos (del griego θεοφόρητος – theoforētos, “portar/llevar un dios/deidad”). Esto ocurre en Egipto, durante el Reino Antiguo tenemos Hm-Ntr “Esclavo de dios”, Hm-R’ “Esclavo de Re”, Hm-Hthr “Esclavo de Hathor”, y posteriormente tenemos Hm-Ptah “Esclavo de Ptah”. Para más ejemplos se puede consultar la obra de Herman Ranke, Die Agyptischen Personennamen (J. J. Augustin, 1935), 1:239 (ver aquí). Este fenómeno ocurre en la antigua Babilonia como el nombre de un rey de Larsa que se llamaba Warad-Sin, esto es “Esclavo del dios Sin” como también Ab-di Ili “Esclavo de dios” y Ab-du Ish-ta-ra “Esclavo de Ishtar”. Para más ejemplos se puede consultar Herman Ranke, Early Babylonian Personal Names (Philadelphia, 1905), 58 (ver aquí), Albert Clay, Personal Names from Cuneiform Inscriptions of the Cassite Period (New Haven, 1912), 47-49 (ver aquí). La cultura ugarítica también presenta nombres ‘bdil “Esclavo de dios”. El griego micénico tiene te-o-jo do-e-ro, i.e. theoio doelos, “esclavo de dios”. Los fenicios, asimismo, usaban este teofórico. En el papiro Elefantino del s. V a.C. tenemos ‘bd ngo “Esclavo de Nego” como en Daniel. Yamauchi incluye evidencias del AT como del período helenístico, el semítico noroccidental tardío y el árabe. Luego aborda el tema de la esclavitud en la antigüedad. A veces, he leído afirmaciones de que la esclavitud en la antigüedad era “mejor” que la esclavitud de los siglos 18-19. Algunos hasta han visto la esclavitud en el siglo I d.C. como benigna. Pero, hay eruditos que más bien consideran que la esclavitud en la antigüedad era igual o peor de inhumana (ver por ejemplo Jennifer A. Glancy, Slavery in Early Christianity [Fortress, 2006], 84). Lo que se puede leer de la historia es que el trato a los esclavos fue muy duro y severo. Platón consideraba a los esclavos como parte de los bienes. Aristóteles fue un poco más benigno que su maestro. Pero, como señala Yamauchi, la esclavitud fue una realidad aceptada por la sociedad antigua. Yamauchi nos llama la atención hacia el NT y los pasajes que hablan de la esclavitud. Luego discute, la traducción en la versión inglesa King James que usa “servant (siervo)” en lugar de “slave (esclavo)”. Yamauchi concluye que probablemente es mejor usar “esclavo”, porque es más que un título honorífico,
Yamauchi y la palabra "esclavo"
Pero si el título de doulos Christou es una denominación de honor en cuanto declara lo que somos en nuestra relación con el Soberano del Universo, también es una designación de humildad, ya que nos recuerda lo que somos en nosotros mismos.
Creo que este artículo de Yamauchi sigue teniendo muchísima vigencia y los cristianos necesitamos revisar la fuerza del significado que tiene la expresión «esclavo de Dios/Cristo» que debe producir efectos notorios en nuestra manera de pensar y vivir. Quizá la crítica nietzscheana ha hecho que se inhiban muchos teólogos de usar esta expresión («esclavo/a») tan bíblica, tan cristiana, tan nuestra, la cual nos identifica con Nuestro Señor, pues la voluntad del esclavo está sujeta a la de su Señor.