AMAOS UNOS A OTROS

Por Rev. Julio Ruiz. (Rom. 12:10) La expresión "unos a otros" aparece por lo menos sesenta  veces en el Nuevo Testamento. La misma sugiere una condición de unidad, de comunión y de relación mutua. De esta manera se nos exhorta a: "Amaos unos a otros con amor fraternal" Romanos 12:10.  "Saludaos unos a otros con un beso santo" 1 Corintios 16:20. "Servios por amor los unos a los otros" Gálatas 5:13.

"Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros Efesios 4:32. "Enseñándoos y exhortándoos unos a otros Colosenses 3:16. "Animaos unos a otros" 1 Tesalonicenses 5:11. "Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro 1 Pedro 1:22, etc. Todos estos "mandamientos cristianos" llegan a ser los materiales que se usan para edificaos los unos a los otros, de acuerdo a la recomendación de Pablo a los Tesalonicenses.  La declaración "unos a otros" llega a ser como los bloques en el gran edificio de la vida cristiana. Algunos van  abajo  y otros irán arriba; otros irán a la izquierda, mientras que otros estarán a la derecha, pero todos llegan a ser parte de una edificación mutua. La iglesia es el lugar donde los creyentes, cuales "piedras vivas",  se han agrupado para formar el cuerpo de Cristo. Allí ellos  llegan a ser miembros los unos de los otros. De esta manera, cada uno es necesario y ninguno puede vivir sin el otro, así como en el cuerpo humano cada parte es vital para la vida. ¿Pero cómo se edifica la iglesia del Señor? ¿Cómo llega un creyente a ser parte integral de este "edificio espiritual?" Pablo nos dice que primeramente debemos edificarnos  en amor (Ef. 4:16) Es evidente que sin el amor la iglesia no  podrá edificarse. El "amaos los unos a los otros" es como la "sangre" que le da vida a todo el cuerpo. Este será nuestro primer tema sobre la serie "unos a otros".

 

 

ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Conozcamos la naturaleza de este tipo de amor

 

 

ES UNA SEÑAL DE LA SALVACIÓN 1 Juan 4:7, 8, 11, 12, 20

 

Es muy cierto que la salvación es un acto de la pura y deliberada gracia divina, de modo que no interviene ni el  más mínimo rastro de obras humanas para que alguien se gloríe y se justifique delante de Dios. Pero también es cierto que la salvación, una vez otorgada, produce señales muy claras en la vida de quien la recibe. Así tenemos que una persona  se conoce que ha sido salva cuando demuestra cuánto ama a su hermano. El apóstol Juan, a quien se le atribuye el título de "el discípulo amado", nos presenta  una de las condiciones más elevadas para reconocer que uno es "nacido de nuevo". Así se expresó: "Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios" v. 7. Y contrario a esto, añadió: "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" v.8. El cristiano debe ser la persona quien mejor defina cómo es Dios. El no tiene que buscar en las alturas teológicas o las profundidades filosóficas, alguna definición de ese ser incomprensible e indefinible para algunos. Juan, quien pudo haber filosofado sobre esta materia, sencillamente se limitó a decir que "Dios es amor". De modo que, si el creyente ama a su hermano es porque ya ha conocido primero el amor de Dios. Juan lo sigue presentando de esta manera: "Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" v. 11. Nosotros podemos ver a Dios a través
del amor que demostramos hacia nuestros hermanos. ¿Puede usted ver lo que esto significa? Una señal inequívoca que  he conocido a Dios  como mi salvador, es el amor que tengo por mi hermano. Y Juan, como si tratara del asunto más importante de este capítulo, remata su exhortación poniendo este asunto en el punto más alto, cuando plantea: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" v.20

 

 

II ES MÁS IMPORTANTE QUE OTRAS MANIFESTACIONES ESPIRITUALES 1 Cor.13  Usted pudiera pensar que estoy diciendo una herejía con esto, pero el pasaje de 1 Corintios 13 nos plasma esta verdad. Bien pudiera estar mi vida adornada con los más inigualables dones otorgando por el Espíritu Santo, pero si no tengo amor “nada soy”. Ninguna cosa llega a ser más contradictoria en la vida cristiana, que usar los dones espirituales sin que tenga verdadero amor por los que forman parte
del cuerpo de Cristo. Ese era exactamente el problema de la iglesia a los Corintos. En esa iglesia había “lenguas humanas y angélicas”; había profecía que permitía entender los misterios y hasta las ciencias; había fe para hacer cosas asombrosas; había quienes podían vender todo lo que tenían y darlo a los pobres, eso se conoce como el don de la generosidad; y había algunos que pudieran ser capaces hasta de entregar sus cuerpos para el sacrificio, eso también llegó a ser un don conocido como el “don de mártir”. Pero en aquella iglesia no había amor entre los hermanos. Por el contrario, había divisiones y pleitos. Problemas inmorales. Problemas con el don de lengua. Problemas doctrinales, y hasta había  problemas matrimoniales. Fue por eso que apareció 1 Corintios 13. Es el “amaos los unos a los otros” lo que quebranta todo vestigio de división. El amor por mi hermano vence al orgullo oculto. Es el amor fraternal que puede cambiar aquel rostro marchitado y agobiado por las penas cotidianas, produciendo una sonrisa que dice, “¡soy importante… valgo la pena para alguien!”. ¿Por qué es importante ese amor? ¿Por qué  debemos amarnos los unos a los otros? Porque ese amor -y especialmente cuando piensa en su hermano-,  debiera ser: sufrido, benigno, sin envidia, sin jactancia. Esto hace que la persona que ama sea humilde en su proceder. No es fácil dar a otros esta clase de amor. Además, es un amor que no hace nada incorrecto, que no busca su propio bien, que no se enfada, y mucho menos guarda odio en su corazón hacia aquel por quien Cristo también murió. Esta clase de amor lleva al creyente a creer, esperar y soportar. Porque amarse los unos a los otros es creerle a mi hermano. De igual manera,  es  esperar la obra del Espíritu Santo en la vida y el carácter de mi hermano. Pero sobre todo, es soportar porque eso es una de las grandes virtudes del amor.  Esto puede ser la más difícil acción de este amor. Hay creyentes con actitudes y caracteres que se hacen "duros de amar". Pero las palabras de Jesús siguen siendo las mismas, cuando dijo: "En esto conocerán todos que son mis discípulos si tuvieres amor los unos por los otros". Y también que el amor "cubre multitudes de pecado"

 

 

DEBE SER EL ASUNTO MÁS ABUNDANTE  EN UNA IGLESIA  1 Pe. 4:8

 

El apóstol Pedro recomienda la práctica del amor fraternal,  como si tratara del oxígeno para el "cerebro" de la iglesia,  que llegue a ser "ferviente" v.8. Los sinónimos de la palabra "ferviente" son: vehemente, ardiente, apasionado, ardoroso, efusivo y entusiasta. ¿Es así nuestro amor por mi hermano? Si yo entiendo bien esta  palabra, se nos demanda  un amor sincero, genuino y que debe ir en constante aumento. El mismo Pedro, al inicio de su carta, nos plantea la necesidad que nuestro amor fraternal tenga el sello de lo más excelso, lo más grande entre los hermanos. Debemos amarnos "entrañablemente", y además "de corazón puro" (1 Pe. 1:22). En esta recomendación  no hay superficialidad. Note las dos partes internas
del cuerpo con las que se nos precisa para amar a nuestros hermanos: las entrañas y el corazón. Esto significa que el "amos los unos a los otros" es una asunto que debe producirse en la intimidad de mi ser. Es por eso que se nos recomienda a no amarnos de "labios no fingidos" Esta es la exhortación de Pablo en su capítulo 12 de la carta a los romanos, donde aborda el gran tema de los dones espirituales. El dijo: "El amor sea sin fingimiento…" v.9. En este mismo sentido Pablo recomienda que la única deuda que debemos tener entre nosotros es el "amaros los unos a los otros" (Ro. 13:8) ¡Por favor hermano, jamás cancele esta deuda! "El amor con amor se paga, pero nunca se salda", dijo alguien. Nuca deje de amar porque con ello estaría creando la muerte en el mismo cuerpo. Pero además se nos recomienda a "vestios de amor que es el vínculo perfecto" (Col. 3:14) El "vestido" más elegante de los creyentes en la congregación no es el que está de moda ni el que nos ponemos para las ocasiones especiales. El "vestido
del amor" me pone al nivel de cada uno de mis hermanos. Hagamos, pues, que nuestro amor "abunde más y más, en ciencia y conocimiento". Recordemos que el mayor "de todos ellos" es el amor.

 

 

CONCLUSIÓN: Alguien escribió el  siguiente  párrafo que nos ayuda  muy bien a practicar el amor fraternal, del que les estoy hablando hoy: "Cuando para alguien sea tropiezo mientras mi orgullo aumenta, DÍMELO. Cuando me veas andar por el camino sin luz, cuando me veas huir de la presencia de Dios, LLÁMAME. Cuando me veas débil, caído, llevando mi vida hasta el mundo falaz, ZARANDÉAME. Cuando me veas que tropiezo, me hundo, me caigo, destrozo, lastimo, que lucho y me pierdo, GRÍTAME. Cuando me veas que hiero, crítico, cuando de testificar me olvido, REPRÉNDEME. Cuando, hermano, me veas perdido, lejos del camino que Dios nos trazó, ENDERÉZAME, pero sobre, hermano, ÁMAME.

 

 

 

 

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