¿ANDARÁN DOS JUNTOS, SIN ESTAR DE ACUERDO?

INTRODUCCIÓN: Con el libro de Amós avanzamos a el tercero de los Profetas Menores. Su profecía se ubica entre los años 780 y 752 A.C., durante los reinados de Jehú en el Sur y de Jeroboam II en el norte.  Por la fecha y el orden cronológico, Amós es el primero de los profetas cuyo libro lleva su nombre. Este profeta se ha calificado como el más incendiario de todos, incluyendo a Elías quien ha llegado a ser la figura más emblemática de todos los profetas.

Los comentarios que se han hecho de Amós tienen elevados epítetos por parte de encumbrados comentaristas bíblicos. El escritor Cornil, hablando en «Prophets of Israel», dice: “Amós es uno de los personajes más atractivos que han aparecido en el escenario espiritual de la vida de Israel”. El escritor Harrell lo calificó así: “La vasta y portentosa creación de Dios, le proporcionó una  extraordinaria visión de lo divino. El espíritu de Amós fue robustecido como la roca de las colinas de Tecoa; ardiente como las arenas del desierto; grande como las alturas que se elevan sobre su cabeza” Y otros comentarista llamado Walker ha dicho: “Si Amós hubiera tenido una lengua como látigo en manos del opresor, la hubiera esgrimido, pero en términos de un corazón amoroso hacia el oprimido. Era severo, porque amaba; su profecía se derrite como metal fundido en el fuego de la piedad”. Todos estos tributos póstumos ponen en evidencia la clase de carácter que acompañó la profecía en la boca del hombre que define su origen como “uno de los pastores de Tecoa”. Como pastor, Amós estuvo acostumbrado a la vida del desierto. La vida del campo formó su personalidad y desde allí emergió con un mensaje contundente para una sociedad que vivía, además de estar adorando a los dioses de Baal liderizado por  Jeroboam II, en el materialismo, el lujo, la comodidad, las bebidas embriagantes, el soborno y la opresión. Amós parecía  haber investigado con precisión los pecados de Israel y de las naciones vecinas, a tal punto de ponerles número a cada uno. Por la condición en que vivían anuncia el eminente juicio divino. En el capítulo tres lo presente a través de siete preguntas, utilizando un lenguaje con el que estaba muy familiarizado. Las respuestas a cada una de ellas tiene que ver con tal juicio. Tomaremos para el mensaje de hoy la primera de esas siete preguntas.”¿Andarán dos juntos, sino estuvieran de acuerdo?” pareciera sugerirle al profeta que en el caso de la profecía en sí, ella vendría como todo un consenso de parte de los demás profetas. Ninguno de ellos diría algo contrario, a menos que fueran falsos profetas. La antigua pregunta se presta para muchas aplicaciones, las cuales quisiéramos traer esta tarde. ¿Qué nos sugiere tal pregunta?

 

 

I. LA PREGUNTA   PLANTEA UN INCOMPATIBILIDAD  AL ANDAR

 

¿Andarán dos juntos sin ponerse de acuerdo? La respuesta a primera vista sería un rotundo ¡no!…. aunque hay las excepciones. Al parecer son muchos los que andan juntos, pero eso no siempre equivale a estar de acuerdo.  Sin embargo hay una seria dificultad cuando decidimos caminar con alguien sin que estemos de acuerdo. El primer verbo que el profeta nos presenta es el de andar. Sus sinónimos: caminar, moverse, salir… manifiestan un escenario que involucra contacto con alguien, conversación, hacer cosas juntas… Caminar sin ponerse de acuerdo es no ir a ninguna parte. El pueblo al que Amós le profetiza andaba tranquilo y no creía que Dios había puesto de acuerdo a los demás profetas para que predijeran sobre ellos la calamidad que se aproximaba. Si eso no hubiese sido así, los primeros profetas no habrían predicho el futuro y la forma como se cumplía. Una cosa que Israel tenía que saber era que entre los profetas y Dios había un acuerdo perfecto. Es verdad que por la misma condición en la que el pueblo había sucumbido le prohibían a los profetas ejercer su oficio (2:12) Pero en los vv. 3, 8, Dios asevera el acuerdo que había entre ellos. Él  y sus profetas caminaban en la misma dirección. Los profetas no discutían la palabra revelada, sencillamente la daban a conocer. Hay en este asunto una verdad central. Caminar con otra persona plantea la necesidad de un acuerdo. Pero en el caso de Israel con su Dios, ese caminar  juntos no existía. Dios había decidido caminar con Israel como Padre y como Esposo, según lo dice Levítico 26:12  e Isaías 54:5. Pero la situación ahora es que el camino de Dios y el de ellos son absolutamente distintos. Según las próximas preguntas él andará con ellos, pero para castigarlos. La figura del león y el cazador tras la presa le mostraban a Israel la dificultad de andar juntos sin estar de acuerdo. Lo que le pasó a Israel no es sino una ilustración de lo que sucede cuando de igual manera caminamos los distintos caminos que la vida nos presenta sin estar de acuerdo. Este ejemplo se lo podíamos aplicar a la iglesia de hoy. Bien pudiera ser que caminos juntos, que nos reunimos, que cantamos y hasta que oramos juntos; pero eso no significa necesariamente que estamos de acuerdo. Hay una cosa que debe ser bien entendida en la vida de una iglesia; es posible que tengamos discrepancias, puntos de vistas distintos, o conceptos diferentes sobre la conducción de actividades, pero el que no nos pongamos de acuerdo es una contradicción, y eso significa que aun cuando habitamos en la misma casa no necesariamente significa que andamos juntos. El no ponerse de acuerdo para acometer acciones que pudieran beneficiar a otros es muy común en el mundo secular, y en especial en las corrientes políticas, mas no debiera ser así en la iglesia. Así no se puede caminar.

 

 

II. LA PREGUNTA REVELA LOS INVOLUCRADOS EN EL CONFLICTO

 

Solo se requiere de dos personas para estar en armonía o vivir en conflictos. La expresión de «vivir como perros y gatos» se da entre aquellos que no se ponen de acuerdo, dejando al conflicto como parte de su estilo de vida. Hay personas que se «amoldan» a sus peleas; es obvio que estas son relaciones enfermizas. Ahora bien, casi siempre que se ventilan las causas de conflicto entre dos personas hay un porcentaje de culpabilidad de ambas partes. Eso es lo que se sucede en el caso de un divorcio. Nunca hay absolutos inocentes en tal separación. En algunos casos habrá más que en otros, pero ambos son culpables al fin. No es ese el caso de lo que aquí se describe. En el presente pasaje tenemos a esas dos personas en conflicto: Dios e Israel. La culpa del desacuerdo venía por parte de Israel en un cien por ciento. Ellos habían quebrantado una y otra vez el pacto de lealtad. La extremada infidelidad en la que cayeron les hizo perder la comunión con el Padre amante. El profeta se encarga de enumerarles sus pecados y todas las razones que le condujeron a formular semejante pregunta. El rugido del león y la red donde cae el ave, son las figuras usadas para demostrar lo eminente del castigo que se avecina. En los capítulos uno y dos Amós hace una enumeración de los pecados más comunes que cometieron todas las ciudades a las que hace referencia. En cada uno refiere el castigo que les espera, así como el tipo de pecado cometido. Pero es interesante que cuando menciona los pecados de su pueblo por los que también serán castigados,  se centran en el abandono de la palabra. Cuando habló a  Judá, le dijo: «Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres» 2:4. En el capítulo cuatro, después de describir las calamidades que les han venido, les exhorta para que se preparen y vengan al encuentro con su Dios 4:12.En el capítulo cinco, considerando aquel estado de abandono, les exhorta a buscar al Señor a través de un arrepentimiento sincero. La palabra «buscad», que se repite varias veces, venía acompañada con un deseo de verdaderos cambios. «Buscad y viviréis», «buscad a Jehová, y vivid…», «buscad al que hace las pléyades y el Orión…», buscad lo bueno, y no lo malo…» 5:4, 5, 6, 8, 14, son textos que revelan las razones del conflicto. Israel se había dedicado a un total abandono de su Dios. Es que ni siquiera caminan juntos. Ellos caminaban en pos de otros dioses y de su propia complacencia.  La experiencia de Israel con su Dios revela las verdaderas causas de un desacuerdo. Cuando hay quejas de alguna de las partes por la falta de cumplimiento de los compromisos o de algún pacto de lealtad, eso sucede. «¿Andarán dos juntos, sin estar de acuerdo?», nos indica que las personas envueltas en una relación necesitan estar en armonía. La vida de una pareja, de una familia, de la iglesia requiere de un caminar en comunión. Nada hace más daño a una relación que dejar que «el sol se ponga sobre vuestro enojo», y que se le dé «lugar al diablo». La exhortación del salmista sigue tan vigente para nuestros días: “Mirad cuan bueno y cuan delicioso es  habitar los hermanos juntos y en armonía…” (Salmo 133:1)

 

 

III. LA PREGUNTA ESPERA UN ARREGLO EN LAS PARTES

 

El verbo encendido del profeta Amós denunció la actitud rebelde y desleal de Israel. Pero sus palabras eran  como un látigo correctivo. No era él un mero profeta del desastre. En su lenguaje no refinado sino directo, también se escondía un mensaje de esperanza. Era cierto que la falta de sinceridad en la adoración había traído el desagrado divino. Era verdad que el ocio, el lujo y la frivolidad, les había conducido al pecado. Era cierto que la injusticia social con la que estaban actuando era intolerable ante los ojos de Dios. Era cierto que el pecado debería ser castigado y quien lo cometa debería pagar las consecuencias. Pero en sus palabras también vinieron aquellas que tenían el propósito de levantar la moral y traerles a una vuelta al Señor. Es por eso que dedica toda el capítulo cuatro para llamarles al arrepentimiento. Con esta acción vemos que Dios es misericordioso y paciente en sus amonestaciones para con su pueblo. Vemos a un Dios amonestando con mucha claridad, con una gran paciencia, antes de proceder con su castigo; sin embargo no lo hará indefinidamente. De esta manera vemos que en la misma pregunta hay un deseo porque se arreglen las partes. La idea es que los que deciden caminar juntos, que también anden de acuerdo.  Este es un llamado para todas las relaciones. La primera es para con Dios. La vida espiritual no irá tan lejos sino nuestra comunión con él no está de acuerdo con las exigencias de la palabra. Uno de los textos que siempre toca el corazón fue aquel donde Jesús exhortó a sus seguidores a considerar el precio del discipulado. Él preguntaba, «¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?» (Lucas 6:46)  El que vengamos a la iglesia,  cantemos, leamos su palabra, ofrendemos y nos veamos para el compañerismo no son indicadores absolutos que andamos con el Señor y que estamos de acuerdo. Bien pudiéramos llamarnos hermanos en la fe porque nos sentimos parte de una misma salvación, pero mantener rencor en el corazón por algún creyente. Las relaciones entre los hermanos se quebrantan con mucha frecuencia, pero no se es dado a subsanarlas con la misma frecuencia. En una relación de pareja el que los dos vivan en el mismo techo, se hablen, y participen en el levantamiento de la familia no equivale a estar de acuerdo y andar en armonía. Con frecuencia se anda junto pero no se vive de acuerdo. El llamado de esta pregunta es para revisar las relaciones, y en especial la que tiene que ver con  nuestro Dios.

 

 

CONCLUSIÓN: En este pasaje el profeta Amós hace una de las más grandes declaraciones con las que Dios confirma su relación con Israel, “solamente a vosotros he conocido de todas las familias de la tierra…” v. 2; pero noten la segunda parte del texto, “por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades”. Hay en estas palabras la bendición y las consecuencias del privilegio. Si Israel era su pueblo tenía que considerar la importancia de mantener el pacto. Dios los había escogido, no porque tuvieran mejores condiciones que otras naciones del mundo; lo hizo porque a través de ellos quería llegar con  su evangelio universal a todas las criaturas. La pregunta “¿andarán dos juntos, sin estar de acuerdo?” muestra que si ellos han de cumplir con el propósito de su llamado deberían caminar de acuerdo con su Dios quien era su Padre y su Esposo. Pero Israel con sus pecados tenía que reconocer que Dios no podía andar con ellos y estar de acuerdo. Sus pecados eran muy graves para mantenerse juntos. Esta verdad debe aplicarse para todas las demás relaciones. Si decimos que andamos juntos en la familia, la pareja, la iglesia, el trabajo… debemos estar de acuerdo. Los únicos que no se ponen de acuerdo son los locos. Tenemos más razones para estar de acuerdo que las que pudieran desunirnos. Andemos juntos, pero en la armonía del acuerdo.

 

 

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