Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado sólo tres meses de vida.
Así que empezó a pone
Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado sólo tres meses de vida.
Así que empezó a poner sus cosas «en orden».
Contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discurtir algunos aspectos de su última voluntad.
Le dijo qué canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada.
La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita.
Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algun muy importante para ella.
– Hay algo más, dijo ella exaltada.
– Qué es?, preguntó el sacerdote.
– Esto es muy importante, continuó la mujer. Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha.
El sacerdote quedó impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir.
– Eso lo sorprende o no? preguntó la mujer
– Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud, dijo el sacerdote.
La mujer explicó:
– En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, «Quédate con tu tenedor». Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir… como pastel de chocolate o pay de manzana. Algo maravillosos y sustancioso!
Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi mano y quiero que se pregunten: «Qué onda con el tenedor?»
Después quiero que usted les diga: «Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir.»
Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer despidiéndose. El sabía que esta sería una de las últimas veces que la vería antes de su muerte.
Pero también sabía que la mujer tenía un mejor concepto de la esperanza cristiana que él mismo. Ella sabía que algo mejor estaba por venir.
Durante el funeral, la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: «Qué onda con el tenedor?». Y una y otra vez sonrió.
Durante su mensaje, el sacerdote le platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que significaba para ella.
El sacerdote les dijo a las personas cómo él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él.
Estaba en lo correcto.
Así que, la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor, déjalo recordarte que lo mejor está aún por venir…