Juan 5:30-47
Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Si yo solo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que el testimonio que da de mí es verdadero. Vosotros habéis enviado a preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. Pero el testimonio que yo recibo no es de hombre; mas digo esto para que vosotros seáis salvos. El era la lámpara que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para llevar a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, ése ha dado testimonio de mí. Pero no habéis oído jamás su voz ni habéis visto su apariencia. Y su palabra no la tenéis morando en vosotros, porque no creéis en aquel que El envió. Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. No recibo gloria de los hombres; pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?
El domingo pasado, cuando me reuní con el pequeño grupo de líderes del campus en el centro de la ciudad, traté de mostrarles cuán esencial era el rol que ellos desempeñaban en esta iglesia al darles siete razones por las cuales mi predicación no es suficiente; siete razones por las cuales la perseverancia en la fe y el crecimiento en la fe demandan que los cristianos se reúnan regularmente de manera personal, «sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1ra de Pedro 4:10). Dios quiere obrar ciertas cosas en usted, y sólo las hará mediante el ministerio de otros creyentes.
7 Razones por las que Necesitamos los Grupos Pequeños
Él ha dado pastores a la iglesia «a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efesios 4:11-12). Creo en lo que hago. Y creo que no es suficiente. Aquí hay siete razones que di a los líderes de grupos pequeños.
- La tendencia a evitar el crecimiento doloroso al pasar desapercibidos entre la multitud durante la adoración corporativa es muy fuerte.
- La tendencia a la pasividad al escuchar un sermón es parte de la debilidad humana.
- Los oyentes en un grupo grande pueden evadir más fácilmente las crisis redentoras. Si surgen lágrimas en un grupo pequeño, los amigos sabios descubrirán, con gentileza, la razón. Pero en una reunión masiva, usted simplemente puede escapar de esa situación.
- Los oyentes en un grupo grande tienden a rechazar los esfuerzos de una aplicación personal. El sermón puede tocar un nervio de convicción, pero sin alguien que le presione, se puede evadir fácilmente.
- Se pierde la oportunidad de hacer preguntas que estimulen el crecimiento. Los sermones no son diálogos. Ni debieran serlo. Pero las preguntas son una clave para el entendimiento y el crecimiento. Los grupos pequeños son ocasiones ideales para eso.
- Hace falta la rendición de cuentas para dar seguimiento a las buenas resoluciones. Pero si alguien sabe lo que usted se propuso hacer, la determinación es mayor.
- Es necesario el apoyo en oración por una necesidad o convicción o resolución específica. Oh, ¡cuántas bendiciones no tenemos porque no nos rodeamos de un grupo de amigos que oren por nosotros!
Así que por favor, entiendan que cuando surge un ministerio de grupos pequeños en nuestra iglesia; no pienso que sea un suplemento opcional para la vida cristiana básica. Creo que es normal, saludable, necesario, en el cristianismo del Nuevo Testamento. Oro para que ustedes sean parte de uno de estos grupos pequeños o para que reciban entrenamiento y comiencen uno. Esta es la estrategia fundamental mediante la cual nuestros pastores y ancianos pastorean la congregación en Bethlehem: Ancianos > líderes de grupos pequeños > miembros unos a otros.
El Pecado Expuesto
Así que cuando nos movemos ahora hacia Juan 5:30-47, sepan que creo que hay asuntos que están a punto de ser expuestos en nuestras vidas, uno en particular, que nos exhorta a ayudarnos unos a otros. Hay inclinaciones pecaminosas en mi vida que están a punto de ser expuestas en estas palabras de Jesús que llaman a Kempton y a Karyn Turner, y a David y a Karin Livingston, y a Bud y a Lisa Burk, y a Mike y a Catherine Tong, y a mi esposa Noël, como parte de nuestro grupo pequeño, a vigilar en mi vida, y a ayudarme a verlas cuando emergen, y a orar por mí.
No Yo, sino Dios
Así que vayamos a Juan 5:30-47. Así es como fluye nuestro texto, según puedo ver. En el versículo 30, Jesús dice: «Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; [así que enfatiza nuevamente su armonía perfecta con el Padre] como oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.”
Ahora, en lugar de enfatizar la «justicia» de su juicio en los versículos siguientes, lo que él retoma del versículo 30 es el énfasis en la orientación teocéntrica como algo opuesto a la auto-orientación. La exaltación de Dios como opuesto a la auto-exaltación: «mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” Este tema de no yo, sino Dios se abordará durante todo el texto hasta el fin del capítulo. Es lo que me pondrá al descubierto y descubrirá la razón por la que el corazón humano le cuesta tanto creer en Jesús.
Un Buen Par de Testigos
Jesús, en los versículos 31-36, muestra que aunque él no es su propio testigo decisivo, él sí tiene testigos de su verdad, esto es, Juan el Bautista y a Dios el Padre por medio de su obrar milagros.
Si yo solo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que el testimonio que da de mí es verdadero. [Aquí pudiera referirse a Dios el Padre o a Juan Bautista. los dos son mencionados en los versículos siguientes.] Vosotros habéis enviado a preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. Pero el testimonio que yo recibo no es de hombre; mas digo esto para que vosotros seáis salvos.
En otras palabras, el testimonio humano nunca es decisivo por quien es Dios. Pero estoy hablando así acerca de Juan porque ustedes sí le creyeron por un tiempo y ello puede guiarles hacia mi verdad y a su salvación. Versículos 35-36:
El era la lámpara que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para llevar a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.
Por tanto, en definitiva, el testigo supremo de mi verdad, dice Jesús, es Dios el Padre. Ahora, llega el detalle realmente doloroso en los versículos 37-47. Si esto es cierto, si Dios es el testigo de la realidad de Jesús, ¿por qué los que mejor parecen conocer a Dios no le creen? Ese es el tema del resto del pasaje. Y Jesús es sorprendentemente severo en su acusación y sorprendentemente enfocado en una causa fundamental de la incredulidad.
La Severa Acusación de Jesús
Veamos primero la severa acusación. Y sería un error que usted pensara que fue sólo para otros y no para usted y para mí. Aquí es donde he aprendido profundas verdades acerca de la corrupción de mi corazón. Y, oh, ¡qué regalo tan doloroso y bueno es conocer de nosotros mismos cuán pecadores somos! La acusación es dirigida, al menos, seis veces.
Primero, versículos 37-38: «Y el Padre que me envió, ése ha dado testimonio de mí. Pero no habéis oído jamás su voz ni habéis visto su apariencia. Y su palabra no la tenéis morando en vosotros, porque no creéis en aquel que El envió.»
Ustedes nunca han escuchado a Dios, nunca han visto a Dios, su Palabra no está en ustedes, y ustedes no creen en él.
Segundo, versículo 39-40: «Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí [literalmente: “ustedes no quieren venir a mí,” en griego ou thelete elthein pros me] para que tengáis vida.»
Ustedes leen el Antiguo Testamento, que me señala a mí en todas partes como el cumplimiento, pero ustedes no lo ven, y no lo creen porque no quieren.
Tercero, versículo 41-42: «No recibo gloria de los hombres; pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros.»
No necesito la gloria del hombre para estar completo, o para calmar mis anhelos, porque amo a Dios y él es mi satisfacción. Pero ustedes. . . no tienen el amor de Dios. Ustedes no aman a Dios. Ustedes no encuentran satisfacción en él.
Cuarto, versículo 43: «Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis.»
Ustedes no me reciben. Me rechazan. Quieren otro tipo de Mesías, el tipo que no viene tan humildemente, tan manso, tan lleno de implicaciones para la muerte del ego de sus seguidores. Así que no me reciben.
Quinto, versículo 44: «¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?»
La pregunta no tiene respuesta en el texto, porque la pregunta es, realmente, una declaración: Ustedes no pueden creer mientras estén esclavizados al deseo de recibir gloria unos de otros. No pueden creer.
Sexto, versículo 45-47: «No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?»
Ustedes no creen en Moisés. Y por eso no creen en mí. No creen en sus Escritos. Y por eso no creen en mis palabras. Los Escritos de Moisés me señalan a mí, versículo 46: «porque de mí escribió él,» pero ustedes no lo ven. No me necesitan para que les juzgue. Moisés lo hará. Si creyeran en Moisés, creerían en mí. Y si creyeran en mí, creerían en el Padre que me envió.
Así que ahí está-una severa cadena de acusaciones.
- Versículo 38: No tienen la palabra de Dios morando en ustedes. Ustedes no creen en aquel a quien Dios envió.
- Versículo 40: No quieren venir a mí.
- Versículo 42: No tienen el amor de Dios.
- Versículo 43: No creen en mí.
- Versículo 44: No pueden creer.
- Versículo 45: No creen en Moisés, y no creen en mí.
¿Por qué Fueron Escritas estas Palabras?
Ahora recuerde, ¿por qué fue escrito el evangelio de Juan? «pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:31). De modo que Juan no está amontonando acusaciones para nada. Tiene algo en mente. Está haciendo algo por nuestra fe, para la fe de usted, ahora mismo. Quiere que este análisis de la incredulidad penetre en nuestros corazones y revele una de las mayores causas de la incredulidad. Que el Señor abra nuestros corazones para que podamos ver nuestras propias almas.
¿Cuál es la respuesta de Jesús al por qué estos parientes suyos, sus hermanos judíos que conocían tan bien a Moisés, no creían en su Mesías? No creo que sea un problema únicamente judío. Es un problema humano. La explicación que da, nada tiene que ver únicamente con etnia o religión. Tiene todo que ver con la manera en que los seres humanos son por naturaleza, por su naturaleza caída y pecaminosa. Universalmente. ¿Cuál es la respuesta de Jesús?
Casi al Final: Versículo 40
Hay una respuesta profunda. Casi al final está la respuesta del versículo 40: «y no queréis venir a mí». Esto es, literalmente: «Ustedes no quieren venir a mí.» Lo que deseamostiene un efecto inmenso en lo que somos capaces de creer. La raíz del asunto para estas personas, y para nosotros, no es la evidencia intelectual. La evidencia intelectual sí importa, es una evidencia real, y Jesús habla acerca de ella-yo tengo un testimonio en Juan Bautista y en mis palabras. Pero ese no es el problema. «Vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz» (versículo 35). Pero ahora ha terminado, y ustedes no quieren venir a mí.
Por esto es que Jesús comenzó donde lo hizo con Nicodemo en el capítulo tres: «Os es necesario nacer de nuevo.» Sus deseos más profundos deben ser transformados. El Espíritu Santo debe venir a sus vidas y quitar la profunda rebelión contra Dios y su Palabra, y reemplazarla con. . . ¿Con qué? Ahora estamos en lo más profundo de este texto. ¿Por qué ellos no querían venir a Jesús? ¿Por qué ustedes no quieren venir? ¿Qué deseaban tanto en lugar de Jesús, que hizo que les fuera imposible creer y venir a él?
Al Final: Versículo 44
El versículo 44 da la respuesta, y el versículo 43 muestra cómo funciona. Versículo 44: «¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?» En otras palabras: ustedes no pueden creer. ¿Por qué? Porque ustedes aman la gloria del hombre, no la gloria de Dios. No quieren a Jesús, porque ustedes quieren la alabanza humana. Ustedes no quieren a Jesús, porque quieren estar en el centro. Quieren estar en control. Quieren ser exaltados. Quieren ser engrandecidos. Anhelan ser alguien importante. Escoja cualquiera de estos que mejor se ajuste a usted. Todos me encajan, sin la gracia soberana. Esto, dice Jesús, es la raíz o la causa de la incredulidad.
¿Y cómo funciona? Versículo 43: «Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis.» ¿Por qué recibirían a un Mesías que viene en su propio nombre? Porque si el Mesías fuera así, entonces sería como ellos; él sería una confirmación de lo que ellos son. Les haría sentirse bien con su amor por sus nombres y su propia auto-exaltación.
Un Mesías Inconforme
Pero Jesús viene en nombre de su Padre. En su humanidad, él se humilla y se hace obediente, ¿a quién? A su Padre. ¿Cuán humilde? ¿Cuán obediente? Obediente hasta la muerte, incluso hasta la muerte en la cruz. Ellos podían verlo venir. Y no les gustó. Si el Mesías es así, entonces nosotros tendremos que ser así. Si Dios se complace en este tipo de auto-negación en el Mesías, entonces él buscará que hagamos lo mismo. No es lo que queremos. Por tanto, no vendremos. «Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís.»
Este no es únicamente un problema judío. Es un problema humano. Es un problema de John Piper. Quizás su problema principal. Y éste es su problema. Quizás sea su problema principal. Es una gran atadura. Y Jesús vino al mundo para liberarnos de nuestra esclavitud a la aprobación y alabanza de otros.
¿Por qué el Amor a la Alabanza Humana es Contradictorio a la Fe?
¿Por qué el amor de la gloria humana, en lugar de la gloria de Dios, es tan contradictoria a la fe? Puedo ver dos razones.
Una es que la verdadera fe en Jesús da toda la gloria a Dios y ninguna a nosotros mismos. En Romanos 4:20, Pablo dice que Abraham «se fortaleció en fe, dando gloria a Dios.” Esa es la naturaleza de la fe salvadora. Cuando usted viene a Jesús en fe, usted rinde su derecho a reclamar gloria para sí. Él no nos debe ninguna. Él nos glorificará en el momento adecuado. Oh sí (Romanos 8:30). Pero esa será la gloria de Dios, no la nuestra, aun cuando la comparta con nosotros. La fe viene a Cristo destituída de cualquier derecho de ser gloriosos o de ser alabados. Así que el amor a la alabanza humana es un gran obstáculo para la fe. Debe morir.
La otra razón por la cual el amor a la gloria humana es contradictorio a la fe, es que esa fe es la beber del agua viva para la satisfacción de nuestras almas. Y el fuente de esa agua es la gloria de Cristo. Y cuando estamos satisfechos en él, es quebrantado el poder esclavizador al deseo de gloria humana. Quebrantado por el poder de una satisfacción superior.
Quebrantando la Adicción a la Aprobación Humana
Cuando usted ha probado la belleza de Dios y la aprobación de Dios en Cristo, es quebrantada la adicción a la aprobación humana. Y usted queda libre.
¡Que Dios abra sus ojos a la gloria de Cristo y despierte un gusto espiritual por su agua viva, y le de fe, y le libere!
By John Piper. © Desiring God. Website: ministros.org