EL CENTRO DE OPERACIONES SUPREMO

Por Ray C. Stedman.
En el capítulo 4 de Apocalipsis no encontramos con un cambio dramático. Pasamos ahora a la tercera división del libro. En 1:19 se nos dice que el Señor mismo preparó las divisiones apropiadas del libro. En ese versículo Juan el apóstol oye al Señor decirle: «Así que escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.»
Es muy importante fijarnos bien en estas tres divisiones porque nos guiarán en este libro a veces difícil y complicado de entender en ocasiones.



Para comenzar, a Juan le fue dicho que «escribiese las cosas que había visto. Eso se refiere a la visión del capítulo uno. Lo que vio el apóstol Juan fue al Señor mismo caminando en medio de sus iglesias. A continuación le fue dicho que escribiese «las cosas que son. Eso abarca los capítulos dos y tres, es decir, las cartas dirigidas a las siete iglesias, que son una profecía que incluye a la iglesia del tiempo presente. Luego le fue dicho «escribe lo que ha de ser después de estas. Es precisamente a esta división a la que llegamos en el capítulo cuatro, el principio de lo que sucederá después de la era de la iglesia.

«Después de esto (escribe Juan) miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo. La primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo diciendo: ¡Sube acá y te mostraré las cosas que han de acontecer después de estas!, En este versículo se nos dice en dos ocasiones, al principio y al final, que se le va a mostrar a Juan lo «que ha de acontecer después de estas, es decir, una vez que la iglesia haya terminado su labor y haya sido llevada para estar con el Señor.

Lo primero es que a Juan se le permite ver lo que pasa en el cielo. Lo que ve es una puerta abierta, que le permite contemplar el interior. No es el primero en hacer esto en las Escrituras. Los profetas Ezequiel, Isaías y Daniel también disfrutaron del privilegio de ver el cielo; estar en la tierra, ver el cielo y observar lo que sucedía allí. Pero aquí tenemos algo más, algo que es de suma importancia. No solamente ve Juan en el interior del cielo, sino que es llamado al cielo. Ningún otro profeta en todas las Escrituras recibe ese llamamiento a ir al cielo mas que el apóstol Juan.

La mayoría de los comentadores consideran esto de suma importancia. Oyó una voz «como de trompeta que le decía: «¡Sube acá y te mostraré las cosas que han de acontecer después de estas!, Eso deja perfectamente claro que el punto de vista de Juan en el resto del libro del Apocalipsis ha de ser desde el cielo. Muchos comentadores tienen la impresión de que este es el lugar en el Apocalipsis en donde habrá de tener lugar la «partida o «el rapto de la iglesia. Es digno de mención que de aquí en adelante, en este libro, la iglesia, que había ocupado el lugar principal en los primeros capítulos no vuelve a mencionarse de nuevo hasta el último capítulo. Por todo el libro se hace mención de los «santos, pero la palabra «iglesia no vuelve a aparecer de nuevo hasta que se ve, al final, a la Esposa del Cordero.

¿Qué significa esto? Muchos están convencidos (y creo que tienen razón en ello) de que el apóstol Juan representa a la iglesia y en este momento nos referimos a la iglesia que ha sido trasladada a los cielos. Lo que Juan ve en el libro de aquí en adelante es lo que verá la iglesia cuando sea llevada para estar con Cristo, lo cual es algo verdaderamente importante. Quiere decir que al seguir la lectura de este libro ya no estamos mirando a las cosas desde el punto de vista del tiempo, sino de la eternidad. Eso es lo que hace que el Apocalipsis sea, al mismo tiempo, un libro fascinante y difícil de interpretar. En la eternidad, a diferencia de lo que sucede en el tiempo, no existe una secuencia prescrita de acontecimientos.

Con el tiempo nos vemos presionados por normas que se siguen unas a otras de manera lógica. No podemos regresar al año 1989 y nos encontramos tan alejados de ese año como si hubieran transcurrido 1.000 años desde entonces. No es posible volver atrás en el tiempo, solamente podemos ir hacia adelante y vivir el presente, pero en la eternidad eso ya no es así. Cuando pensamos en el cielo tendemos a proyectar las condiciones del tiempo en la tierra a los cielos. Pensamos en ello como en un período de tiempo muy extendido, durante el cual estaremos ocupados haciendo aquellas cosas que nos complacen durante todo el tiempo que queramos, pero no es así. Los jugadores de golf hablan acerca del cielo como si fuese un gran campo de golf, donde pueden golpear la pelotita a 500 millas de distancia con un solo movimiento del bastón. Los pescadores piensan en él como si se tratase de un enorme río lleno de peces y cada vez que lanzan la caña atrapan un gran pez. Cuando yo fui cowboy en Montana hablábamos acerca del «gran rodeo en el cielo. Así es como nos imaginamos y hablamos con frecuencia acerca del cielo, pero hemos de aprender a pensar de una manera diferente.

En el cielo las cosas suceden cuando están espiritualmente listas para ser manifestadas. No sé cómo expresarlo de ninguna otra manera. En el cielo es posible que las circunstancias salten hacia adelante y hacia atrás y eso es lo que hace el libro de Apocalipsis. La serie de juicios que aparecen a continuación, los sellos del libro cerrado con ellos, el sonido de las trompetas, el derramamiento de la ira de Dios por medio de las copas, no se producen en orden cronológico. Eso es algo de lo que nos debemos dar cuenta al intentar interpretar este libro. Y espero que entonces todo lo veamos con más claridad al estudiarlo, pero es un punto de suma importancia.

El cielo no se encuentra en algún planeta distante, sino que es otra dimensión de la existencia aquí mismo y ahora. Es un ámbito del ser ligeramente más allá de los sentidos que poseemos actualmente. Cuando Juan vio abrirse una puerta en el cielo se le permitió contemplar una dimensión, que está presente todo el tiempo y que gobierna todos los asuntos visibles de la tierra. Esa es la postura bíblica de principio a fin, desde el Génesis al Apocalipsis, y de modo especial en estos dos libros y es preciso que nosotros aprendamos a pensar en ello de esta manera.

Lo que se nos ofrece en este libro son ciertos puntos de referencia, determinados acontecimientos a los que vuelve el libro una y otra vez. Voy a mostrarle uno de ellos en un momento, pero sigamos ahora con el texto y veamos lo que contempló Juan cuando fue de hecho llevado a la quinta dimensión de la existencia, llamada el cielo.

«De inmediato estuve en el Espíritu, y he aquí una puerta abierta en el cielo, y sobre el trono uno sentado. Y el que estaba sentado era semejante a una piedra de jaspe y de cornalina y alrededor del trono había un arco iris semejante al aspecto de la esmeralda.

¿Qué fue lo que vio? Lo primero que vio, más importante que todo lo demás, fue un gran trono y a alguien sentado sobre él. ¡De repente se encontró en el Centro de Operaciones Supremo! Poco después del ataque a Pearl Harbor me embarqué para Hawaii, no como marinero, sino sencillamente como civil. Fui allí mientras los barcos de guerra se encontraban aun varados en Pearl Harbor y me uní a la tripulación encargada de la pintura, perteneciente a una organización responsable de construir edificios para la Marina por todas las islas. La mayor parte de este grupo estaba compuesto por japoneses que vivían en Hawaii, pero debido a que nos encontrábamos en guerra con Japón había algunos lugares donde a ellos, como pintores, no se les permitía trabajar. Había dos de nosotros que procedíamos del continente y fuimos enviados a esos lugares. Un día, junto con mi compañero, fui asignado a pintar el despacho del Almirante Nimitz, en el Centro de Operaciones del Comandante supremo en el Pacífico. Recuerdo con qué reverencia entré en aquel despacho, en el que me encontré rodeado de mapas de las Islas del Pacífico. Para mi era impresionante pensar que me hallaba en la sala en la que se reunía el Almirante con sus capitanes para planear los sucesos relacionados con la guerra; que todos los ataques llevados a cabo por la Marina de los Estados Unidos durante la guerra eran concebidos y planificados para su ejecución en aquel despacho. ¡¡Me sentía impresionado y admirado de que me permitiesen entrar en aquella parte de acceso restringido, pero eso palidece en comparación con lo que debió de sentir Juan al encontrarse en el centro mismo de control de todo el universo!!

Lo primero que vio fue un trono. Ese trono es el tema alrededor del cual gira todo el libro del Apocalipsis y solo hay cinco capítulos en los que no se encuentra la palabra «trono. Es sumamente importante e impresionante recordar que a pesar de todo lo que sucede en la tierra, todos los acontecimientos acerca de los cuales leemos en los periódicos y que vemos en la televisión, por emocionantes y lamentables que sean estas cosas, están todas ellas, de un modo u otro, relacionadas con el trono central desde el cual Dios gobierna el universo y no debemos olvidar nunca que detrás todos los acontecimientos humanos está el gobierno de Dios.

Hace algunos años me encontraba en Inglaterra y habían planeado que hablase a algunos grupos de pastores en diferentes iglesias en el sector de Londres. Una tarde me encontré en una capilla metodista, en la carretera de camino a Cambridge. La mayoría de las reuniones en las que estuve hablando contaron con una asistencia muy escasa (como pasaba con la mayoría de los cultos en Inglaterra en aquella época y aun sigue pasando), pero esta capilla, por algún motivo, aquella noche estaba abarrotada de gente. No era porque viniesen a escucharme a mi, porque nadie sabia quién era yo, pero de hecho había personas que estaban hasta de pie junto a la puerta de la calle y tuvimos un impresionante culto con cánticos. Aquellas personas estaban cantando con todo su corazón, con himnos como los que habíamos estado cantando por la mañana. «Majestad siendo uno de los coritos que cantaron y otro de ellos «nuestro Dios reina. Yo me regocijé con ellos y estaba cantando a todo pulmón el corito «nuestro Dios reina y mientras lo hacía comencé a sonreír para mi mismo porque mis ojos se habían posado sobre la partitura que nos habían entregado y me di cuenta de que la persona que la había escrito a máquina había cometido una equivocación en el título del cántico. Había escrito (en inglés) «nuestro Dios renuncia en lugar de «reina y me alegré de que no lo cantásemos tal y como había sido escrito, pero lamentablemente así es como parecen cantar actualmente muchas personas. Dan la impresión de que nuestro Dios ha renunciado, pero no lo ha hecho. ¡Nuestro Dios reina! y ese es el tema de Apocalipsis.

Eso destaca un factor muy importante, que es totalmente contrario al pensamiento y el espíritu de los tiempos en los que vivimos. El hecho de que existe un trono, implica que hay principios absolutos que no se pueden cambiar ni alterar ¡porque han sido garantizados por la autoridad del trono! Nada de lo que el hombre hace o pueda hacer los va a cambiar ni un ápice. También hay principios absolutos dentro de la ciencia y los científicos les tienen que dar la vuelta, teniendo que descubrir las «leyes para averiguar qué están haciendo. También existen los principios absolutos morales, que no pueden ser alterados por mucho que la sociedad se aparte de esas normas, puesto que Dios las mantiene y hace que se *****plan y a él no le asustan las aberraciones del hombre. El no se está mordiendo las uñas temiendo que haya quien pueda eliminar los niveles establecidos en el pasado, sino que los mantiene continuamente gracias a la autoridad de su trono y esto fue algo que vio Jeremías. Existe un pasaje maravilloso en su profecía en el que, entre el tumulto de sus días, declara «trono de gloria, sublime desde el principio es el lugar de nuestro santuario y ese fue el trono que vio Juan.

Vio además que el trono estaba ocupado y que alguien estaba sentado sobre él. Eso es algo que hace que de inmediato nuestras expectativas incrementen. ¡Por fin vamos a averiguar el aspecto que tiene Dios! ¿Se ha preguntado usted alguna vez el aspecto que debe de tener Dios? Aquí se le permite a Juan ver a Dios en su trono. ¿Qué aspecto tiene?

Lo que ve son sencillamente colores, luces de colores, que brillan como si fuesen joyas, destelleantes, con un gran brillo, colores puros. Hay eruditos que tienen la impresión de que las epístolas de Juan fueron escritas después que el libro de Apocalipsis. Si eso es cierto, eso explicaría por qué dice en sus primeras epístolas Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Es posible que se acordase de la cascada de colores, que reflejaban la majestad y la gloria de Dios. Moisés dijo: «ningún hombre puede ver el rostro de Dios y vivir. Ningún hombre ha visto jamás a Dios en ningún momento; todo lo que el hombre puede ver son las manifestaciones de su Ser, que nos hablan acerca de sus atributos y su gloria. Juan vio a una figura sentada sobre el trono, pero no pudo ver sus facciones a través de aquellas luces deslumbrantes, que daban vueltos alrededor del trono.

Ezequiel vio lo mismo. El primer capítulo de su profecía deja constancia de una visión muy semejante a esta, pero nadie ha descrito jamás las facciones de Dios porque El es mas que un hombre. Se manifiesta a sí mismo por medio de estos maravillosos e importantes colores, que están llenos de significado. Indican que al que Juan ve en el trono no es solo el Padre. Es digno de mención que aquí se mencionan a tres. El primero es el «jaspe, que es realmente un diamante, la más hermosa de las gemas porque tiene la habilidad de captar la luz y reflejarla en un brillante despliegue de color. Por eso es por lo que «los diamantes son los mejores amigos de la muchacha, porque reflejan la luz de un modo tan maravilloso. El cristal brillante refleja el atributo dominante de Dios el Padre, su santidad, su perfección. Los diamantes se clasifican para ver si son perfectos o no y aquí tenemos un diamante perfecto, que refleja la perfección del Padre, el increíble equilibrio de los atributos de su ser, de modo que es siempre exactamente lo que cualquiera pueda imaginarse que es la perfección. El diamante nos habla acerca del Padre, de la santidad del Padre.

La segunda piedra es la cornalina o sarda, que era de un rojo color sangre, una piedra con un color resplandeciente, preciosa. Eso, como es lógico, nos sugiere de inmediato al Hijo. Su principal característica es su disposición a derramar su sangre a nuestro favor, entregarse en expiación redentora por nuestros pecados. Es la maravilla de todas las edades. El es el Cordero de Dios, que murió antes de la fundación del mundo.

El tercer color es la esmeralda. Juan contempló un gran arco iris que giraba alrededor del trono, verde como una esmeralda. El verde es el color de la naturaleza, de la creación. La primera vez que se vio el arco iris fue durante los tiempos del diluvio de Noé. Después del terrible holocausto que acabó con toda la vida sobre la faz de la tierra por medio del diluvio, Noé vio por primera vez un arco iris en el cielo, no un arco iris verde, sino un arco iris de diversos colores, exactamente de la misma manera que lo vemos hoy durante la neblina o la lluvia. El arco iris era la promesa de gracia expresada en la naturaleza. «Nunca más dijo Dios, «no volveré a visitar la tierra con una inundación universal. Nunca más. Esa es la gracia de Dios demostrada por medio del mundo natural.

Este arco iris con las diversas tonalidades de verde, girando alrededor del trono, nos habla sobre el Espíritu Santo administrando la santidad y la redención de Dios a toda la creación. No sé si usted es consciente de ello, pero todos los arco iris tiene forma de círculo y en el único momento en que se puede ver como un círculo es al volar en un avión. Es posible que muchos de ustedes hayan tenido la experiencia de mirar hacia abajo, a las nubes donde han caído los aguaceros y se puede ver un arco iris, un arco perfecto. ¡Invariablemente, en el centro del círculo se encuentra la sombra del avión en el que vuela usted! Yo lo he visto muchas veces. Es algo realmente reconfortante cuando se está volando en medio de una tormenta, mirar por la ventanilla y contemplar el arco iris, que tiene justo en el centro el avión en que estamos volando. Es una promesa de la gracia en medio de la tormenta. A continuación Juan ve a los compañeros de Dios, a la corte celestial

«También alrededor del trono había veinticuatro tronos, y sobre los tronos vi a los veinticuatro ancianos sentados, vestidos de vestiduras blancas, con coronas de oro sobre sus cabezas.

Se han producido muchos debates respecto a quiénes podían representar estos veinticuatro ancianos. Muchos comentadores creen que se trata de los santos redimidos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento; doce ancianos de Israel y doce de los apóstoles. He de confesar que durante muchos años yo fui de la misma opinión. Pero he cambiado de manera de pensar porque, por un lado, siempre me ha preocupado el hecho de que si se trata de los doce patriarcas y los doce apóstoles, entonces Juan era uno de ellos, porque era uno de los doce apóstoles. ¿Era posible que se viese a sí mismo entre ellos? Eso no parece tener sentido, ¿no es cierto? Eran considerados como santos porque estaban vestidos con vestiduras blancas y llevaban sobre sus cabezas las coronas de los vencedores. Esto ha sugerido a muchas personas que habían conquistado el mal y por eso llevaban puestas las coronas, y sus vestiduras habían sido lavadas en la sangre del Cordero, pero hay otros motivos por los que llevaban las coronas y las vestiduras, como veremos en un momento.

Opino que este grupo es probablemente lo que Daniel y otros profetas del Antiguo Testamento vieron al mirar hacia el cielo. En el cuarto capítulo de Daniel el profeta es llamado a que se presente ante el rey Nabucodonosor con el fin de interpretar uno de los sueños del rey; un sueño acerca de un gran árbol que es derribado y solo queda el tocón. Según la interpretación que hace Daniel del sueño el árbol es el propio Nabucodonosor y representa que le va a ser arrancada su corona durante un período de siete años, que se volvería loco y que sería echado fuera, donde se alimentaría de la yerba como si fuese un caballo o una vaca durante esos siete años, cuando le serían devueltos su trono y su autoridad. Cuando Daniel se lo dice al rey se lo cuenta a su modo.

«La sentencia fue por decreto de los vigilantes y la decisión por la palabra de los santos…

Hay otros relacionados con el juicio de Dios sobre este rey a los que se les llama «vigilantes y «los santos.

El versículo continua diciendo:

«para que los vivientes reconozcan que el Altísimo es Señor del reino de los hombres, que lo da a quien quiere y que constituye sobre él al más humilde de los hombres.

¡Puede que eso explique por qué hemos tenido a algunos de los políticos ocupando sus puestos! En el capítulo 7 de Daniel hace una referencia bastante parecida. También en esa ocasión vio Daniel el cielo y he aquí lo que contempló:

«Estaba mirando hasta que fueron puestos unos tronos (en plural) y se sentó un Anciano de Días. Su vestidura era blanca como la nieve, y el cabello de su cabeza era como la lana limpia. Su trono era como llama de fuego; y sus ruedas, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él. Miles de miles le servían, y millones de millones estaban de pie delante de él. El tribunal se sentó, y los libros fueron abiertos.»

De modo que Daniel también vio tronos rodeando al trono de Dios, sobre los cuales estaban sentadas personas que habrían de participar con Dios en juzgar y tomar decisiones.

En el versículo 26 de ese mismo capítulo 7, Daniel dice:

«Pero el tribunal se sentará (o «los que forman parte de la corte se sentarán y con referencia al anticristo) y le quitará su dominio para ser exterminado y destruido por completo.»

Una vez más, hay una referencia a este concilio en el Salmo 89:6-7:

Porque ¿quién en las nubes se comparará con Jehová? ¿Quién será semejante a Jehová entre los hijos de los poderosos? Dios es temible en la gran asamblea de los santos; formidable sobre todos cuantos están a su alrededor. De modo que, ¿quiénes son esos veinticuatro ancianos? Creo que son ángeles a los que se les ha encargado la época presente. Son una corporación formada por veinticuatro ángeles inteligentes y poderosos, relacionados con el gobierno de Dios, especialmente con los ángeles caídos y el pueblo de los redimidos. Llevan coronas porque son los vencedores en las batallas en contra de Satanás y llevan puestas vestiduras blancas porque son ángeles justos, que se han negado a unirse en la rebelión del demonio.

Pero ahora Juan ve otros símbolos.

«Del trono salen relámpagos y truenos y voces. Y delante del trono arden siete antorchas de fuego, las cuales son los siete Espíritus de Dios. Y delante del trono hay como un mar de vidrio, semejante el cristal.»

Recordemos que estos son símbolos y lo que representan no siempre aparece de este modo. Estas son imágenes, una manifestación de lo que realmente hay allí. Los símbolos de que disponemos son muy instructivos. Primero Juan dice: «del trono salen relámpagos y truenos y voces. Ese es el espectáculo y los sonidos relacionados con el momento en que se entrega la Ley en el Monte Sinaí. La montaña temblaba constantemente por el gran estruendo y por los truenos y estaba cubierta de negros nubarrones iluminados por los destellos de los relámpagos. Era un espectáculo tan impresionante que el pueblo de Israel estaba completamente atemorizado. Por lo tanto, estos sonidos son símbolos de los juicios de Dios.

El Apocalipsis es básicamente el momento en que Dios pasa de la gracia al juicio. Por toda la Biblia ha sido un Dios movido por la gracia, pidiendo a las gentes que abriesen sus mentes, intentando instruirlas una vez mas, conseguir que se detuviesen y le escuchasen y se amoldasen a la verdad, pero al final debe volverse al juicio. De eso se trata este libro: nos dice de qué modo por fin Dios juzga al pueblo.

Hace poco oí a nuestro buen amigo Chuck Swindoll decir que la primera declaración teológica que recordaba fue la que hizo su madre cuando no era más que un niño. Eran unas cuantas palabras que nunca olvidaría. En cierta ocasión le dijo: «¡Qué Dios te ayude si vuelves a hacer eso! En un sentido, el libro del Apocalipsis se trata precisamente de eso. Es el propio Dios que advierte a los hombres por última vez, porque la consumada locura de los hombre consiste en que han hecho el mal una y otra vez.

Los símbolos con los que nos encontramos aquí de los relámpagos, los truenos y los temblores se repiten en varias ocasiones en el libro de Apocalipsis. Representan un punto de referencia al que el libro vuelve una y otra vez. Cuando se encuentre usted con ellos se dará cuenta de que se ha encontrado de nuevo con Dios juzgando el mal cometido por el hombre. No tengo tiempo para leérselas todas, pero aquí tenemos un par de ellas, que puede buscar usted mismo. En el capítulo 8:5 y de nuevo en el 11:19 y hay otras apariciones mas adelante en el libro. Cada vez que aparecen se añade un elemento más del juicio.

Los otros símbolos que aparecen aquí son los símbolos del Espíritu de Dios y el instrumento del juicio de Dios. Juan vio siete antorchas de fuego que ardían con la divina venganza. Ese es el Espíritu de Dios. Y vio un gran mar de vidrio ante el trono. Como ya hemos visto, el cristal habla acerca de la pureza y la santidad de Dios. El mar es el Espíritu de Dios en su pureza y en su santidad sin mácula. Por eso le llamamos el Espíritu Santo. Es precisamente esa santidad la que debe impartir a cualquiera que se atreva a estar en la presencia de Dios. «Sin la santidad se nos dice en Hebreos «es imposible agradar a Dios. Este es el Espíritu de santidad sobre el cual se apoya el trono de Dios.

Los personajes finales que ve Juan se describen de los versículos 6 a 8:

«Y delante del trono hay como un mar de vidrio, semejante al cristal. Junto al trono, y alrededor del mismo, hay cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente es semejante a un león, y el segundo ser viviente es semejante a un becerro y el tercer ser viviente tiene cara de hombre, y el cuarto ser viviente es semejante a un águila volando. Y cada uno de los cuatro seres vivientes tienen seis alas, y alrededor y por dentro están llenos de ojos. Ni de día ni de noche dejan de decir:

«¡Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y que ha de venir!

Estas son extrañas criaturas. Se menciona a animales alados, cubiertos de ojos por todo el cuerpo, y se nos dice que los tenían incluso debajo de sus alas. Muchos preguntan: «¿quiénes son? Si lee usted el primer capítulo de Ezequiel, como ya he sugerido, se encontrará usted con que Ezequiel vio a criaturas por el estilo, que describe de maneras muy parecidas, llamándolas «querubines. Los querubines no son pequeños bebés regordetes y desnudos que van volando y disparando sus flechas de amor a las personas. No, son como estás criaturas que nos encontramos aquí. Isaías los describe en su capítulo 6 y los llama «serafines («los seres ardientes), que aparecen bajo diferentes configuraciones. En ocasiones con seis alas y en otras con cuatro.

Ezequiel menciona también las caras: la del león, la del becerro, la del hombre, la del águila. Juan ve la misma cosa. Hay cuatro hombres y el águila. Cuatro es siempre el número del gobierno. Por lo tanto, estas criaturas están en algún modo relacionadas con el gobierno de Dios en relación con el universo creado. Nosotros somos personas muy ignorantes cuando se trata de fenómenos naturales, pero aquí tenemos a criaturas que entienden y ayudan a Dios a gobernar el mundo natural. Los ojos simbolizan el discernimiento y el conocimiento. Las alas describen rapidez, agilidad de movimiento. Las caras representan las principales cualidades de la vida en el universo creado. Un león nos habla de poder, un becerro de paciencia, un hombre de inteligencia y un águila de rapidez. Estas criaturas vivientes son las que llaman a los cuatro caballos en el capítulo 6. Les dicen a estos animales: «¡Ven! y hacen que se pongan en movimiento. Trabajan llevando a la creación a adorar a su Creador.

La naturaleza adora cuando cualquier cosa *****ple con el propósito que Dios le dio. El poeta ha escrito: «muchas rosas nacieron para que floreciesen sin que nadie las viese. Y se desperdició su dulzura en el aire del desierto. ¿Se desperdició? Ninguna rosa ha desperdiciado jamás su dulzura. Dios la puede oler aun cuando al hombre no le sea posible. Y una de las labores de estas cuatro criaturas vivientes es conseguir de toda la creación la perfección que Dios quiso para ella. Por eso es por lo que están alabando a Dios constantemente, pidiendo nuevas visiones de sabiduría creativa y de poder que sea siempre derramado sobre ellos. Aquí ante el podio hay algunos lirios magníficos. Si cogiese usted uno y lo examinase detenidamente, no podría evitar sentirse impresionado por la maravilla de su diseño, su complejidad, su equilibrio y su gran belleza, todo ello junto gracias al poder y a la sabiduría de Dios. Toda la naturaleza debiera llevarnos a adorar a Dios de la misma manera.

El capítulo finaliza con la adoración de todos los cielos por la sabiduría creativa y por el poder de Dios.

«Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honra y alabanza al que está sentado en el trono y que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos; y echan sus coronas delante del trono diciendo:

«Digno eres tú, oh Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder. porque tu has creado todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas.

Lo mas cercano que tenemos en la tierra a esto es el gran canto del Mesías. No sé si se ha unido usted alguna vez a alguno, pero durante la época de Navidad, si tiene oportunidad, vaya a uno de esos grandes auditorios, abarrotados por unas 3.000 personas, con una orquesta entera y un gran coro cantando las frases de las Escrituras acerca del Mesías. Es una experiencia conmovedora y poderosa: «Y la gloria del Señor será revelada y toda carne le verá. El cielo entero participa en revelar eso.

No es sencillamente un recital mecánico y ni siquiera debemos leerlo de ese modo. El cielo no es algo aburrido. La idea que tienen del cielo la mayoría de las personas me recuerda a un anuncio de sopa en el que hay personas bebiendo sopa y diciendo: «¡Qué aburrimiento! ¡Qué aburrimiento! Eso es lo que opinan muchas personas acerca del cielo, pero el cielo no es así. Estas personas claman en alabanza porque están continuamente descubriendo nuevos, emocionantes e impresionantes aspectos de la sabiduría y el poder de Dios que ven como algo nuevo. De modo que están continuamente sintiéndose impulsado a alabar a Dios por ser quién es. Así es como debería ser la verdadera alabanza.

Eugene Peterson, un poderoso comunicador de nuestros días ha dicho que la verdadera alabanza le hace cinco cosas a las personas. Hace que las cosas estén centradas. Dejamos de vivir para nosotros mismos y vivimos para El y reúne: hace que otros se reúnan a nuestro alrededor. Hace que nos convirtamos en parte de una familia, de una congregación, cruzando las líneas de la exclusión. Y revela: cosas que no vimos nunca con anterioridad y que ahora empezamos a comprender. Y la forma de vida familiar adopta un nuevo aspecto y nos hace cantar.

Los cristianos están siempre cantando. Hay muchos cánticos en este libro de Apocalipsis, a pesar de los juicios, porque los cristianos pueden cantar cuando otros lloran. Y finalmente, afirma: responde a las grandes promesas de Dios con un «amen y un «sí de parte nuestra.

Quiero concluir con un párrafo de Eugene Peterson que reúne, de una manera preciosa, el poder de la alabanza:

El que no alabemos al Señor nos condena a una vida de espasmos y sobresaltos, nos hace vivir a merced de cada anuncio, de cada seducción, de cada sirena. Sin la alabanza vivimos vidas manipuladas y manipuladoras. Vivimos o bien dejándonos dominar por el pánico o por un letargo engañoso al sentirnos alarmados por los espectros y nos dejamos tranquilizar por los placebos. Si no tenemos un centro, no habrá circunferencia. Las personas que no alaban al Señor se ven arrastradas por una gran inquietud, que es la epidemia del mundo, sin una dirección continua y sin un propósito que las sostenga.

Estas son palabras sabias. Unámonos al escritor del himno en un gran cántico de alabanza:

«Dios inmoral, invisible y sabio en luz inaccesible, oculto a nuestros ojos.

¡Cuán bendito y glorioso, el Anciano de Días, Todopoderoso y victorioso,

Tu gran nombre alabamos. Gran Padre de gloria, Padre puro de luz,

tus ángeles te adoran, cubriendo sus ojos: Te queremos dar toda alabanza,

ayúdanos a ver ¡Que lo que te oculta es solo el esplendor de la luz!»



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Nº de Catálogo 4196

Apocalipsis 4:1-11

Octavo Mensaje

7 de Enero, 1990



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