El pastorado ¿es una profesión? … "Hermanos, no somos profesionales" (John Piper)

La «profesionalización» del pastorado consiste en considerar la labor pastoral como una profesión análoga a las demás profesiones. Esta visión del pastorado está afectando y haciendo mucho daño. Como resultado, la preparación teológica es vista como un proceso de «profesionalización» del pastorado, reservada para una élite o «clero». Por ejemplo, los médicos se profesionalizan en las facultades de medicina y los pastores, a su vez, lo harían en los seminarios. Aunque se suele subrayar que el pastorado es primus inter pares («primero entre iguales», una profesión que está por encima de las demás profesiones), de todos modos el pastorado termina siendo considerado como una profesión.

Otro resultado, no menos desconcertante, es la manera en que son percibidos aquellos que ya están sirviendo en el pastorado sin haber tenido la oportunidad de estudiar en una institución teológica. Son vistos como pastores «laicos» que no poseen la debida profesionalización. Siguiendo esta lógica, usando la analogía de las profesiones, son como aquellos que ejercen la medicina sin ser profesionales, sin haber estudiado en una universidad (en Perú, el ejercicio de la medicina sin haberse profesionalizado en ello, sin haber estudiado para ello consituye un delito contra la salud pública, es un acto ilegal).

Creo que el libro de John Piper, Hermanos, no somos profesionales, nos proporciona una perspectiva refrescante en medio de este árido movimiento que busca la profesionalización del ministerio pastoral.

LOS PASTORES estamos siendo asesinados por el profesionalismo del ministerio pastoral. La mentalidad del profesional no es la mentalidad del profeta. No es la mentalidad del siervo de Cristo. El profesionalismo no tiene nada que ver con la esencia y el corazón del ministerio cristiano. Mientras más profesionales anhelemos ser, mayor será la estela de muerte espiritual que dejemos a nuestro paso, pues no existe la inocencia profesional (Mt. 18:3); no existe la misericordia profesional (Ef. 4:32); no existe el clamor profesional por Dios (Sal. 42:1).

Pero nuestra primera tarea es la de clamar por Dios en la oración. Nuestra tarea es la de llorar por nuestros pecados (Stg. 4:9). ¿Existe el llanto profesional? Nuestra tarea es la de proseguir a la meta de la santidad de Cristo y al premio del supremo llamamiento de Dios (Fil. 3:14); golpear nuestro cuerpo y someterlo no sea que seamos eliminados (1 Co. 9:27); negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz salpicada de sangre cada día (Lc. 9:23). ¿Cómo se lleva una cruz profesionalmente? Hemos sido crucificados con Cristo; pero ahora vivimos en la fe de aquel que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (Gá. 2:20). ¿Qué es fe profesional?

No nos llenaremos de vino, sino del Espíritu (Ef. 5:18). Somos amadores de Cristo ebrios de Dios. ¿Cómo podemos embriagarnos de Dios profesionalmente? Entonces, maravilla entre las maravillas, recibimos el tesoro del evangelio para llevarlo en vasos de barro para mostrar que la excelencia del poder es de Dios (2 Co. 4:7). ¿Hay alguna forma en que podamos ser un vaso de barro profesional?

Estamos afligidos en todo, pero no abatidos; desconcertados, pero no llevados a la desesperación; perseguidos, pero no destruidos; siempre llevando en el cuerpo la muerte de Jesús (¿profesionalmente?) para que la vida de Jesús también se manifieste (¿profesionalmente?) en nuestros cuerpos (2 Co. 4:9-11).

Pienso que Dios nos ha exhibido a nosotros los predicadores como postreros de todo en el mundo. Somos insensatos por amor de Cristo, pero los profesionales son sabios. Somos débiles, pero los profesionales son fuertes. A los profesionales se les honra, a nosotros se nos desacredita. No tratamos de conseguir un estilo de vida profesional, pero estamos listos para padecer hambre y sed e ir mal vestidos y no tener techo. Cuando nos maldicen, bendecimos; cuando somos perseguidos, resistimos; cuando nos difaman, tratamos de conciliar; nos hemos convertido en la escoria del mundo, el desecho de todas las cosas (1 Co. 4:9-13). ¿O no?

¡Hermanos, no somos profesionales! Somos parias. Somos extranjeros y desterrados en el mundo (1 P. 2:11). Nuestra ciudadanía está en los cielos y esperamos impacientemente al Señor (Fil. 3:20). No se puede profesionalizar el amor por su venida sin matar ese amor. Y se está matando.

Los objetivos de nuestro ministerio son eternos y espirituales. No son comunes a ninguna otra profesión. Es precisamente por la incapacidad de ver esto que estamos muriendo.

Se pueden leer los primeros 3 capítulos del libro Hermanos, no somos profesionales aquí, definitivamente es una lectura muy provechosa. Quien está deseando el obispado (1Ti. 3:1) será muy beneficiado leyendo estas reflexiones.

Se puede descargar gratuitamente todo el libro en inglés Brothers, We Are Not ProfessionalsA Plea to Pastors for Radical Ministry.