El libro entero de Deuteronomio consiste de un solo discurso por Moisés, pronunciado justo antes de su muerte. Este discurso era una revisión de los cuarenta años que Israel había estado errante por el desierto. Y Moisés lo pronuncio a una nueva generación de israelitas
En ese tiempo, el pueblo estaba acampado en Cades-barnea, un lugar importante en su historia. Ellos estaban en la frontera de Canaán, la tierra prometida. Era el mismo lugar donde sus padres habían estado parados treinta ocho años antes. También era el lugar donde Dios había impedido a aquella generación entrara a la tierra prometida. El Señor los envió de vuelta al desierto, a errar sin rumbo hasta que la generación entera murió, a excepción de Josué y Caleb.
Ahora Moisés estaba recordándoles a esta nueva generación la historia de sus padres. Él quería que ellos supieran exactamente por que la generación previa había muerto como rebeldes desesperados a los ojos de Dios. Moisés les urgió a aprender de los errores trágicos de sus padres, diciendo en muchas palabras:
“Ustedes conocen la historia de sus padres. Ellos eran un pueblo llamado, escogido y ungido por Dios. Pero ellos perdieron la visión. El Señor los amó tanto que los llevo en sus brazos y los cargo, una y otra vez. Sin embargo una y otra vez, ellos murmuraron y se quejaron contra Dios, afligiéndolo.
Finalmente, la paciencia de Dios llegó a su fin. Él vio que ellos estaban entregados a la incredulidad. Y no había nada que él pudiera hacer para cambiar sus mentes. Ningún milagro que él ejecutó podía persuadirlos totalmente de su fidelidad y bondad. Sus corazones eran como granito. Así que Dios les dijo, “Ninguno de ustedes va entrar a mi tierra prometida. En vez de eso, ustedes van a volverse ahora mismo. Ustedes van a volver al desierto.”
Que palabras tan poderosas. Sin embargo, Moisés no solo estaba hablando a una nueva generación de israelitas. Él también estaba dirigiéndose a cada generación de creyentes que seguiría, incluyéndonos a nosotros hoy. Como todo el Antiguo Testamento registra, esto fue escrito”para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11).
Moisés nos estaba mostrando el peligro de la incredulidad. Y él advirtió que a no ser que prestemos atención, sufriríamos las mismas horribles consecuencias como aquellos que cayeron antes de nosotros:”Para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (Hebreos 4:11). Él esta diciendo, en esencia, “No importa que imposibilidades enfrentes, o cuan desesperanzadas puedan parecer las cosas. Tú no debes caer en el mismo pecado de incredulidad. De otra manera, terminarás en un terrible desierto, como ellos lo hicieron. Tú vagabundearas el resto de tu vida.
“Dios es fiel para guiarte. Y él dirigió a nuestros padres a su crisis por una razón. Era para enseñarles a confiar en él. Él quería un pueblo que seria inconmovible en su fe. Ellos debían salir del desierto con una fe probada que fuera tan pura como el oro. Él los quería como un testimonio al mundo de su bondad hacia su pueblo.”
Yo creo que nuestra generación ha tomado el pecado de la incredulidad muy ligeramente. Y ahora mismo, estamos viendo los trágicos resultados. Yo veo a muchos creyentes hoy llenos de depresión e inquietud. Desde luego, algunos sufren estas cosas por razones físicas. Pero muchos otros padecen tales sufrimientos a causa de su condición espiritual. En mi opinión, su depresión es el resultado del desagrado de Dios con su continua incredulidad.
El Señor siempre usa un lenguaje fuerte cuando se refiere a la incredulidad en su pueblo, palabras tales como ira, enojo, aborrecimiento, tentarle. Moisés insistió en recordarles a los jóvenes israelitas de esto:”Has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como el hombre trae a su hijo, por todo el camino que habéis andado… Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras (de incredulidad) y se enojo, y juro diciendo: No vera hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que jure que había de dar a vuestros padres” (Deuteronomio 1:31, 34-35).
Moisés después describe el trágico error que sus padres habían cometido en Cades-barnea. Esto sucedió poco tiempo después del cruce del Mar Rojo. Dios había mandado a Israel entrar valientemente en Canaán. Y él les había dado esta poderosa palabra de seguridad:
“Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes… No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, el peleara por vosotros, conforme a toda las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos” (1:21,29-30). Que increíble promesa. Ninguno de sus enemigos seria capaz de hacerle frente (ver 7:24).
Pero Israel vaciló sobre la promesa de Dios. En vez de tomarlo en su palabra, ellos insistieron en enviar espías a Canaán. Y aquellos espías trajeron un “reporte malvado,” lleno de incredulidad. Ellos hablaron acerca de gigantes y de ciudades con murallas altas. Y la gente creyó su reporte: ”No quisisteis subir, antes fuiste rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios“ (1:26). Ahora Moisés esta diciendo a la generación mas joven, ”Ellos deberían moverse instantáneamente a la palabra de Dios. El Señor les había dicho que pelearía por ellos. Pero ellos se rebelaron.”
¿Ves lo que le ocurrió a la generación antigua? Al enviar a aquellos espías a Canaán fue un acto de incredulidad. Y mientras los espías estuvieron allá, ellos fueron influenciados por Satanás. Ellos estaban sujetos a las mentiras del enemigo, porque no habían tomado a Dios en su Palabra. Así que volvieron al campamento como instrumentos del diablo.
Después de oír el reporte malvado, el pueblo sacudió sus puños a Dios, acusando, “Tu nos has abandonado, Dios. Tu nos trajiste aquí para morir.” Solo meses antes, este mismo pueblo había estado apartado para Dios, hecho especial a sus ojos, y milagrosamente librados. Pero ahora el campamento entero estaba en confusión. Ellos se preguntaban el uno al otro en voz alta,” ¿Esta Dios aun con nosotros?” Pronto ellos estaban llorando por sus hijos, gimiendo,”Nuestros niños morirán de hambre en este desierto. ¡Dios nos aborrece!”
a todos sus hijos para la última
prueba de fe.
Cades-barnea es un lugar de imposibilidad directa. El nombre mismo sale de la raíz hebrea que significa: fugitivo, vagabundo errante.” En resumen, si tomas la decisión incorrecta aquí, terminaras vagando a través de un desierto toda tu vida.
Muchos cristianos están en este mismo lugar ahora mismo. Dios les ha dado sus promesas del pacto. Él les ha dado una historia maravillosa con él, proveyendo milagro tras milagro de liberación. Pero el diablo ha venido a ellos con mentiras, diciéndoles que no lo lograran. Él los ha convencido que no son lo suficientemente buenos, que Dios aun esta enojado con ellos por sus pecados pasados, y que el nunca los perdonara.
Dime: ¿has comenzado a aceptar tales mentiras? ¿Crees que Dios vas a fallarle en tu crisis? Si es así, entonces en algún punto de tu andar, dejaste de tomar a Dios en su palabra. No actuaste sobre su mandato. Y lo que es cierto para Israel es también cierto para ti: la prueba que enfrentas en Cades-barnea determinara el curso de tus años restantes.
Como Israel, has sido llevado por Dios a través de un horrible desierto. Mientras miras hacia atrás, puedes recordar las terribles pruebas que enfrentaste, las dolorosas derrotas que soportaste. Pasaste por pruebas que nunca pensaste que saldría de ellos. Pero Dios fue fiel a ti en cada uno de ellos. Cada vez, el misericordiosamente se inclino y te recogió. Y ahora puedes decir: “Dios nunca me ha fallado. Yo estoy en pie hoy por su gracia. Es verdad, Dios me llevo en sus brazos, como un padre lleva a su hijo.”
Además, Dios te saco para llevarte adentro. Hay una tierra prometida delante de ti, así como la hubo para Israel: ”Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9). El Señor te salvo para llevarte a un lugar de reposo. ¿Cuál es este reposo? Es un lugar de fe inconmovible y confianza en el Señor. Es un lugar de confianza en sus promesas, para ayudarte en tu tiempo más difícil.
Pero para entrar a este lugar de reposo, primero debes pasar por Cades-barnea. Cuando estés ahí, estarás cara a cara con una batalla que es tan intensa, que llega mas allá de cualquier cosa que hayas experimentado. Hay enemigos, gigantes, muros altos, cosas que se ven completamente imposibles. Y debes colocar tu fe absoluta en Dios para que salgas fuera.
Ya hemos visto como los Israelitas vacilaron en actuar en la Palabra de Dios en Cades-barnea. Como resultado, Satanás los puso bajo la influencia de diez mentirosos inspirados por demonios. ¿El resultado? El pueblo termino creyendo que Dios iba a destruirlos. Y lo mismo es cierto para nosotros hoy. Cuando nos negamos en actuar rápidamente en las promesas de Dios, nos abrimos a las feroces mentiras del enemigo. Y esas mentiras están destinadas a destruir nuestra fe.
Satanás quiere que pensemos que Dios nos ha dejado para que peleemos por nosotros mismos. Él nos dice que los muros delante de nosotros son demasiado altos, que no hay manera de pasarlos y conseguir la victoria. Él dice que vamos a fracasar, que todo nuestro andar con Jesús ha sido en vano. Él susurra que es inútil, mejor que renuncies. Yo te digo, por eso es que Dios siempre quiere que actuemos rápidamente en su Palabra. El no quiere que el diablo tenga una oportunidad de atacarnos con mentiras.
Puedes pensar, “Yo nunca podría creer que Dios me odia. ¿Cómo podría pensar alguna vez que el Señor esta por destruirme?” Sin embargo, si escuchamos las mentiras de Satanás, esto es exactamente lo que terminaremos diciendo: “Dios me ha traído a una situación imposible. No hay evidencia que él esta haciendo un camino de salida para mí. Pero él dijo que no permitiría que yo soportara más de lo que pueda resistir. Y ahora mismo, esto es mas de lo que yo puedo resistir.” Tales pensamientos son una acusación directa contra Dios. Lo acusan de no estar con nosotros en medio de nuestra prueba.
Vemos tal incredulidad en Israel otra vez, cuando ellos vinieron a Refidim. Este era el lugar mas seco en el desierto, y otro lugar de crisis. Pronto el pueblo comenzó a agonizar de sed. Y una vez más, perdieron toda su confianza en Dios. Ellos gritaron:”¿Esta, pues, Jehová entre nosotros, o no?” (Éxodo 17:7), queriendo decir: “Si Dios estuviera con nosotros, no estaríamos en esta crisis. Esta es absolutamente imposible.”
de Israel es la misma causa de
incredulidad en la iglesia hoy.
Dicho sencillamente, la palabra de Dios no era suficiente para Israel. El Señor les había dado increíbles promesas. Sin embargo en medio de su crisis, Israel nunca confió en su Palabra. A pesar de cada promesa, cada juramente blindado para darles la victoria, ellos trataron su Palabra como inútil. ¿Cómo? Ellos nunca la mezclaron con fe. “No les aprovecho el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que los oyeron” (Hebreos 4:2).
En lugar de esto, el pueblo siempre demando una palabra nueva de Dios. Vemos esto en su pregunta: “¿Esta Dios con nosotros, o no?” En otras palabras: “Nosotros necesitamos saber sí Dios esta con nosotros en esta crisis, no en la pasada. Necesitamos una nueva revelación de él, para esta nueva situación.” Yo te pregunto: ¿Cómo puede alguien olvidar tan rápidamente todo lo que Dios había hecho por ellos? Israel había sacado de su memoria cada ocasión pasada de liberación de Dios. Ellos nunca permitieron que sus obras sobrenaturales pasadas edificaran su fe en él.
Sin embargo, a pesar de sus acusaciones en contra él, Dios habló otra palabra a Israel. Él instruyó a Moisés para que les dijera: “No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos” (Deuteronomio 1:29-30).
Ahora, esta no era una nueva promesa. Dios simplemente estaba repitiendo lo que él había dicho a su pueblo:”Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.” (Éxodo 14.14). Él les estaba recordando, “Yo les dije en Egipto que iría delante de ustedes. Yo dije que habitaría en medio de ustedes, y pelearía por ustedes en contra de todos sus enemigos.” Y él había hecho justamente eso. Dios los había librado a cada paso, a través de cada prueba.
Una y otra vez Dios les había dicho, “Yo estoy con ustedes. Yo voy a pelear por ustedes. Ahora, aférrate a mis promesas, y no lo olvides.” Sin embargo, aquí estaban en Cades-barnea, temblando delante de sus enemigos y enfocándose en sus propias debilidades. Finalmente, razonaron, “Nosotros no somos capaces de ir en contra de ellos.” Esta era una duda clara – duda del llamamiento de Dios en sus vidas, duda que él los había enviado, duda de su presencia en medio de ellos.
Puedes pensar que nunca reaccionarias de esta manera. Sin embargo, muchos cristianos hoy dicen cosas similares: “Señor, ¿realmente estas conmigo? Yo sé lo que me prometiste. Pero, ¿es esto realmente cierto? ¿Puedo confiar en lo que tú has dicho? Debo oír nuevamente de ti. Necesito una palabra nueva. Por favor, dame mas de seguridad.”
Terminamos temblando delante del enemigo de nuestras almas. Y todo es porque no creemos en lo que Dios nos ha prometido. Actuamos como si el nunca nos hubiera dicho una palabra a nosotros. Y es ahí precisamente cuando lo “tentamos.” Aunque él se ha demostrado fiel a nosotros una y otra vez, continuamente le pedimos que pruebe su fidelidad de nuevo; que nos envié todavía otra palabra edificante de fe. Pero Dios hablara solamente una palabra: “Cree lo que te he dicho.”
¿Tiemblas delante de un pecado que te asedia que es como una torre sobre ti como una ciudad amurallada? Si es así, ¿qué te ha dicho Dios acerca de esta fortaleza del enemigo? A través de toda su palabra, él ha prometido: “Yo pelearé por ti. Tú no debes temer. Mayor es el que esta en ti que el que esta en el mundo. Ninguna persona, ningún enemigo, puede arrebatarte de mi mano. Yo te limpiaré y te santificaré por mi Espíritu. Confía en mi palabra revelada para ti.
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pecado en el Nuevo Testamento
que en el Antiguo.
Jesús vino como un profeta y un obrador de milagros a su propia casa, Israel. Sin embargo, se nos ha dicho, “No hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.” (Mateo 13:58). Que increíble declaración. La incredulidad hasta limito el poder de Cristo para obrar.
Vemos otros trágicos resultados de la incredulidad a través del Nuevo Testamento. Los discípulos no pudieron echar fuera a un demonio de un niño pequeño a causa de su incredulidad. Y Jesús los reprendió por esto (ver Mateo 17:14:21). Después de la resurrección, Cristo se sorprendió otra vez por su incredulidad. “Y les reprocho (avergonzó) por su incredulidad y dureza de corazón” (Marcos 16:14). Además, Pablo dice de los judíos, “Por su incredulidad fueron desgajadas” (Romanos 11:20).
¿Por que es el juicio de Dios por la incredulidad tan severo en el Nuevo Testamento? Es porque los creyentes de hoy se les ha dado algo que los santos del Antiguo Testamento solo podían soñar. Dios nos ha bendecido con el don de su Espíritu Santo. Bajo el Antiguo Pacto, creyentes eran visitados solo ocasionalmente por el Espíritu de Dios. Ellos tenían que ir al templo para experimentar la presencia del Señor. Pero hoy Dios hace su lugar de habitación en su pueblo. Nosotros somos su templo, y su presencia habita en cada creyente.
En el Antiguo Testamento, Abraham fue visitado solo ocasionalmente por un ángel o le fue dada una palabra de Dios. Y él creyó lo que le fue dicho. Abraham creyó que Dios era capaz de hacer todo lo que todo lo que prometido. El “tampoco dudo, por incredulidad, de la promesa de Dios” (Romanos 4:20). Sin embargo, hoy Jesús esta disponible para nosotros a cualquier hora del día. Tenemos la habilidad de invocarle durante toda nuestra vida, y sabemos que él responderá. Él nos invita a ir con confianza a su trono, para hacerle saber nuestras peticiones. Y él nos da consuelo y guía a través del Espíritu Santo.
Sin embargo, a pesar de estas bendiciones, aun dudamos de Dios en nuestros momentos de extrema prueba. Jesús reprendió tal incredulidad, diciendo: “¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:7-8). Si Cristo volviera hoy, ¿encontrará fe en ti?
de la incredulidad.
“Y también la mano de Jehová vino sobre ellos para destruirlos… hasta que se acabó toda la generación de los hombres… de en medio del campamento,” (Deuteronomio 2:15, 14). Aquí tenemos algo del lenguaje más fuerte en toda la Biblia respecto a la incredulidad. Tu puedes decir, “Pero ese no es el lenguaje de la gracia. Dios no trata la incredulidad con esa severidad hoy.”
No es así. La Biblia dice que hoy, bajo la gracia, “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6). Aquí están algunas de las consecuencias de la incredulidad:
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La incredulidad corrompe cada área de nuestras vidas. Este pecado no puede ser aislado a un solo asunto en nuestras vidas. Esta se derrama sobre todo, manchando cada detalle de nuestro caminar.
La duda de Israel no solo se limitaba a la capacidad de Dios para matar a sus enemigos. Su duda se desbordó sobre su confianza por su provisión diaria. Ellos dudaron de la capacidad de Dios para proteger a sus hijos. Ellos dudaron de que si él los guiaría a la tierra prometida. Hasta dudaron si él estaba con ellos. Por eso Dios les dijo: “Vosotros volveos e id al desierto… pues no estoy entre vosotros” (Deuteronomio 1:40,42).
Si tenemos incredulidad en una área, se extiende como un cáncer a toda área, contaminado todo nuestro corazón. Podemos confiar en Dios en algunos asuntos, tales como creer que él nos salva por la fe, que él es todopoderoso, que su Espíritu habita en nosotros. ¿Pero confiamos en él para nuestro futuro? ¿Creemos en él por la provisión de nuestra a salud y finanzas, para darnos la victoria sobre el pecado?
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La incredulidad nos lleva al pecado de la presunción. Presumir es atreverse a pensar que nosotros sabemos lo que es correcto. Es una arrogancia que dice: “Yo conozco el camino,” y actúa por su propia cuenta.
Aquí esta, todavía, otro pecado que Israel cometió en su incredulidad. Cuando Dios les mando que regresaran al desierto, ellos no quisieron obedecer. En vez de eso, ellos fueron a Moisés diciendo: “de acuerdo, nosotros pecamos. Pero ya lo tenemos resuelto. Estamos listos para obedecer el mandamiento de Dios de subir en contra del enemigo.” Y tomaron el asunto en sus propias manos.
Aquí es donde muchos creyentes incrédulos cometen un trágico error: cuando ellos fallan en un asunto de fe, se vuelven a la carne. Ellos hacen lo que creen que debe ser echo, pero en su propia sabiduría y capacidad. La fe, sin embargo, siempre se resiste a actuar en temor. Espera que Dios obre. La fe nunca esta dispuesta a hacer que algo suceda adelantándose a Dios.
Esta banda de israelitas se adelanto a Dios al organizar un pequeño ejército. Ellos planearon una estrategia y atacaron por su cuenta. Pero cuando el enemigo los vio, persiguieron a los soldados israelitas”como hacen las avispas” y los derrotaron (Deuteronomio 1:44).
Yo he visto casos horribles de creyentes que nunca entraron en el reposo de Dios. El Señor los llevo a un lugar de severa prueba – una crisis familiar, una lucha económica, un problema matrimonial – pero ellos no aguardaron a que Dios actuara. En vez de eso, lo acusaron de negligencia y trataron de resolver su crisis por su propia cuenta. Hoy, esos creyentes no tienen reposo, ni paz, ni sentido de la presencia de Dios. En vez de eso, viven en constante duda. Y parece que van de una crisis a otra. De todo lo que pueden hablar es de su último problema. Sin embargo, toda su confusión es causada por una cosa: incredulidad.
El salmista dice, “Acabamos nuestros años como un pensamiento” (Salmo 90:9). El salmo esta hablando inconversos. ¿Cuál es el título de este pensamiento? Todos Estos Vivieron y Murieron en Vano. Es la misma historia que oímos relatar a la gente de abuelos incrédulos: “Ellos vivieron todos sus años en abatimiento. Ellos no hicieron más que murmurar y quejarse. Y murieron solos y olvidados.”
Este es el temor de incredulidad. Corta tu historia espiritual, de tal manera que todo lo que se recuerda de ti es una vida perdida. Cuándo la generación joven de Israel pregunto, “¿Pero y que del abuelo y la abuela?”, Se les dijo: “Ellos solo murmuraron y se quejaron. Ellos no tenían nada porque vivir, así que se sentaron y esperaron a morir.”
entrar al reposo que Dios
tiene para ellos.
“Falta que algunos entren en el“(Hebreos 4:6). Los verdaderos creyentes están determinados a confiar en Dios aun si su oración no es contestada. No importa si todos su bienes les son quitados, o aun si enfrentan la muerte. Ellos desean entrar en el reposo de Dios. ¿Cuál es la evidencia de tal vida? Ellos han “reposado de sus obras” (4:10). Ellos ya no pasan la noche despiertos, tratando de resolver sus problemas en su propia sabiduría y habilidad. En vez de eso, entregan todo a Jesús. Sin importar si terminan en ganancia o pérdida. Su único enfoque es que Dios tiene un plan, y que el lo esta ejecutando en sus vidas.
Quiero cerrar con una experiencia que tuve recientemente. Un sábado por la noche, mientras caminaba por la calle Times Square, mientras la calle estaba llena de turistas y otros haciendo compras por los días festivos. Ha sido estimado que a la hora punta, casi un cuarto de millón de gente pasa por aquí. Ahora, mientras yo me pare allí, ore mientras miraba las masas de gente que pasaba.
En cierto punto, el Espíritu Santo me susurro: “David, mira a estas multitudes. Multiplícalas varias veces, y esa es la cantidad de mi pueblo que murió en el desierto. De todas esas masas, solo dos entraron en mi reposo, Josué y Caleb. Todos los demás murieron antes de su tiempo, en desesperación y incredulidad.”
El pensamiento era abrumador para mí. Yo mire más de cerca a las multitudes que entraban a los teatros de Broadway, restaurantes, tiendas por departamentos. Vi gente adinerada, a los desamparados, la gente de clase media, a los homosexuales, los transexuales… y me di cuenta que probablemente Dios no estaba en ningunos de sus pensamientos. Pensé en los estadios de football al otro lado del rió, los campos de baloncesto y jockey, y toda la gente llenándolos, con tan solo unos cuantos que verdaderamente aman a Dios. Mire alrededor a todos los teatros de Times Square, y pensé en los miles sentados en ellos, burlándose de todo lo que es santo.
Mientras miraba estas masas de personas, me di cuenta que todos ellos tuvieron el mensaje del evangelio disponible para ellos en cualquier momento, por medio de la televisión, radio, literatura, aun en Biblias gratuitas en las habitaciones de los hoteles. Si tan solo quisieran saber, se les habría dicho que el mismo Dios que realizo milagros para el antiguo Israel hace lo mismo para todos aquellos que lo aman hoy. Sin embargo, estos no quieren conocerlo. Si ven a alguien repartiendo un tratado del evangelio, aceleran el paso y lo despiden. No tienen más dioses sino el placer, el dinero y las posesiones.
De repente, comencé a ver el valor a los ojos de Dios de un solo creyente. Y escucho a Jesús haciendo la misma pregunta hoy: “Cuando yo vuelva, ¿hallare fe en la tierra?” Veo a Cristo el escudriñador de los corazones de los hombres, recorriendo todas estas avenidas y hallando a pocos si algunos que realmente le aman. Lo veo buscando en los campos de las universidades, preguntando: “¿Quién creerá en mi aquí?” Lo veo buscando en Washington, D.C., por aquellos que lo acepten, y encontrando pocos. Lo veo buscando en naciones enteras, y encontrando solo un remanente. Lo veo buscando en la iglesia apostata moderna, y no hallando fe, solo muerte.
Finalmente, él busca en su iglesia, buscando a siervos con una fe verdadera. Sin embargo, lo que él ve le quebranta el corazón, entristeciéndolo profundamente. Lo escucho clamar como lo hizo por el antiguo Israel, “¡Jerusalén, Jerusalén, cuantas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).
¿Cuál es la razón de esta angustia? Dios ha enviado a su Hijo para revelar el amor del Padre a sus amados hijos. Él ha enviado al Espíritu Santo a consolar y guiarlos. Sin embargo aun, multitudes en su casa no tienen fe. Ellos no creen que él responde sus oraciones. Ellos murmuran y se quejan, acusándolo de negligencia. Y se vuelven temerosos y desesperados, como si Dios los hubiera abandonado.
Como un ministro del Señor, yo llevo la carga de mi Pastor. Y siento su dolor. Ahora mismo, lo escucho diciendo, “Aun en mi casa, encuentro tan pocos que tienen fe. Muchos de mis propios hijos, incluyendo mis pastores, desmayan es sus tiempos de prueba. Ellos no confían en mí por sus familias, sus trabajos, su futuro. Ciertamente, muchos han hecho su elección.”
Así que, ¿y tu? El Señor se acerca a todos nosotros, preguntando: ¿Creerás en mí? ¿Confías en mí? Cuando yo vuelva, ¿hallare fe en ti?” ¿Cómo responderás?
Por David Wilkerson
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