Hecho para influenciar su mundo

Por Luis Palau. Es imperioso señalar que a pesar de nuestras debilidades o falta de preparación, cada creyente puede ejercer influencia en su mundo para la gloria de Dios. Con la autoridad de la Escritura, el autor garantiza que Dios es más que capaz y está más que dispuesto a concedernos el poder para llegar a ser personas de tremenda influencia para gloria de su nombre.

Hace más de 50 años que no veo al hombre que más influencia ejerció en mi vida. Mi padre murió cuando yo tenía 10 años pero el ejemplo de su amor ferviente hacia Dios y su sincera preocupación por los demás quedó conmigo desde entonces. Aún durante mi adolescencia, cuando fui tentado a alejarme del Señor, no pude permitirme deshonrar a mi padre y todo lo que él representaba. A los 17 años, después de cuatro años tormentosos de estar dividido entre dos mundos, por fin me comprometí totalmente con Dios.

Al igual que mi papá, quería convertirme en un hombre de integridad, un hombre de influencia que trajera bendición a mi mundo para la gloria de Dios. Y a pesar de mis imperfecciones, el Señor me ha usado para instar a muchos para reconciliarse con Él. El mensaje de este artículo está dirigido no solamente a nosotros como pastores y líderes sino también a cada creyente. Es imperioso que les compartamos que a pesar de sus debilidades o falta de preparación académica o posición social, ellos pueden ejercer influencia en su mundo para la gloria de Dios.

Con la autoridad de la Escritura, le garantizo que Dios es más que capaz y está más que dispuesto a concedernos el poder para llegar a ser personas de tremenda influencia en nuestro mundo para gloria de su nombre.

El Gran Mandamiento

Dios promete darnos ese amor que transforma vidas. «Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas», y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mr. 12:30-31).

Al fin y al cabo, el cumplimiento de la ley de Dios es una cuestión de amor (Gá. 5:14). La más grande de las virtudes cristianas es amor (1 Co. 13). El fruto del Espíritu se resume en una palabra: amor (Gá. 5:22). La esencia del carácter de Dios es el amor (1 Jn. 4:8,16). Por sobre todas las cosas, se nos ordena: «Vestíos de amor» (Col. 3:14).

Sin embargo, por naturaleza, la mayoría de nosotros somos desamorados y francamente, a menudo difíciles de amar. Sólo cuando experimentamos el amor de Dios y le correspondemos amándolo, podemos verdaderamente amar a otros sin importar su posición social, su personalidad o sus creencias. Esto es lo que le importa a Dios: ¿Estamos dispuestos a permitir que su amor transforme nuestras vidas y nuestras relaciones? Si consideramos seriamente obedecer el gran mandamiento, automáticamente diremos que sí a la voluntad de Dios, y no a los vicios del mundo, de la carne y del diablo.

Como cristianos, la elección es nuestra:

  • No podemos amar a Dios y odiar a nuestro prójimo.
  • No podemos amar a Dios e ignorar a nuestro cónyuge.
  • No podemos amar a Dios y amargar a nuestros hijos.
  • No podemos amar a Dios y rechazar a los que están en autoridad sobre nosotros.
  • No podemos amar a Dios y no preocuparnos por nuestros compañeros de trabajo.
  • No podemos amar a Dios y ser indiferentes a la gente de este mundo.

Muy por el contrario, si amamos a Dios:

  • Amaremos a nuestro prójimo, creado a la imagen de Dios.
  • Amaremos a nuestras esposas con amor sacrificial o por el poder de Dios, nos someteremos y respetaremos a nuestros esposos.
  • Instruiremos a nuestros hijos en el temor y la amonestación del Señor.
  • Honraremos a los que están en autoridad sobre nosotros.
  • Nos preocuparemos por nuestros compañeros de trabajo.
  • Ayudaremos a ganar a la gente de este mundo para Cristo.

La Gran Comisión

 

Dios también promete darnos a usted y a mí el poder del evangelio que transforma vidas: «Toda potestad (poder, autoridad) me es dada en el cielo y en la tierra, por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:18-20). Esa es su gran comisión para nosotros hoy en día. Debido a que El mora en nosotros, tenemos el poder para proclamar su evangelio en nuestros hogares, a nuestros parientes y a nuestros amigos para que ellos crean, se arrepientan y sean salvos. Los evangelios nos dicen que Cristo vino «a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lc. 19:10).

Es loable y necesario analizar lo que está mal en nuestro país. Es encomiable enseñar cómo vivir correctamente en este mundo confuso. Pero a menos que comuniquemos el evangelio de Jesucristo que cambia vidas y llamemos a las personas a que se conviertan, no haríamos más que reorganizar los problemas.

Tanto las escrituras como la historia confirman esta verdad: sin una conversión, es imposible cambiar una comunidad o una nación para bien. ¡Quiera Dios darnos a usted y a mí una pasión por aquellos que todavía tienen que entregar sus vidas a Jesucristo y experimentar el poder transformador de su evangelio!

AME A SU CÓNYUGE INCONVERSO PARA TRAERLO A JESÚS

 

La mayoría de los lectores de Apuntes Pastorales son pastores y líderes de iglesias. Sin embargo, hemos encontrado a más de un pastor que no estaba seguro si su esposa conocía al Señor, y a esposas de líderes de la iglesia que no estaban convencidas de que sus esposos eran de Cristo. Pablo nos anima como hombres a que amemos a nuestras esposas «así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla…» (Ef. 5:25-26). Pedro, en cambio se dirige a las mujeres: «Asimismo vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa» (1 P. 3:1-2).

AME A SUS HIJOS PRÓDIGOS PARA TRAERLOS A CRISTO

 

¿Todavía sus hijos no han venido al Señor? Si es así, no se desanime. Ámelos con todo su corazón para traerlos al Salvador, no importa cuánto tiempo tome.

No hay mayor gozo que ver al hijo pródigo volver al hogar. Andrés es el tercero de mis cuatro hijos, nacido en Cali, Colombia, en 1966. Después de graduarse de la universidad, Andrés se mudó a 4.000 kilómetros de casa, donde comenzó a subir por la escalera del éxito profesional. Pero lo que atribulaba mi corazón no era la distancia del hogar, era su alejamiento del Señor.

Al igual que nuestros otros hijos, Andrés había orado para invitar a Jesús a entrar en su corazón cuando era niño. Sin embargo, desde la secundaria, había comenzado a mostrar poco interés en la Biblia y en la iglesia. Andrés seguía un estilo de vida secular con valores seculares.

Por doloroso que fuera, Patricia y yo tuvimos que aceptar lo que habíamos aconsejado a otros padres. Aunque Andrés había sido criado en la escuela dominical, había memorizado versículos bíblicos, era bautizado, podía hablar la jerga evangélica, e incluso respetaba y defendía el evangelio como verdad, todo eso no significaba que fuera verdaderamente convertido. La conversión es esencial para todos, ya sea que hayamos nacido en una familia inconversa o en una familia que busca honrar a Dios.

Patricia siempre habla sin rodeos: «Si tu hijo llega a la adolescencia y no sigue a Cristo de manera espontánea, tal vez no sea creyente». Jesús dijo que la prueba está en el fruto (Mt. 7:20). Andrés era muy respetuoso con nosotros, siempre cortés y amable, un buen hijo que nunca blasfemó el evangelio. Pero su vida negaba la experiencia personal de la conversión con el Señor Jesucristo.

Muy a menudo, durante nuestras cruzadas evangelizadoras yo oraba: «Señor, que muchos vengan adelante y confiesen a Cristo», pensaba en ese mismo momento: «No hay mayor gozo que éste… Pero, ¿y qué de Andrés? ¿Cómo puede mi gozo ser completo mientras él no se pare aquí como una persona que camina con Jesús?»

Siempre había un elemento de tristeza en mi vida y me di cuenta de que si mi corazón llevaba este peso, el corazón de Dios estaba muchísimo más triste, porque su amor es mucho más abnegado y puro.

La rebelión de Andrés fue una lección dolorosa. Debido a que uno de mis hijos, por el que me había esforzado al máximo para llevarlo a los caminos de Señor, se resistía a la conversión, no podía hacer otra cosa que aferrarme a la promesa de Dios para Israel: «Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos» (Is. 54:13). Ese versículo fue muchas veces mi oración para todos mis hijos a lo largo de los años.

Tres años atrás, Patricia y yo invitamos a Andrés a ir con nosotros a Jamaica para una cruzada. Allí él conoció a su futuro suegro y a su familia. El compromiso de ellos con Jesús convenció a Andrés de su rebeldía perjudicial y lo llevó a lo que él llama «un serio arrepentimiento».

Mi gozo es que ahora sabemos que el Espíritu Santo vive en él, y a Dios sea toda la gloria por ello. Andrés es nacido de Dios y lleva el fruto de ser su hijo, siendo conformado a la imagen del Señor Jesucristo. Su entusiasmo por las cosas de Dios es una de las alegrías más grandes de mi corazón.

Por supuesto, todo hijo en una familia cristiana hace sus propias elecciones. Por eso es tan difícil amar a ese hijo pródigo. Pero si alguno de sus hijos todavía no conoce a Jesús, por favor, no se desanime, ore por él y ámelo para traerlo al Señor.

AME A SUS PADRES Y A OTROS PARIENTES PARA TRAERLOS A CRISTO

 

¿Son sus padres y otros parientes parte de la familia de Dios? ¿O siguen sin conocer su gracia y su misericordia? Si es así, pídale a Dios que acerque a sus vidas otros cristianos y haga todo lo posible para mostrar su amor y preocupación.

Roberto, un amigo mío, sentía una carga tremenda por el destino eterno de su padre, de 70 años de edad. «Luis, ¿qué voy a hacer?», me preguntó. «Apenas si lo veo. Vive a más de 3000 kilómetros de acá. Pero que yo sepa, nunca le ha entregado su vida al Salvador».

Un tiempo después llamé a Roberto. «¿Cómo anda tu papá?», le pregunté. «Acabo de ser invitado a predicar en la ciudad donde vive». Aunque tenía otros compromisos, Roberto hizo planes inmediatamente para viajar en avión al este, invitar a su papá a cenar y llevarlo a la cruzada donde yo predicaba.

Después de la reunión Roberto y su papá se reunieron conmigo en un restaurante. Le pregunté al papá de Roberto: «¿Le ha entregado su vida a Jesús?»

Él dijo que sí.

«¿Cuándo lo hizo?»

«Esta misma noche», contestó.

Lo abracé y le dije: «Bueno, bienvenido a la familia de Dios».

De hecho, Roberto hizo todos los preparativos. Lo único que hice yo fue tener el privilegio de proclamar las buenas nuevas de Dios en un lugar donde su padre pudiera escuchar su mensaje, ser tocado por el Espíritu Santo, y entregar su vida a Jesucristo.

AME A SUS VECINOS PARA TRAERLOS A CRISTO

 

Nosotros, los obreros cristianos muchas veces perdemos contacto con el mundo. Por tal motivo, es imperioso hacer un esfuerzo extra para conocer a nuestros vecinos y otros inconversos y así poder participar en la gran comisión.

Una vez fui vecino de un personaje de la televisión. Conversábamos de vez en cuando y él mencionó que ocasionalmente escuchaba mi programa radial. Sin embargo, no le presenté el evangelio. Él parece completamente inmune a los problemas de la vida, pensé. Era un hombre mundano, que se daba «la buena vida». No parecía preocuparse de los valores espirituales en absoluto.

Eventualmente este vecino se casó y parecía que todo le seguía yendo muy bien. Sin embargo, cambió de repente. Parecía que el gozo había abandonado su rostro. Pude darme cuenta de que tenía dificultades en su matrimonio, y sentí la necesidad de hablar con él, pero aun así no quería entrometerme en su vida. Continué con mis asuntos y partí para una cruzada en el Perú.

Cuando volvía a casa, me enteré de que mi vecino se había suicidado. Quedé destrozado. Sabía que debía haberle hablado acerca del amor de Jesús. Soy un evangelista pero desperdicié una oportunidad para testificar.

Aunque mi vecino parecía despreocupado, su alma estaba herida. Necesitaba las buenas nuevas de salvación en Jesucristo. Dios mediante, nunca jamás dejare escapar otra oportunidad de compartir el poder transformador de Cristo Jesús.

AME A SUS AMIGOS PARA TRAERLOS A CRISTO

 

¿A quién conoce usted que todavía necesite a Jesús? No dé por sentado que una persona ha entregado su vida a Jesucristo sólo porque va a la iglesia. Nunca pierda la esperanza, si algunos de sus antiguos amigos han rechazado a Jesús toda su vida.

Berto, presidente del comité de finanzas de una última cruzada, tenía una larga lista de personas por las que estaba orando, pero tenía los nombres de tres hombres a la cabeza de su lista. Todos ellos habían conocido a Berto durante los últimos 15 a 25 años pero siempre habían postergado la decisión de rendirse al Señor. Finalmente, durante la cruzada, dos de sus tres amigos cercanos aceptaron al Señor. Unos cuantos días antes, el otro amigo también le había dado su vida a Cristo, en su propio hogar, cuando Berto fue a visitarlo.

«Muchos otros amigos entregaron sus vidas a Cristo durante la cruzada, algunos los traje yo, y otros me lo dijeron algunas semanas después», dijo Berto. «¡Pero es tan lindo saber con certeza que mis tres mejores amigos por fin son creyentes».

NUNCA SE DÉ POR VENCIDO

 

Otro hombre que conozco, Miguel, tomó el curso de Consejero y Hermano Mayor de nuestra asociación evangelizadora y se dio cuenta de qué forma el Señor podía usarlo entre sus amigos para ganarlos para Cristo. Miguel sentía una carga especial por un compañero de trabajo llamado Chilo, un hombre tosco y desagradable.

Miguel comenzó a tomar café con Chilo, quien le aclaró que no necesitaba ni a Dios ni a nadie. Esto siguió así por un tiempo hasta el día en que se llevaron a Chilo del trabajo en una camilla al hospital más cercano. Los doctores descubrieron que su corazón había duplicado su tamaño, y que otros órganos vitales estaban dejando de funcionar. Le dieron menos de un año de vida.

Tan pronto como Chilo salió del hospital, Miguel fue a verlo y le compartió los pasos del plan de salvación. «Él estaba de acuerdo con todo lo que le dije», Miguel me contó luego, «incluso le expliqué la oración de entrega». Pero Chilo postergó la decisión, así que Miguel le volvió a explicar los puntos básicos del evangelio. Chilo seguía diciendo: «No, gracias». Sin embargo, cuando Miguel se levantó para irse, Chilo le dijo: «Espera, cuéntamelo de nuevo», y unos minutos después, le entregó su vida a Jesús.

Desde entonces, Chilo asiste a la iglesia de Miguel y se ha convertido en un fiel testigo del Señor. "Él es un verdadero aliento para los creyentes en el trabajo y también para los inconversos», dice Miguel. «Ellos preguntan: «¿Qué le ha pasado a Chilo? Está tan feliz. ¿Acaso no sabe que le queda menos de un año de vida?»

UNA PALABRA DE ADVERTENCIA

 

Necesitaremos tener presente que a menudo el tiempo de Dios es diferente del nuestro. Los problemas de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra ciudad y de nuestra nación no surgen de repente. Son el resultado de años, décadas, incluso siglos de pecado y desobediencia. No podemos cambiar todo de la noche a la mañana, hay un tiempo y un lugar para todo. No nos adelantemos al Señor.

Consideremos el gran avivamiento iniciado por John Wesley. Una ola masiva de conversiones transformaron a Inglaterra totalmente. Incluso los peores vicios sociales de esa nación fueron desarraigados. Sin embargo, eso no sucedió de la noche a la mañana. Ni todo ocurrió durante la vida de Wesley. La esclavitud fue abolida recién unos años después de su muerte. Pero aun los historiadores seculares admiten que la influencia de Wesley en el político cristiano William Wilberforce fue lo que finalmente ganó esa batalla.

Muy a menudo subestimamos lo que Dios puede hacer en cinco años o diez o aun quince. Que nunca nos preocupemos tanto por las altas y las bajas del momento, que no perdamos de vista el plan y el propósito general de Dios para nuestra propia generación, y para las generaciones venideras.

«Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Ap 2.10). Corramos el riesgo de vivir totalmente para Dios y dejemos el resultado en sus manos. AP

 

Tomado del libro: "Sigue hasta la meta"  editorial UNILIT.

Usado con permiso

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