Hombres con Corazón de Pastor

A manera de introducción debo decir que al pensar en este tema me llama la atención la facilidad con la que creemos saber quién es un hombre. Al fin de cuentas, alguien dirá, ¿acaso no es eso lo que somos? Pero la Escritura, una y otra vez parece decirnos que lo que ahora somos no es lo que somos en realidad. Algo nos falta. Algo hemos perdido.

Por otro lado, es fácil dentro del cristianismo dar por sentado que sabemos lo que significa ser un pastor. Pero nuestras ideas de quién es un pastor proceden frecuentemente de nuestra experiencia con líderes que han impactado nuestra vida, por una u otra razón. Y así, a veces lo central de ser un pastor se ha perdido…

La mejor forma, entonces de acercarnos a nuestro tema no es con ideas preconcebidas de lo que significan ambos términos. Leamos de cerca el resumen de la historia de un hombre (Pablo) que se consideraba pastor. Nos sorprenderemos, creo yo, encontrar en la Escritura que ambos términos pueden estar íntimamente relacionados(Hechos 20:17-38).

En la narrativa del pasaje Pablo se despide de los ancianos de Éfeso. De acuerdo con él ya nos lo volvería ver. Y al darles su mensaje final, les quiere dar un encargo central, también final. Deben pastorear, supervisar, liderar a su congregación. Este mensaje lo involucra a él y su ejemplo. Y así, recalca Pablo tres características que han marcado su existencia y su funcionamiento entre ellos. ¿Cómo se llevará a cabo la tarea que se les pide? Siguiendo el ejemplo del apóstol en estas tres cosas.

SIRVIENDO A DIOS CON HUMILDAD (versos 17-19; 33-35).

Que Pablo comience con esta descripción de su ministerio es sumamente importante. El trabajo del hombre y del pastor se definen principalmente por el servicio. Este es un servicio específico. Cinco características de este servicio son observables.

(1) Esclavo. De las varias palabras que existían en el lenguaje del Nuevo Testamento el apóstol usa quizá la más fuerte en términos de obediencia, la de ser un esclavo. Esta es la misma que había usado en la carta a los Filipenses para describir la “forma” humana de Jesús (Fil. 2). ¡Cuánta diferencia hay aquí con aquellos que conciben el servicio de pastor con uno de poder y autoridad primeramente!

(2) Público. El servicio de Pablo es observable, es público. El apóstol se atreve a requerir asentimiento de los líderes de Éfeso. “Ustedes saben bien,” les dice, “cómo me he comportado. Es un servicio que se ofrece para que se observe, especialmente por la iglesia, este contexto.

(3) Constante. Este servicio caracteriza la vida de Pablo. No es una estrategia proselitista, ni una moda eclesiástica, ni un arrebato emocional. No, es algo permanente.

(4) Humilde. Se trata también de hacerlo humildemente, dice. No hay nada peor que el servicio que se hace a la fuerza, a regañadientes, o por apariencia. La palabra usada da la impresión de insistir en un tipo de mentalidad. El servicio que se enfoca sólo en las acciones desnudas, aunque estas sean valiosas, no es lo que Dios espera de sus siervos (1 Cor. 13:1-3).

(5) Sufrida. En medio del sufrimiento y las lágrimas. Para alguien que sabe tanto del gozo cristiano, Pablo tiene mucho que decir también sobre el sufrimiento, y la expresión de este. Toda descripción triunfalista del trabajo pastoral en un mundo como el nuestro, es simplemente ingenua y antibíblica. La verdad es que lo que Pablo dice en otros contextos (2 Cor. 11), nos hace pensar en el precio a pagar por servir humildemente aunque muchos no lo aprecien…

Para que todo esto no quede en lo abstracto, el apóstol nos da tres formas específicas en las que él entendía este servicio y que había practicado con los Efesios. (a) Su ministerio fue servicio, no codicia (33). No quiso tener más dinero, ni posesiones, ni nuevas indumentarias. Habría trabajo personalmente con sus manos (“estas manos”). (b) Y lo habría hecho no sólo para sostenerse a él mismo, sino también a aquellos que lo acompañaban en la misión. ¡Un pastor y apóstol que, con sus manos, se sostiene a sí mismo y a los otros que lo acompañan predicando! (b) Finalmente, la lección debería ser aprendida y obedecida, se trataba de trabajar por los que tienen necesidad. Estas eran las palabras del amo, del Señor, para Pablo, el esclavo. ¿Y para nosotros?

TESTIFICANDO EN TODO LUGAR (versos 20-21).

Un hombre con corazón de pastor también es alguien cuya vida está enfocada en “testificar.” Esta palabra incluye dos elementos que no debemos pasar por alto. El primero es que por la forma en que es usada parece incluir más que una función verbal, involucra a la persona total. Se testifica con palabras, pero principalmente con todo lo que uno tiene. Testificar también incluye un aspecto formal, legal, solemne, serio. Lo que se testifica es algo que se hace no a discreción del testigo, sino como algo que se considera obligatorio, pues se hace en la expectativa de que tiene resultados legales. Más sobre esto en un momento.

Para Pablo el contenido del testimonio cristiano tiene dos facetas inseparables e imperdibles. El hombre y pastor deben testificar sobre el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesús. Estos parecen los dos polos dentro de los cuales se encuentra el mundo de todo el consejo de Dios (27). Pablo se presenta como no siendo cobarde al rehuir la proclamación y la enseñanza de esto. Ya en el mundo del primer siglo, no querer incluir las dos cosas como centro de nuestra misión cristiana no era cosa fácil. ¡Y pensar que hoy en día muchos creyentes quieren olvidar uno u otro, o ambos!

Pablo por otro lado “anuncia y enseña,” desde el púlpito y desde la cátedra. Lo hace congregacionalmente e individualmente, por las casas. Calvino, en su comentario de este pasaje dice que al pastor no se le debería olvidar que su función no termina en el púlpito, que muchas veces debe ir hasta lo íntimo de las casas para seguir enseñando lo central del evangelio.

Tan importante le resulta esto al apóstol que se convertirá en la base para la exhortación a “mirar” (28) y a “velar” (31) que los ancianos de la iglesia deben hacer constantemente. Se trata de una obligación legal, están bajo juramento de muerte (26). Estos líderes deben considerarse como ancianos (presbíteros, 17), obispos (epíscopos, 28), y como pastores (ποίμενος, 28). Que cuidan algo que no les pertenece a ellos y que es de valor incalculable, pues la misma sangre de Dios fue ocupada para comprarla: la iglesia. La cuidan de lobos rapaces que no la perdonaran, no se tentarán el alma para devorarla. Su interés principal será el atraer atención a sí mismos (“tras sí,” 30). Pablo llora y ha llorado porque los hombres y pastores cristianos entiendan lo crítico de la situación (31).

Finalmente el apóstol sabiendo que ya no contarán con su presencia, “los “encomienda” a aquellos líderes a “la palabra de la gracia de Dios” (32). En este ambiente esta “palabra” no puede ser sino el contenido de lo que les enseñó por tres años. Por derivación, esta palabra no es sino la predicación y enseñanza apostólica. Para nosotros, la Escritura. No debemos olvidar que Pablo le asigna a esta palabra tres grandes virtudes. (a) Es el arma de defensa más poderosa en contra de los lobos feroces; (b) Tiene capacidad para hacernos crecer (edificar) en medio de la crisis; y (3) nos promete y efectúa (da) la herencia de aquellos que han sido santificados y formados por ella (32, ver Juan 17: 17). ¡Con razón el apóstol la llama “palabra de gracia.”

¿Cómo es posible entonces que en el testificar de muchas iglesias hoy la palabra de gracia es descuidada, ignorada, abusada, despreciada, frivolizada, distorsionada, relegada, mal interpretada, ideologizada, etc.? Pobrecitos lo que tal hacen. ¡Víctimas de lobos feroces!

Un hombre con corazón de pastor nunca menospreciará la palabra de la gracia de Dios.

ENTREGANDOSE SIN RESERVAS A LA MISION (versos 22-24).

¿Qué resta después de hacer todo lo anterior para ser un hombre con corazón de pastor? Fácilmente podríamos decir: nada! Pablo no piensa así, sin embargo. “Ahora, aquí,” dice, como si la cosa siguiera. Y sigue.

Desde que leí este pasaje por primera vez me llamó la atención que Pablo dice estar “ligado.” Una forma bastante pictórica y elocuente de expresar una condición en la que no se puede hacer mucho más que una sola cosa. La palabra simplemente significa estar atado, amarrado. Por supuesto, la pregunta aquí es, ¿a qué está amarrado Pablo? La frase que acompaña a la palabra “ligado,” es “en espíritu.” Y la discusión es sí Pablo quiere decir con esto que su espíritu está atado, y por ello con una convicción que va hasta lo más profundo de él. O sí por otro lado, Pablo quiere decir que está ligado al Espíritu de Dios, quien lo lleva soberanamente (23). Cualquiera que sea el caso, lo importante es que Pablo esta convencido y atado a llevar su obediencia hasta las últimas consecuencias.

Irá a Jerusalén y de allí a donde sea con tal terminar su ministerio. No importa cuanto sepa ahora. No importa cuanto cueste. No importa la certeza de los sufrimientos. Aun cuando el precio sea la vida. De hecho, la vida no importa si se compara con esta convicción. El gran llanto, de sus amigos en el puerto (37-38) es evidencia de que Pablo aquí no está jugando con simples posibilidades. Ninguno de ellos verá otra vez su rostro…

Este tipo de entrega, para muchos hoy parece pura fantasía. Mientras los mismos se amarran, se ligan a otras cosas con compromisos fortísimos, ¿a qué estamos ligados nosotros? ¿qué consume nuestra vida? Tal parece que todo clama por compromiso, y nosotros estamos dispuestos a darle nuestra fidelidad a mucho de ello. Fidelidades deportivas, románticas, familiares, ideológicas, políticas, nacionales, etc. etc. todo exige fidelidad. ¿Pero qué cuando viene al llamado del Señor? ¿Cuántos has visto recientemente que se atrevan a tomar una posición como la del apóstol?

Interesantemente, todos aquellos que brindan su fidelidad a cualquiera de todas esas otras opciones, frecuentemente son los mismos que al final de su vida se encuentran en total desespero, desilusión, decepción, amargura e infelicidad. Cuánto bien haríamos los creyentes si recordáramos el ejemplo de Pablo no sólo como un hombre firmemente comprometido a una causa. Debemos recordarlo como el hombre y el pastor comprometido con la causa que ultimadamente le produce y provoca felicidad y gozo: “con tal que acabe con gozo” (24) ¡Esta es la gran diferencia! Pablo es el ejemplo del hombre y del pastor que define para nosotros lo que deberíamos ser, sin lugar a dudas porque él, como tantas veces lo repite en sus escritos, ha decidido imitar a Jesús el hombre verdadero, incluso hasta en la muerte (Fil. 3:10), y aún allí-o mejor-precisamente allí, encontrará el sumo gozo y la felicidad. Es en esa entrega sin reservas en la que se forja el corazón de un hombre que es pastor. Es allí mismo en donde los pastores encuentran el significado de lo que significa ser hombre.

Por Dr. Gerardo A. Alfaro

“El Dr. Gerardo A. Alfaro es profesor asociado del Southwestern Baptist Theological Seminary en Fort Worth Texas, y Chair del Departamento de Teologìa.”

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