Rev. Julio Ruiz, pastor
(Juan 12:1-8)
INTRODUCCION: El perfume ha sido muy famoso desde la misma antigüedad. Los egipcios desarrollaron todo un arte en la elaboración de ungüentos, que se usaban desde el baño natural hasta para embalsamar a sus muertos. Los tarritos para perfumes procedente de la tumba del faraón Tutankamón han sido muy famosos. Los israelitas de igual manera hacían mucho uso de los perfumes y de los llamados óleos perfumados, tanto para el cuidado del cabello como del cuerpo.
Para tales fines se preparaba el áloe, la casia, la canela, la mirra, el incienso y el nardo, muchos de estos cultivados en las riveras del Jordán. Se acostumbraba a llevar plantas aromáticas en saquitos (Cnt. 1:13) y los perfumes eran mezclados ( Éx. 30:23,24; Jn 19:39). De igual manera las esencias aromáticas, combinadas con aceites eran usadas para el baño; en algunos casos como medicina y también para ungir el cuerpo de los muertos. Una consideración especial nos merece el mencionar el incienso sagrado, “un perfume según el arte del perfumador” (Ex. 30:35) que era quemado de manera exclusiva en el Tabernáculo. Era tan especial en su olor que nadie podía prepararlo de un forma privado porque se exponía a la muerte (vv.34-38). Ese perfume tipificaba las excelencias de Cristo. Hoy día existe toda una sofisticada industria para elaborar los mejores perfumes. Paris se conoce como la “Capital” del buen olor. Los precios de los perfumes son altamente competitivos. En el presente pasaje, una humilde mujer presentó un carísimo perfume. Rodeado del más caro sacrificio, de la más cara gratitud, de la más cara decisión y del más caro amor. Fue traído por María, la hermana de Lázaro, el hombre recién resucitado. No era rica, sin embargo ahorró el equivalente al trabajo de un jornalero por un año para poder comprar semejante perfume. ¿Qué hizo para adquirirlo?, no lo sabemos. Pero una cosa es muy cierta, ninguna otra historia del NT nos presenta la extravagancia del amor hacia Jesús, que la presente. Y es que cuando comprendemos que Jesús es digno del mejor “perfume”, todos los sacrificios que hagamos para amarle y servirle, quedarán del todo justificados. El “evangelio” de María es conocido cada vez que se habla de esta historia que sucedió en Betania. Jesús es digno del mejor regalo.
ORACION DE TRANSICION: Por la vía de la inferencia pensemos en el “contenido” espiritual del perfume que es digno del Señor.
I.UN PERFUME QUE CONTIENE EL PRECIO DEL SACRIFICIO
Hay una gran satisfacción cuando sentimos que las cosas que tenemos, sean: estudio, trabajo, casas, hijos, alguna profesión, etc., han tenido el sello del sacrificio. Las cosas que se obtienen sin mucho esfuerzo parecieran no poseer nuestra aprobación y complacencia. Las ganancias que provienen de las loterías, los juegos de azar y de cualquier otra fuente donde se hace presente lo ilícito, deben merecer nuestro repudio y rechazo. María es un modelo para la vida de todo seguidor del Maestro. En ella vemos el verdadero concepto del sacrificio para el Señor. Su amor hacia él no se quedó en palabras y anhelos. El perfume que ella trajo a Jesús estaba lleno no sólo de “nardo puro” —el mejor de los perfumes— sino del puro afecto de su sacrificio. María sentía que había recibido mucho de su Señor y que ahora era tiempo para dar. En anteriores ocasiones se había sentado a sus pies para oír, pero ahora se sienta a sus pies para dar. Había preparado lo mejor de su vida para entregárselo al más digno de cualquier otro ser: el salvador Jesucristo. En ese perfume estaba el sacrificio del tiempo, del dinero, de la búsqueda y de la espera. El corazón de María tenía un peso de gratitud. La salvación de su alma y el milagro de la resurrección de su hermano Lázaro, eran pruebas demasiadas visibles para permanecer en una actitud pasiva y sin agradecimiento. Cuando hablamos de que Jesús es digno del mejor “perfume”, estamos con ello afirmando que no debiéramos dar a Jesús algo que no nos cueste nada. El impacto de su salvación en nuestras vidas debiera impulsarnos al más caro sacrificio. Hemos de reconocer que muchas veces con nuestra actitud estamos diciendo que nuestro Señor no es digno de entregarle lo mejor. Con marcada frecuencia no le damos lo mejor de nuestro tiempo. Puesto que él no es lo más importante en mi vida, me da igual si le sirvo o no a través de su cuerpo que es la iglesia. ¡Cuántos creyentes hay sin una iglesia en el mundo! Son tantos los que recibieron una salvación para ir al cielo, pero se olvidaron de la salvación para vivir en la tierra. ¿Qué decir de nuestros dones, habilidades, nuestro dinero y toda nuestra consagración? Vea los elementos del auténtico sacrificio que María hizo por su Señor de acuerdo con el v.3. Por las referencias de Mateo 26:7 y Marcos 14:3, ella tuvo que “quebrar el alabastro”; luego derramarlo sobre su cabeza y finalmente “ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos” v.3. Quebrar el vaso de alabastro implica el sacrificio del desprendimiento. No basta con tener el perfume, hay que romperlo y derramarlo al Señor. ¿Qué tipo de sacrificio le ofrezco al Señor?
II. UN PERFUME QUE CONTIENE EL RIESGO DEL REPROCHE Y LA ALABANZA
El evangelista Juan, como un seguro testigo ocular, nos dice que “la casa se llenó del olor del perfume” al momento cuando María quebró el vaso y lo derramó sobre el Señor . Pero tal acción en lugar de despertar los elogios y los reconocimientos por parte de los presentes, despertó murmuraciones, y a lo mejor celos y envidias. Hubo una reacción colectiva de desaprobación. El “desperdicio” hecho, y luego que lo hiciera una mujer, cegó los ojos de los presentes para no ver la intención del corazón y percibir como ella la cercanía de la muerte para el Señor. Sólo uno de los presentes, el invitado de honor, el Señor Jesucristo, tuvo la gentileza de reconocer y destacar la delicadeza de este gesto. En los relatos de los demás evangelios se nos dice que otros discípulos participaron también del reproche, pero Juan destaca la actitud de Judas Iscariote como fría y calculadora, llena de avaricia e hipocresía. Juan nos dice que la reacción de Judas no fue tanto porque tuviera esos sentimientos revolucionarios, de modo de favorecer a los pobres, sino porque siendo el tesorero del equipo, con mucha frecuencia robada el poco dinero que había en el fondo de aquellos sencillos hombres v.6. ¡Qué gran contraste entre el corazón generoso de María y el malvado corazón de Judas! Pero esta verdad sigue siendo la misma. Las grandes obras y los nobles gestos que se realizan con las mejores intenciones y hasta con sacrificios para el Señor, suelen ser malinterpretados y hasta censurados por quienes menos lo esperamos. Los discípulos debieran haberse adelantado para alabar lo que ninguno de ellos había hecho todavía. Esta historia nos enseña que el “perfume” del servicio que prestamos al Señor no busca el reconocimiento de los hombres, sino del mismo Señor Jesucristo. No buscamos los aplausos del mundo por lo que hacemos, sino la aprobación y el reconocimiento divino. Las palabras de Jesús pronunciadas en el v.7 y 8, unidas a lo que dijeron Mateo y Marcos, seguramente fueron uno de los más solemnes reproches que Jesús hiciera a sus discípulos. La osada actitud de María nos recuerda a todos los seguidores de Jesús que no basta tener buenas intenciones para servir al Señor. Es necesario correr los riesgos, pagar el precio y hasta quedar expuesto a la crítica si con esto logramos derramar el “perfume” que agradará al Señor. ¿Qué riesgos estamos corriendo por el Señor?
III. UN PERFUME QUE CONTIENE LA MISION DE ANUNCIAR EL EVANGELIO
Lo único bueno que Judas hizo en esta historia fue ponerle el precio al perfume que derramó María. Con ello estaba destacando la altísima calidad del perfume. La forma bien elaborado de este perfume —entiéndase las especies, el aroma, el lugar de precedencia y la finura del recipiente— nos habla de algo hecho para una ocasión y para alguien especial. El verdadero amor no mide, ni calcula lo que se puede hacer por la persona amada. Es posible que María, como mujer al fin, tenía una intuición que los mismos discípulos no la habían destacado: la prematura muerte del Mesías prometido. Por la narración de Mateo, Marcos y Juan sabemos que tal ungimiento fue hecho de una manera total. Algunos han tratado de separar esta historia, pero más bien el poner la narración de los tres juntos nos muestra la grandeza y lo asombroso de este acto de María. Ella ungió su cabeza. Sus agradecidas manos tocaron la cabeza de su dulce salvador. Pero también ungió sus pies, y con su propio cabello, como si se tratara de la mejor toalla, los enjugó. ¡Qué escena tan conmovedora! ¡Qué cuadro tan lleno de gratitud, afecto y amor para con Jesucristo! Jesús le dijo a Judas que el ungimiento de María lo estaba preparando para la muerte del cual él mismo sería el responsable por su cobarde entrega. Es interesante que Judas y María tuvieron mucho que ver con la muerte de Jesús. Pero mientras el uno, por unas míseras 30 piezas de planta, lo entregó; María por un altísimo precio lo ungió. Hay muchas maneras de anunciar la muerte de Jesús. Todavía hay los que le “traicionan” y le entregan. Pero son muchos como la fiel María de Betania, que anuncian su muerte como el más grande sacrificio por nuestros pecados. El “perfume” de nuestra vida debiera tener la firme misión de anunciar que en “ningún otro hay salvación”, y que “no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12). Que así cuando nos reunimos para tomar la cena del Cena del Señor “la muerte del Señor anunciáis hasta que el venga” (1 Cor. 11: 34) Somos llamados a esparcir ese olor al mundo que todavía no le conoce. “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a estos ciertamente olor de muerte, y a aquellos olor de vida para vida” (2 Cor. 2:15)
IV. UN PERFUME QUE CONTIENE LA ESENCIA DE SER MEMORABLE Y DURADERO
¿Conserva usted perfumes que le han acompañado por muchos años conservando su misma fragancia y su aroma? Esta historia nos muestra que hay un perfume que tiene la calidad de permanecer por los años, los siglos y hasta los milenios. Que ha sido señalado como algo memorable por nuestro Señor Jesucristo. Según Mateo 26:13, cada vez que se esté predicando este evangelio, en cualquier parte del mundo, se estará hablando de lo que hizo María. ¿Sabe usted cuántas veces se ha predicado este mensaje? La escena del calvario quedaría inconclusa si no se habla de lo que hizo María días antes de la crucifixión. Ese perfume derramado hace 2000 años llenó la casa de Simón y sigue llenando al mundo con su aroma. A Judas se le reconocerá en la historia como el vil traidor. A María de Betanía se le recordará por el “perfume” de su amor, sacrificio y entrega. El veredicto de nuestras acciones debe ser hecho por nuestro Señor Jesucristo. Nosotros no debiéramos buscar lo pasajero sino lo que puede ser memorable y eterno. El epitafio de la tumba de un cristiano debiera tener una inscripción que diga, “aquí yacen los restos de alguien que vivió para agradar y servir al Señor. Cuéntese esto a las próximas generaciones”. ¿Cómo nos gustaría que nos recordaran después de muertos? ¿Cuál será el epitafio que se pondrá sobre nuestra tumba? Ninguna cosa traerá más satisfacción al alma que aquella que la hacemos para el Señor. Dios nos de la gracia de presentar el mejor de los “perfumes” a Cristo porque él es digno de lo mejor.
CONCLUSION: María es un modelo de vida cristiana en lo que respecta al amor y la consagración que nos merece nuestro Señor. Lo extravagante de su gesto con esa ofrenda de olor grato que le presentó al Maestro en uno de los momentos más cruciales de su vida, la sitúa en el grupo de los héroes de la fe y de las grandes mujeres y hombres de Dios. Nuestro amor por el Señor debe tener el “perfume” del sacrificio, del riesgo, del mensaje que proclamamos y lo perdurable de los años. Cristo es digno de nuestra mejor entrega.. Vengamos hoy como María y quebremos el “alabastro” de nuestra vida ante su presencia hasta que llenemos la “casa y el mundo” con su perfume. Amén.