La ayuda idónea para el hombre

El Dr. Wayne Mack explica cómo la esposa debe completar o complementar a su esposo. Además, ofrece un significado de la palabra «sumisión» considerando algunos pasajes bíblicos y cuál es, según él, la manera cómo la mujer debe someterse a su esposo.

La mayoría de las parejas se casan teniendo grandes expectativas para su matrimonio. Saben que muchos matrimonios han fracasado y un buen número de los que perduran no son felices. Sin embargo, creen que su matrimonio será diferente porque se aman de verdad. De modo que comienzan su matrimonio con grandes expectativas pero a menudo, en poco tiempo, estas se tornan en frustraciones. El matrimonio que ellos estaban tan seguros había sido hecho en el cielo cae estrepitosamente a tierra; las estrellas que tenían en sus ojos se transforman en arena; el encanto es ahora desilusión.

¿Qué ocurrió?

Ninguno de los dos había aprendido a conducir sus vidas personales o su matrimonio de acuerdo a la Palabra de Dios.

Cuando Dios creó al hombre y a la mujer e instituyó el matrimonio, no hizo como un inventor que crea una máquina y luego deja que el comprador descubra cómo usarla y manejarla, cómo se relacionan entre sí las diferentes partes. No. Dios ha provisto información y dirección específica sobre el propósito del matrimonio y las distintas pero complementarias responsabilidades de las personas que lo componen. Dios ha dado ciertas responsabilidades a la esposa y otras al marido. Cuando dos personas conocen, aceptan, y cumplen las diferentes pero complementarias responsabilidades, se estimula la unidad en el matrimonio. Por el contrario, cuando el marido y la mujer no comprenden o no cumplen con las responsabilidades que Dios les ha dado se produce gran confusión y frustración.

Consideraremos ahora lo que la Palabra de Dios dice acerca de las responsabilidades primordiales de la esposa en el matrimonio. Hay, por supuesto, muchos pasajes de la Palabra de Dios que hablan del rol de la esposa. Algunos pasajes claves son Gn 2.18–25; Pr 31.10–31; Ef 5.22–24, 33; Tit 2.4, 5; 1 Pe 3.1–6.

En el Nuevo Testamento, a menudo se le ordena a la esposa a someterse o a estar en sujeción a su marido (Ef 5.22–24, 33; Col 3.18; Tit 2.4, 5; 1 Ti 2.9–12; 1 Pe 3.1–6).

La idea de la sumisión de la esposa no es muy popular hoy en día. A veces el antagonismo a la sumisión de la esposa surge de una rebelión pecaminosa contra la voluntad de Dios. En otras ocasiones puede surgir de un concepto falso de lo que involucra la sumisión de la esposa. Con el fin de corregir esto vale señalar lo que no es la sumisión bíblica.

La sumisión no es un concepto solo para las mujeres. Es un concepto aplicable a todo creyente (Ef 5.21; Fil 2.3, 4; 1 Pe 5.5; Ro 13.1; He 13.17).

La sumisión no significa que la esposa es una esclava. En realidad, la esposa nunca es tan libre como cuando está en sumisión a su esposo, pues entonces tiene libertad para llegar a ser todo lo que Dios propuso que fuese. (Estudie con su pareja la descripción de la esposa ideal según Dios en Pr 31.10–31).

La sumisión no quiere decir que la mujer jamás abre su boca, que nunca puede dar una opinión, que jamás da consejos (Pr 31.26; Hch 18.26; Jue 13.21–23).

La sumisión no significa que la esposa es una flor de adorno que deja que sus habilidades queden adormecidas. (La esposa ideal según Dios utilizó sus talentos y habilidades en Pr 31).

La sumisión no significa que la esposa es inferior al marido. Jesucristo no era inferior a María y a José y, sin embargo, las Escrituras nos dicen que cuando era niño «estaba sujeto a ellos» (Lc 2.51). Jesucristo en ninguna manera era inferior a Dios el Padre. Era y es en todo sentido total y completamente Dios. Sin embargo, las Escrituras afirman que hay un orden y una estructura en la Trinidad. Jesús dijo: «No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo así juzgo… no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Jn 5.30), y Pablo declaró: «Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo» (1 Co 11.3). Esto no implica que Cristo es inferior a Dios el Padre; más bien, enseña que hay una división de las tareas y responsabilidades en la Trinidad. Del mismo modo, la sumisión de la esposa en ninguna manera implica inferioridad, al contrario, enseña la necesidad de orden y estructura, de compartir la responsabilidad en el hogar. Génesis 1.26–27 y Gálatas 3.28 afirman el estatus de igualdad y dignidad de la mujer y el hombre.

Ahora veamos la sumisión de la esposa desde un punto de vista más positivo.

Las Escrituras indican que es la responsabilidad de la mujer someterse. En ningún lugar se dice que el esposo deba lograr la sumisión de la esposa mediante la fuerza física. Más bien, se le manda a la mujer que sea sumisa (Ef 5.22 y 1 Pe 3.1).

Las Escrituras indican que la sumisión de la esposa debe ser continua. En el griego, el verbo utilizado en la mayoría de los pasajes sobre la sumisión está en tiempo presente. La sumisión ha de ser el estilo de vida continuo de la esposa (Ef 5.22 y 1 Pe 3.1).

La sumisión de la esposa es un mandamiento, no una opción. El verbo en griego está en el modo imperativo (Ef 5.21 y 1 Pe 3.1). Su sumisión no se basa sobre la forma en que la trata su esposo. Ni tampoco se ve condicionada por las habilidades, talentos, sabiduría, educación o estado espiritual del marido (1 Pe 3.1 y Lc 2.51).

La sumisión de la esposa es espiritual. Debe hacerse «como al Señor» (Ef 5.22). El Señor manda que la esposa sea sumisa. Negarse a someterse a su esposo equivale a estar en rebelión contra Dios mismo. Sumisión a su esposo es una prueba de su amor a Dios además de probar su amor hacia su esposo. La esposa, entonces, debe considerar la sumisión a su esposo como una acto de obediencia a Cristo y no solamente a su esposo. Jesús dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Jn 14.15), y uno de sus mandamientos a las esposas es: «Estén sujetas a sus propios maridos…» (Ef 5.22). Además, la sumisión es espiritual pues debe hacerse en el poder del Espíritu Santo. El contexto en que se ordena la sumisión indica que solo puede ser ejercida por mujeres cuyos corazones han sido limpiados por la sangre de Cristo, que son fortalecidas en su interior por el Espíritu Santo, por mujeres que están llenas de toda la plenitud de Dios (Ef 1.1–5.21; 1 Pe 1.1–3.6).

La sumisión es un concepto positivo, no negativo. Enfatiza más lo que debe hacer que lo que no puede hacer. En mi opinión, la definición de sumisión que da Bill Gothard es muy acertada. Él afirma que la sumisión «es la libertad de ser creativa bajo la autoridad instituida divinamente». La sumisión significa que la esposa coloca todos sus talentos, habilidades, recursos, y energía a disposición de su marido. Sumisión quiere decir que la esposa cede y utiliza todas sus habilidades bajo la dirección de su esposo para el bien de él y de la familia. Significa que se considera como parte del equipo de su marido y no un contrincante que lucha contra él y procura sobrepasarlo. No es solamente un ser independiente que va por su propio camino, es compañera de equipo de su esposo que lucha por los mismos logros. Tiene ideas, opiniones, deseos, pedidos y percepciones y con amor se los hace conocer, pero sabe que en todo buen equipo alguien tiene que tomar las decisiones finales. Sabe que los miembros del equipo deben apoyar al capitán, a sus planes y decisiones, o no habrá progreso sino, por lo contrario, habrá confusión y frustración.

La sumisión involucra las actitudes de la esposa además de sus acciones. Jesucristo se sometió voluntariamente al Padre. Dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (Jn 4.34). Pero ¿cómo sirvió al Padre? ¿Con un espíritu de resignación, de servicio a ciegas o de carga? De ninguna manera. Sirvió al Padre con alegría porque le agradaba hacer la voluntad del Padre (Sal 40.7–8). Del mismo modo, la sumisión de la esposa a su marido ha de ser alegre, no servil o de mala gana. Las Escrituras declaran que la esposa, según Dios, «con voluntad trabaja con sus manos» (Pr 31.13), y se siente satisfecha al utilizar todos los recursos que Dios le ha dado para suplir las necesidades de su marido y de su familia. Efesios 5.33 contiene un importante mandato referente a la actitud en que la esposa debe someterse a su marido. Dice: «La mujer respete a su marido». Al someterse a su esposo debe hacerlo con una actitud de respeto. Esto es más claro en la Versión Ampliada del Nuevo Testamento donde afirma que la esposa debe considerar, honrar, preferir, estimar, alabar y admirar a su esposo.

La sumisión de la esposa debe ser extensiva. Debe someterse a su esposo como la Iglesia se somete a Cristo (Ef 5.24). ¿Qué debe abarcar la sumisión de la Iglesia a Cristo? Debe ser total. Cristo es la «cabeza sobre todas las cosas en la iglesia» (Ef 1.22), y todo lo que la iglesia hace en palabra o en hecho debe ser en el nombre del Señor Jesús, en total dependencia de su persona. La iglesia debe reconocer a Cristo en todos sus caminos, y hacer todo para su honra y gloria (Col 3.17; Pr 3.5, 6; 1 Co 10.31).

Del mismo modo Pablo dice que las esposas estén sujetas a sus maridos en «todo». La sumisión de la esposa no es algo que ocurre a veces sí y a veces no, tampoco debe ser selectivo, es decir, elegir lo que le gusta y rechazar lo que le disgusta. La sumisión debe ser su estilo de vida en todo tiempo, en todo lugar, y en todo aspecto.

Esto no significa que ella debe obedecer a su marido cuando este le ordena hacer lo que Dios prohíbe, o cuando procura que no haga lo que Dios manda. La mujer se sujetará a su marido «como conviene en el Señor» (Col 3.18). La autoridad de su esposo es delegada. Si la mujer no se somete, está rebelándose en contra de Dios y de su esposo. Sin embargo, cuando la autoridad de su esposo le ha sido delegada, él pierde su autoridad en esas ocasiones y en aquellas áreas cuando sus órdenes están claramente en contra de la voluntad revelada de Dios.

 

Cuando el marido le pide que haga algo que indudablemente es contrario a la Palabra de Dios, la esposa debe obedecer a Dios antes que al hombre (Hch 5.28–29).

 

La sumisión de la esposa a su marido, entonces, debe ser extensiva pero no necesariamente total o ilimitada. Ella debe obedecerle en todo excepto cuando contradiga la Palabra de Dios. Aun así, cuando obedezca, ha de hacerlo de un modo amante, sumiso; y si por motivos de conciencia decide desobedecer, que explique con calma y claramente sus razones, asegurándole al marido de su amor y lealtad, y procurando demostrar ese amor y esa lealtad en maneras variadas, continuas y tangibles. La mujer será la ayuda de su marido (Gn 2.18), pero no lo podrá ser si manifiesta un espíritu contencioso, desconsiderado y no cooperativo.

 

Un examen honesto de las Escrituras lleva a la conclusión que el ministerio primordial de la esposa de por vida es su marido. Cuando Dios creó a Eva para Adán dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea (literalmente, correspondiente) para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos … mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre» (Gn 2.18–22).

 

Varios factores importantes acerca de la relación de la esposa con su marido surgen de este pasaje.

 

Dios creó a la mujer para ser ayuda del hombre. Sin la mujer, el hombre aun en su perfección estaba incompleto.

Dios creó a la mujer para ser una ayuda idónea. Ninguno de los animales podían proveerle al hombre la ayuda que necesitaba. Sólo la mujer podía hacer eso. «El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová» (Pr 18.22). «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias» (Pr 31.10–11).

Dios creó a la mujer para corresponder al hombre. Ella es similar al hombre pero algo diferente. Es el complemento del hombre, no su copia en carbón. Es para el hombre lo que una llave para un cerrojo y lo que una película para una máquina fotográfica, indispensable (1 Co 11.11).

De acuerdo con las Escrituras, la esposa fue creada para llenar las necesidades, las faltas, la incapacidad de su marido. Fue creada para ser la ayuda singular de su marido. Le ha de dar «bien y no mal todos los días de su vida» (Pr 31.12). Deberá ser como vid fructífera en la casa de su marido (Sal 128.3). Debe ser «una carne» con su esposo y esto solo ocurrirá en la medida que acepte y cumpla con el rol que Dios dispuso para ella en el matrimonio.

 

Esto no significa que todo lo que hace debe estar directamente relacionado con su marido. Tampoco quiere decir que nunca deba hacer algo en beneficio propio o de otros, o que jamás deba participar en actividades o ministerios fuera del hogar (Pr 31.10–31).

Significa, eso sí que jamás debe hacer algo en detrimento de su esposo o que le cause daño o que la obligaría a descuidar su ministerio primordial de ayudar a su esposo (Pr 31.10–31).

Ahora me gustaría sugerir formas específicas en que la esposa puede ayudar a su marido. Puede ayudarle:

 

Haciendo que su hogar sea un lugar seguro: un lugar de aliento, comodidad, comprensión y refugio (Pr 31.11, 20). No haga bromas acerca de él ni comentarios hirientes, tampoco le recuerde constantemente sus faltas, errores y fracasos. Corríjalo solamente si es absolutamente necesario y evite el peligro de dejar que el hogar esté desordenado y lleno de confusión. También evite el peligro de hacer del hogar una sala de exposición donde todo debe siempre estar en su lugar y sin ninguna mancha. Los maridos quieren vivir en sus hogares, y no en una sala de exhibición.

Siendo confiable y formal (Pr 31.11–12).

Manteniendo una buena actitud (Pr 31.26, 28–29; Stg 3.13–18; Fil 4.4).

Dialogando abierta y honestamente, en amor (Ef 4.25).

Estando satisfecha con su posición, sus posesiones, sus tareas (Fil 4.6–13; He 13.5, 16).

Siendo sufrida, perdonadora y paciente (Ef 4.2, 31–32; Col 3.12–14).

Mostrando interés en sus problemas y asuntos (Fil 2.3–4).

Siendo miembro laboriosa, frugal, diligente, ambiciosa y creativa del equipo (Sal 128.3; Pr 31.10–31).

Ofreciendo sugerencias, consejo y corrección cuando es necesario, en amor (Pr 31.26).

Manteniéndose hermosa, especialmente en su ser interior (1 Pe 3.3–5).

Manteniendo una vida espiritual buena (1 Pe 3.1–2, 7).

Cooperando con su esposo en la crianza de los hijos (Ef 6.20; Pr 31.26–28; 1 Ti 5.13, 14).

Promoviendo lealtad a él en los hijos. Las actitudes de la esposa hacia su marido son adoptadas rápidamente por los hijos. Una falta de respeto o confianza en su liderazgo, quejas acerca de lo que ha hecho o ha dejado de hacer ejercerán una influencia debilitante sobre los hijos. Ella, con sus hijos o cualquier otra persona, debe evitar tomar una posición en contra de su esposo . Debe apoyarle y cooperar con él en la disciplina. Toda diferencia de opinión acerca de la disciplina debe dialogarse lejos de los hijos.

Siendo agradecida. El aprecio debe expresarse libremente y en variadas formas (Ro 13.7).

Mostrando confianza en sus decisiones. Desdén, falta de confianza, ansiedad, u oposición fuerte a sus decisiones puede hacer que él se torne indeciso, defensivo o que no acepte ninguna innovación. Si la esposa duda de la sabiduría de alguna decisión importante, debe hacérselo saber sin amenazas, y descontar que hay algunos hechos o factores que ella desconoce y que en verdad él desea lo mejor para todos (1 Co 13.4–8).

Esposas, Dios las ha llamado a someterse a sus maridos, a ser su ayuda idónea y singular.

Sin embargo, de nada vale que usted tenga todo el conocimiento de lo que esto significa si no lo pone en práctica en su relación con su marido. El conocimiento de estas verdades no estimulará la unidad en el matrimonio, pero ponerlas en práctica sí lo hará.

 

Les ruego a ustedes, esposas, que examinen su relación con sus maridos a la luz de estas verdades. ¿En verdad practican la sumisión a su esposo? ¿Es usted en verdad su ayuda? Sugiero que en las áreas donde está fallando haga lo siguiente:

 

  • Confiese su pecado a Dios y a su marido.
  • Busque la limpieza de este pecado y de todos sus pecados por medio de la sangre de Cristo (Ef 1.7; 1 Jn 1.9).
  • Pídale al Espíritu Santo el poder para ser diferente (Gá 5.16, 22–23).
  • Actúe en obediencia a la Palabra de Dios y haga los cambios que sean necesarios (Fil 2.12, 13; Stg 1.19–24).

Preguntas para estudiar y promover el diálogo. Estas preguntas ayudan a la pareja a reflexionar acerca del papel de la mujer en el matrimonio.

La responsabilidad de la esposa

Estudien Efesios 5.22–23 y respondan a las siguientes preguntas.

¿Con qué palabra se resume la responsabilidad de la esposa hacia su marido? Comparar también 1 Pedro 3.1 y Timoteo 2.9–12.

¿Qué indican las palabras «como al Señor» (v. 22) en cuanto a la sumisión de la esposa?

Según el versículo 24, ¿qué abarca la sumisión de la mujer?

¿Cuáles son los límites de la sumisión de la esposa según Colosenses 3.18 y Hechos 5.29?

Según el versículo 24 ¿qué involucra la relación de la esposa con su marido?

 

Según el versículo 33, ¿cuál debe ser la actitud de la esposa hacia su marido? ¿Qué significa esto? Dar varios ejemplos de lo que significa en la práctica.

 

¿Qué involucra la sumisión de la esposa? ¿Significa que es inferior a su esposo? ¿Anula su iniciativa y hace que descuide sus habilidades? Estudien Proverbios 31.10–31 y luego respondan a estas preguntas.

 

La mujer virtuosa

Hagan una lista de las formas en que la mujer virtuosa de Proverbios 31 utiliza sus habilidades.

 

Formulen una definición bíblica de lo que significa la sumisión de la esposa.

 

¿Cómo puede expresar su sumisión a su marido en las siguientes áreas?

Tareas del hogar

Relaciones sexuales

Relaciones sociales

Disciplina de los hijos

El trabajo de su marido

Preparación de comidas

Devocional familiar

Vida en la comunidad de creyentes

Haga una lista de sus hábitos personales que molestan a su esposo. Comience a tratar de corregirlos a menos que el hacerlo contradiga la enseñanza bíblica.

Anote formas en que pueda recordar, corregir o aconsejar a su marido sin mandarlo o fastidiarlo.

La ayuda idóneaJuntos comenten sobre las diferentes maneras en que usted completa y complementa a su marido; maneras en que es la ayuda de su esposo; maneras en que le está haciendo «bien» a su esposo.

Consideren otras formas en que puede o debe completar o complementar a su esposo. ¿Tiene él necesidades que podría suplir y no lo está haciendo? ¿Cómo puede ayudar mejor a su esposo?

Comenten sobre maneras en que compite con su esposo en lugar de completarlo. ¿Desea superarlo o al menos ser igual que él? ¿Trata de ser un duplicado de su esposo? ¿Procura ser una cerradura cuando Dios la creó para que sea una llave?

¿Qué puede hacer para fortalecer su matrimonio?

Haga una lista de las formas en que usted le hace saber a su esposo que él es importante para usted, o de lo que debiera hacer. ¿Cómo le demuestra su respeto?Fortaleciendo el matrimonio, Por Wayne Mack.

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